España es ese país en el que quieren cazar los mercados, en el que organizan safaris los inspectores de Bruselas, en el que Rubalcaba se pasa el día intentando cazar a Rajoy, en el que su Rey se va a cazar elefantes y en el que la opinión pública y la opinión publicada ha montado una cacería de su Rey. Esto no va de la Memoria Histórica, como podíamos imaginar hace unos meses; esto va de Memorias de África a la española. —¿Y a usted qué le parece que el Rey estuviera cazando elefantes?—
Se ha puesto todo Dios a practicar el tiro al Rey león, tras haber afinado la puntería con cachorros descarriados como Urdangarín y Marichalar. Hay miles, centenas de miles de salones de hogares, dulces hogares españoles, en los que ya se está haciendo hueco en las paredes para colgar el gran trofeo de caza mayor de una especie tan exclusiva, tan inasequible, tan codiciada como un Borbón.
Se le había escapado al país la preciada presa de la Infanta Cristina, que ya estaba prácticamente a tiro, y se ha encontrado de repente con su padre a huevo, acorralado mediáticamente, acosado en las tertulias y vulnerable en ese espacio abierto sociológico en el que la Casa Real lleva tanto tiempo moviéndose con muletas.
¡La veda se ha abierto! Un pueblo, frustrado genéticamente por el complejo de inferioridad colectivo de haber permitido que un dictador se muriese plácidamente en la cama, se aferra ahora a la terapia de efectos retardados de intentar darle jaque mate a un Rey.
La prensa internacional ha puesto más interés en hacerle vudú a Juan Carlos I, que aquel que puso, in illo témpore, en removerle el suelo bajo los pies al General Franco. La prensa nacional va a rebufo de la demagogia cañí, de las nostalgias republicanas, de la indignación justificada y del aplauso fácil de unos ciudadanos poseídos por el espíritu on line de la Ilustración con dos siglos de retraso.
El Mundo con comillas se ha vuelto loco, loco, loco, como aquel mundo cinematográfico de Stanley Kramer, y arremete sin pudor contra el anfitrión de su director en tantas bodas reales: ¿qué hacía un chico como tú, Pedrojota, en ceremonias monárquicas como aquellas? El País con comillas se ha dado más PRISA que el propio ABC para reclamar respeto a la intimidad de Juan Carlos I.
Ha ganado por la mano al periódico monárquico de toda la vida y ha dejado a los herederos de Anson en estado de shock, saliéndose por la tangente informativa de un parte médico en primera plana: «El Rey mejora y ya se levanta con autonomía». –La izquierda mediática se pone morada con el accidente del Rey–
El centro- derecha de Rajoy calla y otorga, no se sabe a quién, aunque a Carlos Floriano le ha patinado la lengua. La izquierda de Rubalcaba calla y remite a una conversación privada con el cazador cazado, aunque a Tomás Gómez le haya traicionado el subconsciente. Es el mundo al revés.
El inescrutable mundo del reino de España, en el que la socialdemocracia sigue bebiendo los vientos por la Zarzuela, el PP se lava las manos como Pilatos, la izquierda radical resucita el sueño perdido de que «España, mañana, será republicana» y las voces de Jiménez Losantos y Sánchez Dragó —Sánchez-Dragó: «¿El Rey en Babia? Ahora diremos que está en Botsuana»— esperan que este elefante gris del pasado 14 de abril, tenga más éxito que aquel «elefante blanco» de un lejano 23-F. —Losantos coge el fusil y sale de caza a por Zarzalejos y el Rey—
Los españoles están hechos un lío. Deben estar preguntándose si la monarquía es cosa de derecha o de izquierdas. Por qué la mima tanto el PSOE y le resulta tan indiferente al PP. Por qué el PNV la exorciza y CIU da una de cal y otra de arena. Por qué parece que tanto pueblo la repudia y luego se mantiene a flote en las aguas turbulentas del CIS.
¡Qué gran oportunidad para salir de dudas! Un elefante africano le ha servido en bandeja a los españoles la oportunidad de echarle al fin un par de narices: someter a referéndum una reforma de la Constitución del 78 afectada, tal vez, de vejez prematura. ¿Monarquía o República? ¿Senado o todas sus señorías a la calle? ¿Ley Electoral vigente o una nueva ley de participación más directa, más valiente? ¿Se mantienen las diputaciones o se cierran por derribo? ¿Estado de las Autonomías o un ERE general autonómico? ¡Cuántos debates huecos, en falso, se podrían evitar convocando a 46 millones de españoles a las urnas, a rediseñar su futuro! ¡Quién dijo miedo habiendo democracia…!