La idea de esta sección es explorar la delirante visión de la realidad que tiene la izquierda y traer de vuelta, a modo de trofeos, los casos más flagrantes de manipulación. Por eso nos desconcierta y frustra infinito Nacho Escolar, que en sus últimas entradas en Escolar.net se limita a colgar vídeos de líderes peperos ahora en el Gobierno atacando airadamente lo que ahora no sólo defienden sino aplican. Demoledor, Nacho. Rajoy: «No está en nuestras previsiones subir el IVA»; «La subida del IVA es un disparate». Cristóbal Montoro: «No rotundo a la subida del IVA». María Dolores de Cospedal: «Subir el IVA un 2% es como bajar el 2% el salario de los trabajadores». Y Soraya Sáenz de Santamaría: «La subida del IVA es la puntilla para el comercio, el turismo y la industria».
Por otra parte, la Prensa adicta está pidiendo un Trasgo a gritos, con esos titulares como el de La Razón, «No a tomar la calle«, sentimiento con el que me solidarizo pero que suena demasiado a consigna para una primera de periódico.
Bueno, yo a lo mío, que además hay mucho que une a la izquierda y la derecha, más de las que parecen a simple vista. Por ejemplo, es primera noticia en La Tercera Información: «La cifra de políticos en España vuelve a ser noticia». «Tenemos 445.568 políticos empleados en la Administración pública. Casi el doble del segundo, que es Italia, y 300.000 más que Alemania. También doblamos la cifra de Francia».
Tengo para mí que si la división entre izquierda y derecha tiene algún sentido es porque unos piensan que el Gobierno puede hacernos felices y otros opinan que no. Vamos, que ver a la izquierda quejarse de que haya tantos políticos se me antoja similar a oír a un liberal lamentando que haya tantos empresarios.
El País sigue sacando historias de mucha penita de inmigrantes ilegales -ya, los llaman irregulares, pero también al aborto lo denominan interrupción voluntaria del embarazo – que van a quedar sin curarse gratis en España. Ahí está Demba Diaw, senegalés de 40 años y enfermo del corazón, que asegura que «si no puedo ir al médico moriré», o el tunecino Chaouki Smaali (en primera), que dice: «Necesito las pastillas del VIH y no podré pagarlas». Me rompen el corazón, y de eso se trata.
Luego, en un momento de lucidez, uno se pregunta: ¿no hay más enfermos en la aldea de donde procede el señor Diaw que merecen mi compasión -y mi dinero- tanto como él?; ¿no debería ocuparse el Gobierno tunecino de la enfermedad de Chaouki Smaali? ¿Tienen los ciudadanos de un país la obligación de trabajar y producir para curar las enfermedades de todo el mundo? Y, si es así, ¿qué sentido tienen las fronteras, y el Estado-Nación y las propias elecciones? ¿Dónde acaba nuestra jurisdicción, cuál es el límite, en qué momento tendremos que plantarnos ante un caso lacrimógeno y decir «lo siento, pero ya no nos queda»?
Me entero, entre otros, por la Cadena SER que «Rubalcaba pide a Rajoy que deje de ser el último mohicano de la austeridad«. A Grecia, Irlanda e Italia les encantará saber que España se ha quedado sola en esto. Aunque quizá la razón esté en la noticia que abre El País: «Europa diseña un gran plan de inversión para salir de la crisis». Ya está, el mago va a sacar otro conejito de la chistera, respiremos tranquilos…
Disculpen si introduzco aquí un poco de soez sentido común, de vulgar y desfasada sensatez pero, esa inversión, o la tenían en un depósito oculto y son unos sádicos por no emplearla, o van a volver a darle a la máquina keynesiana que nos ha dejado donde estamos. ¿Un paseo por la izquierda? Pero, ¿hay otra cosa? Izquierda hardcore o izquierda baja en calorías, esa es la elección que tiene el votante europeo. Venga, no me voy a quejar que esta vez, seguro, seguro que le sale…
Lo gracioso es que la izquierda mediática, que se ríe a carcajadas al menor tufillo de teoría de la conspiración por parte de la derecha, cree a pies juntillas en la más antiintuitiva y absurda de las conspiraciones aplicada al PP, a saber, que quiere desmantelar el Estado del Bienestar por razones ideológicas. Ay… «Privatizarlo todo» es el titular de una tribuna de Ramón Cotarelo en Público.es. «Toda la política de privatización es lo que su nombre indica, un expolio de bienes públicos, patrimonio de la colectividad, del común, en beneficio de unos empresarios que, además, suelen ser grupos multinacionales que defraudan a sus propias haciendas y sólo enriquecen a los políticos que han tomado las decisiones y a sus deudos y allegados».
A ver. Acusar a este o a cualquier Gobierno moderno de «querer» desmontar el Estado del Bienestar es tan idiota como denunciar que el avaricioso Bill Gates se está deshaciendo de su fortuna. Porque el Estado del Bienestar es la fortuna del Gobierno; manejar todo ese ingente dinero es lo que permite mandar a unas personas cuya vocación en la vida es, precisamente, mandar. El Estado del Bienestar es su Santo Grial, su fuente de poder, su caramelito.
Llamen torpe al Gobierno del PP y no tendré mucho que objetar; llámenles mentirosos, equivocados, empecinados, derrotistas. Pero no pretenda que crea que conspiran siniestramente para quedarse sin palancas de poder, porque todavía no ha nacido nadie tan tonto.
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