La semana pasada nos centramos en los columnistas vascos para comprender el nuevo plan de reinserción de etarras, grapos, yihadistas y mafiosos desvelado por el ministro Fernández. Este 1 de mayo de 2012, fiesta del trabajo, acudimos a los columnistas catalanes
El primero, Salvador Sostres, autor de una columna que hoy dará que hablar. Se titula ‘No hay trabajo’ y, la verdad, parece escrita por un abuelo dado que critica los vicios de la juventud, sobre todo su vagancia y sus tiquismiquis.
«Buscar trabajo es otra cosa. Buscar trabajo significa patearse la ciudad, escrutar internet hasta la última página, llamar cada día y, si conviene, perseguir hasta el asedio a quien esté en disposición de contratarte. Buscar trabajo es aceptar cualquier oferta, y en cualquier lugar aunque tengas dos carreras y te creas llamado a asuntos de mucha más importancia. Buscar trabajo de verdad es, en definitiva, encontrarlo. Y en España continúa habiendo más trabajo que ganas de trabajar.»
Sostres ha buscado trabajo con éxito. Ha pasado de la prensa separatista catalana y de ser payaso en ‘Crónicas marcianas’ a escribir en El Mundo, el segundo diario de España. No se puede quejar. Quizás nos podría contar cómo fue la entrevista de trabajo que hizo con Pedro J. Ramírez. Esperemos que sus consejos sean útiles para los futuros despedidos de Unidad Editorial.
En La Vanguardia, el multimillonario Miquel Roca, inteligente diputado y próspero abogado con poderosos y ricos clientes, nos riñe porque todos hemos tenido culpa en el actual desastre
«El bienestar es muy difícil de conseguir, pero bastante fácil de perder si no aprendemos de los propios errores. Y, errores, hemos cometido muchos y aún nos manifestamos entusiasmados con las bases que los han hecho posibles.»
Hombre, Miquel, unos más que otros, ¿no? Que a mí no me han pedido que apruebe leyes.
Y una columna para reírse, escrita por otro catalán, Quim Monzó, en La Vanguardia. Un vecino de Mataró cogió unas setas de un parterre del ayuntamiento de Mataró, se las comió y murió a los diez días. Su familia ha presentado una demanda de 200.000 euros contra el ayuntamiento. Monzó se pregunta si «también denunciarían al Ayuntamiento porque hay cagarrutas de perros en mal estado en los parterres de Mataró».
No es mala idea para salir del paro: hacer que el abuelo se coma unas setas venenosas, o cruce el semáforo en rojo, para luego demandar al ayuntamiento y llegar a un acuerdo.
Lucía Méndez en El Mundo es la única columnista que se ocupa de la noticia de las negociaciones entre Urdangarín y la Fiscalía Anticorrupción, y de sus consecuencias para la Monarquía, aunque el yerno del Rey consiga escapar de la cárcel.
«Desde el asunto de los trajes de Francisco Camps -amigo de Urdangarin- sabemos lo que significa un acuerdo de conformidad. Significa, sobre todo, incurrir en el deshonor. El ex presidente de la Generalitat lo supo in extremis y por eso abandonó el puesto antes de perder el honor. El deshonor de Urdangarin, en este caso, sería el de la propia Monarquía española.»
La dosis de optimismo para sobrellevar el día la encontramos en la columna de Tertsch en ABC, que asegura que el Gobierno alemán está muy contento con el español:
«Llegaba el ministro alemán a una España que lleva semanas despertando con noticias terroríficas. Y está claro que lo hacía con intención de ayudar y animar al Gobierno español. Ante los periodistas insistió en la confianza que tiene en el ministro De Guindos y en las medidas que está tomando Madrid y que calificó de «impresionantes»».
¡Qué bien! Sinceramente, yo aceptaría pagar peajes en las autovías si entrasen en la cárcel varios exministros.
