Hasta los días que estoy en plan biempensante -que son más de los que pueda creerse- me temo que, para la izquierda, la democracia es una tregua.
El poder es la fuerza, y la democracia no es más que contar los soldados de cada bando para ahorrarse la batalla. A uno le gustaría pensar que no, que es un sistema estable de garantías en el que varios partidos ofrecen sus propuestas, entre las que el personal elige ora una, ora otra, según criterios de oportunidad y eficacia.
¡Ah, vana esperanza! La izquierda, más la izquierda nacional, se considera el bien, la verdad y la belleza, y cualquiera que gobierne en su lugar usurpa el poder. ¿No me creen? Miren la reacción del rojerío cuando las urnas les descabalgan del poder: tomar la calle.
Diego López Garrido, un pilarista de izquierdas que traicionó a IU en cuanto olió poder en el PSOE, tiene en El País una de esas tribunas infumables de políticos que, en este caso, confirman que no hay honor entre tahúres y que, puestos a tirarse el folio, mejor hacerlo a lo grande. Se titula «Rajoy no tiene un plan pero sí un modelo«, y es un trabajo de asesinato de carácter, que dicen los americanos.
SEMBRAR Y COSECHAR
Si usted o yo tuviéramos que hacer una columna sobre los ciento y pico días de Rajoy, no es improbable que le llamáramos de todo menos bonito, salvo que sea usted de los que creen en la inmaculada concepción del Partido Popular (en cuyo caso estaría leyendo La Razón). Y podríamos. ¡Pero un socialista…!
Tiene el chaquetero el espectacular descaro de empezar así: «Hay 365.000 parados más en el primer trimestre de este año, con perspectivas de aumentar con fuerza en los próximos meses». Salvo que López crea hablar para débiles mentales -lo que no descarto en absoluto, visto lo visto-, advertirá que la prosperidad o la penuria económica es una cosecha de lo que se ha sembrado años atrás y que para los socialistas, que en sus cinco mandatos han creado una cifra récord de desempleados, es como mentar la soga en casa del ahorcado. El socialismo es paro, salvo cuando le dan mano libre para distribuirnos entre koljoces, gulags y planes quinquenales, en cuyo caso es miseria, crímenes de Estado, esclavitud y una deprimente montaña de mentiras. No opino: constato.
Para López Garrido, cuando lo hace la izquierda es un caso de uuups, mala suerte; cuando lo hace la derecha es a mala idea (probablemente entre carcajadas, mientras Rajoy acaricia un gato de angora): «Ante ello, el Gobierno popular ha tomado una decisión nefasta: crear más paro, mucho más paro, y, por tanto, más carga para el Estado en el seguro de desempleo». ¿No hace falta tenerla de amianto?
«Rajoy ha […]preferido hacer mucho más difícil el acceso a la enseñanza universitaria y a la sanidad pública. De modo que sean las clases medias, los trabajadores y los inmigrantes los que soporten la crisis; que sean estos los que paguen a los más ricos, a los cuales se les exime de aportar en proporción a su riqueza».
Criticar al Gobierno es más que legítimo: es necesario. Lo que hace López es vil. Decir que Rajoy equivoca en sus recetas es sostenible; decir que prefiere «hacer mucho más difícil el acceso a la enseñanza universitaria y a la sanidad pública» es animar a la rebelión cívica, lo que me parece irresponsable en un particular cabreado con la situación y hace que me lleven los demonios en boca de un tipo que no se ha bajado del coche oficial en décadas.
A LAS BARRICADAS
Dos han sido las legislaturas de Zapatero que nos han hundido al nivel que todos conocen, y apenas lleva el nuevo Gobierno ciento y pico días en el poder y ya hay que derribarlo. A la antigua. En la calle.
La palanca favorita de la izquierda es el llamado movimiento 15-M, ya saben, los que gritaban «Lo queremos todo, lo queremos ahora» en un ejercicio de lucidez, madurez y realismo.
Público.es les dedica informaciones sin cuento, a cual más alarmante. El grado de alejamiento de la realidad de estos chicos, la monumental ignorancia no ya de la política y de la economía, sino incluso de la física elemental y el principio de no contradicción es tal que los Pol Pot que aguardan en la sombra podrán convertir a estos proletarios de ocasión en un ejército perfecto para sus fines. «Sentirme estafado de una forma tan evidente hizo estallar mi frustración«. Nos lo cuenta Kike España, un indignado tipo, y constituye el titular de una -seamos piadosos- información de la web rouresí.
Kike, que en ningún momento nos dice quién le estafó y, sobre todo, de qué, acudió por primera vez en su vida a una manifestación 15 de mayo de 2011. «Se notó «cómodo» y se enganchó al 15-M. Asegura que en el movimiento comenzó a sentirse «parte» de algo y a despojarse del «estado de espera» en el que se encontraba».
No sé a ustedes, pero a mí me ha sonado mucho a terapia de grupo. Lo malo es que en cualquier momento nos pueden llevar a todos al otro mundo posible de la ruina absoluta.