Un ‘bluff', eficaz sólo con los más comecuras y los profundamente iletrados
Cuando lo demás falla, la izquierda juega al comecuras. Esa es, lo hemos visto a menudo en este espacio, la postura por defecto de la progresía, a lo que recurre la progresía cuando todo lo demás falla.
Ahora la moda es hacer pagar el IBI a la Iglesia. No he seguido mucho el tema, porque ya dije ayer que lo que me pide el cuerpo es guerra abierta y dejar de marear la perdiz y que cada palo aguante su vela… Y hay mucha, mucha vela que aguantar.
Pero tengo que reprimirme, guardar para mí las ganas de ver a los sin techo y los neopobres agolpados frente a las sedes del PSOE e Izquierda Unida (¿Tiene sede el 15-M?) e ir al asunto, que me aclara bastante un artículo de Isidro Catela en ‘El Mundo’.
La cosa es que la Iglesia no está exenta del pago del IBI por algún ‘privilegio‘ eclesial, por alguna rémora de nacionalcatolicismo, sino por la misma razón por la que no pagan un duro «los partidos políticos, los sindicatos, los locales de la Cruz Roja, las fundaciones, los consulados, las federaciones deportivas, las embajadas, los terrenos de la Renfe, los inmuebles destinados a usos religiosos de las comunidades hebreas, musulmanas o evangélicas, y otras muchas instituciones en virtud de la Ley 49/2002, denominada Ley de Mecenazgo».
Vamos, que ver a los que jalean a UGT y CC OO pidiendo que la Iglesia pague el IBI tiene narices.
Más: si, por la desesperante necesidad de recaudar que tienen los mismos que hacen aeropuertos sin aviones y museos sin obras de arte hubiera que cobrar el IBI de todos los que no lo pagan a fecha de hoy, lo correspondiente a la Iglesia ascendería al 5%.
Vamos, un modo de tirar balones fuera como lo del megaimpuesto a las rentas más altas. Un ‘bluff‘, eficaz sólo con los más comecuras y los profundamente iletrados. A otra.
«Daños colaterales», de Fernando Vallespín, en ‘El País’, puede leerse de dos maneras. Vallespín especula sobre lo que podría -mejor: debería- salir de la conversación de ayer entre Rajoy y Rubalcaba.
Siendo ‘El País‘, ya entendemos el subtexto: no hay Gobierno legítimo sin ‘uno de los nuestros’, y lo que no nos dieron las urnas nos lo dará la ‘gobernabilidad‘. Pero vamos al texto.
EL GOBIERNO DE PPSOE
Hay, digo, un modo benévolo de leer a Vallespín, que busca, después de todo, que la deriva hacia el caos no avance y que el acuerdo de los dos líderes salve la democracia.
«Todo esto no lo arregla un solo partido político, por muy amplia que sea su mayoría absoluta. Es una labor de todos ellos y de la misma sociedad civil. Pero la responsabilidad principal recae sobre los dos con mayor representación. No es imprescindible que se pongan de acuerdo sobre todos los detalles del plan de ajuste siempre y cuando se consensúe la preservación digna del sistema público de la sanidad y la educación. Sí resulta imperativa, sin embargo, la cooperación activa entre ellos para acabar con esta deriva hacia la erosión de nuestro sistema democrático».
¿A qué se refiere, cuáles son los muebles que hay que salvar? Lo dice:
«Para empezar, su propia estructura territorial, el Estado de las autonomías, que ahora mismo padece las consecuencias derivadas de no habernos atrevido antes a emprender su reforma en un verdadero Estado federal. Sin olvidar también otros órganos sistémicos como el Tribunal Constitucional, el CGPJ o el Poder Judicial como un todo, o algunos reguladores como el Banco de España, tocado de muerte después del caso de Bankia (…)»
«Podemos seguir con otras instituciones fundamentales para el buen funcionamiento democrático, como los medios de comunicación, ahogados en deudas, con lo que ello significa para su independencia, o la propia RTVE, amenazada de muerte por los recortes o las dudas ante su imparcialidad».
Llegados a este punto, uno advierte que lo que Vallespín quiere salvar no es algo tan abstracto y popular como «la democracia» y sí lo que suele llamarse «el statu quo», Virgencita que nos quedemos como estamos, que mandemos los de siempre y PP y PSOE, PSOE y PP gobiernen hasta el final de los tiempos, con su tele ‘pública y de calidad’ y su ‘Estado de reparto’ intacto.
Sigue soñando, Fernando…
SUPERIORIDAD MORAL ANTE TODO
Fue noticia la semana pasada, y Elvira Lindo lo recupera en su columna «Niños pobres«, donde empieza por decir que a ella le conmueven.
La verdad por delante (y esa necesidad de superioridad moral declarativa tan progresista). Leí, ya digo, que en España los más pobres son los niños, y lo primero que pensé es quiénes son estos niños de los que se habla como categoría aislada, como si no tuvieran padres o tutores, hordas de gamines.
Pero es que luego hay que seguir matizando, que uno oye «pobreza infantil» y visualiza Somalia. Y no:
«Ser pobre en España (…) no significa no comer, pero sí no comer adecuadamente; no significa no tener asistencia médica, pero sí carecer de tratamientos que no cubre la medicina pública; ser pobre en España no quiere decir no tener un techo, pero sí no tener acceso a una vivienda digna; ser niño pobre en España no significa no poder jugar, pero sí ser privado de las actividades que completan una educación».