Uno ya no sabe por dónde andar para no pisar a algún neoliberal. A usted le pasará como a mí, que no ha encontrado todavía a nadie que se defina así y, en nuestra ingenuidad, hemos podido concluir apresuradamente que el neoliberal merece figurar, junto al hipogrifo, la esfinge y la quimera, en un bestiario medieval.
Craso error: están por todas partes. Este periódico que tiene en las manos, naturalmente, es un verdadero parque natural, una reserva de neoliberales retozando en su hábitat natural. Lo leo en todas partes y lo doy ya por descontado.
Mayor sorpresa me ha causado saber que El País también es un diario neoliberal. Lo dice Rafael Escudero en Zona Crítica, el blog y aperitivo de Eldiario.es que prepara Escolar el Chico, don Ignacio. Y Nacho no me mentiría.
La cosa es la siguiente. Hará dos días critiqué una tribuna aparecida en El País bajo el título «No queremos volver a la España de los 50» y firmada por tres eminentes catedráticos de Economía. Y, además de su seguro servidor, un firmante del blog de Nacho ha ido contra la misma tribuna.
CREER EN EUROPA
En «¿Queremos volver a la España de los 50?», el citado Escudero afirma que la tribuna «es un ejemplo de la forma como actúan los think tanks neoliberales a la hora de generar hegemonía en la sociedad». Y yo criticándolo. Qué mal estamos los neoliberales… En cualquier caso, a uno le gustaría creer en Europa, de verdad. Por eso me he leído de cabo a rabo, en El País, las «Diez razones para creer en Europa» que desgrana Dominique Moisi, fundador del Instituto Francés para las Relaciones Internacionales. Si lo sé, me abstengo: ahora sí que no le veo al Viejo Continente la menor oportunidad. «La primera razón para tener esperanza es que el arte de gobernar de los estadistas está regresando a Europa, aunque sea en dosis homeopáticas. Es demasiado pronto para predecir el impacto que tendrá la elección de François Hollande como presidente de Francia. Pero en Italia Mario Monti ya está marcando la diferencia». Es decir, tengo que ‘creer en Europa’ por el ‘arte de gobernar’ de un tecnócrata elegido al margen de las urnas por los eurócratas y de un socialista funcionario de la política que apenas ha empezado a gobernar. Pues empezamos bien…
La segunda razón es que «Monti y Hollande, han nombrado a mujeres en posiciones ministeriales clave». Como el ser humano huye del justo medio como de la peste, hemos pasado de pensar que la mujer, en casa y con la pata quebrada, a creer van a aportar una solución única e impensada al Gobierno. No sé por qué esto no es sexismo, que me lo expliquen. En cualquier caso, es estúpido.
«En tercer lugar, la opinión pública europea, por fin, ha comprendido plenamente la gravedad de la crisis». La opinión pública europea, hacia la cual Bruselas muestra un desprecio más que notable con sus refrendos que hay que repetir o directamente no celebrar, está huyendo del llamado ‘proyecto europeo’ que construyen sin contar con los europeos, como se está viendo en elección tras elección.
«La cuarta razón para tener esperanza está vinculada a la creatividad europea. Europa no está condenada a ser un museo de su propio pasado». Lo que me suena a cuando Rajoy dice que no estamos al borde de ningún precipicio, es decir, que sí. La «creatividad» europea está ya dispersa por el mundo: América es un verdadero ‘proyecto europeo’, como lo es Australia, y el resto del mundo se ha apresurado a hacerse con lo mejor de la ‘creatividad’ europea. Pero lo primero que está dejando de ‘crear’ Europa es, precisamente, europeos. Mala, muy mala señal.
Quinta: «El retorno del sentimiento nacionalista dentro de Europa crea un sentimiento de emulación y competencia, que es el mismo sentimiento que en el pasado resultó ser decisivo para el ascenso de Asia». Vamos, que si desaparecen los nacionaismos sería una razón obvia para creer en Europa y si resucitan, también. Cuando para apoyar una tesis valen igual un argumento y su contrario, la tesis falla.
«La sexta razón está vinculada a la propia naturaleza del sistema político de Europa. Se ha confirmado, a lo largo y ancho del continente, la veracidad del famoso adagio de Churchill que dice que la democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los demás sistemas políticos». Pésimo argumento. Que Europa haya inventado la democracia no la hace más democrática que Estados Unidos o Canadá. Y recordemos que también ha inventado los fascismos.
MULTICULTURALISMO
Y me voy a parar en la octava, porque después de leer esto ya puedo estar seguro de que el autor vive en el País de las Maravillas: «El multiculturalismo es más una fuente de fortaleza que de debilidad. La fusión de culturas en el continente enriquece, no empobrece, a sus habitantes».
¿Por qué? Llevo oyendo esta estupidez más de una década, y todavía nadie ha salido de estos lugares comunes. ¿Es pobre o inestable Finlandia, uno de los países más culturalmente homogéneos del mundo? El multiculturalismo genera desconfianza y fractura social. El multiculturalismo es un experimento fracasado en opinión expresada por Cameron, Merkel y Sarkozy. Europa ha hecho el mundo que conocemos. Ha dado al planeta el cristianismo, la idea del individuo como portador de derechos inalienables, la democracia, el Estado de Derecho, el método científico… Esas son razones para creer en Europa. Las que da Moisi -las que reflejan el espíritu de Bruselas- son más bien razones para desesperar.
Lea La Gaceta