Antonio Burgos da lecciones de moda a Emilio Botín
El País vuelve a promover el ruido de sables mediático, como lo definió hace unos días José García Domínguez en Libertad Digital. Un ministro de Aznar y otro de Zapatero, Josep Piqué y Jordi Sevilla, titulado ‘Juntos, mejor’:
«pensamos que, en situaciones excepcionales, incorporar al proceso de rediseño del modelo a los millones de ciudadanos que se sienten representados por opciones distintas a la gubernamental, daría grandeza política a quien gobierna, haciendo que el resultado fuese más solido, eficaz y asumido.»
Pero esta tribuna aparece junto a un editorial de El País en el que califica de «involución» el nombramiento del nuevo director general de RTVE.
Por una vez, Enric Juliana analiza la realidad y no cuenta novelas. En La Vanguardia escribe sobre el Gobierno de concentración y titula su columna ‘El contubernio’:
«A medida que pasan los días se observa con mayor claridad el coste político de la intervención convencional: la caída o incineración de Rajoy y su equipo, que daría paso a un nuevo Ejecutivo del PP o a un gobierno de concentración que administrase los durísimos efectos sociales del rescate. (…) Las divagaciones sobre un hipotético gobierno de concentración nacional tuvieron especial intensidad durante el pasado fin de semana en Madrid.»
Marcello, en Republica.es. pide que se mande al Rey a Alemania
«El monarca sabe que La Corona está en horas bajas, a juego con España, y está haciendo esfuerzos con riesgo para su salud. Y no para de viajar de un país hacia otro -de Brasil a Chile, con Botín vestido de diablo rojo-, mientras le da capones a la hortera y falsa Evita de la Cristina Kirchner de la que dice el monarca, por vía de alusiones, que en Argentina no hay seguridad jurídica para los inversores. ¡Ahí queda eso!»
«El Rey está haciendo un esfuerzo y cuando regrese de América -y descanse un poco- habrá que mandarlo a Alemania a ver si le tira de las orejas a la canciller y en un descuido le da un muletazo al cerdito de la Merkel.»
Ya anunciamos que el nombramiento del director general de RTVE iba a ser tema para columnistas durante muchos días. José María Carrascal en ABC pone el dedo en la llaga sobre las diferencias entre España e Inglaterra, que incluyen sus televisiones públicas:
«Lo malo es que en Inglaterra existe consenso sobre todos los periodos de su historia, mientras en España no existe sobre ninguno. Es el gran obstáculo ante TVE, que sólo disminuirá con su tamaño. Me quedan tres líneas para comentar las declaraciones de Rajoy en el Senado, pero me bastan: para decir que Europa necesita más integración fiscal y eurobonos mejor que hubiera seguido callado.»
Santiago González muestra su ingenio:
«Es asombroso que los diputados elijan al presidente del Gobierno por mayoría absoluta, la mitad más uno, y se necesitaran 2/3 para elegir a Alberto Oliart, el antecesor de Leopoldo González-Echenique.»
Antonio Casado, en cambio, llora en ElConfidencial y recomienda al PSOE que vaya al Tribunal Constitucional. ¡Qué ‘pesao’! ¡Que habéis perdido, acéptalo!
Carmen Rigalt, que nos cuenta cómo le gusta viajar a esa dictadura familiar que es Marruecos, nos da una espléndida noticia: «Ahora, la crisis ha cambiado el panorama. Apenas salen pateras y ya no hay colas a las puertas del consulado de España».
Florencio Domínguez, en La Vanguardia, explica para los ingenuos, que son multitud, qué hacen los batasunos mientras el Tribunal Constitucional debate sobre Sortu.
«La falta de unas siglas legales provoca restricciones en el desarrollo de estructuras orgánicas partidarias, en la creación de secciones locales o provinciales o en la normalización de la afiliación. Pero eso no ha impedido a la izquierda abertzale desarrollar los mecanismos necesarios para controlar la actividad de los electos de Bildu en los consistorios en los que tienen representación. La ilegalidad, si persiste hasta entonces, no va a impedir que, con sus socios habituales, la antigua Batasuna vuelva a presentarse en las próximas autonómicas.»
Antonio Burgos escribe en ABC una necedad sobre la vestimenta de Emilio Botín.
«Lo más urgente de la Banca española es rescatar a Botín del ridículo de su horterada de las Bermudas rojas corporativas de uniforme y, sobre todo, de esos calcetines blancos con el atuendo encarnado. ¿No puede la Junta General de Accionistas del Santander hacer nada contra la horterada de las corbatas rojas obligatorias? Los activistas de Derechos Humanos, ¿no protestan porque Botín obligue a sus ejecutivos a llevar las corbatas rojas más feas del muuuuuuuundo? Hay una peligrosa parte cántabro-chuflona de Botín que linda con Revilla el de las anchoas y el taxi a la Moncloa.»
Antonio, ¿y te han dicho en casa que esto es gracioso? Que ya no tienes edad para dar lecciones sobre moda.