Hermann Tertsch nos da este 8 de junio de 2012 un motivo para pasearnos con la cabeza bien alta: el ministro para la Ayuda al Desarrollo del Gobierno alemán, Dirk Niebel, miembro del partido liberal (FDP), se compró una alfombra de lujo en Afganistán, y para no pagar tasas aduaneras se la hizo traer por el jefe de los servicios secretos. ¿A que se siente usted mejor, lector amigo? Tertsch aprovecha para despotricar de la partitocracia y preguntarse cómo desmontarla:
«En una inmensa orgía de lo que se dio en llamar sinergias en las que las ideologías sólo lubricaban la coyunda. Acabar con estas prácticas sin que medie el trauma de guerra o dictadura es muy difícil. Quizás la amenaza de catástrofe absoluta sea suficiente.»
Me sorprende que el chivato José María Izquierdo haya dejado pasar estas frases, que él podía presentar como una reivindicación de la dictadura. Para servicios a la dictadura podía preguntar a su amo, Juan Luis Cebrián.
La diputada de UPYD Irene Lozano toca el mismo tema de la partitocracia en ElConfidencial:
«Los agujeros de Bankia son los de un sistema democrático que ha tolerado, cuando no estimulado, la corrupción, la mediocridad y la partitocracia. La negativa a investigar Bankia encarna la feroz lucha de la elite negligente por su propia supervivencia. Una elite que ha carecido de visión de país y que, al ejercer hasta el límite su derecho al beneficio particular -político, económico o financiero-, ha conducido al país a la ruina.»
Uno de esos grupos que se han beneficiado de los demás españoles son los mineros del carbón, a los que el ya el franquismo compró con unos salarios de miedo para evitar que volviesen a sembrar dinamita en los campos y las ciudades.
A El País hay que explicarle que un sector económico que depende de las subvenciones ya es un sector sin futuro. Hoy publica un editorial ‘Mineros sin futuro’, sobre el recorte de las ayudas sacadas del dinero de todos los españoles al carbón.
«La sentencia de muerte para la minería española del carbón está dictada desde que la UE decidió que las ayudas públicas deben terminarse en 2018, para favorecer energías más limpias. Pero ese condicionante no ha agilizado el intento de encontrar otros modos de vida en comarcas de Asturias, León, Palencia o Aragón, en las que aún quedan en torno a 7.000 empleos directos en la minería del carbón. Por eso, reducir en casi dos tercios el monto de las ayudas para este año, como ha anunciado el Gobierno de Mariano Rajoy, ha sido interpretado como la señal de que se anticipa el cierre de una actividad muy dependiente de la subvención.»
¿En qué quedamos? ¿El final no lo ha decidido la UE? ¿o no es más bien que «una actividad muy dependiente de la subvención» carece de futuro? Y es que nos olvidamos de lo fundamental: el carbón español es malo. ¿Cuánto dinero se ha derrochado en esto?
Otro grupo que pretende seguir viviendo a costa de los demás es el de los nacionalistas catalanes. Antonio Robles, en Libertad Digital, explica que los socialistas del PSC han decidido apoyar la exigencia de que la Generalitat tenga su Hacienda y que el PP se abstendrá en esa votación.
José Luis Sanchís pronostica que hoy, 8 de junio, después de que cierren los mercados financieros, se anunciará la intervención de España por Bruselas. Así lo publica en ElImparcial.es, en una columna titulada ‘Si hoy es viernes, esto es la intervención’:
«Por ello, el día más indicado para que se produzca es el viernes y por las presiones producidas en los últimos días y por las nuevas dudas que se están generando en los mercados, este viernes. Hoy.»
Si acierta, Sanchís habrá conseguido que le invite a fumar y, lo que es más importante para él, más clientes. Pero si no… como dijo don Mendo, «eres del otro deudor».
Manuel Hidalgo escribe un comentario sobre el historiador británico Edward Gibbon que debería leer César Vidal para ilustrarse sobre la tolerancia de los protestantes:
«Su padre, entonces, muy mandón -como veremos-, lo mandó a estudiar a Oxford, tras una breve experiencia con un tutor particular que salió rana. En Oxford, el joven Gibbon iba a lo suyo y no pegaba ni chapa, aunque seguía leyendo como un descosido. Para más inri, el chico se juntó con un jesuita que le comió el coco y le llevó a apostatar de la religión anglicana. Se armó una buena. Lo expulsaron de Oxford, como era preceptivo, y el padre, encolerizado, lo envió a Lausana a que se le quitaran las tonterías católicas en casa de un pastor calvinista.»
Y concluye esta semana sin que hayamos visto las columnas de Manuel Martín Ferrand en ABC.