Cuando los tuyos se ponen a darte palos, algo malo tienes que estar haciendo. David Gistau, que ya ha criticado a Mariano Rajoy otras veces, lo vuelve a hacer, pero con unas palabras que en un columnista progre nos parecerían casi inadmisibles:
«Rajoy prolongó ayer en el Parlamento la chulería de chotis con la que anunció, antes de irse al fútbol, que tiene a los jefes de Gobierno europeos como cabras sobre un taburete mientras él toca el organillo. Está consagrando la feísima costumbre de responder con más desprecio cuanto menos representativo es el diputado que le pregunta. Le irrita someterse al Congreso, como si atender a cualquiera de Merkel para abajo supusiera un fastidio o una degradación».
Pasados unos días, los columnistas de toda la vida se atreven con el rescate que hemos recibido de la Unión Europea. En ABC, Ignacio Camacho piensa, no sin razón, sobre el carácter mágico o irracional de las finanzas:
«La economía financiera se mueve de manera autónoma al margen de los estímulos políticos y las decisiones de gobierno se han vuelto en toda Europa erráticas y volátiles, como si sus autores se deslizaran por un suelo jabonoso. La sociedad asiste a una cháchara mixta de economistas y gobernantes en la que abundan tanto profecías apocalípticas como inútiles intentos tranquilizadores. La realidad es que domina un desconcierto absoluto en el que la única certeza es que la política se ha disociado del verdadero poder y no acierta con las soluciones de los problemas porque desconoce sus causas».
Fernando Ónega, siempre tan elegante, con sus corbatas enmarcando su voz grave y pausada, nos da la sorpresa de despotricar de la casta formada por los economistas, y encima en La Vanguardia, un diario tan serio, donde se respetan las jerarquías sociales:
«Ya sé que todo esto que he escrito es una tontería, y hasta dudo que se publique. Pero más tonterías dice Krugman, aunque más documentadas, y le dieron el Premio Nobel. Las dicen a diario los economistas de guardia, y hasta ahora no acertó ninguno. Y alguna dijeron y dicen los gobernantes, siempre tan cuidadosos de nuestros intereses, y así andamos. Tontería por tontería, me quedo con las del pueblo y su sentido común».
Dejemos las columnas inteligentes y traigamos una que parece escrita en la barra de un bar. En la última de El País, Maruja Torres se define «harta» de «la banda de sacamantecas financieros que siguen con la juerga a nuestra costa». ¿Se refiere a Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, y a los directivos del fondo Liberty? No hombre, no, que Maruja es abortista, atea y republicana, pero no tonta:
«Harta de Bankias, ahíta de banqueros y cajistas que primero despluman y luego se embolsan y que, no contentos con ello, piden ser salvados para seguir forrándose, y todo ello impunemente, descaradamente. Cansada de que me estafen también con las palabras, y al rescate lo llamen crédito blando, o bien ‘un préstamo finalista para recapitalizar entidades bancarias’ (Abc dixit)».
Ya ven ustedes, ni una palabra sobre el ERE en la cadena SER.
En El Mundo, Victoria Prego pide la dimisión de Carlos Dívar y recuerda que quien le nombró fue Rodríguez Zapatero, en una sorprendente maniobra que se resume en que un ateo laicista colocase a un meapilas como presidente del Supremo:
«El presidente Zapatero tuvo en su día la posibilidad de designar para ese puesto a uno de los magistrados mayores, incluso jubilados ya, pero juristas con enorme prestigio, que hay en la carrera judicial. No lo hizo. Nombró a Dívar, que ha sido juez de instrucción y que, como se comprobó en su reciente reunión con la Sala de Gobierno del TS, cuenta con el afecto pero no con el respeto ni con el reconocimiento de autoridad por parte de los magistrados a los que representa».
Isabel San Sebastián se pregunta en ABC por qué el Gobierno de Rajoy no detiene a los ‘generales’ de ETA cuyo paradero parece conocer, según se deduce del libro de Ángeles Escrivá sobre las negociaciones entre Zapatero y los etarras.
LOS ERRORES DE ANSÓN Y DE IZQUIERDO
Pillamos al autor de novelas monárquicas Luis María Ansón en un error literario:
«Durante la II República Española, un poeta independiente autor de estos versos «Voy a cantarte un fandanguillo que te va a dejar sentao; me revienta ese morao que le han puesto al amarillo debajo del encarno», escribió también para glosar la aparición de un nuevo partido: «Democracia cristiana, bonito mote, nuevo grupo que intenta chupar del bote»».
Luis María, ¿ese «autor independiente» no será el falangista Agustín de Foxá, que escribió algunos de los versos que forman el ‘Cara al Sol’? Al menos él los reproduce en su novela ‘Madrid de corte a checa’. A Ansón puede haberle vencido su conocido odio a todo lo huela a franquismo, incluidos los falangistas adictos al general, como Foxá, aunque de no ser por el régimen en España no habría monarquía.
En el tiempo que el chivato José María Izquierdo (tal como lo definió Hermann Tertsch) lleva haciendo su peculiar revista de columnas no se ha enterado de que La Razón tienen la manía de no volcar en su página de Internet las columnas de la edición del día, sino que se limita a las del día anterior. No sé el motivo, porque ¿quién va a pagar por leer a Pilar Ferrer o Javier González Ferrari? Así, comete este error en su blog:
«Es conocido de todos ustedes que Alfonso Ussía, a quien tanto apreciamos en este blog, vive en un sitio indeterminado de la galaxia y en una época indeterminada en el tiempo, situada entre el big-bang y el siglo XXI. Antes de Cristo. Hoy dice lo siguiente. «Lo que me ha irritado especialmente es ver las imágenes de unos supuestos mineros disparando cohetes y protagonizando salvajadas contra la Guardia Civil y miles de ciudadanos afectados por sus estrategias de lucha, como ahora se dice…»
Y el chivato Izquierdo reproduce un párrafo de la columna de ayer de Alfonso Ussía. Una columna idiota, por cierto, que Izquierdo desmonta con acierto (hasta los chivatos a veces dicen la verdad), en la que Ussía elogia la bravura y la honradez de los mineros, como si fuera un gacetillero del periódico Claridad de los años 30, pero se trata de una columna que Ussía publicó el 13 de junio, como aparece en la data.