Me van a permitir que hoy tenga un desahogo y barra un poco para casa o, lo que es lo mismo, que les llore unos minutos a cuenta del sector con más paro de España, que no es la construcción, sino el de su seguro servidor.
Ayer les hablaba de los mineros del carbón, y me da que a los periodistas se nos está poniendo un poco la cara ennegrecida de acabar de salir de la mina en Mieres.
La información no es todavía como el carbón, pero estamos ahí, ahí, y el último en darnos un serio aviso es, miren ustedes qué curioso, de la profesión, que no hay peor cuña que la de la misma madera.
Periodismo por la cara
Me refiero a nuestro amigo ‘The Bluffington Post‘, último proyecto de Prisa y fruto de la exquisita sensibilidad social de Janli ‘Clitorix’ Cebrián, que ha conseguido periodistas «en condiciones muy favorables», por emplear el lenguaje al uso, con un sueldo que envidará cualquier otra industria: Nada. Cero. ‘Nothing‘. ‘Nichts‘.
El modelo de negocio no puede ser más apetecible para un magnate de la Prensa como nuestro inefable ‘progre de progres’, Janli: los consumidores lo disfrutan gratis, la cabecera no paga nada a los que escriben y todos los ingresos publicitarios son para la casa.
Esto lo propone un grupo de derechas y le queman la sede al día siguiente; lo hace la progresía y probablemente se lleve algún prestigioso premio.
Javier Pérez de Albéniz, desde la web ‘Cuarto Poder’, ha dicho estas cosas y bastantes más (ninguna bonita) en una carta a la directora del nuevo engendro que Montserrat Domínguez ha tenido la torpe ocurrencia de responder, provocando una nueva y aún más ácida réplica de Pérez de Albéniz, Carta a Domínguez’.
«Al verte tan alterada, pensé que pudiera haberme equivocado al transcribir la cifra ganada por Juan Luis Cebrián el pasado año», escribe Pérez de Albéniz.
Un dato que podría afectar anímicamente a los trabajadores implicados en los ERE que tiene en marcha Prisa, grupo que cerró el pasado ejercicio con unas pérdidas de 451 millones de euros.
Me tranquiliza saber que 8,2 millones de euros es la cifra correcta obtenida por Cebrián en 2011, y que por tanto las diferencias entre nosotros son sólo cuestión de matices, de apreciaciones, de detalles».
La suma citada, puntualiza el periodista en su primera tribuna, es «una cifra capitalista con la que podría poner en marcha y mantener durante un año (siguiendo el convenio de ‘El País’) 43 plantillas como las de su nuevo juguete. Pero no será necesario semejante sacrificio…«.
El ‘Huffington‘ se defiende por boca de Domínguez:
«Quienes allí escriben no sienten que les estamos robando, porque ya conocen algo que tú pareces ignorar, que es la fuerza de la nueva economía en red, la de los enlaces».
Oh, vaya. Yo viví ya esa ‘nueva economía‘; se llamó ‘la burbuja puntocom’ y, créanme, no fue nada bonito.
¿De qué le sirve a un periodista ‘prestigio’ si cuando le llamen de otra parte también querrán que escriba gratis? ¿Para escribir anuncios de cerveza?
Siempre he pensado que los únicos que pueden devolvernos al esclavismo son los progres, porque de la derecha se teme siempre lo peor.
Y aquí paro mis lamentos. A diferencia de Pérez de Albéniz, estoy convencido de que si hay un número suficiente de proveedores dispuestos a ofrecer gratis un producto, quienes pretenden vivir de él lo llevan crudo.
Pero no está todo el pescado vendido, y es perfectamente posible que el modelo mágico no dure. Crucemos los dedos.
La línea del partido
No todo el mundo piensa así, claro. Nino Torre, secretario general del ‘PSOE junior‘, desgrana en su página en Internet (‘En apoyo a la minería’) todos los ajados tópicos que me confirman en la idea de que, en la izquierda, cuanto más joven, más viejas las ideas.
«El Gobierno de España ha presentado en el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el ejercicio 2012 una reducción de más del 60% a las ayudas a la explotación a la minería del carbón, lo que conlleva la muerte del sector, el cierre de las explotaciones, la pérdida de miles de empleos directos e indirectos y la condena al ostracismo a las comarcas mineras que, ahora más que nunca en estos tiempos de crisis, necesitan de la comprensión y sensibilidad de las Administraciones Públicas».
Nada comentaré del triste dato de que un chico de 26 años use el mismo lenguaje plomizo y funcionarial que un ‘apparatchik’ soviético.
Me preocupa más que el fondo sea el mismo, que no se pregunte por qué la minería necesita esas ayudas, por qué no se hace lo mismo con los coches de punto o la fabricación de máquinas de escribir, cuánto cuesta esta operación absurda de tener a tantos trabajando en algo que no se demanda, si otro uso de ese dinero no alimentaría al mismo número de familias o, sobre todo, quién está pagando todo esto.
Ya, ya sé que se llaman ‘progresistas‘, pero si estos tipos hubieran gobernado cuando se inventó el ferrocarril, todavía viajaríamos en diligencia.
NOTA.- leer artículo original en ‘La Gaceta’