Una ola de repugnante sentimentalismo anega Occidente: los hechos no tienen la menor oportunidad y la argumentación racional tiene todas las de perder. Gracias, progresía, por este fantástico retorno de los brujos.
«Hay situaciones humanas por encima de las normas de la Iglesia«, titula Público.es. No resisto la tentación de incluir todo el primer párrafo de la, ejem, «noticia», porque no tiene desperdicio:
«No es un cura al uso. Practica el cristianismo de base desde hace más de 40 años, ha palpado los problemas reales de los vecinos más pobres de los barrios más desfavorecidos de Madrid y, el año pasado, se sumó al Movimiento 15-M, en el que milita de forma activa. Eubilio, Billy Rodríguez (Autilla del Pino, Palencia, 1943) es ahora párroco de la parroquia de San Fermín, en el distrito de Usera de la capital, además de la de la Cañada Real, centro de la droga de la ciudad. Ayer, fue desalojado junto a varias decenas de personas de una iglesia mucho más opulenta que la suya, la catedral de la Almudena. Su pecado, concentrarse con quienes están a punto de ser desahuciados por no poder pagar sus hipotecas».
Discursos añejos. ¿Por dónde empezar? La primera frase me vale. ¿Billy no es un cura al uso? Depende del uso de quién, porque de estos curillas rojos das una patada y salen 20, y la izquierda mediática los lleva de gira como si fueran La Chelito.
Tampoco está mal el titular. Mire, padre, no dudo que usted piense que hay situaciones humanas por encima de las normas de la Iglesia. Lo que me temo es que para usted no hay situaciones eclesiales -ni humanas, ya puestos- por encima de las efímeras modas ideológicas de la progresía. Pretender que hace falta valor para oponerse a la Iglesia, el muñeco de pimpampún favorito de todos, ya no se lo cree nadie. Valor haría falta para sostener una verdad impopular, una verdad que coseche insultos en vez de aplausos y portadas, el valor de los mártires. Pero no creo que lo vean mis ojos, sinceramente. Mejor recuperar la perdida juventud rodeándose de la muchachada y halagándola en un gesto hueco y de riesgo cero.
La Iglesia, al parecer, es la única institución a la que se puede pertenecer atacando todo lo que defiende, o casi. Una mínima coherencia es opcional. ¿Qué le parecería a Público.es que alguien se declarase trotskista y fuera un empresario multimillonario que usara las leyes más ferozmente capitalistas para echar a sus empleados y…? ¡Oh, vaya!
Me cuenta la primera de El País que «El Tribunal Constitucional avalará la ley que regula el matrimonio homosexual«. Ya estamos informando sobre el futuro, vaya. Podíamos ahorrarnos el Constitucional, ya tenemos a Prisa.
De Prisa, por cierto, me cuenta la web rouresí que «Cebrián seguirá desguazando Prisa y proseguirán los despidos«. ¿Cómo era eso que decía la sartén al cazo? ¿No hace falta tenerla de amianto para declarar tu periódico en concurso de acreedores, mandar a tus empleados al Fogasa, recomprarlo luego limpio de polvo y paja y criticar luego a Cebrián? Pero son invulnerables, tienen el detente bala de su acrisolada rojez. Y en este mundo cada minuto nace un idiota.
Entro a saco y con el puñal entre los dientes en la tribuna de Elvira Lindo en El País, «Evidentemente«, atraído por esta entradilla tan a juego con lo que temo: «El caso es que cuando leí en el titular del periódico que había que desterrar la palabra culpa, pensé: una de dos, esto es una bobada sin más o, peor aún, este es el signo de los tiempos».
Pero Elvira, ay, me decepciona con un texto estupendo en el que dice mucho de lo que querría decir y, evidentemente, mucho mejor dicho. Léanlo. Hace Lindo unas discretas risas con las (reiteradas) declaraciones de una Concha Buika (disculpen mi incultura popular) que ha dicho en el Día del Español: «Yo desterraría del diccionario la palabra culpa». La declaración es deliciosamente progresista en todos los niveles imaginables: es atrozmente simplista, buenista, ordenancista, mágica (pensar que acabar con el nombre es acabar con la cosa es pura magia) y, lo mejor, falsa incluso para quien la dice. ¿O le gustaría que los explotadores, los violadores, los torturadores y -ustedes disculpen la mala palabra- los banqueros carecieran de todo sentimiento de culpa?
También cita Lindo a otro farandulero previsible, Fernando Trueba: «La humanidad se jodió el día en que Moisés se subió al monte y bajó cargado de leyes». Naturalmente. Porque la izquierda no quiere leyes, enfáticamente. Porque antes de que Moisés bajara del monte aquello era Jauja, todos divertidísimos con sus sacrificios humanos y sus guerras tribales de exterminio. La verdad es que uno les lee y lo primero que se pregunta es si para esto hay que entrenarse.
El Día del Orgullo -puestos a reivindicar pecados capitales, ¿qué tal un Día de la Pereza?- ha dado su habitual resma de titulares grimosos y azucarados, por una parte, y de dudoso gusto, por la otra. Pero aprovecho que se me acaban las líneas para obviarlos todos menos este de Público.es: «¡Me caso hoy, que se joda Rajoy; me caso con ella, que se joda Botella!».
¡Ah, la poesía…!
Lea La Gaceta