La bandera roja es sólo una sábana que han empapado en sangre. No importa lo melifluos que puedan ponerse los intelectuales del mañana que canta, da igual el angélico irenismo We Are The World que despliegan los clérigos de la fe exquisitamente laica de la progresía de estricto cumplimiento: al final, el paso entre soñar con el Hombre Nuevo y darse cuenta de que somos muchos los hombres de toda la vida que sobramos es muy pequeño -Lea La Gaceta-.
En el mejor de los casos, hay que reeducarnos en gulags y laogais; en el peor -o quizá no- hay que eliminarnos por inanición, en el paradón, en la checa. En la guillotina.
La guillotina representa una simbología especialmente cara a la izquierda; significa la primera taylorización del asesinato al servicio de la utopía, y siempre tendrá un lugar en lo más oscuro del corazón de la progresía.
QUE LE CORTEN LA CABEZA
«Guillotina» es, precisamente, el titular de la tribuna en El País de Maruja Torres, que parece decidida a copar el libro que, sin duda, escribirá José María Izquierdo sobre la ferocidad de la izquierda para equilibrar el que ya elaboró sobre la orilla contraria.
Se indigna Torres con el Gobierno porque supuestamente asiste indiferente a la angustia de los humildes y se deshace ante el menor mohín de los poderosos. «Al ministro Montoro se le descuajaringa el almidón de los puños de la camisa, y se le agudiza el trémolo, cuando los evasores de dineros, asesorados por sus expertos, se ofenden ante las súplicas de Hacienda para que devuelvan algo de lo que se llevaron por la cara». En cambio, dice Torres, pueden» encajar, sin que se les descuelgue un solo músculo facial, los desaires de los funcionarios, el furor de los mineros, la angustia de los pensionistas, de los enfermos, de los desahuciados; el temor de las familias de clase media que empiezan a tener que comer de lo poco ahorrado; el abandono del país por parte de los jóvenes en paro; el vagabundeo callejero de los inmigrantes».
Ahora, la indignación de la veterana columnista sería mucho más creíble si hubiera clamado con igual furia cuando Zapatero hizo otro tanto, cuando los socialistas cerraron su mandato indultando a un banquero condenado, cuando bajaron los sueldos a los funcionarios y congelaron las pensiones tras un golpe de teléfono, cuando dejaron sin trabajo a cinco millones de españoles. El silencio fue entonces ensordecedor.
Maruja Torres tampoco ha tenido en cuenta que quizá el Gobierno hace esas componendas porque necesita el dinero de los ricos para hacer frente a todos esos desafíos que tanto conmueven a la columnista. Y no, no es cosa de llegar y besar el santo, ni cuestión exclusiva de este Gobierno: acabo de leer la noticia de un alto número de ricos británicos que se han valido de una triquiñuela para pagar sólo un 1,25% en el impuesto sobre la renta en lugar del (casi) 50%. Los ingresos anuales supuestamente perdidos merced a este esquema han sido de 7.000 millones de dólares.
Torres tiene toda la impaciencia utópica de la progresía, no importa el resultado, y eso hace que, a diferencia de la Virgen del Pilar, querría ser francesa: «No sólo por el anuncio de que van a gravar con impuestos a quienes más tienen -Hollande, mon homme-, sino porque ahora mismo se me hace la boca agua pensando en ese registro en el apartamento de Carla Bruni».
Yo le apuesto lo que quiera a Maruja Torres que la reforma tributaria de Hollande no dará los frutos esperados, que los ricos-ricos pondrán su fortuna a salvo (ya son legión los refugiados fiscales en Gran Bretaña, antes incluso de la medida) y que el desincentivo a la creación de riqueza que supone se traducirá en un empobrecimiento general y, por tanto, en menores ingresos fiscales.
Pero eso creo que le da igual. A Maruja Torres «se le hace la boca agua» imaginando la humillación de Carla Bruni. ¿Por qué? ¿En qué favorece a nadie humillar a la cantante? ¿Es sólo porque es guapa y tiene éxito?
A juzgar por lo que escriben, salivan más imaginando la caída de los poderosos (del otro lado, claro) que la prosperidad de los humildes. Por eso su símbolo es un símbolo de muerte: «¿Qué nos diferencia de ellos? ¿La Inquisición, el glamour, la educación, la cousine du risque? Por encima de todo: la guillotina, utilizada a tiempo».
Los mismos que hablan de los mineros o los parados o los desahuciados, en cambio, no tienen reparo en que se gaste lo que sea necesario en investigación como la que ha dado como resultado el hallazgo de una partícula que podría ser el bosón de Higgs.
Leo en el segundo editorial de El País, «Revolución en la ciencia«: «Queda claro -y es un momento muy oportuno para recordarlo, en la España de los ajustes- que invertir en ciencia es necesario e importante». No, no ha quedado en absoluto claro que sea ‘necesario’. En cuanto a ‘revolución’, se ha limitado a confirmar el modelo del que partían todos los científicos.