Lea La Gaceta – ¡Mira, obreros de verdad, y con cohetes!
Si de verdad hablásemos de ideología, si hubiese siquiera un ápice de honradez intelectual, hasta el izquierdista más lerdo admitiría que lo de los mineros no hay por dónde cogerlo.
Que tengamos que pagar un carbón que no necesitamos y nos saldría mucho más barato comprárselo a Sudáfrica es de chiste, con la que está cayendo.
Que se defiendan unos puestos de trabajo que no producen nada que alguien demande y son, además, peligrosos, contaminantes e insalubres es una mera estupidez.
Pero es que incluso lanzándonos de cabeza a la piscina keynesiana y dispuestos a subvencionar empleos que no queremos por mor de la -¿cómo era, Cándido?- sensibilidad social, hay una cosa evidente y es el agravio comparativo: a los mineros llevan décadas avisándolos de que aquello se acababa, y son, todos ellos, menos que los periodistas en paro, por citar un sector que me toca de cerca.
¿Por qué no mantiene el Gobierno abiertos los periódicos y los medios de comunicación? Puede subvencionar la Prensa como la minería asturiana y permitirnos tener corresponsal en Kuala Lumpur por si alguna vez pasa algo por allí. Venga, anímense, que somos muchos y tenemos familia.
Barricadas, qué emoción
La información de MásPúblico sobre la marcha, «La marcha negra llama a las puertas de Madrid«, firmada por Daniel Ayllón, comienza con estas palabras: «Nunca podrán con los mineros, porque luchan por el pan de sus hijos. ¡Fuerza, mineros!». Los pelos como escarpias me deja. Pero MásPúblico se formó para recomprar el diario que Roures dejó caer para volver a adquirirlo al cabo por cuatro duros, ya sin deudas ni nóminas excesivas, y Ayllón es uno de los enviados al Fogasa por el multimillonario trotskista.
Probablemente no tenga que luchar todavía por el pan de sus hijos, que se le ve muy joven, pero ¿no puede sumar dos más dos? ¿No se da cuenta de que está justificando que se subvencione a los mineros lo que no se le ocurriría pedir que le subvencionaran a él mismo? ¿No ve Ayllón dos varas de medir de las que, además, le toca la más corta?
Y, sin embargo, la Prensa de izquierda aplaude la lucha minera -lucha no muy distinta de la que podría tener cualquier sector subvencionado para mantener la bicoca- y quita importancia a esa exuberancia que lleva a los luchadores a tomarse el sustantivo lo bastante en serio como para atacar con cohetes a la policía y cortar carreteras.
Jorge Moruno, en Público, los llama «Los últimos mohicanos» y de ellos dice: «Serán recibidos como se merecen, como lo que son, hijos de una misma madre. A su paso van dejando un rastro de dignidad en cada pueblo que pisan, y por ello reciben el calor y el ánimo de sus habitantes. Ofrecer un pueblo o ciudad para que también sea suyo. Los de abajo les anunciamos a los caminantes que allí donde se posan los pies, allí está la patria – Ubi pedes, ibi patria-; los pies de la República del 99% frente a la dictadura de la renta financiera del 1%».
Pablo Soto, en MásPúblico, los amalgama con los nuevos vándalos de Internet y titula: «Hackers y mineros, distintas barricadas de una misma lucha«. Concluye Soto: «Si los hackers y los movimientos que habitan liberan el código de la lucha minera, y los hombres y mujeres del carbón se dotan de las nuevas herramientas de difusión, comunicación, coordinación y acción distribuida, la lucha obrera puede cambiar para siempre». Algo me dice que va a ser difícil esa comunicación, Pablo, pero no desesperes.
La Tercera Información abre con este titular: «Cayo Lara llama a la responsabilidad del Gobierno para que dé una respuesta satisfactoria a los mineros«, donde la respuesta satisfactoria es que sigan con sus trabajos inservibles y jubilándose a los 42 con la máxima pensión. Esto es para don Cayo la responsabilidad: que todos paguemos para que unos pocos miles -en un país con cinco millones de parados- sigan cobrando por hacer lo que no necesitamos. Bienvenidos al pensamiento de la izquierda.
¿Cómo se explica?
LOS DAGUERROTIPOS PROGRES
Bueno, para empezar, los mineros que han marchado sobre Madrid no son mineros. Quiero decir que, para la izquierda, no son personas reales que defienden una situación favorable, pero, como hemos visto, indefendible, no. Son esos proletarios que la mayoría sólo ha visto en fotos, con sus manos callosas, sus maneras expeditivas y tan deliciosamente populares y sus caras tiznadas. Son un póster.
La izquierda hace tiempo que ignora al proletariado, por aquello de que el obrero empezó a entrar en la clase media en la segunda mitad del siglo pasado y no había revolución que hiciera carrera de ese nuevo burgués. Y aunque ha llenado el hueco con toda suerte de luchas variopintas, desde la verde Gaia al arco iris homosexual, el obrero de casco y manos endurecidas sigue siendo el centro de su mitología.
Luego está la violencia. Le pone mucho a la izquierda, de la que ya hemos dicho que lleva algún tiempo mentando la guillotina. Está en su origen. El otro día me decía un chico muy de progreso en Twitter, cuando le hice ver la burrada de ir reivindicado la decapitación, que los liberales también matan. Bueno, quizá no les leo lo suficiente, pero todavía no les he visto reivindicar la muerte literal del enemigo político. Ni siquiera en este diario feroz hemos pedido más que metafóricamente la cabeza de Zapatero.