Me conmovieron igual las lágrimas de nuestros vencedores y las lágrimas de nuestros derrotados
El escritor Arturo Pérez-Reverte ha sacado su cara más irónica a la hora de analizar lo ocurrido en los Juegos Olímpicos de Londres y las emociones causadas por ellos, tanto en él mismo como en ciertas personalidades.
A través de Twitter, el cartagenero ha alabado «la cantidad de señoras olímpicas que han dado lecciones de pundonor y coraje, chicas duras, dignas y valientes, que verlas luchar daba miedo».
«No he podido evitar acordarme de cuando el papa Pío XI criticó en la encíclica Casti Connubi la participación femenina en el deporte y en muchas otras cosas. Su única función social era el matrimonio y lo demás era corrupción de la índole femenina y la dignidad materna, perverseión de toda la familia».
«Parece que acabara de decirlo algún obispo español, no hace más de media hora», añade, antes de comentar, con gran carga de ironía:
«Lo mal que lo habrá pasado estos días el Obispo de Alcalá, monseñor Reig, viendo la tele, con todas esas zorras con sus medallas, arriesgándose a abortar, en vez de quedarse en casa, dignamente madres, procreando».
Reverte también ha alabado «el éxito de españoles en deportes pequeños, humildes»:
«De esos en los que nadie invierte un maldito euro, en los que uno se curte a base de sí mismo, de echarle valor, sacrificio y tenacidad, de esos que no salen en primera página, o salen en pequeñito, en un rincón, sin contratos millonarios y sin glamour».
«Me conmovieron igual las lágrimas de nuestros vencedores y las lágrimas de nuestros derrotados, que no eran Moratinos llorando porque se iban a la puta calle. Eran lágrimas decentes, de coraje derrotado o de victoria ganada a pulso, y sólo los imbéciles confundirían unas lágrimas con otras».
A modo de conclusión, Reverte lamenta:
«Que no haya medalla de oro para los que, mientras veíamos el baloncesto, se jugaban esta tarde la vida luchando contra los incendios».