Como era previsible, la iniciativa de rodear el Congreso es el tema que tratan diversas columnas periodísticas este 25 de septiembre de 2012, pero no es el único. La ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid protagoniza varios artículos de opinión, desde la derecha y la izquierda. Debe de resultarle un poco triste a Ignacio González que el mismo día en que va a ser investido jefe del Ejecutivo autonómico, numerosos periodistas prefieran analizar y comentar lo que representa su antecesora y nadie escriba sobre él. ‘El coronel no tiene quien le escriba’, se titulaba la conocida novela de Gabriel García Márquez. ‘El presidente no tiene quien escriba de él’ podría ser un microrelato sobre la jornada.
Pero arranquemos con la Cámara Baja y quienes pretenden someterla a un asedio, ‘ciudadano’ dirán algunos pero asedio al fin y al cabo, con el fin de forzar su disolución y la redacción de una nueva Constitución.
En la contrapartida de El mundo nos encontramos con un Raúl del Pozo que se deja llevar por la nostalgia del típico ‘abuelo cebolleta’ y añora el mayo del 68 francés y de lo ocurrido en Portugal en 1974. Curiosa sobre toda esta última comparación, pues la Revolución de los Claveles fue un levantamiento militar, aunque pacífico, contra la dictadura de Salazar. Nada que ver con esto, donde quienes se manifiestan no son soldados y lo que pretenden tumbar, por mucho que ellos digan «rescatar» es un sistema democrático. Imperfecto, cierto es, necesitado de profundo cambios, también es verdad, pero una democracia al fin y a la postre y con mecanismos posibles de reforma que no pasan por el secuestro de las instituciones por parte de imitadores de revolucionarios.
En Rodea el Congreso les repocha, eso sí, a los «niños desbravados» que se equivoquen de objetivo:
Vuelven con la vieja canción de la ametralladora, bellos y jóvenes, y llaman a una rebelión contra los poderes fácticos. ¿Quiénes son hoy esos poderes? ¿Creen, acaso, que son esos diputados de llave? Yo creo que los poderes reales no viven en el Hemiciclo.
Y cita a Marx, el de ‘El Capital’, no al mucho más divertido Groucho o alguno de sus hermanos. Pero lo hace con cuidado, para no asustar. Recurre al cultismo, llamándole «el barbas de Tréveris». Del Pozo ha de ser consciente de que pocas víctimas de la LOGSE, y no sólo ellos, saben que el coautor de ‘El manifiesto comunista’ nació en la ciudad renana a la que él se refiere:
Ya comentó el Barbas de Tréveris que el poder político sólo es la autoridad de una clase por un tiempo limitado. Antes se hablaba de la Trilateral, ahora del Bildeberg, de Bill Gates, pero el que te machaca puede ser un capo de la mafia o un espía con licencia para matar.
Al final, les da una oportunidad a quienes rodearán el Congreso y lanza un mensaje que cada uno puede entender como quiera:
Los indignados piensan, tal vez con acierto, que atacar al Gobierno casi nunca es equivocación. Leo La banda de la tenaza, de Edward Abbey, escritor de rifle y cantimplora, autor de culto de los hippies: «Siempre hay que estar listo para defender tu país, contra su gobierno». Claro que los personajes de Abbey prefieren matar a un capitalista que a una serpiente del desierto.
Del Pozo, por cierto, negaba que hubiera quien no se conformara con redear el Congreso y pretendiera ocuparlo. No es de esta opinión su compañero de periódico Antonio Lucas, en una columna cuyo título es prácticamente idéntico, Rodear el Congreso. El artículista está dividido en sus sentimientos, le gusta en parte pero no todo. Eso sí, no se deja llevar por cantos de sirenas revolucionarios:
Hoy la peña estará en la calle para exigir de nuevo lo que cualquier democracia implica: veracidad. Es 25-S. Algunos palabrones hablaron de ocupar Las Cortes. Una sandez. Eso no puede suceder. Quiero decir: sí a las convocatorias de hoy, pero no a la macabra iniciativa de asaltar el Hemiciclo. Lo acepto casi todo, pero no paso por esa cursilería revolucionaria. Cuando lo hizo la soldadesca golpista dijimos a coro que esa chusma a la cárcel.
Tras repartir a diestro y siniestro entre políticos y partidos, claro está que no le gusta ninguno, concluye:
En Las Cortes deben estar los mejor dotados, no el primer piernas que entre rompiendo con el codo el cristal de la ventana. No es el ciudadano el que debe asaltar el Congreso, sino los jóvenes válidos de los partidos los que deben desalojar a sus momias. No hacerlo es caer en la desidia, disimular tocando los huevos al león sin huevos del Congreso… Que lo rodee la gente en plan performance. Pero ni un paso de asalto.
Qué quieren que les diga este humilde lector de columnas, que ojalá tuviera razón Lucas en la confianza que vuelca en los jóvenes de los partidos. Pero parece pura ingenuidad, sus mayores tienen atado y bien atado el invento de tal forma que sólo ascienden aquellos que ellos quieren. Los jóvenes que suben lo hacen porque se pliegan a las vetustas estructuras y normas del chiringuito de cada formación política.
En La Razón, el siempre brillante Carlos Rodríguez Braun, gran divulgador del liberalismo en España llegado hace ya décadas de tierras porteñas, trata la misma cuestión en Ni ocupar, ni rescatar. Le da un enfoque distinto. Señala que, en El País, el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí llamaba a rescatar la Cámara Baja «del mercado y de los mercaderes». Rodríguez Braun no sale de su asombro:
Los más radicales quieren otra Constitución, pero nada indica que en esa Constitución se vaya a defender la propiedad de los ciudadanos, limitada durante todos estos años so capa de legitimidad democrática.
Recuerda que ha sido en los parlamentos donde se han subido los impuestos y se han aprobado prohibiciones como la de los toros en Cataluña o la de fumar en todos los bares de España. Y claro, no cree que quienes llaman a ‘okupar’ el Congreso quieran acabar con esas «violaciones de la libertad». Pero su asombro que queda ahí:
La propuesta de rescatar el Congreso «del mercado» es aún más increíble, porque desde el Congreso, precisamente desde allí, se han perpetrado múltiples intervenciones y privaciones de la libertad de los ciudadanos en los mercados.
Concluye con su propuesta, una que sin duda no será del agrado de los sitiadores ni los sitiados de este 25-S:
Por tanto, lo correcto no sería ocupar el Congreso, ni rescatarlo, sino defender a los ciudadanos, para que puedan ocuparse de sus asuntos, y rescatarlos de políticos y legisladores, que se lo impiden.
Saltemos a El País y, puesto que Rodríguez Braun sacó a colación los toros usemos un símil taurino, cambiemos de tercio. En diario del Grupo PRISA le dedica dos columnas a la protagonista individual del día. Curiosa protagonista que, como decíamos más arriba, lo es por su ausencia y logra eclipsar a su sucesor. Miguel Ángel Aguilar usa un título que deja claro a quién dedica su texto: Esperanza: a más cómo, menos qué.
Más que un titular, es un resumen, pues el artículo contiene mucho de «cómo» y poco de «por qué». Repasa primero los desencuentros de Aguirre con Rajoy, y después los acontecimientos que se produjeron el día de la dimisión, desde la reunión con el presidente del Gobierno hasta la renuncia a ejercer en funciones. Sólo en el último párrafo entra en el análisis. Para Aguilar, la dimisión es un nuevo desafío al inquilino de La Moncloa » en un momento de especiales dificultades en el ámbito económico y de la estructura territorial del Estado, cuando más daño podía hacerle».
Aguilar es de los que no creen en la retirada definitiva y piensa que puede ser una futura rival del registrador de la propiedad metido a gobernante:
Los aguirristas la consideran desde ahora la reserva política del liberalismo, disponible si llegara el caso de necesidad que se prevé después del rescate, que recuperarían de su retiro táctico para emprender con otro programa lo que resta de legislatura. Al tiempo, Rajoy se enajena parte de los apoyos mediáticos de que disponía. Atentos al flautista de Hamelin.
A David Trueba le ocurre como a muchos de sus compañeros de El País y otros medios de PRISA. Si la crítica a Esperanza Aguirre adquiere mayor potencia elogiando a Rajoy, no dudan hacer de este último objeto de loas. Y utilizamos aquí esta última palabra, y no por ejemplo ‘elogios’ por ser precisamente la elegida por el columnista para titular su texto de la jornada. En Loas Trueba dice:
En el caso de Esperanza Aguirre mucho elogio desmedido en su retiro respondía al cálculo de herir a Rajoy en la comparación. Pero Rajoy asume el desprecio de ciertos barones con elegancia y sin romper la unidad aparente de su partido.
El articulista recurre a todos los argumentos de su grupo para criticar a la ex presidenta en sus enfrentamientos con Rajoy:
Aguirre se despidió con tres aspavientos anti-Rajoy. Insumisa ante Educación por querer nombrar a dedo profesores extranjeros, presta a saltarse normas por lograr supuestos cientos de miles de infrapuestos de trabajo en Eurovegas y presionando para que las autoridades dictaran contra la legalidad en el caso de un etarra enfermo terminal.
Después llega la batería de argumentos de izquierdas contra Aguirre, ya dejando de lado a Rajoy, hasta concluir con una única mención a Ignacio González, al que ni tan siquiera se cita por su nombre:
Ojalá a su sucesor no le ciegue el cariño y corrija lo peor de un mandato con tantas posibilidades.
Ya puesto a hablar de Aguirre, hagamos una excepción con las normas de estos ‘Afilando columnas’ diarios. Y lo hacemos por partida doble con un sólo artículo. Por una parte, es un texto publicado en internet y no en papel; por otro, no es de esta jornada, pero podría serlo. El Semanal Digital publicaba el 23 de septiembre una columna de Antonio Martín Beaumont titulada El adiós de Aguirre impulsa a Cospedal en la fotografía del poder.
Sus argumentos recuerdan en grado sumo a los que surgen desde los entornos de Génova más ‘cospedelianos’ y se inscriben en una cuestión que no es todavía clave en el seno del Partido Popular, el enfrentamiento entre María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Esto es, la pugna entre las dos ‘números dos’ (en el partido y en el Ejecutivo) de Mariano Rajoy. Sostiene el autor:
Fue Cospedal la que dio el visto bueno al regreso de González al Comité Ejecutivo Nacional en el Congreso de Sevilla. Y, precisamente, aquel gesto podría revertir en beneficio de la secretaria general en una futurible pugna por la sucesión del propio Rajoy. ¿Acaso tendría Ignacio González dudas en respaldar a María Dolores de Cospedal frente a unas hipotéticas aspiraciones de Alberto Ruiz-Gallardón, cuyos compañeros por cierto no le dan credibilidad cuando sostiene que su carrera terminará como ministro de Justicia?
Concluye:
El Partido Popular es hoy el resultante de un equipo a imagen y semejanza de María Dolores de Cospedal.
La secretaria general ha tejido la red de un liderazgo sólido y, a ojos de muchos, más próximo al recambio que al cambio del PP. A partir de ahí, la estrategia de Cospedal se resume en trabajar sin desfallecer y, sobre todo, partirse la cara por el presidente del Gobierno con toques a rebato, agitación de voluntades y llamadas a la necesidad de concentrar esfuerzos. Casi nada.
Pero volvamos a «lo que ahora toca», como les gusta decir a Rajoy y muchos otros políticos de distinto signo. Y «lo que toca» son las columnas del papel del 25 de septiembre. Ahora es en el ABC. Y todavía tenemos más sobre Esperanza Aguirre. De ella habla Edurne Uriarte en El poder y la felicidad. Escribe sobre las razones de su dimisión, y lo hace desde una óptica femenina que no feminista. No olvidemos que la articulista ha escrito en el pasado un libro contra el feminismo. De paso, reflexiona sobre la mixtificación del poder:
EL poder distorsiona a veces la perspectiva de quienes lo poseen, pero igualmente la de quienes lo observan y analizan. Como se ha comprobado nuevamente en la conmoción causada por la dimisión de Esperanza Aguirre. En la negativa de tantos a aceptar las razones personales. En la búsqueda de objetivos ocultos y conspiraciones. En la incomprensión de un abandono voluntario del poder. En el empeño de los observadores en la mitificación del poder político como aspiración máxima e irrenunciable de cualquier ser humano. Todo lo que da una idea de una sobrevaloración vital del poder que afecta tanto a sus poseedores como a todos los demás.
Concluye:
Un punto de vista femenino que puede ser útil para un análisis del poder en claves alejadas de los supuestos habituales. Y que no hacen más que consolidar una nefasta imagen de los políticos como seres interesados únicamente en la posesión misma del poder, alejados del objetivo del bien común y, sobre todo, de las preocupaciones y anhelos de los ciudadanos. De la felicidad, por ejemplo. Ni más ni menos. Cuando una política lo plantea, algunos creen que miente, tal es la deformación que la mitificación del poder ha introducido en nuestra sociedad.
También en las páginas del diario madrileño del Grupo Vocento escribe Hermann Tertsch, que nos ofrece uno de esos artículos suyos más cercanos al breve ensayo de filosofía política que a la columna periodística habitual. Escribe, esos sí, relacionado con un tema de actualidad. Una vez más, nos tomamos con quienes quieren rodear el Congreso. El autor concluye que No hay derecho. Arranca con una frase contundente: «Aquí parece que todos consideran ya tener derecho a hacer daño al prójimo por el mero hecho de sentirse agraviados». Sostiene además:
Hoy, ni una concesión a la retórica cursi y hueca, además de mentirosa, de que todas las ideas son respetables. Ni respetables ni dignas de ser toleradas son esas ideas que se alimentan de la coacción y la violencia. Dicen que vienen ultraderecha y ultraizquierda. Nazismo e izquierdismo, hermanados como siempre en lo fundamental, la lucha contra la libertad, dicen que se concentran con la intención de ocupar el Congreso. De asaltar el ‘sancta sanctorum’ de la Democracia y el Estado de Derecho.
Finaliza:
Aquí todos explican todo y nunca paga nadie por las agresiones gratuitas. El islamista fanático, el sindicalista o el minero, el hooligan irritado o el nacionalista ofendido, aquí todos tienen derecho a hacerle la puñeta, reventarle el día o la vida a otro porque están cabreados con el mundo. Y no pasa nada. Lo harán por la fuerza. Pero no hay derecho.
Terminos nuestro repaso a la prensa diaria sin salir del ABC. Lo hacemos de la mano de Juan Carlos Girauta, más catalán que muchos catalanistas pero nada nada nacionalista, y su Ahora o nunca. Considera que frente al independentismo ya no hay lugar para medias tintas o paños calientes:
El plan ya está en marcha y se ejecutará deprisa. Cualquiera con los suficientes contactos en Barcelona, y con los oídos abiertos, lo conoce. A las elecciones anticipadas, que están al caer, concurrirá CiU invocando todos los sinónimos de la palabra independencia, todas y cada una de las perífrasis imaginables. Pero sin incluir la palabra estricta, desnuda y cierta. Sinónimos y perífrasis permiten que los secesionistas entiendan lo que quieren, y los que no lo son, también.
Da por hecho que el referéndum sólo tendrá lugar después de que el Parlamento catalán haya proclamado ya la independencia, con ese nombre u otro, imponiendo los hechos consumados: «Los gobernantes catalanes ya razonan, actúan y planifican fuera de la Constitución. O, más estrictamente, con la firme decisión de eludirla». Ante esta situación exige a los empresarios catalanes, que parecen empeñados en no mojarse para no quedar mal con nadie, que tomen partido:
El empresario catalán que no se pronuncie a tiempo será mejor que calle para siempre. Si se lamenta el día después de que todo sea inevitable, no merecerá más que desprecio. Lo mismo vale para los empresarios no catalanes, españoles o extranjeros, con intereses en Cataluña. En cuanto a los artistas, escritores, deportistas, actores y demás «colectivos», siempre prestos a manifestar con contundencia sus puntos de vista sobre las guerras de Oriente Medio, sobre Guantánamo, sobre Assange o sobre los recortes presupuestarios, pueden callar. Están en su derecho. Pero que sigan callados el día después; es ahora cuando hay que hablar. Ahora o nunca.