Tiene el ímpetu de 20 jóvenes periodistas juntos, por su ilusión desbordante, el número de proyectos con los que hace malabares al tiempo y la experiencia que acumula.
Retomó el viejo periodismo de calle y exclusiva con Época y lo puso de moda con La Gaceta cuando los periódicos comenzaban a oler a naftalina. Acabó su empresa con el “orgullo de marcharse entre aplausos de la Redacción” y ahora comienza una nueva etapa en Intereconomía, la casa donde hace “información en libertad”. SIGA LEYENDO EN LA GACETA.
-¿‘La Espuela’ dará mucho que hablar ahora que vuelve a cabalgar en ella?
-Renace con su primer espíritu. Hemos vuelto a la sintonía inicial, Hasta que llegó su hora, con Henry Fonda pateando por las estepas de El Colorado. La Espuela va a ser una continuación de El Gato al Agua. Queremos juntar los dos espacios para que los oyentes que no quieran escuchar fútbol en Punto Pelota puedan seguir analizando el mundo de la política con nosotros.
-¿Sus nuevos fichajes son una apuesta por la juventud?
-Intereconomía y La Gaceta tienen uno de los planteles de periodistas más brillantes de Madrid. Cuando llegué a la redacción ellos confiaron en mí y yo les ofrecí todo lo que pude, con los obstáculos conocidos que nos encontramos. Hay que aprovechar a esa pléyade de redactores que irán rotando para conseguir que La Espuela sea el programa político más escuchado de esa franja de la noche.
-¿Además de en ‘El Gato’, contaremos con su presencia en más espacios?
-Probablemente sí, pero no puedo adelantar nada. Quien conoce mi trayectoria puede intuir el tipo de programa. Echo de menos las entrevistas.
-¿Y en La Gaceta?
-La Gaceta es la realización de mi vida. Todo el mundo cuando empieza en esta profesión sueña con ser director de un periódico de Madrid, que además en este caso es nacional. Yo lo conseguí y siempre he estado muy agradecido a la persona que me nombró director, Julio Ariza. La vida tiene etapas, algunas más felices que otras. No niego que ha habido momentos extraordinariamente felices y otros mucho más duros, pero no quiero mirar atrás, no me quiero convertir en una estatua de sal. No tengo rencores, no puedo tenerlos, pero sí tengo memoria y la voy a aplicar al trabajo que tengo.
-¿Quién es el enemigo número uno que derribar desde esos medios?
-El separatismo. Somos la nación más antigua de Europa y unos iluminados con una carga de catetismo increíble están intentando hacer una secesión. Esto va a exigir que el pueblo español apoye a un Gobierno que va a tener que aplicar medidas muy radicales, instrumentos que están puestos en la propia Constitución. Si llega el momento, yo seré partidario con toda claridad de ejecutar todos y cada uno de los artículos. También tenemos otro gran problema, que es el económico. Algún día saldremos, porque la sociedad se refundará, pero destruir una nación es muy grave.
-¿Podría poner nombre al mal en España?
-Habría que empezar por el siglo XIX, que me tiene apasionado. Hay que comenzar por aquella Primera República que fue un auténtico desastre; por un tonto ilustre llamado Prat de la Riba, que intentó hacer un federalismo asimétrico como el de Maragall y terminó con el cantonalismo ridículo de Totana contra Cartagena; y con otro personaje del siglo XX que era un auténtico iluminado, Sabino Arana, que se inventó un nacionalismo. Eso explica la refundación de estos partidos y las prisas que le han entrado a un individuo muy negativo, Artur Mas, por convertir a Cataluña en un Estado con el contrasentido de querer mantenerlo en la Unión Europea cuando para ello es necesario que estén de acuerdo todos los socios. Hay asuntos tan ridículos como que no quieran tener Ejército pero sí pertenecer a la OTAN.
-¿Cómo valora que el Rey lanzara el mensaje de unidad al pueblo español a través de la web?
-El contenido me parece bien, pero creo que no era el medio más adecuado. No se puede usar una página web para enviar un mensaje tan potente. Quiero oír decir al Rey lo mismo de viva voz y delante de empresarios catalanes que están aterrorizados ante la frivolidad del presidente de la Generalitat. Es positivo que la Monarquía abra una web pero no para utilizarla como los besos de Shakira y Piqué. -Siempre ha mantenido una posición combativa y comprometida contra el terrorismo.
¿Qué opina de la excarcelación de Bolinaga?
-Estoy radicalmente en contra. No sabemos si es un enfermo terminal porque no conocemos su diagnóstico. Por una torpeza del ministro del Interior, este individuo ha salido. Me parece una decisión contraproducente y un agravio para las víctimas.
-¿Influyó, como ha dicho en otras ocasiones, en la dimisión de Esperanza?
-Sé por información propia que, unos días antes de marcharse, Esperanza le dijo al ministro del Interior: “Ojalá la Justicia rectifique y no deje libre a Bolinaga, porque si no me vas a escuchar”. No es la causa principal, pero es la última gota que ha colmado el vaso.
-Como periodista, ¿la echará de menos?
-Sí, Esperanza nunca defraudaba (risas).
-¿Nos estamos quedando sin líderes?
-Estamos atravesando la época de peor calidad de políticos. Ha habido leyes que han convertido la política en un páramo donde van muchos aprovechados que comienzan en las juventudes y acaban siendo gobernadores libres delegados del Gobierno. La Ley de Incompatibilidades ha hecho que haya profesionales que no puedan dedicarse a otra cosa. Es absurdo que un médico ilustre no se pueda sentar en el Congreso y también seguir operando, o que un abogado no pueda aportar su experiencia al Estado.
-¿Los últimos tiempos le han inspirado algún libro?
-Tengo dos pensados. Uno me llevará tiempo y el otro me da miedo escribirlo.
-¿Sus memorias, quizá? -(Risas)
Prefiero no tener memorias porque las que yo escribiría serían con índice onomástico, diciendo quién me dijo cada cosa, y esto es complicado. Ni quiero ni estoy en edad de escribirlas.
-¿Cree que Bono le dedicará algún capítulo en las suyas?
-No tengo la menor duda. Y, como siempre, todo lo que dirá será mentira.
-¿De qué se siente más orgulloso de su última etapa?
-He hecho de todo, pero la época más plena de mi vida fue como director de La Gaceta. Me encontré con una redacción excelente, unas dificultades tremebundas y una crisis general muy importante, pero he triunfado. Y no lo digo por soberbia, sino porque creo que soy el único periodista que se ha marchado entre aplausos de la Redacción. Eso no terminaré de agradecerlo nunca. Ese es mi triunfo.