Para gran parte de quienes viven en España, y es de suponer que en otros países no es muy distinto, el lunes es el peor día de la semana. En lo que atañe a las columnas de opinión de la prensa en papel española, esperemos que en este periodo de siete jornadas se cumpla esa máxima. Muy floja está la materia opinativa en los periódicos de Madrid y Barcelona este 1 de octubre de 2012. Y lo de mayor calidad bien es espeso, análisis sesudos del proyecto de los Presupuestos Generales del Estado, bien versa sobre cuestiones que interesan a pocos.
Y con interesar a pocos no nos referimos a los nuevos remilgos de Antonio Gala a la hora de comer caracoles, Víctimas y verdugos. «Pocos» en este caso ya es excesivo, eso tan sólo le interesa al propio Gala, y puede que a su antiguo proveedor de caracoles.
Pero dejemos de lado a ese autor que alguien definió como «un señor de izquierdas que escribe para señoras de derechas» y entremos en materia. Y como no siempre lo más destacable es lo de mayor calidad, arranquemos con una columna de la sección ‘Pantallas’ de El País. En Zinemaldía, David Trueba habla del Festival de San Sebastián y lamenta dos cosas: la reducción del dinero público destinado a la cultura y el Premio Donostia a John Travola. De esto último, comenta:
La entendible estrategia de conceder premios a actores de la industria americana que están de paso promocional sirve para analizar la verdadera hondura de la crisis. Tuvimos suerte de que no pasara por allí Steven Seagal y sí Dustin Hoffman, que elevó el listón hasta donde siempre nos gustaría ponerlo.
Ya puestos a mirar el conocido Festival, podría recordar que fue creado por la dictadura de Francisco Franco como escaparate de una supuesta modernidad y apertura al mundo. Pero ese pecado original es algo que muchos parecen querer olvidar, al igual que nadie comenta que ahora, gracias a que controla el Ayuntamiento de San Sebastián, Bildu tiene mucho que decir en ese evento cinematográfico.
Nada que ver con la libertad en su fundación y nada que ver con ella en su actualidad. Y eso que la libertad es la excusa que pone Trueba para atacar el mecenazgo frente a las subvenciones:
Cuando escuchamos hablar del mecenazgo o de participación de las empresas privadas en la cultura se nos olvida analizar que la estrategia del dinero tiene poco que ver con la libertad creativa. Mucho menos aún con la transgresión, el riesgo y la voz propia, valores modélicos de esos oficios. Permitir la respiración de lo contemporáneo no está entre las prioridades del dinero.
Si alguien ve transgresión (de la auténtica, de la que molesta al poder) o libertad en la cultura subvencionada, que nos lo cuente. Algunos seguimos a la espera como otros esperaban a Godot. Concluye Trueba en su diatriba contra el mecenazgo:
Goya, Picasso o Buñuel ya comprendieron que para un artista español es difícil trabajar y morir en tu tierra. Eso sí, te patrocinarán la retrospectiva.
¿Alcanzaron estos tres autores su calidad gracias a las subvenciones? No, que se sepa. Pues eso.
Pero no sólo de cine y cultura se opina en El País. El periódico de PRISA cede sus páginas a dos políticos. Uno del PSOE y otro del PP. Uno retirado y otro en activo. El ex presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina escribe un artículo, La hora de la verdad, muy crítico con su partido en relación al nacionalismo. Sale el nombre del anterior jefe del Ejecutivo:
Para acabar con el fuego, Rodríguez Zapatero -a impulsos de Maragall- echó sobre la hoguera unos cuantos bidones de gasolina en forma de nuevo Estatuto (voraz Saturno que acabó comiéndose a todos sus hijos) que, tras un delirante proceso legislativo y un referéndum fallido (la proporción de catalanes que votó a favor del Estatuto rayó con el ridículo) acabó recortado por el Tribunal Constitucional, es decir, otra vez la frustración, esa que tanto ama el victimismo nacionalista.
Recuerda que el PP «ha sido a menudo tan consentidor» como el PSOE con el nacionalismo, pero añade:
Hoy por hoy, son los socialistas -que tienen en Cataluña más votos que el PP- quienes han de cargar con mayor responsabilidad a la hora de defender allí las ideas y los intereses de los catalanes no nacionalistas -que son millones-, a los cuales se les está reduciendo -ya se ha dicho- a la condición de mozárabes.
Concluye:
Por tanto, ha de clarificarse cuanto antes la relación del PSOE con el PSC y aclarar también si este último quiere jugar a «la puta» o a «la Ramoneta». Se precisa claridad; por ejemplo, acerca del federalismo (¿y qué otra cosa es el Estado de las autonomías en su desarrollo actual?). Convendría saber de qué federalismo habla el PSC, no vaya a ser que estemos ante esa ensoñación impracticable y contradictoria en sus términos que algunos llaman «federalismo asimétrico».
Lo que no puede hacer el PSOE en este asunto es el papel de don Tancredo, pues en tan incómoda postura va a ser el primero a quien el toro se lleve por delante.
Y eso se publica en un periódico que lleva semanas publicando artículos en los que se defiende el federalismo sin aclarar demasiado en qué consiste.
La verdad es que resulta hasta un punto sorprendente esta columna en El País firmada por un socialista que se ha vuelto incómodo para muchos de sus compañeros de filas y sus aliados mediáticos.
Sorprende menos que escriba en el mismo periódico el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, inventor de eso que bautizó como «liberalismo simpático» –no es ni liberalismo ni tampoco simpático, no al menos para los defensores de las ideas liberales y marido de la diputada socialista catalana Meritxell Batet. No es la primera vez que Lassalle publica en El País.
Antipolítica y multitud es un largo y académico artículo sobre las manifestaciones en las cercanías al Congreso y el 15-M, ahora reactivado como 25S, aunque no se les cite de forma explícita. Destacamos algunos puntos:
Lo grave de la situación estriba en que este cuestionamiento de la política representativa y de su institucionalidad se basa en una doble manipulación. Por un lado, se utilizan los buenos sentimientos de mucha gente desasistida de esperanza que se manifiesta haciendo realidad aquello que Georges Bataille decía de que la «impotencia grita en mí» y, por otro, se tergiversan los defectos que objetivamente pesan sobre nuestras instituciones para transformarlos en sistémicos y deslegitimar así la raíz misma de su vigencia moral.
Esta alianza entre antipolítica y culto a la multitud tiene en estos momentos una extraordinaria fuerza desestabilizadora.
Hemos llegado hasta aquí después de un caldo de cultivo que ha ido dando carta de naturaleza a una antipolítica que, paso a paso, ha rebajado hasta el nivel de la caricatura a nuestra legalidad democrática, a sus instituciones y, sobre todo, a sus representantes. Es indudable que muchas cosas son mejorables en nuestra democracia, empezando por el comportamiento de quienes tenemos el deber de servirla ejemplarmente.
Podemos quedarnos aquí y ver en todo ello una oportunidad para mejorar y vencer la crisis. Pero podemos también cuestionarnos a nosotros mismos y echar abajo todo lo bueno que ha traído la democracia a nuestra sociedad desde la Transición para acá. Basta rebasar un límite para desandar todo lo positivo que aporta ese camino. Ese límite empieza y termina en el respeto de la legalidad.
Aunque impecable en la mayor parte de sus argumentos, no estaría de más que Lassalle profundizara en la responsabilidad de los políticos españoles en el surgimiento de esa antipolítica que quiere sustituir la instituciones por las manifestaciones y las asambleas. Empezando por la que tienen su partido y el de su mujer. Y, de paso, ofrecer propuestas reales para cambiar las cosas.
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos aprovecha la última pieza de The New York Times para criticar, una vez más, a Juan Carlos I. El primer golpe de su columna Tesoro lo dirige contra el diario neoyorquino:
Con esa engolada fatuidad que los progres norteamericanos guardan para las dictaduras corruptas del Tercer Mundo, ayer el New York Times de Carlos Slim le devolvía al Rey la visita al Consejo Editorial y le pegaba un viaje a España -que aunque la progrez neoyorquino-azteca no lo admita, es «más importante que la Monarquía y la República juntas» (Azaña dixit)- de los de no mirarse la taleguilla para no ver la cornada.
El turolense comenta las palabras del monarca en The New York Times:
El Rey, de edad relativamente avanzada y pluriaccidentado, no habla de lo obligado en un país en crisis: el futuro de las instituciones; y despacha así el porvenir de la Corona: «Habrá monarquía mientras la gente quiera». No concreta la forma del querer.
Añade:
Pero es que, según el NYT, es sólo un «embajador económico», multimillonario -su «opaca» fortuna no se explica por el sueldo legal- y obsesionado con la exportación. Bah, seguro que habló del paro y el separatismo y no lo entendieron.
Y concluye comentando unas palabra a ese mismo diario pronunciadas por cierta alemana que acompañaba a Juan Carlos I en su cacería de elefantes:
A cambio, ofrece el testimonio de la no-amante del rey, Corinna Zu. La «asesora estratégica del Estado Español» con su empresa Apollonia Associated -una ONG: trabaja gratis, sin concurso, huye del BOE-, confiesa: «Cuando él entra en una habitación irradia calidez y carisma y conecta con todo el mundo, nadie se salva»; «es un tesoro nacional». Lo de tesoro, indiscutible.
Nadie podrá atribuir a Jiménez Losantos el intentar mostrar unas credenciales monárquicas que no tiene. En absoluto.
Casimiro García-Abadillo publica por su parte un largo artículo, titulado Carrera hacia el abismo, sobre la carrera independentista emprendida por Mas y la respuesta que deben darle PP y PSOE:
Si Artur Mas quería atraer para sí el foco de la atención mediática, lo ha logrado con creces. La cuestión es: ¿hacia dónde quiere conducir a los ciudadanos de Cataluña?
Una respuesta simple a esa pregunta sería, obviamente, hacia la independencia. Pero el líder de CiU sabe, como bien se encargó de recordárselo el padre del nacionalismo catalán moderno, Jordi Pujol, que esa meta es «casi imposible» de alcanzar.Es decir, sólo en el caso de que el Estado y el Gobierno de España hicieran dejación de sus funciones (establecidas en la Constitución) esa alternativa sería posible.
Tras pedir que no se rompan las vías de diálogo con Mas –hay que evitar el victimismo, dice– añade:
PP y PSOE, con la legitimidad que les da la Constitución y el hecho de representar al 80% de los ciudadanos españoles (a más del 60% de los catalanes, según los resultados de las últimas elecciones generales), deberían ponerse de acuerdo para advertirle a Mas de los límites de su aventura.
La necesidad de ese pacto de Estado convierte aún en más preocupante la actitud del PSC, que en un asunto crucial quiere nadar y guardar la ropa, más preocupado por mantener su unidad como partido que por el futuro de Cataluña y de España.
Como muestra, la encuesta de Sigma Dos. La apuesta soberanista de Mas no le va a proporcionar su principal objetivo: lograr la mayoría absoluta en Cataluña.
¿Recuerdan lo que ocurrió con Ibarretxe en Euskadi?
Crucemos el Atlántico para leer una columna sobre la situación venezolana escrita por una de las mejores observadoras de la realidad iberoamericana actuales, la hispano-cubana Gina Montaner. Esta periodista firma un texto titulado Larga marcha de Capriles, dedicada al candidato opositor a Hugo Chávez:
En condiciones de gran desventaja y bajo acoso, el más grande de los logros de Capriles ha sido calar en los votantes con un discurso de reconciliación nacional como contrapartida al voto del miedo que Chávez quiere infundir antes de la cita en las urnas.
Concluye:
Uno quisiera creer que la esperanza de cambio de la oposición puede neutralizar el influjo maléfico de un gobernante golpista que no respeta el fair play. Se trata de un heroico pero necesario acto de fe. Lo que no quieren los demócratas venezolanos es perpetuar las asonadas para llegar al poder. La única vía posible, dicen, es el de las urnas. De ahí su marcha para enterrar los errores del pasado. El domingo la Alianza Rebelde de Capriles se las verá con el Imperio Galáctico de Chávez. Si por George Lucas fuera, no hay duda de quién vencería.
Quien sabe, tal vez este artículo no haya gustado al ministro de Defensa español, que tiene a Chávez por un «gran amigo de España». Por suerte, la de Gina Montaner no es una pluma al servicio de Pedro Morenés.
Y cerramos nuestro repaso diario a las columnas del papel en el ABC. Nos quemados con dos. Isabel San Sebastián publica un texto cuyo artículo es tan largo que casi podría ser un breve artículo: Y dale con la berza, la vaca y la barretina. Arranca lamentando «cómo retroceden en el tiempo el País Vasco y Cataluña, de la mano del nacionalismo». Añade:
Decía lúcidamente un gran bilbaíno fundador del Foro de Érmua, llamado Vidal de Nicolás, que su ideario se resume en la sacralización de la berza y la vaca, a la que añadiríamos la barretina, a guisa de símbolo, en el caso catalán. Y tenía razón.
Lanza contra argumentos, muy repetidos las últimas semanas, contra el independentismo:
No dicen una palabra estos caudillos nacionalistas sobre el hecho de que sean los trabajadores de Madrid, Baleares y Canarias quienes están pagando en este momento las pensiones de los jubilados catalanes y vascos, estos últimos los mejor retribuidos de toda España. Esa realidad inmediata y tangible no les interesa.
Concluye:
Es insoportablemente cansina esta exhibición de separatismo de vía estrecha, o mejor dicho de «vía embudo»: lo ancho para ellos, lo estrecho para los demás, cuya efervescencia ha roto todos los diques de pragmatismo y educación que regían hasta ahora al menos en Cataluña.
No hacen asco al dinero de todos, piden rescate al Estado español, reciben de las arcas comunes los fondos que cobran sus pensionistas, lo que no les impide quejarse sin parar del trato que reciben e insultarnos a los españoles llamándonos sutilmente vagos, aprovechados y carceleros.
Y lo peor es que esta mezquindad será premiada en las urnas.
No deja de resultar interesante que unos articulistas, como la propia San Sebastián, dan por hecho que el nacionalismo triunfará en las urnas, otros, como García-Abadillo, se muestran seguros que el independentismo no dará máas votos a los nacionalistas. Habrá que esperar a los comicios en Cataluña y el País Vasco.
Continuamos, y cerramos el repaso, con El Hundimiento, de Félix Madero. Lo que se hunde no es otra cosa que el PSOE. ¿Recuerdan, estimados lectores, el artículo de Leguina que comentábamos más arriba? Pues aquí encontramos argumentos muy similares:
La delicada situación que vive el PSOE es obra de Zapatero y de todos aquellos que guardaron silencio a sabiendas de que se jugaba con cosas que, una vez perdidas, no es posible recuperar.
Los silencios cómplices y las medias palabras, como pasa con las medias verdades, no hacen más que engordar al monstruo que sin éxito intenta embridar Rubalcaba. El de Solares, que fue la sombra y la voz de Zapatero cuando no el padre de la criatura, no podrá sacar al partido del lío en que se encuentra. Su apuesta por el federalismo fue una ocurrencia dirigida al PSC y respondida por Ernest Maragall con un adeu, Rubalcaba, adeu, que suena a escarnio y cachondeo. La abstención del PSC ante el referéndum separatista que Artur Mas prepara es el síntoma más claro del desastre conceptual en que se han instalado. Nada puede hacer Rubalcaba ante semejante estropicio, y en la nada se ha quedado. Y, claro, no hacen falta encuestas: van directos al hundimiento.
Nos informa Madero de que en privado son muchos los dirigentes socialistas que creen que si Zapatero no pide perdón «por el disparate económico que dejó» el PSOE no tiene futuro. Pero no lo hacen en público:
¿Por qué callan? Quién lo sabe. Ahí están, pensando qué modelo de Estado pueden ofrecer sin hacer el ridículo en Cataluña y no ser considerados traidores en el resto de España. O sea, la cuadratura del círculo.