¿Cuál de los dos países en apuros será formalmente rescatado antes: el país sin comillas o “El País” con ellas?
La primera página de El País, el periódico insignia de la flota mediática nacional, publica un día sí y otro también borradores por capítulos de una definitiva esquela de España.
La va matando despacito, con partes médicos que añaden cada día un poco más de gravedad en la deteriorada salud de la enferma. Hoy, sin ir más lejos, le ha faltado añadir que los 47 millones de españoles ruegan una oración por su alma y un RIP debajo del titular con el que abre su lúgubre primera plana: “España y Grecia sufrirán la mayor caída mundial del PIB el próximo año”
Como ya no pueden contar con la pluma de su ilustre colaborador Gabriel García Márquez, que habría podido desarrollar en sus páginas una nueva versión de “Crónica de una muerte anunciada”, incorporan un editorial que le hace la competencia desleal a los obituarios. Porque “El País”, como el viejo general de Gabo, ya no tiene quien le escriba. El Gabo genuino está perdido, errando por su inescrutable laberinto interior. Y, al resto de las grandes firmas, aquellas que dieron esplendor al periódico, no hay dinero en caja para pagarlas.
”El País” se ha convertido en una colonia mediática
¿Está informando El País o está escribiendo al dictado de capitales con intereses lejanos e inconfesables, que lo han ido invadiendo, rescatando y colonizando? Porque aquí mucho hablar del dichoso rescate de el país sin comillas, pero tiene su morbo el rescate, la intervención de “El País” con comillas que, hasta junio de 2012, acumulaba más de 60 millones en pérdidas y una deuda neta superior a los 3.300 millones de euros. ¿A quién pertenece El País, qué pinta Juan Luis Cebrián, qué manos mecen la cuna del imperio caído de los Polanco?
Con sus listas de periodistas y personal desaparecidos en combate, sus delegaciones cerradas por la geografía española y el desembarco de “hombres de negro” del Credit Suisse en su sala de máquinas financiera, los españoles nos enfrentamos a la incertidumbre de tener que entonar un réquiem en estéreo: por un altavoz, una oración por el alma del país real, por el otro, una oración por el alma de El País de papel.
Nunca los caminos de El País habían sido tan inescrutables. ¿Acaso quiere morir matando? Hubo un tiempo en el que Juan Luís Cebrián llegó a creerse el “rey sol” del periodismo español y vivía convencido de que “España era él”. Ahora, a medida que se le acerca la fecha de caducidad, igual se ha metido tanto en su papel de Luis XIV que pretende que después de él el diluvio.
Arma de destrucción masiva de la “marca España”
El caso es que El País de papel se ha convertido en un arma de destrucción masiva de la “marca España”. En el eco del FMI, de las agencias de calificación, de cualquier voz más allá de los Pirineos que profetice un “idus de marzo” en Madrid. En sus partes meteorológicos jamás sale el sol en lo que queda del viejo imperio en el que hubo un tiempo en el que nunca se ponía. Y da la sensación de que lo que pone cachondo al personal que confecciona las primeras planas y a los científicos de laboratorio que redactan sus editoriales, es anunciar que el país sin comillas agoniza hoy un poco más que ayer pero menos que mañana.
¿Por qué?, como diría Mou. Hay precedentes que permiten dudar de las promesas y las previsiones del gobierno Rajoy. Pero también de las maniobras en la oscuridad que permiten dudar de las profecías del FMI. Occidente se ha convertido en un enorme tapete en el que se celebra una interminable partida de póquer y, entre los jugadores de fuera (las Legarde, las Merkel, los eurócratas, los Draghi, los Schäubles) y los jugadores de dentro (los Marianos, los De Guindos, los Rubalcaba, los Más…), todos ellos tahúres plutócratas y electoralistas, han elevado el “farol” al rango de política de Estado.
Ya sólo es cuestión de tiempo despejar la incógnita que mantiene al loro a los españoles: ¿Cuál de los dos países en apuros será formalmente rescatado antes: el país sin comillas o “El País” con ellas?