Pretender rotular tu negocio o educar a tus hijos en el idioma oficial del país en la segunda ciudad de España se ve en unos como una provocación
Las ya célebres declaraciones del ministro Wert –«el interés del Gobierno es españolizar a los alumnos catalanes»– las he leído en dos tiempos, por así decir.
De primeras, se me ha ocurrido que el principal problema de comunicación de este Gobierno es que sus ministros comunican.
Abren la boca y sube el pan. La frase suena fatal, a ingeniería social. Pegaría en boca del ministro de Propaganda de una potencia imperial refieriéndose a una provincia díscola, como la rusificación de las repúblicas bálticas.
Parece ceder al rival nacionalista y reconocer que Cataluña no es del todo España y que hay que darle una pasada de… ¿qué?
La forma concreta que tiene Cataluña de ser España sólo puede ser siendo muy catalana, como los asturianos son españoles siendo asturianos y así sucesivamente.
La patología nacional
Pero si la forma es desafortunada, el fondo no lo es necesariamente.
Y cuando uno se entretiene en leer los comentarios a la declaración descubre que si suena extravagante es porque la situación en la que nos han colocado los nacionalistas lo es, porque el patriotismo español es, como decía Oscar Wilde de la homosexualidad, «el amor que no se atreve a decir su nombre».
Porque pretender rotular tu negocio o educar a tus hijos en el idioma oficial del país en la segunda ciudad de España se ve en unos como una provocación y en otros como una exageración incómoda.
Porque todas las leyes y regulaciones que recuerdan que Cataluña y el País Vasco son España son sistemáticamente desobedecidas y desafiadas sin que las autoridades estatales muevan un músculo por hacer cumplir la legalidad.
Porque ni se muere padre ni comemos, que te vas y te vas y te vas y no te has ido.
Cuando alguna vez, discutiendo con colegas de La Gaceta, me dejo llevar por la impaciencia e insinúo que quizá estaríamos más tranquilos dándoles la independencia, casi invariablemente la respuesta es que eso sería ceder a la presión y al chantaje y cometer una injusticia histórica por puro cansancio.
Pero es que ya hemos cedido. Ya dejamos que prospere la chulería sin responderla, la burla de la ley sin castigarla y el fascismo más descarado sin hacerle frente.
El otro día el segundo canal autonómico de Cataluña, 33, emitía la entrevista en el que se pudieron escuchar frases como:
«Es una lacra de la Monarquía. Esta Monarquía nuestra, es Monarquía española tan cutre», al tiempo que agregaba: «Tendría que dejarlo y marcharse lejos. Si no, le tendríamos que pegar cuatro tiros».
Y, mientras, como recordarán nuestros lectores, el periodista de ‘La Vanguardia’ Ernest Folch, decía en una columna previsiblemente quejumbrosa que «después del turismo, la caza del catalán debe ser una de las actividades que más contribuyen al PIB español».
A Pedrojota le ha pasado como a mí, pero al revés. De madrugada comentaba elogiosamente las palabras del ministro en la red social Twitter:
«(Wert está demostrando más talla política de la que parecía): ‘Nuestro interés es españolizar a los niños catalanes».
Pero nos dieron las diez y las once, las doce y el director de ‘El Mundo’ debió de olisquear el aire y recoge velas:
«Wert se ha expresado mal. No se puede ‘españolizar’ a quienes ya son españoles; aunque, como decía Madariaga, algunos ‘se crean no serlo».
Conozco a gente que piensa distinto a los 50 de lo que pensaba a los 20; quienes piensan distinto a las 2 de la madrugada que a las 12 son ya algo más raro.
¿Españolizar? ¿Para qué?
Leo en la web del multimillonario Roures:
«El PSOE pedirá la dimisión de Wert».
«La portavoz socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez, dice en la Cadena SER que las palabras del ministro de Educación son el reflejo de ‘la peor derecha, la totalitaria».
No diré que Rodríguez es de la peor izquierda, la totalitaria, porque desgraciadamente no hay otra.
Sí que, en punto a concepción ‘total‘ de la nación, los nacionalistas nos llevan al resto muchas vueltas de ventaja, que tiene que ver a las juventudes de ERC en sus fuegos de campamento exultando hasta los ojos llorosos de la ‘patria catalana’. Quien lo vivió lo sabe.
Claro que estamos hablando de ‘Público’; igual se ponen a españolizar como locos, del mismo modo que su patrón se puso a denostar la reforma laboral del PP y fue el primero de su sector en usarla.
Cuentan que ante no sé qué postura británica de oposición internacional al régimen de Franco se convocó una manifestación estudiantil contra la pérfida Albión a la puerta de su embajada.
El ministro del Interior llamó al embajador para interesarse por su seguridad y le preguntó si deseaba que le enviaran más policías. Muy británico, el embajador respondió:
«Me bastaría con que me enviara menos manifestantes».
Cataluña no necesita españolizarse; basta con que dejen de catalanizarla por saturación desde el nacionalismo.
NOTA.- Leer artículo original en ‘La Gaceta’