Lo de David Trueba sí es una dieta a base de duelos y quebrantos, y no la de Alonso Quijano
En este mismo espacio ya hemos señalado en otras ocasiones el abuso que se hace en los medios españoles de la comparación con el nazismo, un exceso en el que incluso ha caído en este mismo periódico nuestro admirado Javier González Méndez. En realidad no está sólo en el periodismo, es un recurso recurrente en la política y otros ámbitos. ¿Y por qué comentamos esto?
Por un simple motivo, hasta tres referencias al nacionalsocialismo y sus acciones nos encontramos en los artículos de la prensa de papel este 15 de octubre de 2012. Para ser justos, en una de ellas no hay comparación sino tan sólo mero repaso histórico. En las otras dos, sobraba, la verdad.
Pero luego iremos a eso, que esta es una jornada de críticas al príncipe, lecciones disparatadas de derecho comparado y enfados por que no se abucheara a un presidente del Gobierno.
Arrancamos nuestro repaso a la prensa con un periódico que estrena director por segunda vez en pocos meses. Nos referimos a La Gaceta. Es cierto que José Javier Esparza ha asumido la dirección en funciones, a la espera del retorno de Eduardo García Serrano. Pero también es verdad que está teniendo un gran protagonismo. Esto contrasta con la actitud de Maite Alfageme, que quiso mantenerse en un discreto segundo plano, cuando también ella ejerció de directora en funciones. Y Esparza está ejerciendo hasta el punto de recuperar los artículos en portada firmados por el director, que en su caso llevan como nombre genérico de ‘Cuaderno de campo’.
El de el 14 de octubre tiene por título ‘Imprudencia de príncipes’, y es toda una crítica al heredero de la corona española –por cierto, una ‘corona’ que a diferencia de otras no posee una corona física como tal–.
En un texto que mira a los clásicos, dos citas (Gracián y Maquiavelo) en poco menos de 140 palabras, muestra su disgusto por las palabras del Principe de Asturias diciendo que «Cataluña no es un problema». Sobre esto comenta:
Cuando alguien intenta negar la evidencia, el pueblo sospecha con razón.
Finaliza:
Cierto cortesano llamó una vez a Don Felipe «El Príncipe prudente». Pero Maquiavelo dejó escrito que «el que no detecta los males cuando nacen no es verdaderamente prudente». Añádase que el mal del separatismo no ha nacido ahora, sino que anda ya crecido y maduro. Grave imprudencia.
Por su parte, Maite Nolla hace un análisis de los resultados que predicen las encuestas para las próximas elecciones autonómicas en Galicia, País Vasco y Cataluña. Pero no se trata de una reflexión general, en ‘Se lo merecen’ tan sólo observa el PSOE y sus marcas locales, marcados por un augurio muy negativo. Ve un elemento común a la prevista debacle en las tres comunidades: «la posición de los socialistas ante el nacionalismo».
Sostiene:
No es cierto que los problemas les vengan por la indefinición; todo lo contrario. La nada decente idea de pensar que contra la derecha valía todo los ha arrastrado hasta convertirse en una mala copia del nacionalismo original. Y ya se sabe: ¿para qué votar al Partido Socialista de Cataluña si puedes votar a Convergència i Unió? Cuando en Galicia tu discurso se parece más al del Bloque Nacionalista Galego que al del Partido Popular, cuando en el País Vasco te pasa lo mismo cambiando al BNG por Bildu, y cuando en Cataluña no distingues a un dirigente del PSC de uno de la Esquerra, lo lógico es que acabes por desaparecer, que es lo que podemos ver en los próximos años.
Repasa, de forma muy crítica, la actuación de los socialistas bajo la batuta de Rubalcaba en las tres comunidades que hacen frente a las elecciones. Concluye, sin embargo, que el problema no radica en el secretario general:
Y con Chacón no hubiera sido, ni sería, muy distinto. Por eso creo que su familia no le hace ningún bien si es cierto eso de que se está preparando para ser presidenta del Gobierno. Cuando Bono u otros agazapados decidan tomar el mando, a Rubalcaba y a Chacón les van a dar la patada en el mismo sitio y por lo mismo. O mejor dicho, por ser lo mismo.
En El País nos encontramos con un artículo de David Trueba sorprendente, por no decir algo más feo, por lo llamativo de sus lamentos y argumentos. Lo suyo sí es una dieta a base de duelos y quebrantos, y no la de Alonso Quijano. Está enfadado el cineasta por algo que no ocurrió. El público asistente al desfile de las Fuerzas Armadas por el día de la Hispanidad no abucheó a Rajoy, como sí hacía con Zapatero. En A dieta encuentra una explicación:
Quienes silbaban a Zapatero en cada fiesta nacional entendían la patria como una propiedad. Esto es un defecto compartido. Porque detrás del sectarismo y la incapacidad para tolerar al otro se esconde un acerado sentido de la propiedad. Aunque hasta ahora ningún partido haya elegido como lema electoral un evidente: Dame lo que es mío.
Ya se sabe, o abuchea usted a Rajoy como a Zapatero o demuestra estar diciendo eso de ‘qué hay de lo mío’. ¿O eso se aplica a todos esos cantantes, actores y directores de cine que arremeten contra cualquier presidente del Gobierno del PP pero guardaban silencio ante ZP, no sabemos si agradecidos por sus generosas subvenciones?
Muchos querrían que se olvidara, pero hubo una cosa conocida como ‘el Clan de la Zeja’ que hizo grandes servicios al actual supervisor de nubes.
Pero no quedan ahí sus lamentos. Sus quebrantos crecen ante un partido de la selección española contra Bielorrusia que se quedó si ser retransmitido ante lo desorbitado del precio pedido por la empresa propietaria de los derechos de retransmisión, Sport Five:
En España todo vuelve, hasta la tuberculosis y los niños con tarteras, así que nos pegamos al transistor.
Afirma que así termina eso del «fútbol como interés general» creado por un «ministro para perjudicar a un grupo mediático». ¿No les suena eso a ‘alguien hizo algo’?
Que sea claro el señor Trueba, se refiere a Álvarez Cascos y al Grupo Prisa. Y sobre el ex ministro de Aznar y fundador del partido Foro nos descubre algo sorprendente: ¡es el padre del independentismo catalán! Estimado lector, lea usted, lea:
[Es] El mismo ministro que alumbró la separación catalana, porque su AVE de Madrid a Barcelona no llegaba jamás pese al sobrecoste que pagamos.
Y este humilde lector de columnas sin enterarse. Gracias a Trueba descubrimos que si el AVE hubiera llegado un par de años antes a la Ciudad Condal, en vez de ‘esteladas’ los manifestantes del 11 de septiembre de 2012 habrían portado banderas españolas.
Unas páginas después, ya en la contrapartida, nos encontramos con una Almudena Grandes que arranca su artículo Lo específico con un osado y totalmente equivocado análisis de derecho comparado:
La reforma del Código Penal tipifica como delito el negacionismo de crímenes contra la humanidad, «específicamente el Holocausto». En otro país, la discriminación entre la calidad de las víctimas de distintos genocidios resultaría moralmente inaceptable, e incomprensible el retraso con el que un Estado de derecho implanta una norma que rige en otros desde hace décadas.
Esta es una de las referencias al nazismo con el que arrancamos. Las frases que hemos reproducido están cargadas de errores. El primero, en muchos países europeos está penada la negación de un genocidio concreto, el Holocausto (en Francia también el armenio), y no otros. Así, no es punible, por ejemplo, decir que el régimen soviético asesinó a más de siete millones de ucranianos en muy pocos años.
Segundo, la inclusión en el código penal de la negación de crímenes contra la humanidad no llega ahora, estaba ya incluido. La novedad es la mención específica al Holocausto.
Tercero, no se establece una «discriminación entre la calidad de las víctimas» de unos genocidios y otros. Se establece una graduación entre la negación de la existencia de esas víctimas, que aunque pueda parecer injusto no es lo mismo, puesto que se entiende que quien niega el Holocausto está haciendo al mismo tiempo apología del antisemitismo.
Por cierto, que si a alguien le interesa, a este humilde lector de columnas le parece mal que sea delito negar un genocidio. Es muy largo explicarlo, pero tan sólo beneficia a unos repugnantes negacionistas que pueden mostrarse como víctimas ellos mismos de un sistema que no les deja expresarse libremente.
Y al fin llegamos a lo que interesa:
Nuestra especificidad consiste en que los crímenes contra la humanidad cometidos en España no solo prescriben, sino que se benefician retroactivamente de amnistías.
Por terrible que fuera la Guerra Civil, que lo fue, y horribles los crímenes cometidos en ambas retaguardias por los dos bandos, que lo fueron, no es comparable con el Holocausto. Pertenecen a categorías diferentes. En el caso español es una guerra salvaje y en el del Holocausto se trata de un frío plan de exterminio contra una porción de la humanidad que no tenía conflicto alguno con el Gobierno que puso en macha el genocidio.
Pero dice más Grande:
También es un delito investigarlos.
No señora, lo que es delito es que un juez se pase la Ley por el arco de su toga, que no es lo mismo. Y debería recordar que a Garzón no se le condenó por el caso de los crímenes del Franquismo, sino por la violación de los derechos de unos procesados en otra cuestión.
Para la articulista «la Transición está llegando a su fin» y la culpa del independentismo de Mas radica en su oponentes, por no reconocer la verdad de sus argumentos. Concluye:
Ahí se cierra el círculo y regresamos al punto de partida, la formulación de un Estado democrático tan insoportablemente específico que resulta más anormal que otra cosa.
Cualquier autor de discursos de Bildu o ERC firmaría encantado esa frase. No tengan duda.
Otro que abusa del recurso de la comparación con el nazismo es Martín Prieto en La Razón. Lo hace en un artículo titulado El fascismo está inventado. Arranca recordado la frase atribuida a Goebbels de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad –en realidad, nunca sostuvo exactamente eso, aunque sí lo puso en práctica–, a lo que añade:
Pero sus logros más malignos no estuvieron en el agit-prop sino en Educación de la que fue también responsable, ideologizando hasta los parvularios como mera antesala de las Juventudes Hitlerianas: la raza, la Gran Alemania y el gran espacio vital germano que fue inyectado en la sangre más joven de la Alemania nazi.
Acto seguido dice:
Causa grima contemplar por televisión a unos niños catalanes reclamando una Cataluña libre, una única patria y balbuceando que la independencia les bajará los impuestos.
La abusiva comparación está hecha. Es cierto que los nazis abusaron de la educación para adoctrinar a las futuras generaciones de adultos alemanes. Pero lo mismo hicieron todos los fascismos y cualquier rama del comunismo en el poder. Sigue ocurriendo en Cuba, Corea del Norte o incluso en la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI. Es, en definitiva, un rasgo del totalitarismo. No hace falta sacar a pasear las esvásticas, ejemplos de maldad sobran en este sentido.
Y sigue la cosa:
El «Sí» o «Sí» de Arturo Mas resume la imperiosa voluntad del nazi-fascismo que llevó a abolir la Constitución italiana y que el rey Vitorio Emanuelle debía preservar y la historia de la República de Weimar debía sostener al mariscal Hindenburg. Arturo quiere imponer «trágala perro» con la misma subnormalidad de Mussolini o Hitler. Estos radicales sobrevaluados beben la primera mitad del siglo XX. Lincoln advirtió de que de vencer el sur volverían a dividirse. Aquí no. Euskalerria se expande en los mapas y a Catalunya sólo le quedan «los países catalanyes» que incluyen a Valencia, Baleares y también al Rosellón. Nos ha caído en suerte un secesionismo imperial.
¿No se podría decir lo mismo sin hablar de los nazis? Ya cansa, además de equivocar el debate.
Concluimos nuestro repaso diario a los medios sin salir de Madrid –lo sentimos, hay no hay nada destacable en la prensa barcelonesa a la que también nos gusta asomarnos– y mirando El Mundo. Ahí nos encontramos con un provocador Fernando Sánchez Dragó que en Asalto a la razón es el tercero en hablar sobre el nazismo, pero esta vez sin comparaciones fuera de lugar.
Al hablar de las «manifestaciones orquestadas por quienes creen que con gritos y piedras se arreglan las cosas», dice:
¿Sabrán esas gentes que soviet, en ruso, significa asamblea y que desde la cicuta de Sócrates, pasando por la guillotina de los jacobinos, la Comuna de París, la revolución bolchevique, la Marcha sobre Roma, el Tercer Reich, los alborotos que precedieron a nuestra guerra civil y el frenesí destructor de los Guardias Rojos, por poner unos cuantos ejemplos, estremecedores todos, el asambleísmo ha sido una y otra vez la antesala de lo que Lukács, filósofo marxista y, por ello, nada sospechoso, llamó en su día «asalto a la razón»?
Recuerda su militancia en el PC durante la dictadura franquista, cuando «asistí a asambleas, okupé las calles, coreé gritos subversivos y tiré piedras a los grises». Añade:
No sirvió de nada (…) Entré en el Partido Comunista en 1955. Franco murió de viejo en el 75.
Concluye Sánchez Dragó:
Será que yo también envejezco, pero mentiría por omisión si no dejase aquí constancia de que suscribo cuanto piensa y dice Cristina Cifuentes. Soviets, no, por favor. Discútanse las cosas en el Congreso, que para eso está, y no en sus aledaños. No me gusta lo que pasa en la calle. Sospecho que a Juan de Mairena tampoco le gustaría.
Entre nazis y comunistas, este ha sido un día de totalitarismos en la prensa de papel.