La llegada de los primeros frescos otoñales, las temperaturas del 16 de octubre de 2012 todavía no merecen ser llamadas frío, ha debido de afectar de forma negativa a los columnistas de la prensa en papel española. Muy floja anda la cosa opinativa en el negro sobre blanco salido de las rotativas españolas. Y no sólo flojo, casi todo es muy previsible.
Como era imaginable, en La Vanguardia son varios los que ponen a Escocia y su referéndum como ejemplo para Cataluña, y por tanto reclaman a Rajoy que sea Cameron. En los periódicos de derechas de Madrid son varios los que destacan justo lo contrario, que las tierras de faldas a cuadros no tienen nada que ver con las de las barretinas y que se tratan de cuestiones muy diferentes. En conclusión, lo de siempre. El independentismo catalán no es, por supuesto, el único tema, pero sí el que ocupa más espacios.
Pongamos un ejemplo de aquellos que quieren ver en Escocia un referente para Cataluña. Enric Juliana escribe en el periódico del Grande de España con el título de Conde de Godó un artículo titulado Reputación, reputación, reputación:
Inglaterra ha vuelto a cruzarse en el camino de España. La Pérfida Albión, que diría Matías Prats padre. La imagen del día: David Cameron y Alex Salmond firmando el acuerdo para la celebración de un referéndum sobre la independencia de Escocia en 2014.
No falta un toque que victimismo histórico mirando tres siglos para atrás, que hasta para Su Graciosa Majestad tiene agravios por los que reclamar el nacionalismo catalán, aunque se muestra dispuesto a perdonar Juliana a los hijos de la Gran Bretaña, escoceses e ingleses por igual:
Hay algo de justicia poética en este mensaje de Londres al mundo. Una reparación que muy posiblemente Cameron y Salmond ignoran. En 1714, los ingleses dejaron a los catalanes en la estacada en el tramo final de la guerra de Sucesión española -una guerra de dimensión europea en la que estaban en juego los equilibrios de poder en el continente- y ahora les regalan un frame posmoderno, un potente marco mental: 2014, año del derecho a decidir.
Algunos pensábamos que la Guerra de Sucesión, como su nombre indica, era entre dos aspirantes a heredar el trono de España tras la muerte de Carlos II, cada uno apoyado –o impulsado– por una potencia foránea distinta. Y si a alguien dejaron ‘en la estacada’ los británicos fue al pretendiente de la casa de Austria, el archiduque Carlos, no a los catalanes. Pero claro, eso es sólo una visión personal y no una doctrina oficial.
Tras un análisis en el que se elogia las formas democráticas británicas y se da por hecho que en el referéndum vencerán los contrarios a la independencia, viene la traca final en el último párrafo:
Apretón de manos en Edimburgo y griterío en Madrid: unos amenazan con la Guardia Civil y otros con el Código Penal; salen federalistas de debajo las piedras, Carme Chacón sufre por su hijo, el inefable Pedro J. Ramírez abraza la causa asimétrica el día que no trata de nazis a los catalanistas, y el ministro Wert habla en catalán en Herrera en la Onda. Algo se está moviendo -las inteligentes palabras del Príncipe el 12 de Octubre- pero aún tardaremos en saber exactamente qué. Lo importante ahora son las elecciones en Galicia. La estabilidad política de España, créanme, se dirime este domingo en Galicia.
Ya ven, elogios al Príncipe por decir que «no pasa nada» y retrato muy negativo de todos aquellos que se oponen o no callan ante la propuesta de referedum.
Saltemos a El País. Antes de reseñar algún artículo destacable, este humilde lector de columnas notificará la existencia de un texto cuya lectura no recomienda pero ha de ser mencionado por la relevancia política de su autor.
Eduardo Madina perpetra un artículo titulado El paso suspendido de la cigüeña que es, según qué partes, pedante, engorroso y cursi en proporciones similares. En lo que sí mantiene una homogeneidad absoluta de la primera a la última letra es en su contendido insustancial. Tan preocupado debía de estar el autor en demostrar su capacidad retórica que olvidó que esta última debe servir para comunicar un mensaje.
No falta, eso sí, una cita que pretende ser culta y es cobarde. Se trata de una frase de ‘El manifiesto comunista’ de Marx y Engels, pero el diputado socialista se lo atribuye tan sólo al segundo (no vaya a ser que citando al primero tenga que pasarse a las filas de IU) y obvia el título del libro, al que se refiere con un poético «el viejo manifiesto», olvidando cualquier referencia que nos haga pensar en hoces y martillos. Realmente, es mejor gastar unos minutos en servirse un café que en leer este artículo.
A favor de los políticos. Y de que cambien es uno de esos ladrillos supuestamente de fondo que nos regala de vez en cuando el diario de PRISA. Este corre a cargo de José María Izquierdo. No es tan cargante, hay que reconocerlo, como el texto del diputado Madina. Está escrito de forma más ágil y deja algunas ‘perlas’ dignas de enmarcarse.
En definitiva, es un alegato en defensa de la política y los políticos, si bien reclamando una regeneración que deje fuera a los curruptos. O así pretende mostrarse, porque al final el mensaje que queda es otro, y que podría resumirse en un inteligente: «derecha, caca».
Tras repasar el descontento de gran parte de la sociedad hacia los políticos, que son percibidos en su conjunto como malos, dice:
No importa que esos políticos hayan sido elegidos, hace apenas 10 meses, por quienes ahora les vituperan. El 20 de noviembre de 2011 votó el 68,94% del censo, exactamente 24.666.392 ciudadanos. Ciudadanos, por lo que se ve, que votaron a unos corruptos e inútiles para ocupar los escaños que posteriormente desembocarían en la elección de los cargos más representativos del Estado. Esto pasó en noviembre del año pasado, y cuando vamos a soplar la vela del primer aniversario de este Gobierno nos encontramos con la ominosa desafección.
Nos recuerda durante varios párrafos que Zapatero hizo algunas cosas mal, pero que el malo malísimo es el PP. Y lanza acto seguido un alegato en defensa de la democracia digno de enmarcar:
Para mantener la democracia, deberemos dejar de lado a quienes nunca han creído en ella, a izquierdas y a derechas, sobre todo a derechas, y salvar, en lo que podamos, a la profesión de políticos.
Ya ven, que hasta para ser contrario a la democracia hay clases. Quienes lucen yugos y flechas deben ser dados de lado –cierto es, una sociedad sana debe hacer eso– pero no es tan urgente hacer lo mismo con quienes añoran el Gulag soviético, tienen a la Cuba castrista como referente o admiran al genocida Pol Pot. Una pregunta queda ahí, ETA no cree en la democracia y se sitúa en la izquierda, ¿no es importante dejarla de lado? Nos tememos la respuesta.
Y ya puestos, ‘puñetazo’ a la cara de la presidenta de Castilla-La Mancha.
¿Profesión, digo? Pues claro. ¿Cuál es el problema? Hay unas señoras —y señores— que hacen un trabajo, casi siempre de muchas horas, a los que hay que pagarles. A no ser que queramos que cobren de las inmobiliarias, de las eléctricas o, directamente, de los bancos. Que es, por lo que se ve, a lo que aspira el Partido Popular y que ha empezado a hacer Dolores de Cospedal, que quiero recordarles que no es solo la presidenta de una comunidad autónoma, sino que es la segunda en jerarquía del partido que nos gobierna.
¿Tiene datos José María Izquierdo de que Cospedal ya ha empezado a cobrar de inmobiliarias, eléctricas o bancos? Si es así, que los haga públicos, puesto que estaríamos ante un caso flagrante de corrupción o, al menos, de violación de la normativa sobre incompatibilidades. Si no es así, ha hecho una acusación muy grave sin fundamento.
En la contrapartida de El País nos encontramos una columna que se echa en menos en el resto de la prensa de papel. Una Rosa Montero que siempre ha demostrado un compromiso inquebrantable con la causa de la democracia para Cuba, se plantea Preguntas sobre la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepedo, así como sobre el juicio que ha concluido con una condena de cuatro años de prisión para el español Ángel Carromero.
Tras lamentar que, tras el pequeño revuelo producido por la sentencia, el tema es fácil que vuelva a pasar al olvido, recoge las cuestiones lanzadas con alguien que tiene mucho que decir:
¿Quién puede fiarse de una dictadura que no habla con la familia de la víctima y que ni siquiera permite que los hijos asistan al juicio? Imposible no sospechar que Carromero calla para salvar el pellejo. ¿Por qué nadie mencionó el Lada rojo que vieron los testigos? ¿Por qué tardaron cuatro horas en llevar a Payá al hospital? “Nos dijeron que Carromero y Modig mandaron un SMS contando que les había embestido un auto”, añade Rosa María [la hija de Payá]. Por no hablar de las constantes amenazas de muerte y del extrañísimo accidente que ya había sufrido Payá semanas antes, cuando su coche dio varias vueltas de campana tras ser embestido por otro. Es la agonía de la duda, la desesperación ante la impunidad. “Hay demasiadas preguntas sin contestar. Por eso pedimos una investigación internacional: porque las víctimas tenemos el derecho de exigir respuestas”.
Ya en La Razón, Javier González Ferrari compara las figuras de los líderes socialistas vasco y gallego. El titular, visto ya escrito, parecía fácil: Patxi & Pachi. Leído en voz alta tiene menos gracia, la verdad, pero impreso queda ‘resultón’. Comienza dejando claro los términos:
Se pronuncian igual, pero se escriben de forma diferente. En España casi todo es diferente aunque en realidad se trate de cosas parecidas, cuando no idénticas. López y Vázquez, los dos Pachis, tienen en común que son socialistas y que, si el próximo domingo se cumplen los augurios de las encuestas, ambos se van a llevar un batacazo en las urnas.
Predice que López puede arrastrar en la caída electoral del PSE a un PP que le apoyó a cambio de nada. No descarta que esté dispuesto a pactar después de las elecciones con el PNV para que su partido siga en el Gobierno vasco:
Los socialistas tienen principios reversibles, como las gabardinas de los primeros años del desarrollismo cuando con una sola prenda podía combatirse el frío y la lluvia.
Su evaluación sobre el gallego es corta pero contundente:
Sobre el segundo Pachi, salvo que obre un milagro la cofradía del Nunca Mais, pasará a la historia tan inédito como entró recientemente en ella. La imagen de las sillas vacías en el mitin de Coruña junto a Rubalcaba el pasado sábado parece ser algo más que un presagio.
Alfonso Ussía dedica su columna a Artur Mas, pero aprovecha para criticar el Príncipe de Asturias, algo digno de destacar en un monárquico tan destacado como él. El Mesías arranca contundente:
«Soy un servidor de una causa histórica». Quiso parecer humilde y le salió la locura mesiánica. Es curioso. Pero este hombre, desde que se ha declarado abiertamente independentista, ha menguado en estética. Nada tengo contra los jefes de planta de los grandes almacenes, casi siempre amabilísimos y eficientes. Espero que no se sientan zaheridos con el brillante resultado de mi observación. Mas, con ese tupé, bien podría ser jefe de la planta de «Ropa de Caballeros» de unos grandes almacenes en el decenio de los ochenta. Y no se puede ser un mesías y un servidor de una causa histórica, cuando por el aspecto, Mas está siempre a punto de recomendar «este chaquetón de cuero que sale a muy buen precio».
Reprocha a los Gobiernos de España su dejación por permitir llegar a una situación que «hoy por hoy, parece irreversible». También critica al nacionalismo, incluído el del PSC cuando estuvo en el poder. Sus críticas alcanzan al heredero del trono, en forma de ironía:
El Príncipe ha dicho que «Cataluña no es ningún problema». Me alivia su optimismo. Su abuelo, Don Juan De Borbón, asiduo visitante de Barcelona, no opinaba lo mismo. «Me preocupa mucho más el nacionalismo catalán que el vasco».
Termina con el siguiente párrafo:
Cataluña es España, pero España no ha sabido estar en Cataluña durante estas últimas décadas. El complejo ante el nacionalismo se hizo silencio permanente. Cataluña, y en concreto Barcelona, fue una España gozosa y unida durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Quizá, en aquella época, los catalanes se apercibieron del orgullo y del amor que el resto de España sentía por Cataluña. En aquellas tierras, la joya de la Corona, ha predominado un socialismo, que para demostrar su plena identificación ha sido más nacionalista que todos los partidos nacionalistas juntos. Y ahí se ha quebrado el sistema. Y para colmo, nos llega el Mesías de los grandes almacenes. «Caballero, nos han llegado una nuevas corbatas italianas que son una maravilla».
Finalizamos este ‘Afilando columnas’ con El Mundo. Arcadi Espada firma El fiscal, un artículo donde muestra su enfado por el hecho de que la Fiscalía no hay actuado contra el ‘gafafasta’ de los tiros contra los dibujos del Rey y otros personajes en la televisión púbica catalana.
Recuerda que, a instancias del fiscal general Cándido Conde-Pumpido, el juez ordenó el secuestro de El Jueves hace cinco años cuando hizo una portada donde mostraba una caricatura de los Príncipes de Asturias entregados a las pasiones amatorias. Compara la falta de reacción de Eduardo Torres-Dulce ante el programa de la televisión catalana:
Es interesante especular sobre las hipótesis de su inactividad, en oposición a la conducta de Conde-Pumpido. Una es el principio de insignificancia, tan del gusto progre cuando es uno de ellos el sometido a la investigación judicial. Estaría dispuesto a admitirlo, si no fuera porque eso supondría admitir que el sexo iba a resultarle a los fiscales más violento que la propia violencia. ¡Una manera más deshonrosa de estar de cuerpo presente! Otra hipótesis es que la secuencia pudiera ser entendida como una crítica política inscrita en el ejercicio de la libertad de expresión. Pero hay un molesto olor a pólvora. ¡Del Rey! La última es la más inquietante: que el fiscal se adhiera al convencimiento de que en Cataluña el cumplimiento de la ley es una opción de la política. Y que haya optado por el apacigua-miento. Dada esta última posibilidad no tengo más remedio que apuntalar la columna a trompeta, con las rítmicas palabras que Churchill obsequió a Chamberlain cuando este le anunció que traía la paz para una generación: «Para evitar la guerra habéis optado por el deshonor. Ahora ya tenéis el deshonor y pronto tendréis la guerra.»