Cuando faltan apenas cuatro días para las elecciones autonómicas vascas y gallegas, dichos comicios apenas ocupan lugar en los espacios opinativos de los periódicos de papel del 17 de octubre de 2012. No al menos en los de Madrid y Barcelona. Sigue ocupando mucho más espacio todo lo referido al nacionalismo catalán. Algo más hay, cierto es. Pero poca cosa.
Algunas veces este humilde lector de columnas de pregunta cómo logran los articulistas escribir algo nuevo prácticamente a diario sobre el mismo tema. En realidad, unos lo logran pero otros no. A estos últimos les dejaremos en esta ocasión de lado, no vayamos a aburrirnos demasiado.
Arrancamos nuestro repaso a las columnas en tierras catalanas. La Vanguardia nos ofrece el artículo de Quim Monzó titulado ¿Equidistantes? en el que reprocha a quienes, oponiéndose a la independencia, piden ahora diálogo. Lo personifica en el editor Lara, que en la entrega del Planeta pidió diálogo a Mas y Rajoy, además de advertir de que la independencia «sería un daño irreparable para todos». Monzó dice al respecto:
Es curioso que mucha gente proponga diálogo ahora, cuando el malestar de la sociedad catalana se manifiesta con una intensidad que no preveían, y no antes, cuando el rebaño iba con la cabeza gacha. ¿Ahora hay que dialogar porque han visto que mucha gente ha perdido el miedo y antes no era necesario?
De paso reprocha a Lara ser el editor de La Razón, periódico que dice que se distingue «deformar la realidad catalana de forma interesada y sistemática».
Aunque confiesa que no tiene «mucha fe en este proceso que empezó a principios de septiembre» debido a la cobardía de los políticos catalanes, sigue con sus reproches a quienes se preocupan por lo que ocurre por ser contrarios a la independencia. Dice de los «opinares» que:
Alaban las virtudes de saber pactar, de encontrar una solución a gusto de todos, y nos venden las maravillas de los federalismos, asimétricos o helicoidales. Hasta de debajo de las piedras surgen sabios advirtiendo de los peligros que amenazan a aquellos que se apartan del recto camino. Ahora avisan de que todos los grandes oleajes colectivos lesionan la libertad individual, pero no decían lo mismo cuando el oleaje iba justo en dirección contraria.
Y Monzó se pone digno, tanto que da la impresión de que se considera moralmente superior a quienes no comparten sus puntos de vista:
De golpe se les han disparado las alarmas. Expertos en fingir que están por encima del bien y del mal, muchos van de equidistantes por la vida pero se les ve el plumero a la legua.
También en el periódico del Grande de España más cercano a CiU, encontramos La balsa de la Medusa, de Màrius Carol, dedicado al partido de Carme Chacón y Pere Navarro. Ya saben ustedes, queridos lectores, ese que es socio del PSOE pero no es el PSOE. Arranca explicando el título de texto:
El PSC es en estos momentos lo más parecido a La balsa de la Medusa que pintó Géricault en 1819 y que se conserva en el Museo del Louvre. El cuadro relata el afán de supervivencia de los náufragos del navío La Medusa, que iba a la colonia de Saint-Louis, en África. El barco refleja la esperanza de unos y el desespero de otros.
Dice del plantel que presenta ante los próximos comicios autonómicos que: «Más que una lista electoral, se ha hecho un menú a la carta» en el que han perdido peso «los llamados catalanistas». No le gusta el PSC de Pere Navarro, es evidente, y le reprocha que no quede claro cuál es su proyecto. Lanza un mensaje final, donde se entrevé que le gustaría que fuera menos socialista y más catalanista:
Es evidente que la sociedad catalana necesita un partido socialista fuerte, que ocupe la centralidad política y defienda Catalunya sin subordinarse al PSOE. De momento, sólo sabemos que Navarro no quiere el choque de trenes, pero lo malo es que el PSC no sabe qué hacer con el cambio de agujas. El domingo el PSC fue una balsa, pero, cuidado, que también en la tela de Géricault todo parecía controlado hasta que sobrevino la tormenta.
Joan Barril, ese escritor de Planeta que arremetió contra el mismo Lara que edita sus libros por proteger sus intereses empresariales —Un asesor de Duran i Lleida y autor de Planeta ataca a Lara por amenazar con llevarse sus editoriales fuera de Cataluña— da una lección de ‘señorío’ con un artículo en el periódico donde se dice que quienes se oponen a los deseos independentistas de Mas lo que hacen es rebuznar, bufar o gruñir. El respeto, ante todo.
Todo esto se puede leer en un onírico artículo titulado El gran salto, en el que compara el modo de actuar de Mas con el de Felix Baumgarter, no con el de un dictador sangriento y asesino en masa llamado Mao Tse-Tung.
Imagina un encuentro entre ambos protagonistas del artículo, en el que surge una inmediata amistad. Pronto, Mas se eleva en una cápsula y se lanza a su propio salto:
Mas puede ser un insensato o un suicida, pero para bien o para mal es auténtico. Fuera de la pequeña cabina ya no puede volver atrás. Corifeos y libelistas ávidos de mantenerse en sus cargos continúan rebuznando en la estratosfera, pero el vertiginoso saltador ya no oye amenazas. Y por delante solo le quedan los prados horizontales de la Historia.
Eso sí, al final hay un deje de tristeza ante un presidente catalán que parece frenar algo:
Y en estas reflexiones escuchó por los auriculares la advertencia de Baumgartner: «Cuidado, colega. Vas demasiado deprisa». Y Mas salió de su nube, accionó el paracaídas y dijo que, tras el vuelo, no pretendía la independencia total de Catalunya, sino una interdependencia en la que se compartan aspectos tan simbólicos como seguridad y defensa. Un rugido de alivio debió salir de la caverna. Al llegar al suelo, Duran lo estaba esperando. La aventura continuaba.
Ya en Madrid, comenzamos con El País. Nos quedamos con una de esas columnas de opinión que, por alguna extraña razón, los de la Calle Miguel Yuste quieren hacer pasar por ‘análisis’. La firma el experto en ETA de la casa, Luis R. Aizpeolea, que escribe con motivo de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo contra el Estado por no investigar las denuncias por torturas presentadas por el director del clausurado diario Egunkaria.
Es importante el dato de que la condena es por no investigar, no por haber torturado. Sin embargo, en Completo retorno al pasado, el periodista de El País dicta su propia sentencia:
Pero en la respuesta del Estado [al asesinato de 50 personas a manos de ETA] entre 2000 y hubo abusos, como el cierre de Egunkaria y las torturas y encarcelamiento de sus directivos.
La Justicia debería haber investigado las denuncias presentadas por Martxelo Otamendi, pero eso no las convierte en ciertas. No lo sabemos si no hay juicio, por mucho que Aizpoelea las de por hechos probados.
Tras repasar el caso del socialista José Ramón Recalde, herido en septiembre de 2000 por los terroristas, y recordar que este 17 de octubre comienza el juicio contra los presuntos autores del atentado, finaliza:
El que los presuntos autores del atentado contra Recalde se sienten en el banquillo es la expresión de la derrota de ETA. Recalde, su víctima, defiende que el Estado de derecho funcione. Y con él, la reinserción de los presos etarras, que muestren su rechazo del pasado terrorista. La limpieza étnica de ETA generó un odio natural que algunos no superan, otros lo usan políticamente y se acaba tornando en rémora en el fin del terrorismo. Pero Recalde, víctima emblemática de ETA, está por la convivencia y no por la venganza en este completo retorno al pasado.
Así que ya saben, queridos lectores, quienen piden que los terroristas cumplan las penas de dejan mover por el «odio natural» y les mueve la venganza. La justicia, se ve, no tiene nada que ver con eso. Lo importante es la convivencia con personas como un Otamendi que niega estar vinculado a ETA pero que no duda en pedir homenajes públicos a los fundadores de la organización terrorista —Martxelo Otamendi, director de Berria, reclama un homenaje público a los fundadores de ETA–.
Elvira Lindo es posiblemente la autora de la columna más original de la jornada, al menos por su tema. No aparecen Cataluña ni el nacionalismo por ninguna parte. Tampoco suelta ninguno de sus exabruptos más o menos habituales contra periodistas o políticos de derechas. De hecho, no hay insultos. Tan sólo elogios, todos ellos destinados a uno de los referentes televisivos de la izquierda española: Jordi Évole. El texto se llama Chico de barrio.
Si Jordi Évole no tuviera ese aspecto de chaval majete que hace encuestas por la calle y aspira eternamente a ser presentador, su programa sería visto por todos aquellos expertos que acuden a las tertulias o que escriben esos artículos que el lector suele dejar a la mitad. Y en esas mismas tertulias citarían algunas de las entrevistas de Salvados, por donde desfilan personajes que tienen el don de la claridad.
Lindo está totalmente entregada a ‘El follonero’:
Por lo demás, yo susurro en cuanto puedo el nombre de Évole al oído de algunos expertos. No sé si me hacen mucho caso: porque se trata de un programa de la tele, porque emplea un tono sin pretensiones, porque el presentador parece un muchacho de barrio… Pero yo tengo un altarcillo para quien sabe contar este desastre sin perder la inocencia y la sonrisa.