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Lo más jugoso en materia opinativa de la prensa en papel este 30 de octubre de 2012 se presenta en clave catalana. Desde un contundente artículo en clave ‘yo acuso’ de Salvador Sostres en El Mundo hasta lo que parece una campaña de La Vanguardia presionando al PSC para que se ‘independice’ del PSOE. Alguna cosilla más hay, como un coscorrón del José Javier Esparza en La Gaceta el creador del ‘liberalismo simpático’ amigo del Grupo PRISA.
Arrancamos con Salvador Sostres, que en Los enemigos de Cataluña sostiene: «El problema de Cataluña es que queriendo proclamarse nación no ha pasado nunca de ser una tribu, la secta de los que están de acuerdo conmigo». Acto seguido se presenta a sí mismo cual si fuera un asistente a una reunión de alcohólicos anónimos:
Me llamo Salvador Sostres, tengo 37 años, soy padre y marido, mi país es Cataluña y estoy vetado en todos los medios de comunicación catalanes, públicos y privados, que no es lo mismo pero es igual si tomamos en consideración que de un modo u otro a todos los mantiene la Generalitat.
El retrato que hace de Catañuña –«Sólo en las tribus más oscuras la opinión concreta importa más que el talento y la inteligencia»– es demoledor:
Muchos catalanes creen, en efecto, que los periódicos catalanistas, subvencionados y que, por lo tanto, no son libres, son mejores que EL MUNDO porque «va en contra de Cataluña y tú, ahora, Salvador, estás trabajando para los enemigos de Cataluña». Si como nación no hemos conseguido nunca nada y nos hemos quedado en este descorazonador estado de provincia/tribu es porque hemos creído siempre que es mejor un pésimo periódico que nos complazca a uno bueno que no nos da la razón en todo.
Denuncia que en Cataluña se insulte a Albert Boadella y Arcadi Espada mientras se elogia y ypremia a «un mamarracho amanerado como Sergi Belbel» y Manel Cuyàs», autor de «unas infames memorias del Presidente Pujol». Para Sostres:
Mientras los catalanistas han vivido de escandalizarse con Federico [Jiménez Losantos] o con Intereconomía, los medios de comunicación catalanistas, subvencionados y por lo tanto comprados, han podido culminar su ataque, brutal y terrible, reduciendo a buena parte de la sociedad catalana a sus límites mentales. Mientras los catalanistas se indignan con lo que «nos roba España», los políticos y medios de comunicación que supuestamente nos defendían nos han limpiado la casa de bienes y de esperanza.
El columnista catalán concluye:
La mediocridad sólo trae frustración y la corrupción sólo la calamidad. Cuando todo haya fracasado, La Vanguardia publicará la dimisión de Mas en exclusiva. En el editorial tendrán el morro de llamarle irresponsable por haber iniciado este proceso, que ellos apoyaron mientras estaban a sueldo, y evidentemente ya habrán empezado a cobrar de los siguientes que van a mantenerles.
Y ahora vayamos ahora a uno de esos medios catalanes por los que tiene tan poco cariño Salvador Sostres, en concreto al periódico publicado por el Conde de Godó y Grande de España.
La Vanguardia parece haber emprendido una nueva ‘cruzada’ catalanista, en esta ocasión destinada a presionar a Pere Navarro y los suyos para que se separen del PSOE. Señalemos los dos artículos que son más claro en este sentido. El máximo responsable de Política del diario, Jordi Barbeta, publica Navarro, como Mas: rendirse o rebelarse, en el que lamenta que Rubalcaba haya desautorizado al candidato del PSC y arruinado «la credibilidad de la apuesta por el federalismo con la que PSC intentaba no convertirse en un partido marginal».
Acusan a menudo al PSC de estar acomplejado respecto a CiU y los hechos demuestran que son los socialistas españoles, sobre todo los exalumnos del colegio del Pilar, los que actúan fascinados por el nacionalismo inherente a la derecha que se cree heredera de España como «unidad de destino en lo universal».
Como en esos artículos en los que algunos nacionalistas presentan una larga lista de agravios contra Cataluña por parte de España, el de La Vanguaria sotiene: «Que el secretario general del PSOE humille al primer secretario del PSC no es inédito, sino que ha sido durante décadas algo sistemático».
Acto seguido presenta el listado en cuestión, que comienza en la Transición y llega hasta nuestros días, y entre las que figuraría la propia tramitación del Estatut. Concluye:
Muy a pesar suyo, el PSC se está encontrando con el mismo dilema que Artur Mas: rendirse o rebelarse… estado propio, grupo propio… al final todo es decidir.
La segunda columna sobre esta cuestión, titulada PSC-PSOE: separación amistosa, corre a cargo de una de las subdirectoras de La Vanguardia, María Dolores García:
El declive del socialismo en España será estudiado de aquí a unos años como un fenómeno insólito. Ya no sorprende que, en medio de una crisis despiadada, los socialistas se encuentren sumidos en la confusión, sin acertar a proponer salidas creíbles y viables. Pese al bipartidismo imperante, el escaso carisma del presidente Rajoy y el descontento por los ajustes, el PSOE cae en barrena. Y esa tendencia no la va a arreglar Rubalcaba. El potencial votante socialista está convencido de que el líder del PSOE hará en lo esencial lo mismo que el PP: recortar, ayudar a la banca, mantener la misma endogamia en el funcionamiento del partido, idéntica forma de hacer política…
Si no hubiera explicado que en esta última descripción se refería al PP y Rajoy, este humilde lector de columnas hablaba de Artur Mas y CiU. Pero claro, recordar eso desde La Vanguardia es algo que no se estila últimamente.
Sobre el PSC, plantea:
¿Existe alguna salida para el partido que en su día fue un elemento cohesionador en una sociedad tan compleja? Si sigue por este camino, no. El PSC se ofrece como puente entre una CiU separatista y un PP centralista. Pero cuando una goma se estira desde sus dos puntas, al final se rompe por la mitad. No es tiempo de abandonarse a la inercia. Tanto si Artur Mas se estrella en su empeño como si sale adelante, el PSC se habrá quedado paralizado en el momento del humillante fiasco del Estatut, lejano como un punto en el horizonte. ¿Qué hacer entonces? Soltar lastre. Una separación amistosa entre PSC y PSOE. No para abrazar la secesión, sino para valerse por sí mismos.
Insiste en la idea:
Igual que los catalanes han notado a veces cierta tibieza del PSC a la hora de defender sus intereses, ahora la perciben cuando se aferra a una solución federal que suena a más de lo mismo. Si de verdad desean defender una relación diferente de Catalunya dentro de España, tendrán que aplicársela en casa. Hemos llegado a un punto en que el PSC sólo podrá defender una Catalunya dentro de España, con contundencia y sin complejos, si es un partido independiente. Extraña paradoja.
Claro que el truco está, y eso es algo que no señala la subdirectora de La Vanguardia, en que si el PSOE y el PSC se separan nada garantiza que este último apueste de forma abierta y definitiva por el independentismo. Al apartarse de los de Ferraz, las famosas ‘dos almas’ de los socialistas catalanes posiblemente quedaría reducidas a una sola, la nacionalista. Claro que tal vez es eso lo que desean desde La Vanguardia.
Quien no escribe en esta ocasión sobre nacionalismo, Cataluña ni nada similar es Pilar Rahola. Y el resultado ha sido uno de esos artículos que a este humilde lector de columnas le hubiera gustado escribir a él. Es un texto brillante y acertado, sobre la intromisión del Estado (en este caso el británico) en la vida familiar. Se titula Mamá y papá Estado:
Lo digo sin ambages: estoy escandalizada con la noticia que viene de Inglaterra y que cualquier día llegará a casa. Según dice la información, las niñas de seis colegios del condado de Oxfordshire «podrán solicitar la píldora del día después mediante un SMS en virtud de un programa que se iniciará el próximo mes de julio». La idea es frenar los embarazos adolescentes y por ello la administración les concederá la píldora a las chicas directamente, sin mediar ningún trato humano y al margen del conocimiento de los padres. Es decir, el papá-Estado hará de tutor indirecto de las adolescentes vía teléfono, y convertirá la relación padres-hijas en una brecha insalvable que la administración decide saltarse por gracia de su graciosa majestad. Y no hablamos de chicas de 18 años, sino de edades a partir de los 11 años, es decir, de auténticas criaturas. Lo siento, pero esto no me parece ni avanzado, ni progresista, y desde luego nada bueno.
Se plantea:
¿Esa es la función del Estado, la de sustituir a los padres en momentos delicados? Y ello sin que medie ningún conflicto, ni se trate de ninguna familia problemática, sino sencillamente por si acaso. Es decir, por si acaso se aparta a los padres por decreto ley, se trivializa un posible embarazo resolviéndolo vía SMS, y se banaliza la sexualidad a temprana edad como si fuera, nunca peor dicho, un juego de niños. ¿Pero quién se ha creído el Estado que es? ¿En qué momento un representante público debe convertirse en una especie de pater familias supremo por encima de las familias y de las relaciones parentales?
Tiene razón Rahola en su denuncia. El Estado (lo que incluye niveles inferiores de la Administración, como los ayuntamientos o las comunidades autónomas en España) siempre tiene la tentación de inmiscuirse hasta en los más mínimos aspectos de la vida de los ciudadanos.
A los políticos no suele gustarles la autonomía de la sociedad civil –cuyo última expresión son las personas y las formas de asociación más básicas, como la familia– y en su «fatal arrogancia» pretenden saber mejor que nosotros mismos qué es lo que nos conviene. No está de más que de vez en cuando alguien lo recuerde.
Pero claro, eso debe aplicarse a todo, incluyendo el derecho a educar a los propios hijos como se quiera y en el idioma que se decida.
Viajamos ahora a Madrid, donde nos encontramos un breve artículo del director en funciones de La Gaceta, José Javier Esparza, titulado ‘Desprecio al amigo’. Comienza citando a fray Diego Niseno, que en 1638 dijo: «»Notable resulta agasajar a un enemigo juntando carbones sobre su cabeza». Se refiere al Secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, del que dice:
Lo indudable es que parece dispuesto a juntar carbones sobre las cabezas de sus enemigos, y así tenemos ya dos premio nacionales consecutivos -Narrativa y Periodismo cultural- concedidos a eminentes plumas del diario ‘El País’. Bien está amar al enemigo, pero para ello no es preciso despreciar al amigo.
Tal vez Esparza no haya caído en la cuenta de que para Lassalle el amigo es precisamente El País, periódico en el que lleva escribiendo con cierta frecuencia desde hace ya varios años. Fue allí, por ejemplo, donde acuñó su celebre término «liberalismo simpático».
Terminamos nuestro repaso diario a las columnas de la prensa de papel en La Razón. Nos quedamos con Los tramposos, de Javier González Ferrari. Contrasta a Amancio Ortega, convertido en auténtica bestia negra para Lucía Etxebarría y otros zurdos por los 20 millones de euros donados a Cáritas, con los líderes sindicales y de partidos situados a la izquierda del PSOE.
Tiene gracia que quienes aplaudían a Sánchez Gordillo, el alcalde stalinista de Marinaleda, por asaltar supermercados presuntamente para dar de comer a los necesitados, se rasgen ahora las vestiduras porque el primer empresario de España, Amancio Ortega, haya donado veinte millones de euros a Cáritas.
Tras recordar que en UGT y CCOO se plantean ERE aplicando la reforma laboral mientras los líderes de esos sindicatos se suben sueldos y no renuncian a ningún privilegio, dice:
Harían mejor los Méndez, Toxo, Cayo Lara, Llamazares, Beiras y demás compañeros del metal (del vil metal, claro), en donar las subvenciones que nos sacan a todos los españoles de los cada día más magros bolsillos, para que organizaciones como Cáritas puedan seguir ayudando a aquellos a los que nadie ayuda, empezando por ellos, y terminando en el propio Gobierno.
Concluye:
El dueño de Inditex es un ejemplo de empresario que ha contribuido, y sigue haciéndolo, a crear riqueza colocando una compañía española a la cabeza del negocio textil y los complementos en el mundo entero. Los tramposos que predican una cosa y hacen otra no pueden seguir contribuyendo a poner a España contra las cuerdas desde la más absoluta impunidad.