El manifiesto publicado por El País con la rúbrica de numerosos ‘abajofirmantes’ ha hecho correr ríos de tinta dedicada a plasmar opiniones en la prensa de Madrid y Barcelona. Resulta llamativo, eso sí, que este 5 de noviembre de 2012 el diario de PRISA no ofrece ninguna columna sobre la cuestión, mientras que es un tema que prácticamente monopoliza los artículos de El Mundo.
Consulta aquí todos los firmantes del manifiesto
LEA EL TEXTO ÍNTEGRO DEL MANIFIESTO
Otra cosa resulta también digna de destacar, esta referida al periódico del Grande de España y Conde de Godó. En la antaño franquista y «española» (el gentilicio formaba parte de su cabecera) no tienen claro si les molesta más el texto o que este sea criticado desde posturas no nacionalistas catalanas.
Pero arranquemos con otro tema, aunque relacionado. En la contraportada de El País Almudena Grandes firma Identidad, uno de esos textos en los que el autor (autora en este caso) adopta una postura de superioridad moral y afea su conducta y pensamientos a quienes no comparten su modo de ver el mundo. Por supuesto, se muestra muy sensible ella, con las víctimas de la crisis y de un malvado Gobierno que no quiere imponer la dación en pago y sí reducir el número de funcionarios.
Pero su sufrimiento y perplejidad, «crisis sensorial» según escribe, llegó el miércoles anterior cuando presento a Joan Herrera, el candidato de la marca catalana e independentista de IU, «en un desayuno con políticos y periodistas en Madrid».
Nos cuenta Grandes:
A pesar de que el candidato de ICV habló sobre todo de recortes, del desmantelamiento del Estado del bienestar y del sufrimiento de la gente, las preguntas que recibió giraron en torno a la famosa independencia. Me dieron ganas de felicitar a los asistentes, porque a ninguno deben de haberle recortado el sueldo, ni tiene hijos en paro, ni paga por los medicamentos, ni conoce los dramas que me estremecen todos los días. Pero después de tanto hablar de identidad, la mía empezó a absorber toda mi atención. Desde entonces, estoy en vilo. ¿En qué país vivo yo? Si alguien lo sabe, que me lo diga, por favor.
¡Pero que insensibles son los periodistas y políticos de Madrid¿ ¿Cómo osan preguntar a un independentista catalán sobre el independentismo? Menos mal que tenemos a las articulistas progresistas de guardia que les afea su conducta. Lo único moralmente aceptable es compartir sus sentimientos y sensibilidad. Al menos eso deben de pensar Grandes y similares.
Aunque puestos a afear conductas, tampoco se queda corto Màrius Carol, director de comunicación del Grupo Godó. Publica en La Vanguardia un artículo titulado El malo de la película, en el que reprocha al PP y a «los hoolingans del columnismo de la prensa conservadora» su reacción ante las declaraciones de Bardem en la que el actor decía que al Gobierno de Rajoy le viene bien que haya mucho paro. Lejos de criticarle, nos dice, la repuesta tenía que haber sido otra:
Lo aconsejable ante las intempestivas declaraciones de Javier Bardem hubiera sido que la ministra del ramo le hubiera invitado a tomar un café para contarle que le ha gustado Skyfall y, de paso, le explicara qué está haciendo el Gobierno para luchar contra el paro (y así nos enteraríamos todos). Lo inteligente sería que Báñez ni siquiera le recordara el apoyo que dio a Zapatero, que abandonó la Moncloa con más de cinco millones de parados. Hubiera constituido un ejercicio de fair play. Sin fotos, aunque reservándose la posibilidad de un tuit a posteriori. El ministro de Cultura no podría estar presente. A un malo no hay que enfrentarlo con un peor. Además, se parece demasiado al Dr. No.
No queda ahí la cosa:
Cuando la marca España anda maltratada, no conviene denigrar a aquellos que encarnan su imagen más positiva, como es el caso de Javier Bardem. El PP de Rajoy debería acercarse más al mundo de la cultura, que es de los pocos sectores que siguen dando lustre al país.
Ya sabemos, pues, lo que tiene que hacer el Gobierno de Rajoy: mimar a esos actores progres tan acostumbrados a vivir de las subvenciones. Este humilde lector de columnas se pregunta si Carol le haría la misma recomendación a Artur Mas si el objeto de la «burrada» (término usado por el de La Vanguardia) hubiera sido el presidente catalán.
Seguimos con el periódico del Grande de España. Ahora con el director adjunto del diario, Enric Juliana, y su columna El Manifiesto. Nos recuerda algo evidente:
La mayoría de los firmantes tienen como punto de referencia el diario El País, intelectual orgánico del centro izquierda español durante más de treinta años.
El resto del texto es un ejemplo de auténtico equilibrismo dialéctico, consistente en criticar tanto a quienes desde el resto de España no celebran el manifiesto como a quienes lo firman.
Un desdén [hacia el manifiesto] de la derecha de la derecha, porque el documento no concluye con el grito de guerra más grato al macizo de la raza: ¡A por ellos que son de regadío!
El contenido del manifiesto no le disgusta a Juliana, pues:
Finalmente acepta la hipótesis de una independencia decidida por una amplia mayoría de la sociedad catalana: «Si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreductible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicción democrática nos obligaría al resto de los españoles a tomarlo en consideración para encontrar una solución apropiada y respetuosa». No es esa la doctrina de la derecha de la derecha, expuesta recientemente por José María Aznar: quebrar socialmente Catalunya antes de que sea demasiado tarde. No es un edicto de la FAES.
Entonces, se preguntará usted, querido lector, qué es lo que le molesta. El momento elegido para publicarlo y firmarlo:
A buenas horas mangas verdes. Haberlo escrito antes. Haber redactado un manifiesto cuando en 2005 Catalunya fue objeto de un incivil boicot comercial y de una soez campaña de insultos por haber osado proponer una reforma del Estatut que inflamaba a la derecha de la derecha. Estos eran ayer comentarios de cierta intensidad en Barcelona. Quan fou mort lo combregaren, que dicen en Lleida.
Concluye:
Ahí, en esa dolorosa ausencia hace siete años, reside precisamente la importancia del documento. El Estatut seguramente les pareció un juego táctico -un imprudente juego de Zapatero- y ahora ven las cosas de otro modo. Y aciertan. La situación es distinta. El Manifiesto de los Trescientos es la segunda victoria objetiva del catalanismo después del éxito del Onze de Setembre. Anteayer callaron; hoy hablan. No quieren quedarse a solas con el macizo de la raza.
Al final, terminan siendo mucho peores aquellos que no muestran cierta comprensión hacia el nacionalismo.
Suponemos que uno de esos a los que Juliana considera «la derecha de la derecha» o «el macizo de la raza» es Federico Jiménez Losantos, que firma uno de los numerosos artículos en El Mundo sobre el manifiesto. En concreto, el suyo se titula La ‘progrez’, sin guión. En realidad, tampoco critica a fondo el manifiesto, sino más bien la categoría de ‘abajofirmante’:
La función esencial de los manifiestos de la Izquierda Instalada no es defender nada, salvo su condición de faro iluminador de la opinión pública. Algún pardillo pensará que, como todo el mundo tiene opinión, cualquiera puede ser abajofirmante. Craso error. Para alcanzar la egregia condición de abajofirmante, que automáticamente realza cualquier condición social, el abajofirmante no necesita tener idea de política, de arte, de ciencia, de ecología, de medicina o de economía. Basta ser de Izquierda, cosa fácil, y ser admitido como tal en la escenografía progre, que es mucho más difícil.
Sostiene:
Lo esencial es pertenecer a la secta de PRISA en sus cuatro variantes: mayoritariamente socialistas, minoritariamente comunistas, cosméticamente liberales y titiriteros sueltos, pero todos de casa.
Concluye de forma todavía más contundente:
Lo malo es cuando, como ayer, no se sabe bien lo que se abajofirma. Si los jefes sociatas son incapaces de definir el federalismo y el derecho a decidir de Cataluña ¿qué pueden defender sus huestes? Pues lo que sea: que aceptarán lo que finalmente decidan los catalanes pero que no sólo los catalanes sino todos los españoles deben decidir; que la soberanía es catalana, o española, o ambas, o ninguna, o ¡a saber! Se han lanzado, como siempre, a firmar lo que sea, siempre que sea progre, pero, ay, la progrez se ha quedado sin guión. ¡Tenían que hacer algo! Y lo han hecho: el ridículo.
Muy mal lo debe de haber pasado Enric Juliana si ha leído el artículo de Losantos. No aparece ni una sola vez algo parecido a un «a por ellos que son de regadío» dedicado a los nacionalismos. O igual es que al Sur del Ebro (y al norte, si no se es nacionalista) nos falta la necesaria sensibilidad para ver ese tipo de llamamiento a la violencia por parte del «macizo de la raza».
Y si Losantos critica a los ‘abajofirmantes’ en El Mundo, en ese mismo periódico Casimiro García-Abadillo se expresa en sentido radicalmente contrario. Lo hace desde el título de su artículo, El Manifiesto de los sensatos. Tras repasar, desde una postura muy crítica, la trayectoria de Artur Mas y su proyecto independentista, cuenta:
Hace unos días, un amigo me habló de un manifiesto que tenía como promotor, entre otros, al ex secretario general del PSE Nicolás Redondo. Hablé con él y me confirmó la iniciativa.
Resume el texto de la siguiente manera:
El manifiesto, que consta de cinco puntos y apenas si llena dos folios, apela a cosas tan de sentido común como «la lealtad a la Constitución de 1978» y reivindica abiertamente «el Estado y la nación españoles». Desde el reconocimiento de la «estima y solidaridad con Cataluña» alerta de que «un muro de incomprensión y agravios inventados pueda ser levantado entre la sociedad catalana y los ciudadanos del resto de España». El escrito llama a «respetar los cauces democráticos» y pide «el acatamiento de las leyes y los procedimientos previstos en el ordenamiento jurídico».
Tras nombrar a varios de los firmantes, concluye:
Desde aquí, todo mi apoyo a una iniciativa que sí recoge el sentir de la mayoría de los ciudadanos de Cataluña… y de toda España.
A este humilde lector de columnas casi le da la impresión de que García-Abadillo lamenta que no le pidieran que firmara. A menos su nombre no aparece entre los trescientos signatarios —Firmantes del manifiesto–. Tal vez sea porque, como dice Losantos, él no está vinculado a PRISA.
Y terminamos la muestra con una tercera columna de El Mundo sobre el asunto. Manuel Jabois se pone musical en el título, y utiliza una conocida frase de una canción de Manu Chao: Qué horas son mi corazón. Arranca provocador:
300 intelectuales han firmado un manifiesto en el que se dice que el independentismo catalán se asienta sobre una ficción. Como si lo firman 300 peluqueras.
Pero que no se enfaden los ‘abajofirmantes’, ni tampoco las profesionales en eso de arreglar los cabellos ajenos. Se explica:
Cuando uno se pone a construir la historia a imagen y semejanza de sus afectos pocos escritos se les pueden poner delante, salvo diagnosticar el mal y prepararse para lo peor.
Cita a un brillante catalán al que este humilde lector de columnas tuvo el honor de entrevistar no hace mucho —Albert Boadella: «El PSC se ha encargado de que todos los medios catalanes estén por el independentismo»–:
«Creo sinceramente que una parte de Cataluña está sometida a una enfermedad paranoica», me dijo hace años Boadella, y pensé que exageraba. No sabía entonces que el verdadero drama catalán es que no exagera nadie. Una suerte de madriditis, mal de aire de la epistemología culé, se ha instalado en la estructura política para apuntalar el discurso de la opresión y el robo con que España, en este Cantar del Mio Mas, obsequia a Cataluña.
Finaliza:
El Molt Honorable me ha dado un par de buenas columnas pero siento que nuestra historia de amor se acaba. Hemos llegado al punto de que la opinión consista en transcribir los discursos y a continuación dar el parte médico, locutado con las señales horarias, que se darán todas las veces que sean las 17:14 en un solo día. Es posible.
Aplíquese aquí lo dicho sobre el artículo de Losantos. Tampoco en el texto de Jabois se ven es «a por ellos» que denuncia Jabois. A no ser que la mera crítica sea una declaración de hostilidad para el sensible director adjunto de La Vanguardia.