En España hoy, y son datos del Banco Mundial, es más difícil montar una empresa que en Zambia, Uganda, Afganistán o Albania
La entrevista es magnífica. La firma Gonzalo Altozano en ‘La Gaceta’ y lo más chocante, de todas las cosas chocantes que dice el entrevistado, es que a él no le gusta la polémica.
Durante años fue la bestia negra de la derecha madrileña, que, sin embargo, hoy se desayuna feliz con sus columnas.
Salvador Sostres no sabría decir quién ha cambiado, si él –«tal vez he sabido explicarme mejor»– o la derecha madrileña –«puede que ahora me escuche de otra forma»-, aunque cabe la posibilidad de que ninguno de los dos haya cambiado tanto.
-«Madrid nos roba». ¿Verdadero o falso?
-Como lema, y desde el punto de vista de la agitación y la propaganda, ha funcionado tan bien como el «No a la guerra» y el «Nunca mais».
-¿A qué se debe?
-A que muchos en Cataluña creen que la independencia les traerá consigo un iPhone 5.
-Lo dice en tono de parodia, ¿no?
-Claro. Lo que no impide que la frase se ajuste a la realidad más de lo que pueda imaginar una persona razonable. De verdad que hay quien cree que la independencia, incluso el pacto fiscal, llenará su vida de comodidades.
-Con que llegado el momento se llevarán un chasco.
-Si es que llega el momento. Porque si Cataluña no es independiente no es por culpa de España, sino porque los independentistas no lo han soñado con suficiente fuerza ni peleado con la valentía necesaria. Lo demás son excusas.
-De las que usted no es nada partidario.
-No siento ninguna simpatía, diría incluso que poco respeto, con los que no asumen con virilidad su vida y sus circunstancias, con los que responsabilizan a los demás de sus propios fracasos.
-¿Con qué se solidariza?
-Con la lucha de los que luchan, no con la queja de los que se quejan. El que no sale adelante es porque algo no habrá hecho bien. Cada cual es responsable de su destino.
-¿También los cinco millones de parados?
-La situación es difícil no sólo para los que no tienen trabajo, también para los que conservan su puesto y no le digo para los que montan una empresa.
-¿Ser empresario en España es llorar?
-En España hoy, y son datos del Banco Mundial, es más difícil montar una empresa que en Zambia, Uganda, Afganistán o Albania. Para que una sociedad sea rica en derechos y libertades ha de ser próspera. Y para eso nada mejor que los empresarios ganen dinero.
-Usted siempre en defensa del empresario… y del cura.
-En defensa de quienes hacen posible el mundo, sí. Porque cuando la gente pasa hambre ¿adónde va, a la puerta del sindicato o a la de la parroquia? Pues ya está. Mire, si la Iglesia no fuera capaz de repetir a diario el milagro de los panes y los peces, el Estado mañana mismo entraba en bancarrota, y sin posibilidad de rescate. Sin lugar a dudas, y dicho de manera poco ortodoxa, la Iglesia es la gran ONG del mundo.
-Leyéndole, también escuchándole, uno no sabe dónde acaba su convencimiento y dónde empieza su afán por epatar.
-Digo y escribo lo que pienso y no tengo ningún gusto por la polémica. Otra cosa es que la gente se escandalice o no; están en su deber y en su derecho, yo eso no lo puedo controlar. A veces, eso sí, me sorprende que cosas que me parecen obviedades causen tanto estupor en alguna gente. Será que muchos cerebros están podridos de corrección política y pensamiento buenista.
-¿Es de los que no se arrepiente de nada?
-Si pensara y escribiera como hace 10 años, significaría que no he aprendido nada, que sigo leyendo lo mismo, que no he conocido a otras gentes. ¡Sería dramático!
-Se lo pregunto por el artículo aquel del Avui, «Hablar español es de pobres».
-Fue escrito en tono de broma como respuesta a tantos otros que hacían burla del catalán. Por eso me sorprendió -y me pareció de poco fair play- que se liase la que se lio. Porque se lio. ¡Si hasta Los Angeles Times lo reprodujo! Dicho esto, guardo de aquel artículo tan chorra un cariño enorme.
-Mire que la vuelve a armar, como cada vez que arremete contra la liberación de la mujer.
-Nunca he arremetido contra la liberación de la mujer. Lo que pasa es que a las cosas ya se las llama de cualquier manera. Lo que sí he dicho es que inculcar a la mujer que el único modo de realizarse es siendo alta ejecutiva es de una estupidez supina y de una mala leche sin límite que ha arruinado muchas vidas.
-¿En contra de la incorporación de la mujer al trabajo?
-Evidentemente no. Que cada una haga lo que le guste, pero con libertad y sin presiones. La que quiera presidir una multinacional que la presida. Y la que quiera ser ama de casa que lo sea. Sólo una persona intelectualmente limitada puede llegar a la conclusión de que lo primero es más importante que lo segundo.
-Margaret Thatcher decía que para ser una buena primera ministra bastaba con ser una buena ama de casa.
-Y lo decía ella, que fue una pésima ama de casa, eso sí, sobrada de imaginación y deseos de un mundo mejor, hasta el punto de que la humanidad no ha vuelto a repetir una combinación de liderazgo como la de Juan Pablo II, Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
-Combinación de la que queda fuera la Reina de Inglaterra.
-¡Ah, la Reina de Inglaterra, uno de los personajes vivos más fascinantes! Siento una total veneración por ella. Cuando me casé, le dije a mi mujer que mi compromiso de fidelidad sólo se veía matizado si algún día la Reina me llamaba para alguna misión especial. Estoy rendido a la familia real británica.
-¿También a William y a Harry?
-Es verdad que con los nietos la cosa empeora, pero qué quieres, son hijos de Lady Di, esa hortera.
-Hablando de testas coronadas, hace poco, en un ‘sketch’ de la televisión pública catalana, alguien vació un cargador contra una foto del Rey y otra de usted.
-Aquella zafiedad no me hizo gracia ni colmó mi vanidad en modo alguno. Estoy convencido de que, más que de la mala fe, fue fruto de esa cultura de la bromita tan extendida en esta Cataluña degradada, donde todo se banaliza.
-De los comentarios de Internet mejor ni le pregunto.
-Es que ni los leo. Esa idea de que todas las opiniones son iguales, lo mismo las del director de un periódico que las de alguien que insulta desde el anonimato… Pues no todas valen igual. Y si pensamos que sí, ¿para qué pagar en los kioscos?