Las informaciones de El Mundo sobre las supuestas cuentas corrientes de Mas y los Pujol en Suiza siguen protagonizando gran parte de las columnas de la prensa de papel de Madrid y Barcelona, sobre todo de esta última ciudad, el 21 de noviembre de 2012. No esperemos sorpresas, los articulistas siguen al pide de la letra la postura editorial de su medio sobre este asunto.
Pero hay más temas. La propuesta de otorgar la residencia a los extranjeros no comunitarios que compren una vivienda por más de 160.000 euros es muy criticada, con una única excepción, mientras que entre los columnistas estrella de El Mundo se reparten elogios a Albert Rivera y duras críticas a Rajoy. Una vez más, el ladrillo del día aparece en El País y está firmado por un político socialista. En concreto, por un candidato que no tiene opción alguna de presidir la Generalitat de Catalunya.
En el diario de Unidad Editorial, Carmen Rigalt se deshace en elogios a Albert Rivera. Incluso las frases que parecen contener críticas son también halagos al líder de Ciudadanos. Hasta cuando escribe sobre política, la columnista es capaz lucir su estilo frívolo y divertido que hace la delicia de muchos de sus lectores:
Rivera es hijo de catalán y andaluza, así que pudo haber salido rumbero o botiguer, pero estudió Derecho, se subió a una tarima y resultó ser Demóstenes.
Rememora los inicios políticos del candidato:
Rivera se dio a conocer en el 2006 con un cartel electoral que parecía un póster de Interviú o una portada de Ser Padres (esa revista donde enseñan a los papás a colaborar en el parto y a las mamás a bañarse con su prole). Rivera aparecía en pelota picada (tenía 26 añitos: se lo podía permitir) y desde lo alto de las vallas, emanaba un aire de Nenuco que era toda una declaración de principios.
Rigalt es capaz de hacer algo realmente difícil. Transformar lo que parece una crítica dura en el mejor de los elogios:
Si diseccionáramos la cabeza de Rivera con un bisturí, no encontraríamos en ella un gramo de patriotismo o una gota de doctrina. Todo en él es universal y lógico, luminoso, de una sensatez aplastante.
Y de los elogios de Carmen Rigalt a Rivera pasamos a las críticas de Federico Jiménez Losantos a Mariano Rajoy. Las lanza en El registrador registrado:
Desde el 20-N hasta Nochevieja le vimos arrastrando los pies, como en El Verdugo de Berlanga vemos al condenado y al que debe ejecutarlo y no quiere, aunque al final, por un piso, lo hace. Por La Moncloa, Rajoy rompió a gobernar, pero en plan quejica: ZP le había engañado: el déficit era mayor del que decía. ¿Y no lo sospechó? ¿Creía que con llegar el PP al poder se iba a arreglar la economía? ¡Pues sí, lo creía!
ZP engañó a Rajoy, es cierto, pero menos que Rajoy a sus votantes.
Presenta una larga listas de asuntos en los que, para el turolense, Rajoy ha rengañado a los votantes o ha actuado de forma incorrecta. Concluye:
Temo que al registrador le ha tocado algo que no cabe en el registro: una revolución.
De lo que no habla el artículo del turolense es de la propuesta lanzada el día anterior por Jaime García-Legaz, la de otorgar la residencia a quien compre viviendas de más de 160.000 euros. Seguramente no lo haga porque por el momento es sólo eso, una propuesta de un secretario de Estado y no una medida aprobada por el Ejecutivo. Sin embargo, son muchos otros los que escriben en contra de la idea. Y lo hacen en casi todos los medios, incluyendo a Raúl del Pozo en El Mundo —Chinos y rusos–.
Sin embargo, en este mismo diario encontramos la única voz que en el papel se atreve a elogiar la medida propuesta, la de John Müller y su Economía y escrúpulos, artículo en el que dice: «También aquí los escrúpulos políticos y morales intervienen para juzgar y condenar lo que no es más que una realidad económica».
Dice que muchos de los que se oponen son los mismos que pedían «papeles para todos», a lo que añade: «¿Por qué no entonces para los ciudadanos extracomunitarios que compren una casa en España?». Recuerda que hay países donde ya se ha aplicado esta estrategia y añade:
Es absurdo privar del valor de uso a estos bienes, que es lo que realmente hace la legislación sobre residencia al no permitir a los ciudadanos extracomunitarios que inviertan en un activo que únicamente se puede disfrutar en España.
Repasa todas las restricciones legales que existen en España para que los extranjeros compren viviendas, incluidas las de vacaciones, algunos sorprendentes. Añade:
Los requisitos para los compradores de viviendas con derecho a residencia siguen siendo elevados. No sólo deben carecer de antecedentes penales o no figurar como rechazables según el acuerdo de Schengen, lo que es lógico, sino que tienen que acreditar medios económicos suficientes para su estancia y contar con un seguro público o privado de enfermedad. Obviamente no pueden trabajar si no tienen permiso de trabajo.
A Müller, en definitiva, la medida le parece que se queda corta. Aún así la celebra:
Lo más criticable de esta medida es que exista una barrera de entrada discrecional (160.000 euros, que algunos consideran poco en comparación con países vecinos que exigen en torno a 500.000 euros). Pero entre un muro disuasorio que es lo que tenemos ahora y esta propuesta, claramente se avanza en una dirección de liberalización.
Pero saltemos al tema de moda, aquel en el que Cataluña y Suiza se entrelazan por obra y gracia de un informe policial que unos dicen que existe y otros sostienen que jamás ha sido escrito. Los columnistas del diario del Conde de Godó y Grande de España siguen en la línea del día anterior. Tanto que el director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana, compara por segundo día consecutivo las informaciones de El Mundo con una vieja y sucia estrategia de la política rusa. Lo hace en Marrón glacé:
En pocas palabras, no encuentran el documento y se admite la hipótesis de un recorta y pega con membrete de la Policía. Un traje a medida para la campaña electoral. Un Kompromat, que dicen en Rusia. Komprometiruishiy material. Material comprometido para hundir a alguien en el momento oportuno. Releo la biografía de Vladímir Putin escrita por Misha Gessen (El hombre sin rostro) y me sorprendo ante la analogía. Un Kompromat castizo. Un marrón.
Concluye:
Ese Kompromat pastelero obstaculiza las vías de diálogo a partir del 26 de noviembre, multiplica la sospecha general sobre todo el estamento político y coloca a la prensa internacional en posición de alerta: ¿qué pasa en España? Así se entiende el silencio de los candidatos en el debate de TV3 y las declaraciones de Alicia Sánchez-Camacho, ayer: «Creo en las palabras de Artur Mas».
Papeles, papeles, papeles. En ocasiones hay quien conserva papeles de una anterior legislatura. Papeles que son glaseados cuando llega el momento oportuno. En Madrid hay gente seria, muy seria, que se está llevando las manos a la cabeza ante la posible castaña. Castaña confitada.
Y si Juliana saca a pasea a Putin y los ‘Kompromat’, su compañero Antoni Puigverd saca del baúl de los recuerdos a George Bush padre y la CIA. Lo hace en La foto que no existía. Atribuye la derrota del «olvidado demócrata» Dukakis en 1988 a una sucia maniobra de un senador republicano, que se inventó que había una foto de la mujer del rival de Bush quemando una bandera de EEUU en una manifestación contra la Guerra de Vietnam.
A este humilde lector de columnas esta interpretación le parece bastante simplista, la verdad, pero eso es lo de menos. Lo importante son las frases finales:
¿Qué es lo que más irrita hoy en día a los electores? La corrupción. Inventando o manipulando la información sobre la corrupción de Mas y su entorno, el objetivo está cumplido: la duda está sembrada. Se dice que la caída de Nixon en el caso Watergate fue el triunfo de la verdad periodística sobre el poder. Lo fue, en efecto. Desde entonces a esta parte, sin embargo, el sueño de la verdad ha engendrado muchos monstruos.
Si para los columnistas de La Vanguardia las informaciones sobre la presunta corrupción son absolutamente falsas, en El Periódico de Cataluña nos encontramos una argumentación más sorprendente. Eso sí, también está destinada a exculpar a Mas y Pujol y a condenar a El Mundo, y de paso al Gobierno de Rajoy. Joan Barril, escritor y asesor de Duran i Lleida, escribe que No todo vale. Sostiene:
Hoy el llanto social se transforma en la exaltación de la calumnia y la manipulación de los mensajes.
Por supuesto, todas las calumnias que denuncia tienen como víctima a los nacionalistas. Sostiene también: «En tiempos convulsos un rumor siempre pesa más que una verdad». Añade:
Para rumores, el supuesto borrador policial sobre los dineros de Mas y de Pujol en Suiza. Ellos sabrán si efectivamente unos dineros emigraron hacia allí.
Y ahí corta la posible responsabilidad de Mas y Pujol, en un simple «ellos sabrán». Dicho de otra manera: «sea verdad o mentira, eso no es grave, lo malo es que se cuente». Y trata de minimizar todavía más la responsabilidad recordando Bankia y las corruptelas de Baleares. Ahí, por lo que se ve, no es suficiente con el «ellos sabrán», ahí sí existen responsabilidades. Normal, en estos casos CiU no pinta nada.
Concluye expulsando de Estado de Derecho tanto al Gobierno como a un diario El Mundo al que no osa citar por su nombre:
Sería bueno que esos conspiradores galdosianos del Gobierno y de sus cercanías no volvieran a utilizar la expresión «Estado de derecho» en vano.
Un Gobierno que vende la residencia a quien pueda pagar un piso y que repatría a los inmigrantes que no pudieron pagarlo no forma parte del «Estado de derecho». Un ministro del Interior que afirma que lo de los supuestos borradores sobre las personas es algo habitual no encaja en un «Estado de derecho». De lo contrario, deberemos pensar que cualquier policía puede entregar sus pesquisas al periódico más imprudente hasta que los jueces sean unas meras comparsas del poder subterráneo de un Estado convencido de que por la sagrada unidad de España vale todo.
Qué quiere que le diga, querido lector. A este humilde lector de columnas casi le parece mejor la estrategia de La Vanguardia, negar la mayor –si al final los informes no existen los del Grande de España tendrán razón–, que la del señor Barril. «Ellos sabrán» ni exime de la posible responsabilidad a Mas y Pujol ni expulsa del Estado de Derecho al Gobierno.
Decíamos al arrancar este ‘Afilando columnas’ que el ladrillo del día lo ofrecía, una vez más, El País y estaba firmado, como ya es costumbre, por un político socialista. Se trata del candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Pere Navarro, que aparece como autor de Crisis de Estado, pacto federal. Al margen de su contenido, a este humilde lector de columnas le queda la duda sobre cómo puede sacar tiempo en medio de la campaña electoral para escribir un texto tan largo –que además sea soporífero no tiene nada que ver con los comicios–.
En cualquier caso, tan sólo nos quedaremos con sus propuestas para la reforma del Estado. Ya saben ustedes, no sólo quiere gobernar Cataluña, lo que es casi imposible, pretende redefinir el conjunto del sistema político español:
-El reconocimiento de la identidad nacional catalana, de su singularidad en el marco español, y que se manifiesta especialmente en su lengua, cultura, derecho civil e instituciones de autogobierno.
-Reglas claras que delimiten con precisión los espacios competenciales del Estado y las Comunidades Autónomas y permitan que éstas desarrollen en plenitud las políticas públicas que tienen encomendadas, procurando la máxima proximidad, eficacia y eficiencia, evitando solapamientos y duplicidades.
-La capacidad de las CC AA para representar a nivel europeo e internacional a España en el marco de sus competencias exclusivas.
-La conversión del Senado en un Consejo Federal con presencia de los Gobiernos de las CC AA.
-Un federalismo fiscal en la gestión, recaudación, liquidación e inspección de todos los tributos corra a cargo de una Agencia Tributaria consorciada entre el Estado y las CC AA, y unos mecanismos de nivelación y solidaridad transparentes que garanticen el principio de ordinalidad.
Al menos define en qué consiste su federalismo, por mucho que este resulte algo absurdo. Al margen del reconocimiento de la «identidad nacional» –ni una palabra sobre la nación española– lo más surrealista es lo referido a que las comunidades representen a España en el exterior «en el marco de sus competencias exclusivas». Así que la parte ha de representar al todo.
Imaginemos si eso se aplicara a todos los países, sería divertido ver encuentros multilaterales donde negociaran los representantes de 17 (o 19 si incluimos Ceuta y Melilla) autonomías, 50 estados de EEUU más el Distrito de Columbia y Puerto Rico, 16 länder alemanes, diez provincias y tres territorios canadienses, 23 provincias argentinas; 28 estados, seis territorios de la Unión y un Territorio de la Capital Nacional de La India; 31 estados y un Distrito Federal Mexicano… Vamos, que habría miles de delegados y ninguna posibilidad de llegar a acuerdo alguno.
Concluye Navarro:
Todo ello requiere también de otra reflexión sobre qué Europa queremos. Pues de la misma forma que dije que España será federal, o no será, también tengo el convencimiento de que Europa será verdaderamente federal, o es inviable a medio plazo. Para todos los progresistas europeos este es, sin duda, el verdadero reto.
Ya puestos, Navarro podría hasta proponer en su artículo cómo ha de organizarse la ONU. Si ya define cómo deben ser España y Europa, ¿por qué no el mundo? Tal vez en Berlín, Washington, Tokio y Moscú hay alguien ansioso de leer su opinión.