Santos Juliá toma como eje central de ‘Camarada Pradera’ (Galaxia Gutenberg, 2012) los diez años de militancia de Javier Pradera en el Partido Comunista de España (1955-1965) para analizar no sólo la «educación política» de este intelectual, editor y periodista que se convertiría, por encima de todo, en un gran defensor de los valores de la democracia, sino el contexto histórico de estos años, la evolución política y social de un país y de toda una generación: la de los nacidos inmediatamente antes o durante la guerra civil española, hijos tanto de vencedores como de vencidos, que lucharon juntos contra el régimen de Franco.
‘Camarada Javier Pradera’ reúne la vehemente correspondencia que éste mantuvo en 1960 con el que había sido su mejor amigo en la clandestinidad madrileña, Federico Sánchez, heterónimo de Jorge Semprún, en la que ambos defendían posiciones opuestas; documentos de archivo; fragmentos de sus memorias inéditas; entrevistas, cartas y una docena de escritos de Javier Pradera relativos a los años de su militancia en el Partido Comunista.
Por todos ellos, y por el texto de Santos Juliá que acompaña la edición, pasan su ingreso en el Partido, la rebelión de los universitarios madrileños en febrero de 1956, el año de prisión militar en Alcalá de Henares, la Jornada de Reconciliación Nacional de mayo de 1958, la huelga nacional pacífica de junio de 1959, la sustitución de Dolores Ibárruri por Santiago Carrillo en la secretaría general, el VI Congreso del PCE y los debates de 1963 y 1964 en el Comité Ejecutivo con la expulsión de Fernando Claudín y Jorge Semprún, hasta su silenciosa salida. Diez años cruciales en la historia del PCE, en la vida de Javier Pradera y en la historia de España.
El historiador, que recientemente ha abandonado el diario El País —Otro histórico que deja El País: Santos Juliá sigue los pasos de Enric González y da por finalizada su colaboración con el diario— y que, según sus propias palabras, ‘quiere centrarse en sus estudios históricos durante el próximo año’, atiende por teléfono a Periodista Digital para desmenuzar un capítulo apasionante de la vida del que fuera el más famoso editorialista del diario de PRISA.
‘Camarada Javier Pradera’ ¿Por qué se decidió hacerlo, por el aniversario de su fallecimiento?
El día 20 hizo un año de su muerte. Este es un primer libro que recoge algunos de sus textos, algunos inéditos de memorias que había empezado a escribir antes de morir. Es una lástima que no le diera tiempo. Hizo un primer capítulo sobre la muerte de su padre y su abuelo en la Guerra Civil [ambos asesinados por el bando republicano].
¿Ha pretendido recuperar sus memorias?
Lo que he pretendido es, a partir de unos textos que él había conservado, una comunicación al comité del partido en 1960, reconstruir una parte de la biografía de Javier. En parte es como recoger todo lo posible, con documentos de la época, de su gran amistad con Federico Sánchez/Jorge Semprún.
Usted explica en su libro un acontecimiento poco como el hecho de que no fue que Pradera abandonó al PCE tras la expulsión de su amigo Semprún sino que usted explica que fue al revés, que fue Pradera el primero en criticar al PCE.
Es Pradera el que inicia el debate sobre la estrategia política del PCE. Era algo que se conocía poco. Fernando Claudín hace alguna referencia a la carta de Javier Pradera como origen del planteamiento de Semprún. Pero no había desarrollado el tema. El origen del debate en el PCE del año 63 y 64 que acaba con la expulsión de Claudín y Semprún fue iniciado por Pradera es una de las mayores aportaciones de mis documentos. Lo hizo tres años antes.
En su libro reproduce íntegras unas cartas entre Pradera y Semprún en las que se percibe un tono de distancia entre ambos.
Pues sí. Cuando en París el PCE recibe la carta de Javier criticando su actitud, el partido encarga a Semprún, que era siempre Federico Sánchez, que sea quien le responda. Y Federico Sánchez le responde un poco displicente. Una especie de ‘chico, te equivocas, ya entenderás’. Y a eso, Javier contesta de una manera verdaderamente sarcástica, llamándole ‘predicador que se inventa al maniqueo’. Una figura orteguiana. Y se produce una ruptura entre dos grandes amigos, que volverán después a ser muy amigos.
Es muy llamativo que alguien a quien los republicanos le asesinaron a su padre y su tío en la guerra civil, años después, acabe militando en la izquierda en la oposición a la dictadura.
Ahí hay una experiencia generacional de algunos de los hijos de los vencedores – aunque en este caso sería mal llamado vencedores porque a sus padres los mataron muy pronto, en julio del 36 – que en la universidad conocen a los hijos de los vencidos. Que hablan y que muestran su disconformidad con la España que ha resultado de la Guerra Civil. Varios de ellos van a los campos de trabajo, que era una iniciativa medio falangista, medio católica, de un sacerdote jesuita, el padre Llanos, que fue el que impulsó esa experiencia. Ahí conocieron a una clase obrera muy explotada, viviendo condiciones de gran miseria y esa protesta la expresan en una actividad política que les lleva a muchos de ellos al Partido Comunista.
¿El mismo padre Llanos conocido luego como ‘el cura rojo’ y fundador de Comisiones Obreras?
El padre José María Llanos había sido un falangista muy fanático en sus primeros años. Muy convencido, pero – como Javier Pradera – por ese mismo contacto con la clase obrera, de una gran miseria, de una gran explotación, van desplazándose a posiciones de izquierda, que les llevan a lo que es más activo entonces: que son las Comisiones Obreras. En principio no era sólo comunista, hay mucho católico en CCOO y socialistas y otros grupos, aunque luego acará siendo el gran sindicato comunista. Y José María Llanos tiene una transición del falangismo al comunismo que no es única, ocurre a muchos católicos, que vienen del CEU o de Falange.
Hablemos de otras figuras que cita en su libro como Rafael Calvo Serer. Más que visto como un periodista, como le recuerdan algunos por el tema del Diario Madrid, aquí aparece reflejado como una persona con un claro interés político.
Es que lo del Diario Madrid es muy posterior a este periodo. El apunte sobre Calvo Serer es del año 53. Aún no estaba en el Diario Madrid. Calvo Serer era el jefe de filas de un grupo que él presenta como tercera España, como una tercera opción dentro del régimen frente a Falange y los católicos que proceden de la CEDA. Y ese artículo crea una gran sensación. En España se transmite de manera clandestina, se publica en Francia y él se propone a sí mismo como una sustitución a falangistas y a cedistas.
Él y su grupo, que es la gente vinculada al Opus Dei. Y ese artículo fue un motivo de gran debate en la universidad de Madrid. Enrique Múgica (entonces militante del PCE) conoce a Javier Pradera, porque lo ve comentando ese artículo con un gran amigo suyo que era Clemente Auger.
Que luego sería presidente de la Audiencia Nacional…
Después sería presidente de la Audiencia Nacional, en ese momento eran todos estudiantes de Derecho. De tercer curso.
También sale citado el nombre del Duque de Alba, Jesús Aguirre…
Claro, porque Jesús Aguirre fue un sacerdote muy culto, muy al tanto de todo lo que se decía en Europa, fue también editor en Taurus. Estaba de capellán universitario y residía en el colegio mayor César Carlos.
Cuando se lanza la campaña para salvar a Julián Grimau [condenado a muerte por el franquismo, que lo acusaba de asesinatos cometidos durante la guerra civil] Javier Pradera, todavía en el año 63 se encarga de recoger firmas. Y va a ese colegio mayor César Carlos. Y ahí estaba Jesús Aguirre, que le ayudó mucho en su campaña de recogida de firmas, que fue el comienzo de una larga amistad que duró toda la vida. Luego, Jesús Aguirre, cuando se convierte en Duque de Alba, vivirá más retirado dentro de palacio.
Pero se rencontraron en el consejo de administración de PRISA
Se reencontraron muchas veces, sí. Había una corriente muy afectuosa entre los dos. Jesús Aguirre era un sacerdote secularizado, era de conversación muy aguda y era muy evidente que sí se conocían y que había una gran amistad.
¿Se llegaron a conocer personalmente Julián Grimau y Javier Pradera? Usted cuenta que coincidieron en aquel núcleo de Sandoval, pero no me queda claro si se conocieron personalmente.
Debieron conocerse. No con un trato muy cercano, porque Pradera, después de esa carta de 1960 fue retirado de la responsabilidad política dentro de la organización de estudiantes del PCE. Grimau, sin embargo, estaba a cargo de la organización del partido en Madrid. De manera que mucho, no debieron conocerse, pero al ser pocos, es inevitable que coincidieran en algún momento.
Tanto Fernando Claudín, como Jorge Semprún critican mucho que la dirección del PCE mandara a Grimau a España por el historial que tenía. ¿Comparte ese criterio?
Comparto el criterio de Pradera de que todos corrían riesgos. Grimau había expresado su deseo de venir y no hay nada que permita pensar que Grimau cometiera un riesgo superior al que cometieran otros que también habían participado en la guerra civil, como era el caso del propio Fernando Claudín o Romero Marín.
Lo que dice Semprún, creo, al criticar que le mandaran a Madrid, es que Grimau no era la persona adecuada porque no era un tipo que cuidara mucho las exigencias del trabajo clandestino. Arriesgaba demasiado. A Jorge Semprún la policía no le atrapó nunca porque era muy rígido al respetar las reglas de la clandestinidad . Grimau lo era menos. Ese fue el motivo. Todos cometían riesgos, Simón Sánchez Montero fue detenido y torturado.
Entre los documentos que incluye cita una carta en la que se ve la censura que padecía la obra de Pradera sobre Unamuno, además firmada por alguien conocido como es Carlos Robles Piquer [cuñado de Fraga y ex director de RTVE]. Hasta diciendo que no podían hablar de ‘caída del dictador’ al hablar del general Primo de Rivera.
Esto está para demostrar las dificultades que tenían los editores. Esa carta le llega a Javier Pradera cuando es gerente de una editora de libros. La he puesto para que se entienda el tipo de censura que había en esa época.
Roza extremos casi cómicos
¡Es cómica! No es que roce, es que lo es. El tipo de observaciones que le hacen era para desesperar a los editores, pero era así la censura. Por eso he incluido esa carta que me parece estupenda en la que Pradera contaba sus luchas con la censura para sacar un libro sobre Unamuno que no debería haber tenido el menor problema, pero los censores eran de ordenar, quitar y es muy ilustrativa de lo que fue la censura.
También sale citado Eduardo Haro Tecglen, o mejor dicho, su casa. Usted dice que una de las reuniones de la célula comunista de Muñoz Suay fue en la casa de Haro Tecglen. Siempre una polémica sobre si Haro era o no un miembro del PCE. Carlos Semprún Maura decía que sí y él decía que no.
Ahí hay que estarse a lo que cada cual dice. En condiciones de clandestinidad no es como luego, que se daban carnés. El trabajo de Haro Tecglen hasta un determinado momento, que es el que cubre este libro, es como si sí fuera miembro del PCE. Porque él puso su casa a disposición del PCE.
Por tanto, se la jugaba…
Entonces que él diga después que no fue militante, que sólo fue compañero de viaje, pues a lo mejor. Cuando hay testimonios encontrados en que uno dice una cosa y el otro lo contrario, como historiador mi limito a dar las dos versiones.
Lo que nadie puede negar es que Haro Tecglen puso su casa a disposición del PCE y eso sólo lo podía hacer o alguien del partido o alguien muy cercano al partido. Había mucha gente cercana al PCE que ponían a su disposición casas o locales para reuniones. Y lo cierto es que había una relación muy estrecha entre Haro Tecglen y los responsables del PCE.
De la revuelta universitaria de 1956, ¿se podía decir que estaba organizado por el PCE? Porque estaba ahí Federico Sánchez o Enrique Múgica, pero también estaba gente que no tenía nada que ver del PCE como Ruiz Gallardón. ¿Era o no un acto comunista?
Hay que entender el clima que había en la universidad. Les apoyó gente como Gabriel Elorriaga, que era miembro del falangista SEU. Ruiz Gallardón era de derechas. Pradera acababa de entrar en el PCE. (…) ¿Eso fue comunista? Sí, pero no fue solo comunista. Los sucesos del 56 desbordaron mucho lo que sólo el grupito de comunistas no hubiera podido hacer.
¿Sufrió Javier Pradera al súper comisario Conesa?
No, Pradera no se encontró con Conesa. Como Pradera en ese momento era del cuerpo jurídico del ejército del aire, que había ganado la oposición en noviembre de 1955, pasó bajo jurisdicción militar. A Pradera nadie le puso nunca la mano encima, él lo reconoció siempre, el fuero militar le protegía y, en lugar de Carabanchel, a él le mandan a Cuatro Vientos, en Getafe. (…) Cayó otra vez en una redada de 1958 que ya le valió la expulsión de su carrera y del cuerpo jurídico y bloqueó sus posibles ascensos.
La primera frase del libro es rotunda: ‘Fue un fracaso’, un tremendo fracaso’. Se refiere a la etapa de Pradera en el PCE. ¿En qué momento cree usted que Pradera llega a la conclusión de que el comunismo no es el camino correcto?
Creo que fue por el análisis que él hace de la política del PCE con las Huelgas Nacionales Pacíficas por motivos políticos. El análisis que el PCE hace de esa política, en el sentido de reafirmar su validez, Javier Pradera no lo entiende. No entiende que no se haga un juicio crítico, político, de los fracasos de ese sistema, que ya era la segunda vez que fracasaba.
Carrillo decía que eran un éxito rotundo.
Lo que hacía el comité era reivindicar la validez de ese sistema de huelga que había que continuar, aunque las huelgas no tuvieran el éxito que ellos esperaban. Ellos creían que el franquismo estaba ya extendiéndose y que bastaría una huelga para derribarlo (en 1959) y Pradera responde a esa estrategia con una dura crítica. Diciendo ‘no’, el franquismo es aún bastante más fuerte de lo que pensamos. Lo de la confrontación con el capitalismo y la burguesía no se está dando. Ahí empieza una crítica que no va a desparecer. Ese es el origen de su distanciamiento, aunque aún sigue en el partido, aunque de manera marginal. A pesar de cierto ostracismo al que le someten sus amigos.
¿No llega a haber una expulsión de Pradera del PCE?
No. Él se fue sin hacer ruido. A Pradera no le expulsan, le invitan a salir.
Pero era una expulsión de hecho.
Sí, aunque no la hubo como tal, como sí ocurrió en el caso de Jorge Semprún y Fernando Claudín que, por otra parte, tenían un cargo en el partido mucho mayor al ser miembros del Comité Central, Comité Ejecutiva y secretariado, eran del núcleo dirigente.
Pradera no. Santiago Carrillo en el VII Congreso del PCE hace la invitación ‘a los hijos de los vencedores que han ingresado en el partido a que lo dejaran’. Eso está claramente dirigido a Javier Pradera. Porque Carrillo tuvo durante tiempo la obsesión de que Javier era una especie de enredador intrigante que manejaba a unos y a otros, a Manuel Sacristán, a los intelectuales, como un diabolus ex machina. Esa fue una cita literal de Semprún. Durante una discusión de Carrillo con Semprún, este respondió: «¡Estamos elevando al camarada Pradera a la categoría de diablo de todo esto! No, todo esto no pasa por que Pradera enrede, pasa porque hay problemas en el partido».
Semprún reconoce en sus memorias que en su juventud fue stalinista, pero no me da la impresión de que lo fuera Pradera.
Pradera fue bastante menos stalinista, porque entró en el PCE después de la muerte de Stalin, mientras que Semprún cogió la parte más dura de los años 40. Lo detuvo la Gestapo. Después del fin de la guerra sigue en el PCE. Por tanto coge los años más tremendos, en ese momento era un tipo de un stalinismo sin fisuras. Pradera entra en el 55.
Un año antes del congreso de la desestalinización.
Unos meses, porque el congreso es en febrero de 1956. Medio año antes de la desestalinización y del cambio del PCE, que da un importante giro político ese año cuando se lanza la política de reconciliación nacional, que ya es una nueva política.
¿Nadie le dijo nunca a Pradera algo así como ‘qué haces tú yendo con los mismos que mataron a tu padre’?
No me consta, pero es muy probable que su tío [el periodista falangista Juan José Pradera] tuviera algún encontronazo con él. Pero Javier se fue de su casa pronto. Pero sí sé que cuando le detienen, el trato que le dan es claro. Lo que decía antes, a él no le pusieron la mano encima. Eso no les ocurría a otros. Hay una conversación de que en una detención le dijeron: «¿Pero usted es Javier Pradera, a usted no le mataron a su padre?», «Pues sí», «¡Pues usted es un gilipollas». El nunca presumió de su pasado.
Era exageración cuando Campmany le llamaba ‘el huerfanito’…
Porque eran tres hermanos que se quedaron los tres huérfanos. Mataron a su abuelo, Víctor Pradera y a su padre.
¿Se puede decir que Pradera apostó, en vez de por el comunismo como alternativa a la democracia, que defendía una alternativa más democrática y más plural?
Lo que aquí se llama ‘camarada Javier Pradera’ en los años posteriores se podría llamar ‘ciudadano Javier Pradera’. Como tantos que creyeron en la revolución y el comunismo primero y luego apostaron por la democracia. Pero en el inicio de su discusión con el PCE no era por ‘no democracia’ o ‘sí democracia’ sino si a la estrategia que había elegido el PCE iba o no a derribar la dictadura. El problema del PCE era una problema de cómo combatir a la dictadura.
Pero su libro demuestra que en esa dirección del PCE presidida por Dolores Ibárruri las opiniones críticas no estaban muy bien vistas.
No sólo no estaban bien vistas, eran machacadas. Pero Dolores Ibarruri tiene poca importancia en esto ya. Es ya Santiago Carrillo, el grupo de los que eran jóvenes durante la guerra, un grupo que se ha formado en París liderado por Carrillo, que actúa de hecho como secretario general a partir del verano de 1956, aunque no ocupa ese cargo hasta 1960. La carta de Pradera es de mayo de 1960, cuando Carrillo es el secretario general. La discusión de Pradera no es con Ibárruri, es con Carrillo.
¿Se animará usted a hacer un segundo libro que sea sobre ‘el ciudadano Pradera’?
La editorial tiene previstos otros dos libros, pero eso ya le corresponde a otro.
EL AUTOR
Santos Juliá Díaz (Ferrol, La Coruña, 1940) es profesor emérito de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED. Autor de numerosos trabajos sobre historia política y social de España en el siglo XX, entre sus libros figuran obras tan conocidas como Los socialistas en la política española (1997), Historias de las dos Españas (2004, Premio Nacional de Historia 2005), Vida y tiempo de Manuel Azaña (1880-1940) (2008), Hoy no es ayer (2010) y Elogio de historia en tiempo de memoria (2011). Igualmente ha publicado en siete volúmenes las Obras Completas de Manuel Azaña (2007) y ha coordinado Víctimas de la Guerra Civil (1999), Violencia política en la España del Siglo XX (2000) y Memoria de la Guerra y el Franquismo (2006). Es también comentarista de política nacional en El País.