En numerosas ocasiones hemos comentado en estos ‘Afilando columnas’ que los articulistas del papel se toman las cosas con calma y que muchas veces esperan a que pase un día entero para escribir sus artículos sobre una cuestión que podrían haber comentado 24 horas antes. Pero esta vez lo han llevado al extremo. Debe de ser cosa de las fiestas navideñas.
El Rey pronunció su discurso, como marca la tradición, el 24 de diciembre de 2012, pero la mayor parte de las columnas que hablan sobre el mismo no se han publicado hasta el día 27. Tal vez sea cierto aquello de que, según reza el refrán, ‘las cosas de Palacio van despacio’, pero esto se nos antoja como excesivo.
Maruja Torres publica en la contraportada de El País Discursos. Aprovechando la alocución real, pasa a hablar de los discursos en general de politicos y autoridades civiles y religiosas. Se ceba especialmente con el registrador de la propiedad metido a gobernante:
Los discursos son jerárquicos, de tal modo que el señor Rajoy, respetuoso con el Rey y el Papa, ha tenido el detalle de colocar su deposición el Día de los Inocentes, lo cual me parece de lo más propio pues, cuando incumpla lo que prometerá en tal fecha -si es que resulta inteligible que promete algo- podrá aducir que se trataba de la típica inocentada, como cuanto lleva dicho en su año de mandato.
Esto es lo que se llama un artículo preventivo, comenta de antemano lo que va a ocurrir. A este humilde lector de columnas le ha llamado especialmente la atención que haya calificado de «deposición» la futura intervención del presidente del Gobierno, sin conocer ni tan siquiera el contenido que va a tener. Es cierto que en una sed sus acepciones, ese término significa: «Exposición o declaración que se hace de algo». Pero la realidad es que casi nadie lo utiliza en ese sentido, sino que al escuchar o leer la palabra de marras la mayor parte de los españoles piensan en algo mucho más escatológico.
Eso sí, la verdad es que parece una mala broma que el inquilino de La Moncloa haya elegido el día de los Santos Inocentes para dirigirse a los españoles.
En La Razón encontramos dos artículos sobre el discurso navideño del Rey. El autor de uno de ellos es uno de los periodistas monárquicos más destacados de España: Alfonso Ussía. Sostiene en Mensajes, mensajeros y mensajetes que, aunque Juan Carlos I no puede expresar sus opiniones personales:
Se equivocan los que piensan que el Rey es ajeno a la redacción del texto. Un texto que pasa por muchos ojos hasta que es aprobado definitivamente.
Recuerda que su discurso de 1987 fue fundamental para que la Conferencia Episcopal, hasta entonces tibia en el asunto de ETA, cambiara de actitud ante el terrorismo y los obispos «la mansedumbre que les imponía el influyente prelado de San Sebastián [Setién]». Añade:
En lo que respecta al Mensaje de este año, he echado de menos una mayor contundencia contra los traidores que quieren amputar ilegalmente el mapa de la nación en la que reina, pero me temo que esa medida le ha sido marcada por el Gobierno, para nada proclive a las manifestaciones rotundas.
José Luis Alvite, columnista muy admirado por el redactor jefe de Periodista Digital, Luis Balcarce, y el oteador de portadas del papel en esta casa, Juan Velarde, es el segundo columnista de La Razón que escribe sobre el discurso de Juan Carlos I. Aunque respetuoso, en La receta del Rey se toma el asunto con cierta guasa:
He escuchado con atención el discurso navideño del Rey y la verdad es que lo primero que se me ocurre decir es que, como casi siempre, lo mejor, lo incuestionable, ha sido el nudo de la corbata.
Añade:
Por la dimensión institucional de su persona, el Rey está obligado a decir cosas que no queden tan claras que puedan luego reprochársele. Ya se encargan después los politólogos de hacer las interpretaciones correspondientes y de decirnos lo que Su Majestad no quiso o no pudo decir, porque en su caso la claridad reclamada por algunos sería enemiga indeseable de la prudencia a la que está obligado.
Concluye:
Ocurre con los discursos de Su Majestad lo que con esos médicos que te diagnostican en voz muy baja y extienden luego una receta con la que puedes conseguir un medicamento en la farmacia de guardia o cien gramos de clavos en cualquier ferretería. A mí el discurso me ha gustado, sobre todo, porque si estás acatarrado te permite toser sin perder detalle.
Uno de los madrileños de cuota –en paridad es gallego, pero para el nacionalismo catalán ‘Madrit’ se extiende por toda la Península con excepción de la propia Cataluña y el País Vasco– del Conde de Godó y Grande de España escribe también sobre el Rey, pero como personaje secundario de una puesta en escena. Fernando Ónega publica en La Vanguardia El Rey tapado, artículo en el que comenta la ocurrencia de tapar el retrato de Juan Carlos I durante la toma de posesión de Mas como presidente de la Generalitat.
Hubiera sido más valiente decir, por ejemplo, que el rey de España no figura entre los símbolos nacionales de Catalunya. Y al final, entre el rey no escuchado y el rey tapado queda una imagen de un cierto desaire del Molt Honorable president que yo nunca hubiera imaginado en la proverbial hospitalidad y en la reconocida cortesía de los catalanes. Es mucho mejor la claridad política que este interpretable lenguaje de gestos.
Elogia la actitud de Juan Carlos I ante los nacionalistas:
Su Majestad se ha preocupado tanto de limar aristas y llamar al acuerdo que resultó poco concreto para multitud de espectadores. Si del Rey depende creo que nunca habrá la colisión de barcos que Mas quiere evitar.
Concluye:
Por todo ello, y sea responsabilidad de Protocolo o de la propia Presidencia, este cronista cree que el retrato del Rey nunca se debió ocultar. No se trata de venerarlo en plena marcha hacia la secesión. Se trata de no herir la sensibilidad de otra gente. Y se trata de que, en el fondo, aunque el destino de ruptura esté escrito, por mucho que lo tapen con un telón negro, sigue siendo el Rey.
Llama la atención que en este último párrafo, Ónega ya da la independencia de Cataluña como un hecho. Con ‘madrileños de cuota’ como este, Mas y Junqueras no necesitan ni un referéndum independentista.
No queremos marcharnos de La Vanguardia sin comentar lo perdidos que andan algunos columnistas de dicho periódico desde las elecciones autonómicas del pasado 25 de noviembre de 2012. Valga como ejemplo Quim Monzó, que nos regala artículos de un profundo interés. Este 27 de diciembre, por ejemplo, se dedica a reflexionar sobre el nombre que le pueden poner al esqueleto de una ballena expuesto en un museo barcelonés. Todo un tema profundo el que trata en La ballena.
Volvamos a Madrid, donde terminaremos nuestro resumen diario de las columnas de opinión con una de Román Cendoya en La Gaceta. Lleva por título ‘Justicia. RIP’.
Cuenta que en plena precampaña electoral (de las Generales del 20 de noviembre de 2011), él desconfió de una Soraya Ruiz Sáenz de Santamaría que prometió en un desayuno coloquio la regeneración de la Justicia:
Estoy convencido de que ella, en aquel desayuno, no sabía que todo lo que dijo iba a resultar falso de toda falsedad. De ello se han encargado Rajoy con Gallardón, primero con el TC y ahora con el CGPJ.
Añade:
Montesquieu murió con Felipe y Guerra. Y ha sido definitivamente enterrado por Rajoy y Gallardón. ¿Tanto tienen que tapar? ¿Por qué Rajoy ha dejado que negocien los nombramientos de la Justicia dos personajes tan oscuros y subterráneos -de cloacas del Estado o túneles- como Rubalcaba y Gallardón?
Concluye:
La democracia es separación de poderes. En España, por culpa del PSOE y el PP, esa separación no existe. Justicia. RIP.