El nuevo año comienza como terminó el anterior en lo referido a los espacios de opinión de la prensa de papel: muy flojo. De todos modos, seamos clementes y justos con los articulistas de los periódicos impresos. En estas fechas hay pocos temas de actualidad que comentar, más allá de los típicos balances anuales que se resumen en ‘2012 ha sido horrible, esperemos que 2013 sea un poco mejor’, y además la cabeza está ocupada en disfrutar de la compañía de amigos y familiares.
De todos modos, el periódico que se lleva la palma por lo aburrido de sus artículos este 2 de enero de 2013 es el editado por el Conde de Godó y Grande de España. Por no ofrecer, La Vanguardia no ofrece en esta ocasión ningún texto en el que uno de sus columnistas se queje de lo mal que España trata a Cataluña y de lo necesario que es que se alcance ya la independencia. Ni Pilar Rahola ha empezado el año así.
Y ya que hemos comenzado a hablar de la prensa del ‘pequeño país de ahí arriba’, que diría Guardiola –para él, pareciera, al Norte de los Pirineos no debe de existir nada–, podemos asomarnos al auto proclamado ‘diario de la Cataunya real’. La contrapartida de la jornada corre a cargo del periodista-intelectual orgánico de Uniò y hombre de Duran i Lleida en El Periódico de Catalunya, Joan Barril, que en dicho medio publica La soledad del chulo. Se trata de un texto con Mas, y por extensión contra Convergència, el socio fuerte de la coalición CiU. El arranque es de esos grandiosos, aunque tengan poco que ver con el tema que se va a tratar:
El otro día me escribió un amable lector de Cervelló que me comparó con Intereconomía y cosas peores.
Ya ven, estimados lectores, para quienes viven de figurar en la prensa subvencionada catalana, que les comparen con Interneconomía es uno de los insultos más graves. Y, claro, Barril se ve obligado a justificarse y a hacerse perdonar por los idependentistas –como a Duran, le gusta nadar entre dos aguas y no está ni a favor ni en contra de la independencia–:
A mí no me molesta la idea independentista. Digamos que me molesta mucho más la bronca falaz y sistemática de un Estado incompetente que la quimera de un eventual Estado que continúa despreciando cuanto ignora.
A partir de esa aclaración, llega el listado de agravios contra CDC:
Sin embargo, CDC, desde sus inicios, no ha ido a seducir a nadie y ha mantenido con los grupos adversarios un contumaz aislamiento. Ha ejercido siempre la soledad del chulo. El propio Pujol senior jamás hizo ningún acercamiento al mundo intelectual de la izquierda. Incluso destituyó al conseller democristiano Joan Rigol tras haber pergeñado un llamado pacto cultural en el que figuraban gentes de las ideas a las que había que dar de comer aparte. CDC solo ha ido a buscar nuevos adeptos en jardines ajenos cuando les ha tentado de uno en uno, aprovechando la debilidad de socialistas y comunistas y la tentación de un carguito.
Pasa de reprochar ese aislamiento a echar en cara que se alíe con los de Esquerra:
Hasta ahora era el partido de los empresarios, pero al haberse asociado con ERC y sus testimoniales políticas fiscales, puede darse de bruces contra sí misma. Y, lo que es peor, puede encontrarse con algún banquero o algún gran empresario que diga a los emisarios o recaudadores de la federación que rige el Gobierno catalán: «Gracias por la visita, pero no voy a votaros más mientras estéis con esa gente». El empresario es conservador y no le gustan las aventuras.
Concluye:
Tal vez estamos ante una época en la que otros partidos, pequeños pero potentes, acabarán representando a los empresarios y les darán instrucciones y confianza sobre lo que han de hacer para mantener el mercado y el tinglado. De nada sirven las grandes ideas si no hay unanimidad en aquellos votantes que dan apoyo al partido mayoritario. Cuidado con el orgullo excesivo. Ese es el problema de Convergència. Ha ido a buscar apoyos fuera y puede encontrarse con una vía de agua en el casco y unos socios que gritan «¡sálvese quien pueda!» Y que se van.
A este humilde lector de columnas esta artículo le resulta llamativo. ¿Está lanzado Barril una amenaza en nombre de Uniò a Artur Mas? En Uniò siempre se han sentido despreciados por Convergència, y ahora ha sentado especialmente mal la alianza con ERC. Claro que una cosas es mandar mensajes a través de intermediarios periodísticos y otra muy distinta pasar a los hechos. Dudamos muchos de que la ruptura de CiU se vaya a producir.
Saltemos ahora a Madrid, donde comenzamos con La Razón. Escribe Ángela Vallvey un artículo dedicado a uno de los protagonistas de la información internacional de los últimos días, Hugo Chávez. El artículo se titula La camiseta revolucionaria:
En un país como Venezuela, rico por los cuatro costados, el socialismo bolivariano chavista se las ha arreglado para que haya carestía.
Cuando él llegó al poder, la corrupción y la incompetencia campaban a sus anchas por Venezuela. Cuando se vaya, en Venezuela seguirán prevaleciendo la incompetencia y la corrupción, pero de forma mucho más solidaria. O sea, lo que viene a ser una revolución de las de toda la vida.
Concluye con cierto cachondeo:
Tal vez el rostro hinchado y enfermo de las pasadas apariciones de Hugo Chávez no tenga el atractivo encanto del Ché ni resulte material susceptible con el que vender eslóganes para jóvenes europeos rebeldes, de esos que creen que la revolución se hace luciendo una camiseta. Pero, desde luego, Hugo Chávez se la merece. (La camiseta, digo).
En el mismo periódico encontramos uno de esos brillantes chistes gráficos, en este caso con un humor agridulce, que nos ofrece Borja Montoro. Aparece un árabe –nos preguntamos si su parecido con Julio Anguita a sido buscado a propósito por el genial viñetista de La Razón– montado a caballo que llora mira hacia atrás mientras llora. Acompaña al dibujo la siguiente frase:
Hoy, día de la toma de Granada, puede ser una buena ocasión para recordar la célebre reprimenda que la sultana dirigió, empezando por Boabdil, a todos los españoles…
El único pero que le encuentra este humilde lector de columnas a la viñeta es que Borja Montoro confía demasiado en el nivel cultural de los españoles, sobre todo de esos que pertenecen a la proclamada ‘generación mejor preparada de la historia’. No estamos demasiado seguros de que muchos de los más jóvenes conozcan la frase aquella de: «Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre».
Pasamos ahora a ABC, donde Manuel Martín Ferrand, que firma Tiempo pasado. Reparte a diestra y siniestra. Contra el Ejecutivo:
Para compensar el expolio a que nos han sometido la mitad del sistema financiero español -las Cajas- y un tercio de los bancos clásicos, el Gobierno prepara -¿perpetra?- un rosario de nuevas cargas fiscales y el incremento de precios en los servicios básicos, desde la electricidad a los transportes. Demasiada voluntad gubernamental para salvar el deleznable sistema politizado y corrupto de las Cajas y en preservar las torpes inversiones en infraestructuras que, desde aeropuertos sin aviones a edificios sin función, califican la actividad pública.
Contra la izquierda, empezando por CCOO y UGT:
Como pregón de lo que nos espera, los sindicatos, la más anacrónica de nuestras instituciones públicas, celebraron la última noche del año, la que convierte en estrella al reloj de la Puerta del Sol, con una de sus perturbadoras huelgas en el Metro de Madrid.
Eso de castigar a los clientes antes y mejor que a los empresarios -¿qué les va a Ignacio González y Ana Botella con estas penas?- es otro de los gestos singulares que, en puritita tradición vertical, mantienen los agentes sociales, unos bajo fianza y otros bajo sospecha, para tratar de convencernos de que todo el tiempo pasado fue mejor. La gran falacia.
En el primer ‘Afilando columnas’ de 2013 incluimos un articulista que también apareció en el último de 2012. Se trata de Gabriel Albiac, que publica en el diario madrileño de Vocento Europa en su hora crítica. Tras repasar las ventajas económicas que tuvo la Guerra Fría para Europa occidental, como el Plan Marshall o el hecho de que prácticamente todo el gasto en defensa corriera a costa de EEUU, analiza la situación actual:
La Europa que despierta a los años noventa es una de las zonas menos productivas del planeta. Y, con diferencia, la que goza de un nivel de vida más satisfactorio; y de las mejores prestaciones sociales jamás soñadas. Todo eso es muy caro. Y ese precio se pagó a costa de amontonar déficit sobre déficit. Nada es gratis, y lo prestado debe un día ser devuelto. Con intereses. La loca juerga europea, perdida su lógica de frente psicológico de la guerra fría, era ya insostenible. Y el brutal acelerón que fue la imposición -tan artificiosa y, al tiempo, tan inevitable, ésa es la paradoja- del euro aparecía como el último tren antes de ver cerrarse la noche. Pero, mediado el primer decenio del siglo XXI, era ya una evidencia que ninguno de los problemas europeos había sido abordado.
Concluye:
Europa ha ido estirando la ficción. Incrementando deuda. Y 2013 se le abre sobre la doble amenaza de la recesión en Francia y del caos en Italia. La conjunción, de producirse, dejaría a la UE fuera de juego. Pocos motivos hay para soñar consuelo en el futuro. Ninguno, en el presente.
Terminamos con El Mundo, donde Manuel Jabois también se pone tremendo y pesimista sobrevenido. Lo hace desde el propio título Todo irá a peor. Comienza con una reflexión sobre la profesión periodística y sobre los políticos:
Los periodistas -los antiguos, los del papel- escribimos siempre un día por delante: nuestro hoy es mañana y así sucesivamente; los gobernantes, desde hace un tiempo, hablan directamente del año que seguirá a éste: de la crisis se empezará a salir siempre dentro de 365 días, como el yonqui que se dejó de meter hace seis meses, sea el año que te lo encuentres. Esa estrategia ha acabado por desanimar a la población, que tiende a recogerse en el apocalipsis aún cuando algunos tienen trabajo y pan.
Concluye:
Uno no puede decir que confía en que las cosas vayan a ir mejor sin que le tiren a la cara los desahuciados, pongo por caso, o le hagan ver lo indecente de la afirmación, como si estuviese saboteando el frente de todo irá a peor. «Pues yo quiero que a Rajoy le funcione lo que está haciendo, sea lo que sea», se me ocurrió decir el otro día. «¡Pero si se lo estás criticando todo!». «Hombre, yo leo las páginas económicas con el Collins al lado». Me cayó tal bronca que hubo uno a la media hora que decía no sé qué de Líster, así que pedí perdón y musité: «A ver si nos morimos todos muy rápido de hambre, que quiero joder a esos fascistas».
Jabois, como Borja Montoro, confía demasiado en el nivel cultural de todos sus lectores. A buen seguro que muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes, no saben quien fue ese comunista gallego que llegó a ser general en los ejércitos soviético, polaco y yugoslavo cuando personajes como Stalin y Tito imponían sus botas sobre millones de seres humanos.
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