El venerable maestro Luis María Anson ha revuelto el palenque del papel por los dardos que ha lanzado sobre Pepe García Abad –otro venerable maestro, cada cual en su cátedra– a propósito de Don Juan de Borbón -LEA EL TRASGO EN LA GACETA- .
Es la cosa que García Abad ha sacado un libro sobre el padre del Rey: “Don Juan, náufrago de su destino”, se llama.
Cuenta ahí el autor que el padre del Rey, en tiempos pretransitivos, fue llevado por Anson, en una suerte de cita a ciegas, a una cena donde el otro comensal era… Felipe González.
El Conde de Barcelona recibió la sorpresa con desagrado y no dejó de hacérselo notar al osado celestino. Pero Anson, que desde hace tiempo es algo así como el albacea oficial de la memoria de Don Juan, ha contestado que ni hablar, que Don Juan sabía perfectamente que iba a verse con Felipe y, además, que no fue cena, sino comida, cosa de la mayor importancia a la hora de elegir vestimenta.
Como todos los testigos del caso están muertos menos Anson y Felipe; habrá que esperar a ver qué dice el ex presidente. Lo de las cenas de Don Juan en los tiempos de la pretransición es ya todo un género literario.
A juzgar por los testimonios de la época, el pobre Conde de Barcelona debió de pasar aquellos años en perpetuo trance de congestión gástrica. Resulta que los juanistas de oficio –Alfonso Ussía, por ejemplo– se dedicaron a organizar encuentros gastronómicos por tierra, mar y aire para avalar ante la gente poderosa del país las aspiraciones al trono de Don Juan.
En aquellas cenas –es fama– no faltaban jamás los percebes, hasta el punto de levantar la mayor perplejidad en el Conde de Barcelona. “¿Por qué me ponen siempre percebes?”, preguntó Don Juan a Ussía.
El fiel cortesano hubo de confesar: como Ussía se vuelve loco por los cirrípedos, hacía creer a los anfitriones que ese era el menú predilecto de Don Juan. Este, según refirió en su día el interesado, le instó a meterse los percebes por donde está usted pensando. Ignoramos si llevo su obediencia monárquica hasta ese extremo.
Ussía vuelve a la carga. Ya que por esta página pasan Ussía y sus obediencias, no debe quedar sin comentario su columnita de ayer, donde lanzaba intensas vaharadas de incienso sobre su propio periódico.
A Ussía le llena de orgullo pensar que su periódico “cabrea como monas a la izquierda antisistema y a la derecha troglodita”. Me concederá usted que causa estupefacción leer en Ussía, en tono despectivo, la expresión “derecha troglodita”, sabiendo como sabemos de dónde viene cada cual.
La causa del júbilo de Ussía es la ocurrencia de su periódico de bajar el precio en kiosco. “A chulos no nos gana nadie”, dice el autor, lo cual es incontestablemente cierto. De hecho a Marhuenda ya le llaman el Gao Ping de la prensa, porque lo pone todo a un euro.
En cuanto a Ussía, invoquemos de nuevo la autoridad del maestro Anson, que, como es bien sabido, se cabreaba (“como una mona”) cada vez que el simpático Alfonso dejaba de hacer humor para adoptar la pose de analista político. Yo creo que ese articulito de ayer hay que entenderlo así: en realidad es humor. Sobre sí mismo.
Ya que hablamos de trogloditas, es decir, de habitantes de las cavernas, no perdamos de vista al igualmente venerable Antonio Gala, que acaba de expresar en El Mundo su más hondo lamento por la soledad en que se halla. “Estoy solo en El Mundo”, gime el poeta.
La causa de tanto desconsuelo es que le han reducido el salario: “También en este medio existen los recortes”, declara. Y para colmo, resulta que de la redacción no le llaman más que para comunicarle cosas de tan triste calidad.
De donde deduce que “Personalmente carezco de verdaderos amigos –y menos admiradores– en este periódico”. Jolines, qué manera de sufrir. El Gala de Los Clones es mucho más estimulante.