La Corrupción, tal cual, con mayúscula, es el tema predominante en los artículos de opinión de la prensa en papel español del 28 de enero de 2013. Y optamos por la caja alta debido a que los ‘choriceros’ varios desde partidos políticos e instituciones se multiplican por doquier y los columnistas optan tanto por tratar casos concretos como por escribir por el fenómeno en general. Encontramos referencias a Amy Martin, a Luis Bárcenas y a Iñaki Urdangarín… Y a unos empleados de la COPE que sisaban la comida de sus compañeros. En definitiva, aquí no se libra nadie.
Arrancamos en El País, en cuya contrapartida Almudena Grandes publica Los corruptores. Tras hablar, sin citarles, a los responsables de la Fundación Ideas y a Amy Martin, añade:
El ventilador que esparce excrementos por doquier produce un singular efecto óptico. La lupa que agranda los objetos situados en primer término, desenfoca las figuras más distantes hasta lograr que pasen desapercibidas.
Acto seguido pasa, también sin citar las siglas, al PP. Y es donde viene la más sorprendente de las afirmaciones en los espacios de opinión de esta jornada:
Sabemos quién entrega los sobres y quién los recibe, pero nunca quién los llena.
Estimado lector, ha leído usted bien. Almudena Grandes asegura que «sabemos» quién recibía los famosos sobres, que en estos momentos en España sólo pueden ser los de Bárcenas. Dicho de otra manera, asegura estar al tanto de quienes son los ya conocidos como ‘sobrecogedores’. Este humilde lector de columnas no tiene ni idea de quienes son estos señores. De hecho, por mucho que uno busque y rebusque en las páginas de los periódicos (de papel y digitales) y escuche radios y televisiones, por el momento seguirá sin leer ni oír esos nombres. Nadie los ha publicado.
Puesto que dice saber quiénes son, Almudena Grandes ha perdido la oportunidad de marcar el gol periodístico de su vida: contar a los españoles quienes son los ‘sobrecogedores’. Eduardo Inda no perdería una oportunidad así en el caso de poseer ese dato.
Termina hablando de unos misteriosos ‘corruptores’ que están detrás de todos los escándalos, desde los sobres hasta la corruptela cutre-cultureta de Amy Martin, pasando por los choriceros de Marbella:
Ellos son el principio y el fin de la corrupción, los padres del monstruo que nos devora, pero nadie se atreve a denunciarlos. Está por ver que la justicia sea capaz de colmar las exigencias de la ciudadanía, pero incluso si investigara exhaustivamente las fortunas de los corruptos, los entramados financieros de los intermediarios, para producir sentencias ejemplares sin ir más allá, no habremos conseguido nada. Los corruptores no tardarán mucho en encontrar a un político endeudado, a un vividor con buenos contactos. Y todo volverá a empezar.
No sé a usted, querido lector, pero a este humilde lector de columnas esto le suena a diluir las culpas de los políticos. Parece algo así como «pobrecitos, que van a hacer si un empresario millonario le pone un dinerillo delante. Todos somos humanos…»
En el autodenominado ‘diario de la Catalunya real’, Jordi Évole habla sobre tertulias y corrupción. El artículo se titula Tertulandia:
Mi sensación es que, sobre todo, todos somos tertulianos (y me incluyo). Ya sé que la función de un periodista no es resolver los problemas de un país. Ni tampoco es la obligación profesional de un profesor universitario o de un lampista. Pero eso no impide que, además de críticas, se aporten soluciones, ya sea a través de las redes sociales, con movilizaciones, o mediante el voto en las urnas. Sí, en las urnas, porque pulula la creencia de que los políticos son unos de los encargados de resolver los problemas. Igual tendría que ser así, pero no lo es. Ellos son, sobre todo, tertulianos, como cualquiera de los demás.
El progre televisivo por excelencia se pone elitista y se pregunta que por qué no se exige a los políticos unos «estudios específicos»:
Con esta preparación, tal vez sería más difícil que un director de la Fundación Ideas, del PSOE, tuviera malas ideas. Y a lo mejor no sería tan fácil encontrar otro sinónimo para la expresión «cobrar en B». Ahora está chupado: es «cobrar en Bárcenas». Y quizá el Rey no se subiría el sueldo, como ha hecho ahora, cuando el paro sigue aumentando.
Ahora bien, considera que los políticos son reflejo de la sociedad:
Cuando en una sociedad hay tanto político presuntamente inocente, pero imputado, que pertenece a partidos que casi siempre gobiernan, cabe la sospecha de que la sociedad no sea del todo inocente. Algún cómplice debe haber, digo yo.
Si una sociedad no es capaz de que sus políticos se parezcan a los ciudadanos, esos ciudadanos podrían acabar pareciéndose a sus políticos. Si es que no nos parecemos ya.
El último argumento se parece mucho a los de otro periodista que en nada se parece, ni ideológica ni físicamente, al ‘Follonero’. Nos referimos a César Vidal, que publica en La Razón No basta con las leyes.
Tras mostrar su acuerdo con la necesidad de reformas legislativas «relacionadas con la transparencia financiera y la independencia judicial», añade:
Las normas rigurosas de poco sirven si los españoles no castigan política y socialmente a los que roban. No lo hacen – doloroso es reconocerlo – porque, a pesar de que existe gente con una integridad berroqueña, a millones de españoles les encanta robar.
Cuenta varios ejemplos, y uno de ellos es una puya contra la COPE:
Yo mismo trabajé antaño en una cadena de radio donde me vi obligado a cerrar con llave mi despacho porque los hurtos eran un fenómeno diario y había empleados que robaban la comida de sus compañeros.
Concluye:
Con esa mentalidad, ¿puede sorprender lo que perpetran personas con poder o que, como señalaba Eloy Arenas en un conocido número, haya gente que suplique eso de «Dios mío, no me des nada, pero ponme donde haya»? Las raíces del problema se encuentran en una psicología de siglos que ha contemplado el hurto como un pecado venial, una falta sin relevancia o incluso un pasatiempo. Mientras no cambie de manera radical no bastará con las leyes.
En el mismo periódico, Ángela Vallvey escribe sobre Amy. Resulta llamativo que ya no haga falta ni poner el apellido de la inexistente escritora para saber sobre quién se habla. Sin duda es un personaje tan popular que sus creadores han logrado un hueco en la historia de la picaresca hispana. Pero no nos desviemos. Tras contarnos que conoció hace varios años a Irene Zoe Alameda y que le había perdido la pista, por lo que no sabía de las generosas subvenciones que recibió para sus cortos :
Su dinamismo en varias facetas del arte, sus disfraces y pelucas, me provocan una cierta admiración y algo de envidia, sobre todo cuando pienso que yo nunca he recibido nada del Estado, si exceptuamos una beca en 1º de BUP que a mi madre no le alcanzó ni para comprarme los zapatos del curso (según ella, yo me «comía» las suelas).
Lo que podía ser ayer un currículum espectacular, hoy es mostrado como algo bochornoso.
Concluye:
En cuanto a la pareja de Irene Zoe Alameda, Carlos Mulas, un hombre de confianza del propio Zapatero, hasta que se produjo esta marimorena era un joven «brillante y prometedor» que aparecía retratado al lado de Clinton, Sarkozy, Blair… y cualquier notable que exista sobre la Tierra. Ahora, los mismos que antes admiraban boquiabiertos la ubicuidad del señor Mulas, lo critican y ridiculizan, poniéndolo a la altura de un fan ávido por salir en las fotos… Y yo me pongo filosófica y pienso que nada es seguro en esta vida. Que «no somos nadie», aunque alguno consiga ser un «Don» Nadie que vive en alta torre. (Una pena).
En ABC, Félix Madero habla también de corruptelas para tratar el reconocimiento de los errores. Lo hace en El aire huele a humo. Dice que «el reconocimiento de un error explica algo, pero no soluciona nada». Pone ejemplos en la política, como el caso de la Fundación Ideas –desde aquí proponemos que se le denomine Affair Amy– o el de Ana Botella confesando que fue una equivocación ir a Portugal después de la tragedia del Madrid Arena. Pero no se queda en los políticos:
Esta semana el diario que se hace llamar periódico global en español dio a su clientela gato por liebre al publicar en portada -es verdad que luego la quitó-, una foto de un supuesto Hugo Chávez intubado en un quirófano y resultó que era más falsa que un duro de madera. ‘El País’, orgulloso, se dispone a dar una clase de Periodismo y despacha el asunto contando a sus lectores cómo y por qué picaron el anzuelo. Es decir: expliquemos el error y hagamos que desaparezca. Ya. Otro más.
Concluye:
El problema es que ya nadie aquí soporta la mirada de quien te dice que tires la primera piedra si estás libre de culpa. Son demasiados errores en una sociedad herida e incrédula que cuenta por millones a sus parados y se muestra ignorante mientras los chorizos se hacen con un capitalito que jamás devolverán.
El aire huele a humo, escribe José Agustín Goytisolo: ‘¿Qué hacer, qué hará? Preguntas/ a un azar que ya tiene/ las suertes repartidas’. Pena que no lo vean aquellos que lo tienen que ver.
Y ya puestos a lanzar puyas contra periódicos, ahí está Federico Jiménez Losantos en El Mundo. Si artículo Urdangarriba y Garinabajo arranca:
Aunque contraproducente, me parece meritoria la campaña de La Razón en favor de la Monarquía, el Gobierno y la Oposición que se deja. Sin embargo, debería vigilar mejor el contexto gráfico de un diario al que siempre leo por sus columnistas y siempre me asombra por sus titulares.
Añade:
Ayer, mediante la típica encuesta precontestada, el diario de Lara quiso desactivar o desempalmar esa línea eléctrica que amenaza con provocar un cortocircuito letal para el trono de Recaredo. Y para lavar, secar, ungir y maquillar su marmórea faz tras el nuevo destierro del Yerno de la web de la Casa Real, preguntaba: «¿Cree que mejora la imagen de la Casa Real tras eliminar a Iñaki Urdangarin de su página web?».
Al lector le quedan dudas si pone mayor empeño en criticar a La Razón o a la Casa Real. Dice que los responsables del diario de Marhuenda podrían esperar que sus lectores respondieran que ‘sí’ a la pregunta, pero añade:
Pues no: poco antes del mediodía, el 35,4% decía que sí y el 64,6% decía que no. Así que o los seguidores de Alfonso Ussía se han vuelto republicanos o la defensa editorial de la presunción de inocencia del yerno del Rey ha enfadado a los lectores o bien algo ha irritado tanto su sensibilidad que les hace rechazar la pregunta tramposilla. Y así es. Sobre la pregunta de la encuesta leo este anuncio: «La Razón lanza la campaña ‘Salvemos el teatro’».
Y este teatro de la Zarzuela no hay quien lo salve.