¿A cuento de qué viene este soporífero relato sin pies ni cabeza, sin orden ni concierto?
Nunca se había visto en la Historia del Periodismo español una justificación expositiva de un brutal y lamentabilísimo error como la que ha ofrecido el diario ‘El País’ en su edición del pasado domingo, 27 de enero de 2013.
Dedicar dos páginas al relato de un vodevilesco proceso informativo que había degenerado en una suprema metedura de pata, con tal profusión de detalles estúpidos y de nombres de la nomenclatura de redacción, no pasa de ser un vano y penoso intento de justificar lo injustificable de forma patética, delirante y esperpéntica.
Es evidente que el diario cayó en un espantoso ridículo publicando una desagradable foto acompañada de un pie redactado en un absurdo tono de aviso, en previsión de lo que podría ocurrir y ocurrió, ofreciendo de esa forma un complemento antológico y anti periodístico a la macabra fotografía que no es Chávez ni ninguno de sus parientes más cercanos.
La obsesión de ‘El País’ por Venezuela y Chavez y la impudicia e impericia de sus ‘agresivos’ jefes y jefecillos ha llevado al diario por los derroteros de la chabacanería más rastrera hasta el acromegálico y descomunal error. El diario, lastrado por la mala gestión de sus máximos responsables y absolutamente desprestigiado por su salvaje ERE y sus permanentes devaneos con el poder político ha tocado fondo definitivamente.
Acuciado por el vertiginoso descenso de las ventas y endeudado hasta más arriba de las cejas, el periódico de Prisa se aleja de su seriedad y rigor anteriores y se lanza por la peligrosa senda de la búsqueda de exclusivas a cualquier precio. Y siguiendo ese tortuoso, y peligroso, camino llegó a caer en la trampa de conceder credibilidad a una información, gráfica en este caso, simplemente porque le convenía que fuera cierta. Es decir porque le convenía que fuera el odiado presidente de Venezuela.
«Dos reconocidos periodistas del diario reconstruyen lo ocurrido con la falsa foto de Chávez», así subtitula el periódico su espasmódico relato. ¿Quién ha decidido que son ‘reconocidos’? Sorprende que uno de ellos, veterano de la información de investigación se haya prestado a tan espantoso ridículo. Del otro, como dice un afectado por el ERE, cabe esperar cualquier cosa, como también de la mayoría de los citados en ese relato de terror y horror periodístico. —Un tremendo error—
Fulanito llama a Menganito que a su vez consulta con Zutanito que se pone en comunicación con el director que dice ser el primero en asumir la equivocación pero que no habla de responsabilidad en la publicación del engendro gráfico ¿Y quién si no iba a asumir tal prerrogativa de escalafón? ¿La señora de la limpieza, el chófer de reparto?
No ha habido mayor esperpento publicado en la prensa española en los últimos cien años que el bodrio con el que ‘El País’ ha intentado entonar un canto de asunción de culpas con arrebatos de sinceridad conmovedora para impresionar a sus lectores. Anonadados nos hemos quedado algunos. Su relato no ha hecho sino aumentar su grandísimo ridículo.
No queda muy claro si el ‘Relato de un error’ -aparte de ser infumable, impropio, aburridísimo y periodísticamente incalificable-, supone un acto multitudinario de contrición o simplemente se trata de una penosa y vergonzante penitencia impuesta por el impresentable dios de los 13 millones de euros a sus despistadas, más que descarriadas, ovejas culpables de una barbaridad informativa.
La barrabasada de la delirante disculpa relatada en dos espesas páginas del diario supera por mucho en estupidez y cretinismo, debido fundamentalmente a su esperpéntica desmesura, a la primigenia y errónea información.
«Se vuelve a imprimir una nueva edición. El coste de la reimpresión del diario ronda los 125.000 euros. La nueva distribución que hay que poner en marcha supone otros 100.000 euros», dice en tono quejumbroso el lamentable relato. ¿Y a mí qué cojones me importa?, digo yo.
Ya solo nos faltaba que los medios de información nos contaran sus gastos en enmiendas y encomiendas. Si ‘El País’ reconoció su inmenso error, pidió disculpas y retiró la edición con la siniestra foto ¿A cuento de qué viene este soporífero relato sin pies ni cabeza, sin orden ni concierto? Puedo asegurar que en mi ya larga vida nunca había visto una fe de errores tan apabullante, tan esquizofrénica, tan extensa, tan penosa y tan ridícula.