¿Quién ha dicho que los medios digitales no tienen apenas influencia? La mejor prueba de lo contrario es que un articulista de papel responda en uno de sus textos a algo que se ha dicho desde un periódico online. Y eso es lo que ha ocurrido este 29 de enero de 2013. Y, para regocijo nuestro, el replicado ha sido este humilde lector de columnas. Como la alegría no puede ser total, quien nos contesta prefiere no citarnos por el nombre ni por el medio y se limita a referirse a nosotros como un ‘indignadísimo periodista’. Cosas de la ex pareja del ministro Wert.
Y ya que hemos entrado en materia, arrancaremos nuestro repaso diario a los espacios de opinión del papel con esa columna de Edurne Uriarte en ABC, titulada El ciudadano intocable. Si es usted lector habitual de nuestro afilando columnas, puede recordar que la ex pareja de Wert fue el 22 de enero la estrella de este espacio por un artículo suyo donde llamaba hipócrita a los ciudadanos por protestar por la corrupción de los políticos —La ex de Wert intenta salvar la cara a los políticos llamando hipócritas a los ciudadanos que protestan por la corrupción–. Se vé que la crítica le ha molestado. Veamos las palabras que nos dedica en su artículo de réplica:
Pero, pruebe usted a denunciar igualmente la corrupción ciudadana, la del extendido engaño al fisco, por ejemplo, y atrévase a llamar hipócrita a lo de indignarse con la primera, la corrupción política, y despreocuparse de la segunda, de la ciudadana. Le pasará probablemente lo que a mí, que se le enfaden, y mucho, como me ocurrió la semana pasada tras la denuncia de esa hipocresía en estas páginas. Provoqué un indignadísimo artículo de un no menos indignadísimo periodista que encontraba intolerable que me pusiera a escribir de hipocresías ciudadanas.
Edurne, cuando se replica a lo escrito por otro periodista, lo correcto es citarles a él y a su medio por sus respectivos nombres.
Uriarte ha optado por la mera referencia a un «indignadísimo periodista» que escribió un «indignadísimo artículo». A no ser que tenga una muy corta memoria, se acordará perfectamente de que quien el entrevistó en Periodista Digital por su último libro —Edune Uriarte: «El progresismo ha tenido una actitud de comprensión hacia los terrorismos de extrema izquierda»–.
Toma Uriarte una actitud victimista ante nuestras críticas:
Pero, ¿cómo se me ocurre meterme con los ciudadanos? Lamentable regla de oro de la política democrática que aplican en su día a día tanto los medios de comunicación como los propios políticos. Es culpable todo el mundo, menos los intocables ciudadanos.
Añade:
Lo que refleja un fenómeno esencial de la cultura política democrática, el infantilismo ciudadano, la exigencia sin límites para con las élites políticas y la tolerancia igualmente sin límites para sí mismo.
Por supuesto que este humilde lector de columnas mantiene una exigencia ‘sin límites’ (o sin otros límites distintos que el más estricto cumplimiento de la ley) hacia los políticos, pero no defiende una «tolerancia sin límites» hacia sí mismo ni hacia el resto de los ciudadanos.
Si algún particular comete sus propias corruptelas, ha de ser juzgado y condenado por ello. El ciudadano ha de ser responsable de sus propios actos, lo que incluye ser condenado si roba a otras personas o trinca del presupuesto público por medio del engaño, pero hay grados. No es lo mismo, ni merece los mismos titulares, un político que cobra coimas millonarias o que desvía fondos a sus propias cuentas bancarias que un señor que deja de declarar 100 euros de IVA o que cobra un mes la pensión que le corresponde a un familiar ya muerto.
Para cerrar ya el tema de Edurne Uriarte, nos preguntamos si incluye entre los hipócritas a muchos de sus compañeros de columna en ABC. Por ejemplo, a Ignacio Camacho. Este último publica en el diario madrileño de Vocento La factura. Arranca con una reflexión:
Esa gran mayoría dolorida y humillada de ciudadanos que ha convertido la corrupción en un clamor irredento se indignaría doblemente si supiese que a menudo la coima va incluida en los presupuestos oficiales. Es práctica habitual desde hace mucho tiempo sumar los costes de la ‘mordida’ en el precio total de los contratos obtenidos mediante soborno, cohecho o tráfico de influencias, de modo que el porcentaje de los corruptos lo pagan al final los contribuyentes para que quede exento el beneficio industrial de los corruptores.
Camacho demuestra que se puede criticar la excesiva comprensión social hacia la corrupción, incluyendo la del partido político al que se vota, sin insultar a los ciudadanos:
Resulta tan imprescindible un cambio de mentalidad que penalice con claridad taxativa las prácticas irregulares. No sólo en el plano judicial, ni siquiera en el de la opinión, sino en el de una ética social hasta ahora demasiado complaciente por comodidad, costumbre o sectarismo ideológico. Si no se expulsa la venalidad de la conciencia pública y privada con una decisión intransigente España va camino de adquirir la impronta de país fallido.
Concluye:
Es menester acabar con todo atisbo de comprensión, justificación o atenuantes exculpatorias. Erradicar el pernicioso «y tú más» con el que casi todos tendemos a minimizar por simpatía política el abuso de poder o la conducta degradada. La simple formulación de la necesidad de un pacto anticorrupción representa una escalofriante confesión de culpa; ¿qué clase de país es uno en el que su clase dirigente tiene que ponerse de acuerdo en dejar de robar?
Pues ese es exactamente el nuestro. Y lo terrible es que ni siquiera para eso parece existir suficiente consenso.
Pasamos ahora a El País, donde Rosa Montero publica Y lo que queda. Vaya, otra que se empeña en escribir sobre corrupción política. Empieza con el esperpento picaro-cultureta de Amy Martin:
Cuando creíamos haberlo visto todo en cuestiones de corrupción, llegan nuevos casos a rizar el rizo y dejarnos bisojos. La situación degenera rápidamente: ahora ya no solo malversamos y cometemos irregularidades a troche y moche, sino que además hacemos el ridículo con petardas del nivel de Zoe Alameda y su comunicado delirante. Por todos los Santos, ¡ya es que no somos competitivos ni para robar (presuntamente)!
Añade:
Me pregunto si será por eso, por esa falta de elegancia y de profesionalidad en el latrocinio (reconozcamos que lo de los trajes y los pelucos de oro de Gürtel fue otra horterada), por lo que al PP se le ha ocurrido la peregrina idea de educar a los niños desde los 11 años en temas fiscales.
Considera «absurdo» el argumento del PP de que así los ahora niños cumplirán con Hacienda cuando sean adultos, y añade que para no defraudar lo que hay que tener es formación «moral».
Lo que permite y fomenta que este país sea una maldita cueva de ladrones es nuestra añeja y bárbara carencia de conciencia social; haber nacido y crecido en un país estructurado en hordas en el que lo público no es de nadie y en donde el bien común es considerado como el coto de caza y principal proveedor de la riqueza de tu tribu.
Este humilde lector de columnas se pregunta si, al escribir esa frase, Montero se acordó de la tristemente inolvidable Camarada Carmen Calvo y su «el dinero público no es de nadie».
En cualquier caso, ese es el único camino posible de regeneración social: tenemos que cambiar nuestros valores desde dentro. Sin esa base ética, me temo que enseñar trucos fiscales a los niños solo conseguiría convertirlos en defraudadores más competentes.
Vaya, otra que trata sobre la permisibilidad social con la corrupción y la picaresca sin por ello tener que insultar a los ciudadanos.
Cerramos nuestro ‘Afilando columnas’ del día con El Mundo. Los dos artículos que destacaremos del diario de Unidad Editorial tratan de una cuestión radicalmente diferente de todo lo que hemos visto hasta ahora en este repaso a las columnas. Versan sobre periodismo. En concreto, se centran en la famosa foto del falso Chávez entubado en la portada de El País. En otro de ellos, además, se trata de otras recientes primeras planas que no pasarán a la historia como un ejemplo de buen periodismo. Estas son del diario Marca —Marca se defiende: «No es nuestra intención querer manejar al Real Madrid. Nuestro periódico ni quita ni pone entrenadores–.
Arcadi Espada titula su artículo Entubado, así que no hay lugar para dudas sobre el tema que trata. Arranca fuerte:
La falsa foto del presidente Chávez entubado es un error del periodismo. Y un nuevo gran éxito de la dictadura. Desconozco las razones por las que Chávez va a Cuba a tratarse (…) Pero creo que la razón esencial tiene que ver con la extrema comodidad que ofrece la dictadura para todos los que dictan, dentro o fuera. Cuba es un paraíso de la privacidad.
No hace, de todos modos, demasiada sangre con el diario de PRISA:
El resbalón periodístico de la semana pasada obedece a un legítimo intento del oficio de forzar la cerradura cubana y mostrar el verdadero nivel de salud del presidente Chávez, cuya enfermedad está siendo tratada por su gobierno con el protocolo habitual del totalitarismo. El paratexto que rodeó su publicación era verosímil.
Añade:
Que haya devenido un fake ha alegrado, aparte de a los demócratas melifluos, a los tiranos. Ya he reconocido que tienen de qué alegrarse.
Concluye con un retrato del régimen dictatorial cubano:
El gobierno de Cuba no ha sido capaz de procurar a sus ciudadanos ni riqueza ni justicia. Pero ha creado una fortaleza envidiable. Puede ser cárcel o sanatorio vip, donde sufran los de dentro o los de fuera; pero siempre una inaccesible fortaleza, a la que con gran exageración moral llaman Estado. A dos horas en lancha rápida del mundo drone y su ojo jupiterino, allí de donde parte la más compleja red de vigilancia de la historia, la vieja distopía orwelliana de Cuba continúa impertérrita ofreciendo (¡y alquilando!) sus generosos panteones a la luz y la verdad.
Víctor de la Serna habla también de la más célebre portada de El País de los últimos tiempos, pero también de otras de un diario ‘hermano’ de El Mundo, el deportivo Marca. En concreto, es esta última se atribuía a los capitanes del Real Madrid una frase contra Mourinho que parece que nunca pronunciaron. Trata de todo ello en Dos famosas portadas y el periodismo. Tras señalar que pocas veces coinciden en el tiempo dos primeras planas tan polémicas como las ya cita, añade:
Se conocen ampliamente las excusas de El País y la negativa de Marca a aceptar que, como dijo el presidente del Madrid, su portada fuese «una mentira». Sobre los procesos profesionales que llevaron a la publicación de ambas portadas se pueden hacer algunos apuntes más.
Dice que El País ha publicado lo que han llamado «un relato» de lo ocurrido, pero «no una explicación». Se mofa de la explicación dada por el director del diario de PRISA, Javier Moreno, según la cual creían que estaba verificada una fotografía que no habían verificado:
¿Cómo pueden, no uno, sino varios adultos en posesión de sus facultades pensar que han hecho lo que no han hecho?
Algunos asuntos más le causan sorpresa a De la Serna, sobre todo uno:
La falta de rastreo en profundidad por internet del famoso vídeo de 2008 del que está extraída la supuesta foto -sólo echa un vistazo en Google, por iniciativa propia, un editor gráfico- es curiosísima. Sobre todo cuando se sabe que minutos después de su publicación su falsedad se trompeteaba por las redes sociales.
A este humilde lector de columnas le ha llamado la atención el párrafo que De la Serna, que no destaca por escribir cosas que puedan molestar a sus jefes, dedica a lo ocurrido en Marca:
Lo del Marca está más en el aire porque no ha terminado la polémica: tras las duras acusaciones de Florentino Pérez, respondía con otra vistosa portada: Marca no miente. Y los datos que, sin revelar sus fuentes, ofrecían sus redactores permitían colegir que, en efecto, Casillas y Ramos se quejaron de Mourinho, lo que sabiendo los roces de este año tampoco sorprenderá. Pero ilustrarlo con lo que parecen unos mensajes de whatsapp no es lo más convincente, como no lo es el recurso de inventarse una cita literal («Presi, en junio o Mourinho o nosotros») que daba pie al desmentido de Pérez. Las citas no son un recurso: o se han oído literalmente, o no se inventan.
¿Habrá Pedrojota Ramírez dado su autorización para que se dediquen unas palabras tan duras a un medio de Unidad Editorial? Si es así, la pregunta que queda por responder es muy típica de Mourinho: «¿Pur qué?»