Más información
Con la que está cayendo, y algo más de 24 horas después del anuncio de abdicación de la reina de Holanda, estaba claro claro que los artículos tanto a favor como en contra de que Juan Carlos I siga su ejemplo se iban a multiplicar en la prensa de papel española el 30 de enero de 2013. Eso sí, si alguien nos hubiera preguntado en qué cabeceras iban a a aparecer más columnas sobre esta cuestión, la respuesta estaría equivocada. A priori, cualquier pensaría que sería ABC o La Razón. Pero no.
Ha sido El Mundo quien ha hecho de sus espacios de opinión prácticamente un monográfico sobre el asunto. El ‘ladrillo’ del día corre a cargo una vez más de El País, de la mano de un histórico socialista que clama para que su partido no deje de ser español.
El ex presidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra firma El PSOE no debe perder la E de español, un largo artículo muy crítico con su partido. Arranca con un breve repaso crítico a la historia de la formación creada por Pablo Iglesias, en el que llega a hacer una afirmación que en pluma o boca de quien e no forman parte de ella sería señalada como heréticas o incluso justificadoras de la dictadura franquista:
Tiempos ha vivido el PSOE, en 1917 y 1934, en el que más que un partido socialdemócrata ofreció la imagen de un partido revolucionario, de corte marxista, dispuesto a ocupar el poder político no por la fuerza de los votos, sino por la subversión y la movilización popular.
El texto contiene frases muy duras con la situación actual su partido:
El PSOE navega en aguas turbulentas, sin ofrecer una idea cabal de su carácter españolista, desconcertando a quienes nunca dudaron de ese carácter y a quienes se afiliaron al PSOE, entre otras cosas, por su denominación de partido defensor de la España plural y descentralizada, que esa fue una de las grandes obras del PSOE en los años en que ocupó el Gobierno de España en su primera fase, antes de los Gobiernos de Aznar.
Se muestra contrario a la propuesta de implantar un modelo federal:
Quien desee apostar por un modelo federal para España no puede decidirlo unilateralmente porque no hace todavía un año que los socialistas españoles celebraron su 38º congreso federal en Sevilla, sin que a nadie de los que a él asistieron se le ocurriera someter ese modelo a debate y votación de los delegados. Quienes piensan que el Estado federal mejoraría la incardinación de los territorios en la estructura del Estado, dándoles mayores competencias o mejor financiación están en un error; el Estado que diseña la Constitución española va mucho más lejos que cualquier Estado federal en el que podamos fijarnos.
El federalismo no arreglaría ninguno de los problemas por los que pasa España en estos momentos con los anuncios de secesión en marcha. Los nacionalistas catalanes y vascos no quieren ni oír hablar de Estado federal y ellos saben muy bien por qué. Las dificultades y los problemas de encaje en el Estado autonómico de algunos territorios no son la consecuencia del Estado que dibuja la Constitución. Con cualquier modelo unitario descentralizado, los nacionalismos no pararán hasta conseguir la independencia.
Termina con un aviso:
Los socialistas vascos y catalanes han sufrido un varapalo impresionante en las elecciones vascas y catalanas (19% y 14%) a manos de los nacionalistas de uno y otro territorio. No sería descabellado pensar que el conjunto de los socialistas españoles podría seguir la misma suerte a manos del nacionalismo español que, ante la deriva nacionalista periférica, reaccionará de manera contundente defendiendo una concepción de España que puede llevarse por delante al PSOE. O los socialistas se distancian del nacionalismo -y lo primero que tendría que hacer sería calificar de golpistas a quienes pretenden saltar por encima de la Constitución- o los nacionalistas acabarán con el PSOE.
Pasamos ahora a ABC. La primera de las columnas con la que nos quedamos en esta ocasión es de nuestro admirado Gabriel Albiac. Publica Contra los políticos (Reloaded), que arranca recordando un libro suyo terminado de escribir en 2007, y las reacciones que provocó:
«HACER luz sobre esta sordidez política. No rendirme ni al tedio ni a al cansancio: al cabo, es lo único que para mí ha contado en esta puerca vida. Y lo único por lo cual -aunque sea malamente- sobrevivo. Porque puede, pese a todo, haber algún atisbo de vida más allá de la política. Con esa esperanza acabo». Con esa esperanza en la frontera del hastío, se cerraba, en el otoño de 2007, mi libro Contra los políticos [Contra los políticos, de Gabriel Albiac]. Pero el tiempo ha pasado.
No sabría evocar las impertinencias que cayeron sobre mí entonces. Por suerte, los años le hacen a uno impermeable. Sobre todo, cuando tiene la certeza racional de que el tiempo confirmará lo más amargo de lo escrito. Y hoy el tiempo ha pasado. Y aquel Contra los políticos resulta, ahora, en exceso bondadoso. Comparado con esto: la corrupción sin límites, la corrupción como única verdad de la política
Reflexiona sobre la situación actual en España:
Pero no, no es la pobreza lo que nos tetaniza. Es la riqueza súbita de unos pocos, en medio de esta miseria colectiva. Que, de esos pocos, la fracción más vistosa sea la de quienes ejercen tareas de representación política, es algo odioso. Sin atenuante: odioso.
Contempla la existencia de tres variedades de políticos. La primera es la de «los delincuentes». De estos dice:
El robo se inició en el albor mismo de la Constitución del 78. A los partidos políticos, empezaron por financiarlos los constructores. Parece que ha terminado por financiarlos la mafia rusa. ¿Qué acabaremos por ver? No lo aventuro.
El segundo tipo serían los que no han delinquido pero que, «sin violar» la ley, colocaron a sus familiares en todo tipo de cargos oficiales y consejos de administración «suntuosamente pagados»:
Lo de los carguitos internacionales para ex ministras ágrafas, sólo es cosa de broma. Repasar la lista de parientes de altos mandatarios, desde la transición hasta hoy, es adentrarse en los jardines subterráneos de Alí Babá.
La tercera variante es la de «los santos espíritus» que no hicieron dada de eso, que «se limitaron a cobrar sueldos fantásticos -además de dietas y privilegios no cifrados- sin hacer nada». Los eurodiputados son, para Albiac la «quintaesencia esa honradez plácida y rentable».
Concluye:
Releo lo que escribí hace cinco años. Pasó la eternidad desde aquel Contra los políticos. La eternidad que borró toda esperanza. Siempre en ‘Mátrix’. ‘Reloaded’.
Sin salir del diario madrileño de Vocento llegamos a los artículos dedicados al debate sobre sin Juan Carlos I debe imitar a Beatriz de Holanda y abdicar a favor de sus hijo. Se titula Paradigma oportunista y su autor es Ignacio Camacho. Él es contrario al relevo generacional en la jefatura del Estado:
Los partidarios de la abdicación real que agitan con oportunismo mimético el ejemplo holandés apuntan más bien a la institución que la persona. Por alguna razón los detractores del régimen monárquico, posición absolutamente legítima por otra parte, sospechan que su objetivo sería más asequible con un relevo en el Trono; quizá porque barruntan en esa hipótesis un escenario propicio al debate sobre la forma de Estado y porque saben que el supuesto de renuncia carece de regulación orgánica.
Considera que el Rey sabe que la situación en España no es propicia para que su hijo le sustituya:
Es difícil, en todo caso, que el potente instinto político de Don Juan Carlos no haya evaluado el principal riesgo de una operación de esta importancia, que es el de legar al Príncipe un contexto demasiado comprometido. El heredero dispone de contrastada experiencia institucional y sólida formación intelectual, moral, económica y política pero recibiría el Trono en un momento de especial delicadeza, con un enorme pesimismo colectivo presidiendo un horizonte social devastado y con problemas importantes pendientes de resolución en el propio entorno de la Corona. A priori se trata de un paisaje de extrema complejidad para sumarle un salto histórico de esta clase.
Concluye:
En los últimos años hemos oído a la dirigencia pública repetir, en diferentes ámbitos argumentales, que España no es Grecia, ni Portugal, ni Gran Bretaña. Tampoco es Holanda. Fuera de comparaciones ventajistas, una nación sólo funciona bien cuando sabe interpretar sus propios paradigmas.
Este humilde lector de columnas tiene que reconocer que le despertaba especial interés leer lo que sobre este asunto escribiera Alfonso Ussía. Con permiso de un divertido Jaime Peñafiel cuya relación con la Casa Real se ha convertido en algo cuando menos complejo y de un Luis María Anson incapaz de hacer hacia La Zarzuela un gesto que no sea de reverencia, Ussía es el referente del periodismo monárquico español. El título de su artículo, un lacónico Abdicación, no permite aventurar cuál es su postura. Sin embargo, ya queda claro en la primera frase:
Abdicar es resignar las responsabilidades, renunciar a ellas. Una jubilación voluntaria rodeada de hamacas, tumbonas y violines. Los reyes, mejor escrito, las reinas de Holanda abdican con excesiva facilidad. Lo hizo la Reina Guillermina en beneficio de su hija Juliana, que a su vez abdicó en provecho de su hija Beatriz, la cual termina de ceder el trono de Orange a su hijo Guillermo. Abdicar, en el fondo, es lograr la delicia de los derechos ahuyentando los problemas y los deberes. Es cuestión de costumbres. En España los reyes se mueren reyes, y ello concede mayor dignidad y tragedia al tránsito. El Rey ha muerto, viva el Rey.
Bromea con la situación existente en Reino Unido:
El Príncipe de Gales roza los 65 años, la edad de la jubilación, y la Reina Isabel II no parece tener ningún plan específico para doblar la servilleta. Ser Rey a los 70 años es una circunstancia normal. Acceder al trono a la misma edad, es una cabronada.
Vuelve a España, y a las comparaciones con Holanda:
En España, el Príncipe tiene 45 años y el Rey ha cumplido los tres cuartos de siglo. Perfecto. Que en Holanda hagan lo que les salga de las bombillas de Eindhoven, pero que nadie exija la imitación. Un Rey se muere Rey, y el que venga detrás que apechugue. Se dan casos en nuestra Historia de abdicaciones y renuncias, pero siempre enlazadas a momentos dramáticos y situaciones insalvables. Por lo general, aquí en España, los Reyes nos morimos como tales, y dejamos al Príncipe Heredero, el de Asturias, Gerona y Viana, en perfectas condiciones de sucesión. La figura del «Rey Padre» no entra en nuestra comprensión.
Concluye:
Si el Príncipe Guillermo mantiene la costumbre holandesa de la abdicación imprevista, y lo hace en vida de su madre en beneficio de su hija mayor que ignoro cómo se llama y en estos momentos nada me importa semejante ignorancia, tendrán en Holanda una «Reina Abuela», un «Rey Padre» y una Reina medio argentina con un segundo apellido bastante raro. Y eso no. Las monarquías tienen unos valores muy apreciables y ocho de las quince naciones más libres y desarrolladas del mundo son monarquías parlamentarias. Pero con un Rey o una Reina. No con toda la familia por delante y por detrás. Así, que dejen en paz al Rey con comparaciones y sugerencias flamencas.
Queda entonces claro. Alfonso Ussía es radicalmente contrario a la abdicación. Por lo tanto, no es difícil colegir que esa es la opinión de los monárquicos que podríamos llamar ‘ortodoxos’.
Terminamos este repaso diario a las columnas en las páginas de El Mundo. De las numerosas columnas dedicadas a esta cuestión en el diario de Unidad Editorial –discúlpenos Manuel Jabois por no reseñar su 21 días con Iker, pero es que el capitán del Real Madrid y Sara Carbonero no despiertan en absoluto el interés de este humilde lector de columnas– nos quedamos con dos. Son las más divertidas de las dedicadas a ofrecer argumentos a favor o en contra de la abdicación, cada una en un sentido.
Arrancamos con Carmen Rigalt. A riesgo de que algún despistado lector de Periodista Digital nos acuse de socialistas en los comentarios a este texto, hemos de decir que siempre disfrutamos con esta columnista. No tiene nada que ver con que se compartan o no sus opiniones concretas, en muchas ocasiones no las compartimos en absoluto. Es algo diferente. ‘La Rigalt’ tiene uno de los estilos de escritura más frescos y divertidos que podemos encontrar en el periodismo español. Resulta imposible terminar de leer uno de sus textos sin una sonrisa en la boca.
En esta ocasión la diversión comienza con el propio título del artículo: Al Príncipe le crecen las orejas. Atina para hablar de otros temas, estos muy serios y dolorosos para algunos, con un toque de gracia que no puede resultar ofensiva. Hablando del nacimiento del Príncipe de Asturias, dice:
Como era un bebé privilegiado, a su alrededor no brujuleó una monja pretendiendo dar el cambiazo. Es lo que tiene ser heredero: todo el país estaba pendiente de él. No le pusieron un solo nombre sino una ristra: Felipe, por Felipe V , Juan por su abuelo, Pablo por su otro abuelo, Alfonso por Alfonso XIII y todos los santos, por todo el santoral. Es un capricho de los Borbones, que así pueden celebrar la onomástica diariamente.
No se anda con chiquitas para comparar su comportamiento con el de sus antecesores:
A Felipe, Juan Pablo, etc. nunca se le ha detectado el ramalazo borbónico. Casi mejor. Si los cimientos de Zarzuela temblaron cuando el Príncipe se ennovió con Eva Sannum, no quiero ni pensar qué habría ocurrido si llega a salir un picha brava.
Presenta un retrato favorable del Príncipe cuando ha cumplido los 45 años:
No sabe contar chistes ni tiene el carisma de su padre, pero eso importa poco. Felipe ha llegado hasta aquí y se ha ganado el respeto de la concurrencia. Es el único de la familia a quien no le han salpicado los escándalos. El mérito es suyo. Mejor dicho: suyo y nuestro. Porque en los medios de comunicación existe voluntad de protegerle. Se le supone firmeza en el asunto Urdangarín y eso gusta mucho.
Pone, eso sí, un pero. Aunque a toda la Monarquía:
También nos gusta la transparencia, pero la transparencia es incompatible con la naturaleza de la institución. Mal asunto.
Concluye con una broma, que nos conduce mentalmente a Carlos de Inglaterra, para pedir la abdicación del Rey:
La hora del relevo ha sonado, y no porque lo digan en Holanda. Ha sonado porque toca. El Príncipe ha cumplido 45 años y no debe estropearse. A los príncipes que esperan demasiado les crecen las orejas.
El contrapunto lo encontramos de la mano de un buen amigo suyo. Tan amigo que hasta todas las navidades se juntan un día para disfrutar de una ‘cena de Reyes por adelantado’ tres matrimonios, los de ellos y el de Rubalcaba. Lo contaba la propia Rigalt en La Otra Crónica de El Mundoel 5 de enero de 2013 —De la amistad y sus rituales–. Nos referimos a Raúl del Pozo, que en esta ocasión firma Club de Jacobinos. Como su compañera de diario y de festejos navideños, arranca con cachondeo mezclado con asuntos serios:
Los reyes y los príncipes tiran de bragueta, se dejan tocar el flautín, habitan en las alcobas de la Historia, cazan, se enriquecen y al final son los validos los que pagan. «Siempre son los números dos los que se comen los marrones», me dice una dama cercana a la corte para explicar la llamada del juez Castro a Carlos García Revenga, pringándole en el Caso Nóos.
Critica a quienes asesoran a Juan Carlos I en asuntos deimagen:
Tras los experimentos mediáticos, sigue disminuyendo la popularidad del Rey. Después de 38 años de Monarquía llegó un día que a los cortesanos de guardia y los validos mediáticos, se convirtieron, sin saberlo, en un club de Jacobinos. Se les ocurrió sentar a Su Majestad en una silla, después de haberle obligado a poner el culo en la mesa. Pisotearon la distancia hierática y el esplendor del trono, porque aunque esta sea una Monarquía parlamentaria, el Rey sigue siendo un signo semiótico, una corona, un cetro y un sillón lujosamente ornamentado. Si lo despejas de adornos y liturgias crujen la institución y la caderas.
Del Pozo hace referencia a unas palabras suyas muy polémicas pronunciadas en televisión —Raúl del Pozo, desatado en ‘Espejo Público’: «El Rey tendría que haber fusilado a Urdangarín»–:
El folletín corrupto del Caso Nóos sigue envenenando la crisis. Yo dije ayer en Espejo Público, en plan metafórico, que el Rey debió seguir el ejemplo de Mussolini con su yerno Ciano al que fusiló; no se entendió la ironía y me han paseado por las redes sociales. No pasa nada. Pasa si el vértice del frágil consenso constitucional sigue cuarteándose.
Concluye con un párrafo en el que queda claro que no es partidario de que el Rey ceda el relevo a Felipe:
Ahora los enemigos de Don Juan Carlos leen la abdicación de Beatriz de Holanda en su hijo Guillermo como el prólogo de lo que aquí puede venir después. A veces, en los palacios los reyes envenenaban a sus delfines, pero en las grandes monarquías no son corrientes las abdicaciones. En Gran Bretaña hubo un caso sonado, el de Eduardo VIII que se casó con una divorciada. En España abdicó Carlos V, Felipe V,Isabel II y Amadeo de Saboya; a otros los echaron. Sólo Napoleón sustituyó a los Borbones por los Bonaparte, después de que el Príncipe de Asturias traicionara a su padre y a su madre, que estaba liada con Godoy.