Según pasan los días, lejos de aclararse, el asunto de las ‘barcenadas’ se presenta cada vez más confuso. Las dudas sobre la autenticidad de unos papeles que en principio estaban poniendo contra la pared a Rajoy y a su partido han conseguido alejar el foco de atención de Génova 13 y La Moncloa, lo que beneficia a los populares, para centrarlo en la búsqueda del filtrador a El País. El presidente del Gobierno metido a busto parlante gana así algo de tranquilidad.
Y, para complicarlo todo algo más, en la contrapartida de El Mundo nos hablan de una ‘garganta profunda’ que saca a relucir uno de los nombres más polémicos de España: Baltasar Garzón.
El artículista del día es, por obra y gracia de las confidencias que le hizo esa garganta «no de seda», no es otro que Raúl del Pozo. En España ‘sub indice’ cuenta:
Mi misterioso informante cree que el que ha organizado el fuego lento con leña verde no ha sido Luis Bárcenas. Me habla de un trío de la bencina, formado por dos ofendidos y un maquinador.
Los tres ‘pirómanos’ son, según la fuente del articulista:
El primero del trío sería Cristóbal Páez, al que supongo hijo de otro Cristóbal Páez, un caballero que fue subdirector mío en un periódico. Páez fue promocionado por Dolores de Cospedal cuando ella se enfrentó a muerte con Bárcenas; posteriormente fue acusado de delito electoral y lo despidieron de Génova, 13. El segundo podría ser Trías Sagnier, arrepentido diputado popular. El tercer hombre, amigo del anterior, conocedor de las tripas de Gürtel, podría ser Baltasar Garzón.
‘Garganta no de seda’ le insistió, según Del Pozo, en que el objetivo de la conspiración era «dañar al PP, acabar con Mariano Rajoy».
Concluye:
Lo que sea sonará. Si pasa algo, que pase. Pero hay que tener cuidado con la hoguera que enciendes contra un enemigo, no sea que te alcancen a ti las llamas. Europa se está quedando con la copla. Me explican desde Bruselas: «Si hubiera turbulencias económicas y espasmo en los mercados y fuera necesario el rescate, los alemanes dirían que un gobierno bajo la sombra de la corrupción no puede ser rescatado. Exigirían un nuevo ejecutivo».
Y si el texto de Raúl del Pozo es el artículo del día por el bombazo que suelta, Arcadi Espada nos ofrece la columna sorprendente de la jornada. Este humilde lector de columnas nunca hubiera imaginado que leería algo del catalán elogiando a Artur Mas. Y menos aún cuando las loas se dirigen a algo que ha dicho referido a la corrupción. Lo hace en Presunción.
Dice Espada:
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, planteó ayer una pregunta muy pertinente y difícil: en qué momento un político (es decir, alguien cuyas opiniones morales se traducen en leyes), que resulte acusado de algún delito, debe abandonar su cargo. Una pregunta también valiente, porque en este asqueroso momento de España llevar un hombre a la hoguera de la inquisición mediática sale más barato que en cualquier otro país (¡qué risa si alguien tratara de elaborar aquí una ley para la Protección de la Presunción de Inocencia, como en Francia) y porque Convergència lidia con graves casos de corrupción.
Más que valiente y pertinente, la pregunta de Mas, y el encuentro contra la corrupción en la que la planteó, nos parece una grandísima muestra de cinismo. El presidente catalán lidera una coalición marcada por casos como el Pallerols y el Palau, con diputados presuntamente vinculados a la mafia rusa y con sus más destacados nombres marcados por asuntos como las corruptelas de la ITV o una supuestas cuentas suizas. Ante esta realidad la retórica puede sonar armónica, pero más bien parece una salida por la tangente para no tener que limpiar las propias filas de CiU.
Concluye:
No veo razón alguna por la que una persona que se declara inocente [al ser imputado] deba abandonar su cargo. Las cosas cambian si el juez decide el procesamiento: de la investigación se ha pasado a la acusación. Es razonable que alguien sobre el que policías, fiscales y jueces han reunido indicios acusatorios abandone su cargo. Sólo se precisa un contrato: que en el caso de producirse la absolución el acusado sea restablecido en su honor y en su actividad. A tal fin conviene mucho que después del largo proceso no haya quedado reducido a ceniza.
Con argumentos como estos, cualquier día Espada propone que se prohíba denunciar desde los medios de comunicación sobre casos de posible corrupción que no han llegado a los tribunales. Muchos altos cargos políticos se lo agradecerían.
Quien no ha sufrido una súbita fascinación con el presidente catalán es Toni Bolaño. Publica en La Razón Mas nos toma por idiotas. Comienza directo:
Artur Mas la ha clavado. Después de finalizar la cumbre contra la corrupción en Cataluña, el presidente ha encontrado la solución. Ha visto la luz. Ha decidido tomar cartas en el asunto y ha hecho la gran afirmación del día: «Debe salir todo el pus». Para añadir: y luego «desinfectar». En 20 días nos aportará más datos, pero han de saber que en Cataluña después de esto ya no existirá la corrupción. Me asalta una pregunta. ¿Mas nos toma a todos los catalanes por idiotas? Si quiere acabar con la corrupción que empiece por su casa. La mierda llega a los tobillos.
Recuerda casos de corrupción ocurridos bajo los gobiernos de Jordi Pujol, ese doble del Maestro Joda que sigue siendo el gran patriarca de la política catalana. No se queda ahí, recuerda que el caso Palau ocurrió cuando el era Conseller en Cap –ese cargo de difícil traducción pero que los nacionalistas catalanes gustan llamar ‘Prime Minister’ (primer ministro) cuando hablan o escriben en inglés– o presidente de Convergència Democràtica de Catalunya. Añade:
Una vez entonado el «mea culpa», Mas quizás también debería preguntar qué actuaciones han hecho Oriol Pujol y sus amigos, tanto los empresarios como los miembros del partido ya imputados en el «caso ITV». Y si quiere rizar el rizo, debería tener una sentada con el conjunto de la familia Pujol. Le podrían poner al día de chanchullos, regulaciones fiscales, coches de lujo y chollazos.
Concluye:
Después de todo esto, si quiere, que vuelva a convocar una cumbre anticorrupción. De momento, que no tome a los catalanes por idiotas. Que deje de envolverse la bandera. Que deje el efecto gaseosa. Una vez abierta pierde toda la fuerza.
Saltemos ahora a ABC, donde nos encoframos con Embarcenados, de Ignacio Camacho:
A este tío, el tal Bárcenas, hay que echarle de comer aparte. En pocos días se ha hecho el amo del cotarro y controla los tiempos con una frialdad asombrosa. Tiene al país -con minúscula, o no- embarcenado, al Gobierno suspendido, a la opinión pública irritada, a los jueces intrigados, a la Agencia Tributaria mareada y al PP acojonado.
Camacho se muestra fascinado con el ex tesorero del PP:
Este hombre puede ser un megaladrón, un archicorrupto, un superchantajista y un hipertruhán, pero literariamente es una mina; ya decía Andrè Gide, y fue Premio Nobel, que con buenas costumbres no se hace buena literatura. Bárcenas tiene el magnetismo perverso de los grandes antihéroes del lado oscuro: inteligente, turbio, duro, impasible, hermético, algo tenebroso.
Concluye:
Ha creado un lío monumental que tanto puede empujarlo a prisión como derribar a un Gobierno -incluso las dos cosas a la vez- y pisa con asombrosa flema sobre un campo de minas que él mismo ha sembrado. No resulta extraño que esté dispuesto a someterse a un polígrafo: parece de esa clase de personas acostumbradas a simular y mentir sin que le vibre un poro.
Al fin y al cabo, un tipo al que una panda de reputados rufianes llamaba Luis el Cabrón debe de ser alguien con mucha jerarquía. Un respeto.
Cerramos nuestro repaso diario a las columnas en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. El mismo Ernest Folch que consideraba que informar sobre las supuestas cuentas suizas de los Mas y Pujol era poner en marcha el ventilados para esparcir porquería está encantado con que se publiquen los asientos contables de Bárcenas. Más aún, casi parece que le moleste que se quiera comprobar si son auténticos o no. Dice en Ha llegado la hora:
Hay que ver con qué habilidad un robo se ha transformado en un asunto filológico. De repente, los papeles sagrados de Bárcenas han pasado a ser materia de calígrafos, peritos y demás oficios medievales, y hete aquí que en el país donde se da credibilidad a cualquier borrador resulta ahora que la prueba no vale el día que por fin aparece.
Eso de considerar que los calígrafos y peritos son personas que ejercen oficios medievales chirría bastante. Nos preguntamos sin diría lo mismo ante unos apuntes contables de una supuesta ‘caja B’ de los partidos catalanes.
Sostiene que este asunto no es sobre sobresueldos ni sobre Bárcenas:
Estamos ante algo mucho más diabólico: una trama monumental donde se pagaba con dinero de todos el tren de vida enloquecido de una casta muy determinada. No pongan la lupa sobre los confeti de Ana Mato, sino sobre el dinero público que los compraba.
Y si quieren ir a la raíz y profundizar de verdad, no miren al sobornado sino al sobornador. Mientras las escopetas de la opinión apuntan contra los políticos, siguen en la sombra, agazapados y mudos, los empresarios que de forma tan filantrópica iban donando centenares de miles de euros, siempre a cambio de un oportuno y presunto concurso público.
Habla de una peculiar trinidad:
La mayor crisis institucional y moral que jamás ha padecido un Gobierno en España debe ahora convivir también con la crisis de la Monarquía y con la crisis del Real Madrid, y mira por dónde, las tres están conectadas y las tres son una, en esta nueva Trinidad de la España decadente.
Concluye:
La aluminosis afecta a todas las instituciones españolas a la vez porque lo que está en crisis no es ningún Gobierno, sino una cultura, una manera de entender el mundo, que se resumía en la perversa ecuación que decía influencia más poder igual a comisión. La buena noticia es que el desguace de este viejo mundo ya ha empezado, y los papeles de Bárcenas no son sino la última prueba antropológica del desplome.
Ha llegado la hora. Abróchense los cinturones.
Qué quiere que le diga, querido lector. A este humilde lector de columnas el análisis final le parece impecable. La lástima es que Folch no sostuviera lo mismo cuando quienes acaparaban titulares por corrupción eran los dirigentes catalanes, esa casta del 3%.