La vieja izquierda está muy nerviosa y amargada. Pensaba que con lo de Bárcenas y sus papeles iba a poder montarle a Rajoy otro 11-M, y se va viendo que no –LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
Recapitulemos. Primero El Mundo dice que en el PP cobran sobresueldos, pero no enseña la prueba. Después en El País aparece el abogado y ex diputado del PP Jorge Trías diciendo que sí, que él ha visto los sobres, pero no los enseña. Más tarde el mismo periódico –generosamente reflotado por el propio Gobierno del PP– enseña unos “papeles secretos de Bárcenas” donde aparece medio mundo cobrando dinero, pero resulta que son fotocopias.
¿Quién ha entregado al periódico las fotocopias? Todo apunta a Jorge Trías. En el PP se ponen nerviosos, Rajoy se trastabilla, cunde el pánico, aparecen vergüenzas inconfesables… Hasta que Bárcenas dice que todo es mentira. Y si él lo dice… El fiscal llama a Bárcenas y a Trías. Bárcenas dice que esas fotocopias no son suyas y Trías, que sí. ¿Con eso va a acusarse a Rajoy de mentir a los españoles? ¿Quién lo hará? ¿Rubalcaba?
En El País deben de estar esperando una cascada de querellas, porque las fotocopias han enlodado a demasiada gente. Pero no se preocupen, que siempre quedará alguien en el Gobierno para echar una mano a Prisa. De hecho, Interior acaba de soltarle a la SER otro millón de euros en publicidad de tráfico.
Mientras el Estado siga ayudando a Prisa podremos gozar con Maruja Torres, y volvemos a lo de la paleoizquierda amargada y nerviosa. Cuenta Maruja la crónica de una reunión de la Internacional Socialista –aún existe, sí–, donde la secretaria general de la Internacional de las Juventudes Socialistas dice: “Os exigimos, de una vez por todas, que la Internacional tenga sentido, no hagáis que los jóvenes nos avergoncemos”. Eso se lo decía a sus mayores, o sea, los de la corrupción masiva en España, Francia, Italia, etc.
Cuenta Maruja, emocionada, que Beatriz Talegón la jefa de las juventudes, criticó la opacidad de las cuentas y el lujo de estas cumbres, y rubricó: “Pero no nos queréis escuchar (…) Estamos pagando las consecuencias de vuestra falta de acción o de vuestra acción”. Hubo un día en que Bibiana y Leire también fueron así, antes de dedicarse a ir de tiendas en Nueva York y Miami con el dinero de sus impuestos.
Pero Maruja, necesitada de revelaciones, no desespera. Atentos a su despedida: “Ahora que todo resulta tan repugnante, ahora que desde arriba no llueve más que fango, las voces que, a ras de suelo, proclaman lo que tantas veces habrá que repetir, esas voces, digo, me llenan de esperanza. Debemos gritar con ellas, hasta convertir nuestra rabia en un único clamor”. Sólo le ha faltado cerrar con aquello de “Proletarios de todos los países, uníos”… para que luego vengan los del PSOE a quedarse con el dinero de los ERE.
También está muy nervioso Antonio Gala, que pierde gas estético a ojos vista. Lo último ha sido hacer bromitas con el apellido de Ana Mato. “A matar a otra parte”, titulaba ayer su ‘Tronera’. Y decía así: “Para mayor inri se llama Mato de apellido, qué espada de Damocles”. ¡Hombre, maestro, que tiene usted mejores recursos!
Todo eso para terminar invitando a la ministra megaguay a renunciar con una aseveración rotunda: “El pueblo celebrará con gozo la desaparición de su nombre en la política de hoy y mañana”. Parece como de juicio de Moscú, ¿verdad? Que digo yo que ese gozo del pueblo será como lo del grito de rabia y el clamor unificado de Maruja. Lo dicho: nerviosos y amargados.
La izquierda ha entrado en conflicto con la realidad. Por eso acude a procedimientos tan viejos como el chantaje moral. Lo acaba de sufrir Antonio Muñoz Molina, que ha tenido la inmensa desdicha de recibir un premio en Israel.
A los popes de la izquierda les ha faltado tiempo para mandar una carta pública instándole a renunciar al galardón. Firman García Montero, Ken Loach, Stephane Hessel y compañeros mártires.
Pero el granadino, ya curado de espantos, les ha contestado que ni hablar. Muñoz Molina escribe en su blog que va a recibir el premio porque “no acepto ni he aceptado nunca las simplificaciones y los estereotipos sobre Israel que se difunden con tanto éxito en Europa, y particularmente en España, donde tan amigos somos de las diatribas binarias: blanco o negro, bueno y mano, derecha e izquierda, etc”, dice el escritor.
“Yo no creo que haya que elegir entre estar con los israelíes o estar con los palestinos. Estar a favor de los unos implica necesariamente defender a los otros, porque sólo un acuerdo justo y practicable puede garantizar el porvenir de Israel y el de Palestina”.
Enseguida lanza una elegante bofetada: “No tenemos cerca de nuestro país a regímenes dictatoriales o teocráticos cuyos dirigentes proclamen expresamente su voluntad de borrarnos del mapa… No hay abuso del pasado que justifique ningún abuso del presente, pero cuando en Europa se juzga con tanta superioridad moral a Israel quizás convenga recordar el hecho de que ese país existe, sobre todo, porque hubo una época no lejana en la que ser judío en esa misma Europa era estar condenado al exterminio, y en la que los que conseguían huir no encontraban simpatía en ninguna parte, sino expulsiones y fronteras cerradas”.
Explica que no va a acudir a Israel “armado de suficiencia o de arrogancia a decirles a los ciudadanos cosas que muchos de ellos saben, denuncian y debaten, en una sociedad abierta”. ¿Por quién irá eso?
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