El espectáculo de las dos jornadas del Debate sobre el estado de la Nación ha debido de dejar agotadas a las musas de la mayor parte de los columnistas de la prensa de papel española. Los diarios impresos ofrecen el 22 de febrero de 2013 unos espacios de opinión menos entretenidos de lo que suele ser normal. Resucita el tema de la gala de los Goya, pero con un giro.
Dos columnas salen en defensa de los actores y arremeten contra todos aquellos que han osado criticarles. Hasta la famosa ‘caverna’ ha salido a relucir, de la pluma de una gallega radiofónica que ejerce de catalana de izquierdas. Otros comentaristas prefieren hablar de la situación interna del PP o de la pérdida de importancia del democristiano más conocido en el lujoso hotel Palace de Madrid.
Y puesto que hemos empezado con este personajes, veamos la columna que le dedica Ignacio Camacho a Duran i Lleida en ABC. Lleva por título La bisagra rota:
El que hasta no hace mucho resaltaba como el parlamentario más valorado de España ha mudado en distinguido telonero de relleno en los debates de Estado. Ya no es una sensata opción moderada y tercerista, el elegante orador impregnado de ‘seny’ que pedía cordura entre garrotazos, sino un señor de provincias algo desplazado que va a Madrid con ceño fruncido a dar la matraca del terruño.
Inscribe la decadencia del eterno aspirante a ministro de Asuntos Exteriores dentro de un fenómeno más amplio:
Su declive es el del pujolismo como bisagra. El catalanismo ‘cambosiano’ e integrador ha quedado engullido por la oleada independentista y en el naufragio bracea con fuerzas enflaquecidas su portavoz más cualificado. A Duran le falta convicción para defender el desafío separatista y los suyos tampoco le permiten salirse del guión dominante en la política catalana. (…) El conflicto territorial y las salpicaduras de la corrupción han reducido su papel al de un sedicente embajador descreído de sus propios mensajes. Como casco azul carece de eficacia y como portavoz de la tercera vía le ha comido la merienda Rosa Díez, cuyo brío populista sintoniza mejor con el ruido antipolítico de la calle.
Remata:
Lo peor que le puede pasar a un dirigente es caer en la irrelevancia. Y eso le ha sucedido a Duran Lleida, arrastrado por la corriente tremendista que polariza la escena pública . Resulta demasiado burgués para los perroflautas, demasiado liberal para los socialdemócratas, demasiado catalán para los españolistas y demasiado españolista para los catalanes. Su diálogo con Rajoy no robó ayer ni un mal sumario en ninguna portada. Ya no despierta expectación y se enfrenta a la sospecha retroactiva de que su alto aprecio popular obedecía a una refracción colateral de las encuestas, a un efecto rebote que en realidad tal vez fuese tan sólo un espejismo sobrevalorado.
A este humilde lector de columnas le ha llamado la atención que alguien pueda considerar a Duran i Lleida «demasiado liberal». Lo suyo es ese socialismo de derechas moralizante, pero sin la práctica del ejemplo, tan característico de la democracia cristiana del Sur de Europa de la que él es una de los exponentes en estado más puro.
También en el diario madrileño de Vocento, Hermann Tertsch publica Tras el frustrado Waterloo:
EL presidente Mariano Rajoy, que seguramente se prometía un par de días de sosiego después de su incontestable éxito en el debate sobre el estado de la Nación, se desayunará hoy con otra dosis del culebrón de Luis Bárcenas (…) Pena le dará a Rajoy no tener estos días para disfrutar de un notable logro político. En día y medio de intervenciones en el Congreso ha dejado muy claro que el único que tiene un concepto para sacar a España del pozo negro de estos años es él.
Dice de Rubalcaba y los suyos:
Creían tener organizado el Waterloo para Rajoy. Y fue todo lo contrario. Ahora, tras el fracaso en el debate, vuelve la otra ofensiva. Ya tiene otra vez al gallinero mediático gritando «tongo» y «atraco». Y con razón.
Vuelve al registrador de la propiedad metido a gobernante:
Don Mariano vuelve a ver que si la indolencia sí puede ser un grado y cualidad en la pugna con hooligans e impacientes, lo que nunca hará es liquidar problemas. Y éste lo tiene y tendrá él ahí mientras haya gente que crea que metiendo miedo a Rajoy puede cambiar el curso de las cosas, el curso de la justicia y sus efectos sobre sus vidas. Porque esa banda de chulos que alimentó el Partido Popular en su seno se ve ahora en peligro real. Y nadie que conozca a estos individuos puede sorprenderse de que se nieguen a la autoinmolación patriótica. Amenazan por tanto con toda la artillería, falsa o no.
Concluye:
España es una gran nación, cuyo futuro y prosperidad que no puede estar secuestrada por el horizonte penal de un chulo de barra aplicado en números. Salgan supuestos pagadores y pagados y que cada cual se defienda. Haya lo que haya en ese pasado. La sociedad española sabrá ver que las peores amenazas para España no están allí en esos papeles de un Bárcenas, sino en malograr nuestros planes de futuro.
Una de las columnas en defensa de los actores de izquierdas, o dedicadas a atacar a quienes osan a ejercer la misma libertad de expresión que ellos pero para criticarles, nos llega en la contraportada del auto denominado ‘diario de la Catalunya real’. Julia Otero firma en El Periódico una columna titulada Mezquinos y ruines.
Tras mostrarse indignada porque se investigue a fondo el caso del espionaje generalizado en Cataluña –habría que ver cómo reaccionaría si se descubre que ella fue una de las espiadas–, mientras Bárcenas o Millet siguen en libertad, dice:
Otra lección moral de la semana ha sido que los profesionales bien retribuidos deben abandonar cualquier compromiso o sensibilidad social. Si alguien como Bardem puede, por ejemplo, cerrar la planta de una clínica privada para que su mujer dé a luz, no está autorizado a reivindicar que quienes no puedan hacerlo encuentren en la sanidad pública un servicio digno.
Ahora bien, si es usted marquesa del barrio de Salamanca puede montar con sus amigas un rastrillo a beneficio de los pobres, o si es la reina de España ponerse en una mesa petitoria de la Cruz Roja. En esos casos, la caverna no ruge ante la hipocresía y demagogia de esas elegantes damas, metidas un rato a defensoras de los necesitados.
La clave la encontramos aquí:
Los acomodados no pueden ser de izquierdas. Quienes llaman a eso demagogia son los mismos, sin embargo, que aplauden a los parados o empleados en precario que votan a partidos de derecha. Ellos sí entienden cómo va esto, ellos sí saben que la única forma de comer es ponerse al lado del que sirve el plato. En fin, gente respetada por su claudicación silenciosa y responsable.
Se ponga como se ponga la señora Otero, las críticas de algunos no han venido por el hecho de que los de los Goya sean de izquierdas. Algunos les han criticado por vivir en parte de la subvención, del dinero del sufrido ciudadano, mientras claman contra los políticos. O por reclamar un mayor gasto público mientras que apenas pagan impuestos (no sólo por vivir fuera, también gracias a fórmulas como las SICAV). Vamos, por exigir al resto de la sociedad un sacrificio que ellos no hacen.
Dice también la locutora que los que votan a la derecha saben «que la única forma de comer es ponerse del lado del que sirve el plato». ¡Pues no parece que a ella le falte manduca que acercarse a la boca!
Concluye:
Al parecer, el éxito y el dinero obligan a abdicar de cualquier empatía con los que siempre tienen la vida de culo. Si lleva usted una falda de Dior como Maribel Verdú, escuche el arrullo del tafetán y hágame caso, no se meta en política (¿de qué me suena esa frase?). Ahora bien, no se pregunte qué hace el Papa de Roma difundiendo la palabra de Cristo dentro de unos zapatos rojos exclusivos fabricados por el diseñador más caro de Italia. Los ruines no soportan que otros les dejen con su miseria moral a la intemperie.
No podía faltar, por supuesto, un toque de ataque a la Iglesia católica. Aunque no venga a cuento.
Otro que defiende a los actores que lanzaron mensajes políticos en la Gala de los Goya es Eric González en El Mundo. Eso sí, utiliza en Titiriteros argumentos más elaborados que el ‘derecha caca’ de la gallega que ejerce de catalana de izquierdas.
Arranca diciendo que ya se han celebrado los «dos grandes debates anuales».
En el primero de ellos, la gala de los Premios Goya, la gente del cine español ha protestado contra los recortes.
Como cada año, se alza un clamor: que se acaben las subvenciones al cine. Por fortuna, ahí está la prensa para desvelar la hipocresía de los titiriteros. Resulta que Maribel Verdú, quejosa con los desahucios, ¡trabajó hace años en unos anuncios de hipotecas! Y encima vestía un traje caro. ¡Fuera subvenciones!
Comienza la defensa de los actores, destacando que la prensa también recibe dinero público:
Evidentemente, aquí se habla de subvenciones al cine. No de las subvenciones a los periódicos. Eso no existe. Lo que recibe la prensa (y en especial La Razón, que se ensañó con Verdú en portada) son unas razonables ayudas a través de licencias, anuncios y suscripciones institucionales o, en el caso catalán, por la vía del pastizal directo, que no son desdeñables. Un servidor, el de la columna de al lado y los de la página siguiente cobramos en parte gracias a eso.
Critica también al ministro Montoro por decir que hay actores que no pagan impuestos en España por vivir en el extranjero:
Montoro puede hablar alto y claro porque no tiene nada que reprocharse. Cobró durante los años en la oposición gracias a la subvención a los partidos (nada que ver con la subvención al cine), y cobra ahora un sueldo público como recompensa por patrocinar una magnífica amnistía fiscal. Conclusión: los titiriteros son una desgracia para España.
Habla también del Debate sobre el estado de la Nación, del que dice que «también es un acto subvencionado y retransmitido por la televisión pública». No le extraña que haya ganado Rajoy, puesto que siempre «gana el Gobierno».
Rajoy habló también de la corrupción política y supo alentarnos. El PSOE, dijo, ya ha sido condenado por financiación ilegal, y el PP todavía no. Conclusión: qué alivio, estamos en buenas manos.
Lanza una advertencia final:
Sigan los resultados de las elecciones italianas este fin de semana. Y miren los votos que obtiene Cinco Estrellas, el movimiento populista del titiritero Beppe Grillo. O cambian mucho las cosas, que no parece, o estaremos ahí en poco tiempo.
Pasamos ahora a La Razón, donde Carlos Rodríguez Braun dedica a los sindicatos Más transparencia y mejores ideas:
La evidencia sigue poniendo a los sindicatos contra las cuerdas. Los trabajadores siguen manifestando un creciente rechazo a unas organizaciones que supuestamente reflejan sus intereses y aspiraciones, y ni se afilian a los sindicatos ni les pagan.
Concluye:
Se dirá: tienen que ser más transparentes. Es verdad, sobre todo cuando, como sucede también con los gobiernos y los partidos políticos (a los que, no por casualidad, los sindicatos se parecen cada día más), los ciudadanos son obligados a pagar de su bolsillo a unos supuestos representantes a los que, todo indica, no aprecian en absoluto. Pero no es toda la verdad: además, los sindicatos deben renovar un discurso izquierdista populista y pueril, que los suma a la agitación profesional y los resta de la opinión de aquellos que dicen representar: las trabajadoras y los trabajadores.
Cerramos, también en el diario de Francisco Marhuenda, con Y parió la burra / La ucronía de Pere, de Martín Prieto:
A perro flaco todo son pulgas y como éramos pocos parió la burra. La ucronía de Pere Navarro denota que el PSOE y el PSC no se hablan, a no ser que haga de intermediaria Carmen Chacón, que cabalga sobre dos alforjas, según convenga al interés de su exitoso marido por hacerla primera mujer que gobierne España.
Añade:
La fe en la taumaturgia y el alejamiento del poder inducen al sueño de un periodo constituyente como panacea de nuestros males. Los socialistas, incluso los catalanes, mantienen durmiente su republicanismo y por razones tácticas son accidentalistas en cuanto a la forma del Estado.
Concluye:
Donde se tiene que dar una secesión es en el PSC, recuperando el PSOE su voto catalán, única manera de que en Ferraz sigan considerándose un partido español. El PSC, con su tripartito, ya demolió los cimientos económicos de Cataluña poniéndole un escabel a Artur Mas y su independentismo bajo la legislación de Atapuerca. Ahora parece que quieren que toda España trastabille con una abdicación innecesaria y turbulenta para la que no hay ni protocolos. Para abdicaciones esperadas, las de Rubalcaba y Pere Navarro.