Arranca la semana este 25 de febrero de 2013 con un popurrí de temas en los espacios de opinión de la prensa de papel española. La corrupción, la crisis, las protestas y el Gobierno pueblan las columnas de los periódicos sin que ninguna cuestión predomine de forma clara sobre el resto. Desde los rotativos de derechas, el Ejecutivo y su presidente reciben tanto pitos como palmas. Y, dicho esto, podemos comenzar con las críticas.
Isabel San Sebastián lleva una temporada peleona contra Rajoy y los suyos. En esa línea crítica se inscribe su artículo, publicado en ABC, Planes B. Dice del turbio asunto de Bárcenas:
Lo que sabemos hasta ahora del caso permite concluir que una parte considerable de lo que recogen los famosos «papeles» es verdad, aunque no toda la verdad ni tampoco solo la verdad, y que el sujeto en cuestión, incompresiblemente depositario de la confianza del PP durante demasiado tiempo, dispone de pruebas suficientes para hacer mucho daño al partido que ganó las elecciones generales hace poco más de un año. Pruebas referidas al pasado, con nulo valor penal pero demoledor potencial político, depositadas ante notario, parcialmente filtradas a un medio de comunicación y esbozadas ante un magistrado merecidamente caído en desgracia. Pruebas suficientes para orquestar un chantaje en toda regla.
San Sebastián da por hecho que Bárcenas, si se ordena su ingreso en prisión, pasará al ataque contra el PP. Y añade: «Y seguir negando la evidencia no contribuirá a desactivarlo».
Concluye:
[El PP] Tendrá que optar entre el interés partidista por ocultar la corrupción que le ha estallado en la cara y la coherencia con el discurso regeneracionista que hizo Rajoy desde la tribuna del Congreso. En el peor de los casos, habrá de elegir entre la salvación personal y la preservación de la mayoría absoluta que le otorgó el pueblo español, de buena fe y en base a un proyecto y a un programa, para que gobernara esta Nación con plena legitimidad.
No queda ya margen alguno para la improvisación. Esperemos que alguien haya pensado en los «planes B», porque España no está para bromas.
También en el diario madrileño de Vocento, Félix Madero aprovecha las elecciones más esperpénticas vividas por un país europeo en los últimos tiempos para hablar sobre España. Lo hace en No tan lejos de Italia:
Ahora hay quien avisa de que lo que va a pasar en Italia puede ocurrir en España; que el desprestigio de la política, los partidos, la democracia liberal que disfrutamos -si, disfrutamos, digo- tiene los días contados. Que la corrupción es sistémica, lo que es mentira; que los políticos son unos chorizos, más mentiras; que la democracia es insuficiente, una barbaridad; que los partidos sobran, una temeridad.
Dice de los comicios en el país trasalpino, refiriéndose a Beppe Grillo:
Varios cientos de miles de italianos están votando por un tipo que dice ser titiritero, cómico o payaso, no sé. Todas esas profesiones son muy dignas cuando se vive de ellas y aparatosamente infames cuando se usan para esconderse y mentir. Que el acto de votar sea sagrado no evita que termine en gilipollez.
Añade que eso ya pasa en España:
Sin necesidad de ser un cómico profesional Zapatero dijo que ‘la tierra no pertenece a nadie, sólo es del viento’, Aznar se desmelenó asegurando que ‘el milagro de España’ (cuando esto iba bien) ‘soy yo’; y Rajoy acaba de anunciarnos que ‘el año que viene haremos más’. La verdad, no sé por qué nos escandalizamos por los resultados que va a conseguir Grillo teniendo lo que tenemos entre nosotros. No lo sé.
Volvamos ahora al registrador de la propiedad metido a gobernante, para ver los elogios. Estos llegan, nada sorprendente, de La Razón. Se trata en concreto de un artículo titulado El impertérrito y firmado por Alfono Ussía. Para ser justos, este humilde lector de columnas ha de señalar que el texto de Ussía también incluye críticas a Rajoy, algunas poco suaves.
No he sido benévolo ni amable con muchas decisiones y políticas de Rajoy. Me he sentido, en ocasiones, profundamente decepcionado. Pero a medida que pasa el tiempo y las contigencias empeoran, estoy aprendiendo a valorar positivamente sus circunstancias. La fundamental, sus enemigos.
En el balance de los ‘contra’ encontramos:
He manifestado mi estupor por la suave reacción de Rajoy ante la infumable grosería del secesionismo catalán. Y con su candor ante la mafia etarra.
Se extiende especialmente en un ‘pero’:
Gracias a Rajoy y a su equipo económico se sostienen los dos grupos de comunicación que más le han torturado. El de Prisa y el de Roures. En el primero -que dice ser de izquierdas-, le ha metido a la banca en su accionariado. Y el segundo, el gran invento mediático de Zapatero, ruinoso sin la ayuda involuntaria de los contribuyentes, autorizó que se lo endosara a Antena 3. Unos y otros siguen arreándole de lo lindo, como hizo el todavía poderoso grupo de Polanco cuando Aznar, Rato, Álvarez-Cascos y Gallardón le concedieron todo a cambio del constante vituperio.
No cree que este sea un fallo tan sólo de Rajoy:
Pero ese error es muy propio de la derecha española, que ya me dirán ustedes cómo puede mantenerse una empresa que debe más de tres mil millones de euros si no es por la ayuda del Gobierno o de la banca, es decir, que de izquierdas sólo la superficialidad de la epidermis. Y Roures, el trotskista de los ferraris, en lugar de agradecer las buenas voluntades se empeña en emponzoñar el ambiente hasta límites insospechados. Pero la política es así, y los que no estamos encima de la boina, no nos enteramos de nada.
Concluye con los elogios:
Esos enemigos virulentos de Rajoy, me ayudan, sin grandes entusiasmos,a seguir creyendo en Rajoy. Hemos asistido a una placentera paz social mientras nos estábamos arruinando, y ahora que se han puesto en marcha todos los mecanismos para que España pueda recuperarse, la izquierda y sus sindicatos, fundamentales responsables de la quiebra, intentan recuperar en la calle lo que las urnas le negaron con contundencia. Es decir, que han encontrado la calle en lo que antaño sólo vieron jardines, lagos y niños sonrientes, como en una portada de almanaque.
Me abruma la rígida paciencia de Rajoy. Pero aún confío en la recuperación, siempre que no vuelva a caer en el error de abrazar con excesiva frecuencia a sus más enconados enemigos. Los que se sostienen gracias a él y su Gobierno, por otra parte.
César Vidal se ceba, también en las páginas de La Razón, con Alberto Ruiz Gallardón. Lo hace en Justicia para todos, artículo en el que se refiere a la reciente huelga de jueces:
No soy -es público y notorio- amigo de las huelgas sino más bien todo lo contrario. Con todo, creo que pocas huelgas pueden estar más justificadas que la de la Administración de Justicia. Aparte de reivindicaciones sempiternas como las relacionadas con la falta de medios, la protesta se dirigió contra un intento indiscutible de convertir la Administración de Justicia en una farsa indecente para beneficio de una casta política inmoral y corrupta. Las innovaciones que impulsa Gallardón van precisamente por ese camino.
Tras una serie de explicaciones de por qué la reforma conduciría a la desaparición de cualquier rastro de independencia o efectividad judicial, dice:
Si las intenciones de Gallardón se plasman legalmente, en España no quedará nada que se parezca mínimamente a la Justicia. Políticos corruptos del tres por ciento, de «nuestra cultura», de ERE podridos, de contabilidades B o de micrófonos en floreros que no se limpian durante meses camparán por sus respetos sin temor al castigo. Si acaso, el peso de la Ley caerá sobre los periodistas que pretendan informar a la sociedad de lo que llega hasta los juzgados.
Concluye:
Bermejo fue obligado a dimitir con toda justicia por las togas. El destino de Gallardón debe ser el mismo porque quien defiende semejantes medidas se retrata como un enemigo declarado de la independencia judicial, de la libertad y, sobre todo, de la Justicia para todos.
Pasamos ahora a El Mundo, donde Fernando Sánchez Dragó firma Ciudadanía, referido a aquellos que se proclaman supuestos portavoces de esa misma ciudadanía:
Me exaspera esa expresión, de la que usan y abusan todos los tertulianos, los manifestantes, las pasionarias al modo de la Colau, la Talegón o la Candela, los locutores, las locutrices y, por supuesto, los políticos. Es un flatus vocis similar a aquél en el que incurren quienes hablan del pueblo o quienes dicen, como a menudo lo hace el Rey, todos los españoles. ¿Todos? Según, según… A mí, por ejemplo, me la sopla que nuestra selección gane un partido de fútbol. Ya sé que soy rarito, pero eso no origina pérdida de nacionalidad.
Cita a Zenón de Elea, ya sabemos que Sánchez Dragó disfruta demostrando su amplio conocimiento de la cultura clásica, y su pregunta sobre cuántos granos de trigo son necesarios para formar un montón. Añade:
Y en eso llegan la Talegón, la Colau o cualquier otro demagogo de guardia, se arrogan la representación de la ciudadanía -vale decir: de la totalidad de los ciudadanos, incluyéndome a mí, que estoy en contra de sus propuestas, pero que ciudadano, a mi pesar, soy- y resuelven en un pispás lo que ni Zenón ni Aristóteles consiguieron resolver tras sesudas reflexiones. ¿Que cien antitaurinos se pintarrajean de sangre el cuerpo en la explanada de Las Ventas? ¡Pues hale! La ciudadanía desea que se prohíban los toros (….) Y así hasta todas y cada una de las treinta y tantas mil manifestaciones que en el último año han estrangulado la economía del país y han puesto patas arriba la quietud de sus calles.
Concluye:
Por fin sabemos cuántos granos de trigo se necesitan para formar un montón. Una golondrina no hace verano, pero dos o tres, según los demagogos, sí. Doctrina Colau, doctrina Talegón: la nouvelle philosophie, que además de peripatética, como la de Aristóteles, es patética. Sus voces y sus coces son las de la ciudadasnía, con ese de tertuliasnos y orejeras de borrico.
Terminamos este repaso diario a las columnas en Barcelona, en concreto en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Lo que nos llama la atención en esta ocasión no es la contraportada de El Periódico de Catalunya, cuyo artículo de opinión corre a cargo de un Jordi Évole que pretende ser ingenioso con Benedicta jubilación pero no lo logra.
Nos quedamos con una columna del director adjunto del rotativo, Alberto Sáenz, titulada Atrapados en Bárcenas. Arranca con un larguísimo primer párrafo donde habla de las ‘Memorias’ de Aznar, en las que cuenta en cómo hizo a Alvaro de Lapuerta tesorero del PP y también sobre cómo decidió a su sucesor. A esto último le da un toque mafioso, que extiende también a los socialistas:
Pongan la voz afónica de Marlon Brando en ‘El Padrino’ a la escena y solo es comparable a la que se produjo en el último congreso del PSOE en Sevilla aquella madrugada en la que Felipe González, Alfonso Guerra y Manolo Chaves -el clan de la tortilla- llamaron a decenas de delegados del PSOE para que allí también se mantuviera el orden natural de los liderazgos y, tras el accidente de Zapatero, Rubalcaba recuperara el poder.
Añade:
PP, PSOE, CiU y tantos otros siguen atrapados en la manera de hacer política que este lunes Bárcenas explicará ante el juez. Todos miran de reojo hacia ese juzgado para determinar hasta dónde y cuándo podrán hacer una voladura controlada de lo que acumulan. El pánico les narcotiza y siguen sin darse cuenta que esas mareas que salieron el sábado se los llevaran por delante.
Concluye:
Y, si ellos no lo remedian, se pueden llevar por delante también a la democracia y dejarnos en manos de una cobradora de sobres como Rosa Díez o de unos aprendices de espías de la CUP. Solo les queda hacerse el hara-kiri como el que hicieron las Cortes franquistas el 18 de noviembre de 1976. Antes de que aparezca nuestro Beppe Grillo a escena.
En esta parte final hay algo que ha llamado poderosamente la atención a este humilde lector de columnas: la caracterización de la líder de UPyD como «cobradora de sobres». Si conoce algún caso en el que esté implicada Rosa Díez, debe nombrarlo de forma clara. De otra manera parece tan sólo un intento de desprestigiarla sin un argumento concreto. Tal vez se trata de que Unión Progreso y Democracia no es demasiado amiga de esas generosas subvenciones que todos los gobiernos catalanes han repartido entre la prensa sumisa.