Hay temas que cuando uno menos se lo espera vuelven a aparecer en los espacios de opinión de la prensa de papel. Nueve días después de la gala de los Goya, este evento vuelve a ser tratado por dos columnistas diferentes en sendos periódico el 26 de febrero de 2013. En uno de los casos, se compara con la entrega de los Oscar, con lo cual se comprende que la articulista vea una cuestión de actualidad. En el otro, no se explica por qué se ha decidido a hablar sobre ello tan tarde.
Este último caso es el de Rosa Montero, que publica en la contraportada de El País Mirar al cielo. Arranca con la siguiente frase:
Yo también pienso que el festejo de los Goya fue muy politizado: pero quienes lo politizaron fueron los comentaristas iracundos que se lanzaron al ataque al día siguiente.
Este humilde lector de columnas, al que no se le ocurre negar a los actores y directores de cine el decir lo que les venga en gana, no entiende cómo es posible no ver politización en la propia gala de los Goya. Hablar sobre política, y se hizo en abundancia, en un evento como ese es politizarlo. Otra cosa, también legítima se comparta o no la opinión de Montero, es que no le gustara la respuesta que tuvo dicha politización.
Añade:
No entiendo su furia: a mí no me pareció que la gala fuera sectaria; creo que solo reflejó la lógica preocupación por unos dramas que, como el hipotecario, tienen sobrecogido a todo el país (recordemos que los votantes peperos y los socialistas muestran el mismo apoyo a la dación en pago: un 90%).
Es curioso, el sectarismo siempre parece el del otro, no el de los propios (en este caso ideológicos). Desde aquí insistimos. Los participantes en la gala tenían derecho a decir lo que les viniera en gana, igual que quienes les criticaron tenían también toda la legitimidad para hacerlo. A veces da la impresión de que para demasiados periodistas y opinares españoles la libertad de expresión va por barrios, que sólo le es reconocida a quienes sostienen argumentos similares a los que uno defiende. Recuerda demasiado a cómo actúan los partidos políticos.
Sigue Montero:
Lo que más me apena es que la ira partidista sepulte una de las pocas cosas buenas que nos trajo el maldito 2012: un cine español estupendo.
No vamos a entrar aquí en valoraciones sobre el cine español y su calidad. Cada uno tiene sus gustos, aunque parece que los del público patrio no va por el mismo camino que el de sus cineastas. Lo que nos sorprende es que la columnista de El País no vea, o no quiera verlo, que fueron los propios participantes en la entrega de premios los que hicieron todo lo posible para reducir las películas a un segundo plano. fueron ellos los que se metieron en arenas políticas. Es algo legítimo, pero poco inteligente si lo que quieren es que lo que quede de la gala es el cine y no la política. La culpa no radica aquí en quienes replicaron los días siguientes.
Concluye:
Espero que el reciente pedrusco ruso y el asteroide que nos pasó rozando nos hayan dejado efluvios benéficos. O, por lo menos, que nos hagan levantar la cabeza y contemplar la vastedad del cielo, en vez de seguir siendo tan ciegos y mezquinos.
Montero, una vez más, es todo moderación y respeto. Quienes no opinan como ella tan sólo le merecen dos calificativos: «ciegos y mezquinos». Al menos no defiende imponerle a garrotazos unas gafotas como las del literario Manolito de su compañera de columna Elvira Lindo.
La otra columna sobre los Goya, esta criticando a los participantes y hablando también de los Oscar, se ha publicado en ABC. La firma Edurne Uriarte y lleva por título La lucha de clases de Michelle Obama. Arranca con una referencia a la participación de la mujer del presidente de EEUU en la entrega de premios en Hollywood:
A Michelle Obama le ocurre lo que a tantas primeras damas progresistas, o damas progresistas a secas, que sucumbe a la tentación del lujo y el glamour. Del lujo y el glamour de los ricos y poderosos que dicen combatir en nombre de los pobres.
Entra en materia española, respondiendo a un artículo de una semana antes precisamente de la ya citada Elvira Lindo:
Coherencia, sí, ese es el primer problema de los progresistas que se han puesto como fieras en España tras las críticas que les hemos hecho a su mitin de los Goya. «Al parecer, vestir un traje de Chanel te inhabilita para realizar cualquier crítica», ha escrito una progresista enfadada, muy interesante, por otro lado, como es Elvira Lindo. Pues sí, te inhabilita para hacer determinadas críticas, por ejemplo, a los ricos que explotan a los pobres. Por mera coherencia.
Dice que Montoro –el ministro obsesionado con exprimir cada día más la cartera y las cuentas corrientes de los ciudadanos, no el genial viñetista de la Razón bautizado por Rodríguez Braun como ‘Montoro el bueno’– se equivoca con su comparación entre Gerard Depardieu y ciertos actores españoles que viven en el extranjero sin pagar impuestos en estas tierras. Añade:
La comparación es errónea, pero no por lo que irrita a los progresistas, sino por una cuestión también de coherencia. Porque Depardieu se ha ido de Francia en plena coherencia ideológica, protestando contra los excesivos impuestos a los más ricos. La diferencia de algunos de nuestros actores es que pagan impuestos, casualmente, en países donde los ricos pagan bastante menos que en España. Mientras abogan en España por la lucha de clases contra los ricos.
A este humilde lector de columnas también le molestó lo de Montoro. No por que no tenga razón en la falta de coherencia de ciertas estrellas del cine español, sino por esa costumbre suya de actuar cual chuleta de barrio que utiliza a los inspectores de Hacienda como amenaza ante cualquiera que le critique a él o al Gobierno en general, sean actores o medios de comunicación.
Replica también a la equiparación, que en su día hizo Lindo, entre Ricardo Darin frente a Cristina Kirchner con Maribel Verdú frente al Gobierno del PP:
El fastidioso problema de esa comparación, para los progresistas, quiero decir, es que Darín es un tipo que ha roto la corrección política y la dictadura progresista argentina. Y se ha metido con el poder de verdad, el de los progresistas que están con los Kirchner y sus amigos. Darín es un disidente y nuestros mitineros son el poder.
El poder que manda en la industria de la cultura, que es con el que están la mayoría de nuestros artistas. El poder que manda de verdad en lo que a sus intereses se refiere, hacer más películas o lograr premios.
Concluye:
Y son implacables con los disidentes, que no son Maribel Verdú o Javier Bardem, sino los que normalmente callan. Al que habla, como Clint Eastwood en Estados Unidos, le llaman tonto o mal actor. Mientras se visten de Chanel o de Naeem Kahn y llaman a la lucha de clases, desde los Goya o desde esa nueva sede de Hollywood que es ahora la Casa Blanca.
También en el diario madrileño de Vocento, Hermann Tertsch escribe Si España aguanta. Este autor, que suele mostrarse muy crítico con el gobierno de Rajoy dice:
Si aguanta, España sale. Eso parece estar fuera de dudas. España ha dado grandes pasos en este último año. No todos los que debiera. Ni mucho menos. Algunos también en falso. Muchos demasiado cortos y tarde. Y quizás no del todo bien. Pero siempre en la dirección correcta.
Pone en duda que se cumpla la condición necesaria para que España salga adelante: que pueda aguantar.
El ejercicio de los últimos diez años de evocar los peores fantasmas del pasado ha tenido terribles frutos. En la pasada década no sólo se ha cumplido todo lo necesario, por acción y omisión, para dar un golpe cuasi letal a nuestra economía. También se sentaron las bases para hacer descarrilar el tren de la convivencia, de los consensos mínimos y del pacto histórico de la transición. Doce años después de las primeras llamadas a la revancha y superación del pacto constitucional por la entonces joven dirección del PSOE bajo Rodríguez Zapatero, hoy la convivencia nacional es un paisaje de escombros tan desolador como el propio partido socialista, quebrado territorial, ideológica y estructuralmente.
Hace un terrible retrato de la sociedad española actual:
urge la grotesca mueca de la masa enfervorizada y rugidora, de la horda que aplaude o abuchea como una sola bestia. Y la manipulan, dirigen y agitan unos adalides insólitos, la mayoría asidua hasta ayer en las orgías corruptas de la olla podrida de la política tradicional. Hay que acabar con la salvedad, con la discrepancia, ese es el lema. Aplastar a quien apele a la verdad o la razón contra de la satisfacción inmediata de la pasión baja del linchamiento.
Concluye:
[El principal peligro para el futuro de España] está en la destrucción de la convivencia y en la plasmación en violencia y manipulación política del odio engendrado. Que fomentan no sólo quienes ideológicamente trabajan con el odio como mercancía. También quienes viven en la sociedad moderna de la agitación de los sentimientos. Con tanto sentimiento que exige satisfacción, las leyes y las reglas sólo son un estorbo. Ya buscan atajos. Unos ya han intentado derribar al Gobierno con viles artimañas de despacho. Otros buscan una tragedia en la calle para incendiarla. Veremos si España aguanta.
Pasamos ahora a El Mundo, donde Manuel Jabois vuelve a hacer gala de su estilo ameno y jocoso en Noticias en diferido. Ante la respuesta de García Margallo de que no tiene noticias sobre las gestiones «delicadas y confidenciales» de Corinna al servicio del Gobierno español, dice:
Se ha llegado al extremo de que a un ministro se le pregunte por cosas disparatadas. ¿Qué va a saber un ministro de su cartera? Y sobre todo, ¿qué va a saber un ministro de su cartera si se la pasó un socialista?
Pero Jabois va más allá:
En el PP lo que sea «no tener noticia» es un asentimiento implícito, una manera decir que sí, lo sabemos, pero dentro de una semana (….) Margallo, y por extensión el Gobierno, sabrá de las delicadas misiones de Corinna en diferido, dentro de un tiempo.
Se lanza a comentar al partido en el Gobierno en general y al presidente del Ejecutivo en particular:
En el PP todo empieza a tener el sabor tremendo de lo vintage. De hecho ayer Rajoy rozó sin pronunciarla la frase que lleva persiguiendo siglos: estudia no denunciar a Bárcenas
Rajoy va tan pasado de vueltas que ya valora directamente no hacer una gestión.
Concluye:
El despido de Bárcenas se pactó de esa manera angustiosa: vete muy lejos pero muy despacio. Cospedal no quiere enseñar el finiquito porque si lo hace suena Pimpinela. Hay simulaciones, diferidos y retribuciones llenas de amor; es un finiquito que lo mismo se puede llevar a la Seguridad Social como a los Goya. Corinna vino, hizo más favores que Fernando VII y se va sin cobrar un duro; cómo no va a sospechar el Gobierno si Bárcenas echó el mismo tiempo en el PP que Raúl en el Madrid y no perdona un chicle, como él.
La jefa de opinión del diario de Unidad Editorial, Lucía Méndez, titula con un muy claro Bárcenas envenena al PP. Compara el aspecto y la actitud del ex tesorero ‘popular’ con los de otros acusados:
El ex tesorero del PP anda, habla y mira como si no comprendiera por qué le llaman corrupto y por qué mucha gente le considera un ladrón. Las personas que sienten vergüenza de sus actos quieren esconderse, desaparecer, volverse invisibles. Bárcenas no. ¿Cuál puede ser la causa de la falta de vergüenza de Bárcenas? ¿Cuál la razón de su falta de pudor?
Entre las posibles respuestas, destaca una:
Es posible que Bárcenas se sienta impune porque crea que sus colegas del PP al final le van a salvar de la cárcel y le van a dejar que disfrute de su dinero sin que nadie le moleste. Ése es su verdadero objetivo, quiere salvarse porque se siente sólo una parte del engranaje que funcionó en el PP durante una etapa de gloria y dispendios. Él no quería ser un político, él quería ser el gerente repartidor del dinero de la política.
Añade:
El dinero suele ser un veneno y por eso Bárcenas ha envenenado al PP con sus millones en Suiza. Las relaciones políticas de los máximos dirigentes del partido están infectadas, contaminadas y emponzoñadas por culpa suya. Los hay que le tienen miedo, quién sabe por qué. Temen a sus papeles y a su capacidad de hacer daño.
Recuerda que en el PP hay muchos le reprochan al ministro de Justicia que no hiciera todo lo posible para hacerle las cosas más fáciles a Bárcenas y parar el escándalo. Elogia tanto a Gallardón como a Rajoy por respetar la independencia de jueces y fiscales en esta cuestión:
Si Alfonso Guerra decretó la muerte de Montesquieu, ¿por qué Gallardón se empeña en resucitarlo? Mira a lo que nos lleva un fiscal independiente y aficionado al cine, le dicen a Mariano Rajoy. Aunque no cita a Bárcenas por su nombre, el presidente del Gobierno de momento respeta la independencia de la Fiscalía General. Hace bien y esperemos que siga así.
Añade:
Tanta desvergüenza produce la actitud del ex tesorero como la sola idea de que haya alguien en un partido democrático que pretenda tapar la basura acumulada y no reclamar cuentas a este millonario sin escrúpulos ni conciencia. Si tienen que ponerse colorados y decir la verdad, ya va siendo hora. Los españoles están deseando que alguien tenga un ataque de dignidad.
Concluye con una frase que puede causar auténtico pánico en algún despacho de Génova, 13 o, quién sabe, de algún ministerio:
Pero el veneno de Bárcenas es mucho y está suelto. Sus consecuencias políticas internas aún no se ven porque Mariano Rajoy es de combustión lenta. Puede que ya haya decidido quién tiene que morir, aunque los interesados aún no lo sepan.