Mientras las pantallas de nuestros televisores se saturan de imágenes de tipos en chandal o con gorras de béisbol, como si fuera una fiesta de yonkis y raperos, transportando un día antes el féretro con el cuerpo de Hugo Chávez, los espacios de opinión de la prensa de papel española también esta satura este 7 de marzo de 2013 del sátrapa venezolano. Pero no se preocupe, querido lector, no le vamos a aburrir con este asunto. Tan sólo reseñaremos un par de artículos sobre el militar golpista caribeño transformado en presidente y bufón en jefe de la República bolivariana. En los periódicos impresos hemos encontrado algunas, aunque no demasiadas, columnas más apegadas a la actualidad española que merecen ser reseñadas.
Arrancamos en El País, donde Maruja Torres escribe en la contraportada sobre el plante de los corresponsales españoles en Nueva York a Ana Mato —Bombardeo de tuits de los corresponsales españoles que han dado plantón a Ana Mato en Nueva York–. El texto se titula Habla, mudita:
Tras recordar que cuando un político se niega a responder a preguntas de los periodistas el bofetón no se lo da sólo a ellos sino al conjunto de los ciudadanos, añade:
Por ello resulta más que encomiable la actitud que, por fin, los corresponsales españoles mantuvieron ante la ministra de Sanidad, Ana Mato, a raíz de su presencia en la inauguración de la 57ª Sesión de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer, de Naciones Unidas. Le dieron plantón porque no quería dar respuestas.
Añade:
Lo que me preocupa es que tuviera que ser en Nueva York en donde los periodistas protestaran.
Se pregunta por qué el plante se ha dado allí y no antes en Madrid u otra ciudad española.
¿Quizá porque aquí nos hemos aborregado y porque allí, en otro ambiente, los periodistas mantienen la integridad profesional y la independencia? Y si esto último es así, ¿es porque allí asisten cada día a la, pese a todo, independencia de los medios más prestigiosos, o porque se encuentran lejos de sus respectivas redacciones y de sus intrigas de poder? ¿O es porque los de allí tienen menos miedo?
Tras recordar que la «costumbre antidemocrática del mudismo» comenzó en 2007, concluye:
Cinco años después, tenemos una reacción: en la ciudad que nunca duerme, no en una de las nuestras, tan amodorradas, periodísticamente hablando.
Este humilde lector de columnas tan sólo puede decir una cosa ante el artículo de Maruja Torres: Amén.
En el diario El Mundo, Manuel Jabois escribe sobre el único personaje capaz de acaparar más titulares de prensa en España que Rajoy, Rubalcaba y Corinna juntos: Luis Bárcenas. Con tono jocoso, que mantiene en el texto, Jabois titula la columna Bárcenas sindicado:
Luis Bárcenas lleva varias semanas tratando de asentar su imagen de ciudadano normal denunciando situaciones cotidianas en las que podríamos estar envueltos cualquiera de los que tengamos 36 millones en Suiza. Un despido improcedente, un pequeño robo y ahora, subiendo un peldaño de modernidad, mobbing.
Dice el columnista gallego:
Expertos en desencriptamiento consideran que el PP y su antiguo tesorero están jugando despaciosamente sus piezas para ver quién se aleja antes del jaque, que no interesa a nadie. Se han cruzado demandas tímidas; se han hecho, como si dijésemos, ojitos judiciales.
Bromea sobre el registrador de la propiedad metido a gobernante y su empeño en no pronunciar el nombre del ex tesorero del PP:
Rajoy, que es muy nécora, no pronuncia su nombre por si al hacerlo tres veces se le aparece con su portal detrás.
Concluye, con mucha guasa:
Bárcenas hace tiempo hasta el 1 de Mayo, donde no descarta hablar después de Toxo y Méndez. Es el Grillo de los millonarios sin amparo; un desarraigado que no quiso ser proletario y al que la masa frenética elige por cagarse en el sistema.
Estaría gracioso ver a Bárcenas con los dos sindicalistas en jefe, igual no desentonaba. Mucho nos tememos que tal vez CCOO y UGT tengan mucho que aclarar sobre sus cuentas o sobre las de algunos de sus dirigentes.
Uno de los columnistas que escribe sobre Chávez es Salvador Sostres, que no deja espacio para piedad alguna. Titula Un chandal menos y arranca con dureza:
Murió Hugo Chávez, un personaje nefasto. Nefasto para los venezolanos, nefasto para el mundo libre, nefasto para la Humanidad. Supongo que como ha muerto, algunos dirán que es de mala educación escribir su verdad. Es esa corrección política tan funesta como un totalitarismo, y que conduce inevitablemente al compadreo con el crimen. No seré cómplice, ni ahora ni nunca, de una dinámica tan siniestra.
Chávez fue un enemigo de la propiedad privada, que es la base de la libertad. Con su populismo de expropiación y chándal destruyó moralmente a su pueblo y sumió a los venezolanos en el engaño y el atraso.
Lanza una advertencia sobre quienes le ensalzan en España:
La libertad empieza siempre a resquebrajarse por tipejos como Chávez, y por los que en lugar de levantar un dique de contención contra su barbarie, le ríen las gracias.
Concluye:
Del desprestigio de la política emergen déspotas como el que falleció el martes, expertos en hacer negocios con la necesidad de la gente más desesperada, y con su tristísima ignorancia. La muerte de Chávez es una buena noticia para Venezuela y un alivio para la libertad.
Un tirano menos nos está apuntando con su populismo barato. Un chándal menos que tenemos que lamentar.
En La Razón, Martín Prieto es otro de los articulistas que hablan sobre el sátrapa caribeño recién fallecido, y lo hace desde una óptica original e interesante. Reflexiona sobre cómo gestionó los aspectos políticos de su propia muerte. Lo hace en Egoismo final de gerifaltes:
Su muerte ha sido extravagante, patética, esperpéntica y especialmente egoísta. Conocía el caudillo desde el diagnóstico que tendría una sobrevida de alrededor año y medio, con viento en las velas, pero a pesar de esto se presentó a unas nuevas elecciones con gran irresponsabilidad y desprecio por el pueblo que decía tanto amar.
Tras définir a Nicolás Maduro, el sucesor, como «el autobusero que más multas acumulaba en su empresa por lo que se hizo sindicalista», añade:
Si el comandante presidente hubiera estado imbuido de ese egoísmo enfermizo, purulencia de la egolatría, habría dado un paso al costado ante su última y reciente elección que no ha podido jurar ni «in articulo mortis» y se hubiera dado a organizar la mejor sucesión en su movimiento. Como a Mitterand, su agonía y muerte lo retratan como jefe político y hombre. Ha fallecido entre errores periodísticos, fotos trucadas, propaganda, silencio delincuencial, mentiras, bufa y mefa para la pobre Venezuela.
La frase final le garantizará a Prieto todavía más el odio permanente de todos los chavistas:
Sólo Simón Bolívar murió en forma tan zarrapastrosa.
Alfonso Ussía habla sobre otro personaje siniestro, uno que ahora puede pasear junto al Guadalquivir a pesar de lo repugnante de su crimen:
«El Cuco» está en la calle. Ello determina el encarcelamiento moral de todos los que no somos «el Cuco». Consecuencia de una Justicia inspirada en el «buenismo» socialdemócrata que ha contado con la ayuda indolente del Partido Popular.
«El Cuco» era menor de edad cuando se cometió, ante sus ojos, y probablemente con su colaboración directa, el asesinato de Marta. Un menor de edad que sabía perfectamente la atrocidad que cometía y la canallada en la que participaba. Apenas dos años en una especie de reformatorio, y ya está en la calle. La Justicia buenista. Es decir, la injusticia absoluta.
Dice verdades como puños:
Los padres de Marta, y su abuelo, y el resto de los familiares han combatido heroicamente contra la crueldad y la injusticia. Pero han sido derrotados. Perversamente derrotados. No han encontrado los restos mortales de Marta y, paradójicamente, en cualquier calle, parque, avenida o plaza de Sevilla pueden encontrarse de golpe con el canalla del «Cuco». Ni se les ocurra decirle algo, o acosarlo, o agobiarlo, o perseguirlo. «El Cuco» seguirá en la calle y ellos tendrán que justificarse ante la Justicia por calumniadores, acosadores, coaccionadores y perseguidores.
Pocas veces un insulto ha sido tan pertinente como el que dedica a El Cuco:
[El Cuco] reincidirá en sus canalladas. Un ser tan malvado y gélido, un hijoputa de ese calibre, es incapaz de reformarse. Un delincuente reformado, un asesino arrepentido, conocedor de la insoportable angustia que experimentan los familiares de Marta desde el día de su muerte, tendría el valor de presentarse ante ellos, pedirles perdón y facilitar la búsqueda de sus restos. Pero no. El sucedáneo de Reformatorio en el que supuestamente el pobre «menor de edad» ha estado alojado poco más de dos años sólo le ha servido para seguir riéndose de los padres de Marta, de la ciudadanía y de la estupidez buenista de nuestro sistema penal.
Concluye:
Por las calles de Sevilla, un asesino sonríe. Suena a principio de mala copla.