Vista la repercusión que ha tenido la moción de censura que ha quitado al PP la Alcaldía de Ponferrada, no es de extrañar que muchos de los habitantes de la capital de El Bierzo prefirieran que esta ciudad siguiera teniendo la poca presencia mediática que suele tener fuera de León. Tan sólo la imagen del PSOE ha quedado más dañada que la de la localidad por obra y gracia la operación en la que ha contado con el apoyo del ex alcalde Ismael Álvarez, condenado en su día por acoso sexual en el conocido como ‘caso Nevenka’.
Este asunto acapara la mayor parte de los espacios de opinión de la prensa española, sobre todo la de derechas el lunes 11 de marzo de 2013. Los columnistas de El País, incluyendo una feminista declarada como Almudena Grandes que se dedica a comentar asuntos vaticanos en Sede Vacante, prefieren no darse por enterados del asunto. ¡Con lo que hubieran disfrutado la propia Grandes o Elvira Lindo insultando al PP si quien se hubiese aliado con un acosador hubiera sido el partido de Rajoy!
Por cierto, se ponga como se ponga Rubalcaba, el secretario general socialista había aprobado lo que se fraguaba. Como explicó a Periodista Digital el director de El Diario de León, Pablo Rodríguez, el propio día de la moción, la dirección nacional del PSOE había dado el visto bueno a la operación después de que Gaspar Zarrías apoyara a Oscar López en su propuesta de aliarse con los concejales del ex alcalde acosador —«Quienes más sufren son la víctima del acoso sexual, Nevenka, y su familia»–.
Pero antes de entrar en este escabroso asunto, nos paseamos un rato por el autodenominado ‘diario de la Catalunya real’. En la contraportada de El Periódico nos encontramos con Jordi Évole, que firma No hay países de nunca jamás:
No paro de oír esta canción: hay una campaña orquestada desde Madrid para que Catalunya suene mal, a corrupción. Según este estribillo, de este modo se pretende pinchar el globo independentista para salir volando de España. Pues si existe esa campaña, yo no la acabo de entender. ¿Algún independentista de verdad va a dejar de serlo por la corrupción?
Tras decir que un independentista de verdad lo es aunque eso suponga vivir peor y que sabe que «Catalunya no es un oasis», añade:
Ni Catalunya es el país de nunca jamás hay corrupciones, ni lo es el resto de España, ni casi ningún otro sitio.
Sobre la supuesta campaña destinada a «influir en independentistas que no lo son por convicción, sino por interés (independentistas TAE)», sostiene:
Igual hasta nos hace un favor, y acabamos sabiendo cuánta gente apoya por convicción una Catalunya independiente y realista y, por tanto, con corrupción, que es lo más normal del mundo, por desgracia. Aunque para saber todo esto, primero el derecho a decidir tendrá que convencer a los demócratas que han decidido que nunca se tenga ese derecho a votar.
Añade:
Y otra canción que no paro de oír: en una Catalunya independiente no hubieran salido a la luz ni la mitad de los casos de corrupción que hay en los medios. En otras palabras: aquí casi todo quisque está comprado. Que lo demuestren. Que demuestren que somos los más corruptos de España.
Curioso, Évole replica a algo que no se ha dicho. La respuesta a que no saldrían a la luz la mitad de los casos de corrupción que aparecen en los medios debería ser: «Que lo demuestren. Que demuestren que nuestros medios tapan la corrupción más que los del resto de España». Y la verdad, cualquiera que siga la prensa catalana se dará cuenta que la corrupción, sobre todo, pero no sólo, la de CiU, aparece mucho menos en los periódicos catalanes que en los de otras partes de España. Cosas de las subvenciones de la Generalitat a los medios, suponemos.
Y también curioso, aunque dedica todo un artículo a hablar sobre corrupción en Cataluña, el único nombre vinculado con un caso es el del ex tesorero del PP. Los Pujol, Pallerols y otros no merecen una mención, pero Bárcenas sí. Concluye:
Y, entonces, ¡a poner denuncias! ¡Y a ganar! Pero, si pierden, y sueltan que la Justicia también está corrompida, que lo demuestren también. Cuando se demuestre todo esto, voy a independizarme: me iré a Madrid a vivir con Bárcenas.
Este humilde lector de columnas quiere poner un ‘pero’ al conjunto del artículo. Curioso consuelo ese de que en todas partes hay corrupción. Sin duda es cierto, pero no en todos los lugares del mundo llega a extenderse por igual. Recomendamos a Évole que compare datos por países y regiones, y que después recapacite si en Cataluña en particular y en España en general la situación es peor que en otras zonas de Europa. Nos tenemos que no quedaríamos en demasiado buen lugar.
Como usted, estimado lector, recordará, los dirigentes catalanes se molestaron no hace demasiado por el hecho de que Rodríguez Ibarra comparara al nacionalismo con el nazismo. Y tenían razón para enfadarse. Desde este mismo espacio hemos sostenido siempre que no es de recibo comparar al nacionalismo catalán, por el que nos sentimos ninguna simpatía, con el nacionalsocialismo. Pertenecen a dos categorías diferentes y ni los Pujols, Mas o Junqueras son equiparables a la terrible maldad de Hitler y los suyos.
No hay en Cadaqués o el Bajo Llobregat campos de exterminio ni guetos como el de Varsovia. Estamos ante una equiparación repugnante que además banaliza el Holocausto y otros terribles crímenes contra la Humanidad cometidos bajo el símbolo de la esvástica.
Pero igual que denunciamos la gratuita equiparación del nacionalismo catalán con el nazismo, hay que denunciar cuando desde ámbitos políticos o periodísticos catalanes se equipara a los nacionalistas o a políticos no catalanas con Hitler y su demencial política. Repugnante es el calificativo que se merece el artículo La deriva nazi del Partido Popular, firmado por Josep Fontana y publicado en el Periódico de Catalunya.
El artículo es, por su constante equiparación, tan vomitivo como el título. Si usted lo quiere leer, hágalo. Desde aquí hemos optado que la bazofia que merece nuestra réplica tiene un límite y en este caso se ha cruzado. Nos gustaría, eso sí, que esos periodistas catalanes que tanto se indignan cuando es al nacionalismo al que se le comparan con el nazismo, en este caso también se muestren igual de críticos.
Tomamos el puente aéreo hasta Madrid, donde comenzamos por ABC. Félix Madero hace aquí algo poco común en el periodismo español, un duro ejercicio de autocrítica dirigido al conjunto de la profesión. Ese es el tema de Jueces y periodistas. Arranca con una cita de un gigante de la literatura:
Al comienzo de la novela de Vargas Llosa ‘Conversación en la Catedral’ el periodista Santiago Zavala, Zavalita, un genuino trasunto de su destartalado país, se pregunta por el momento en que se jodió el Perú. He leído tantas veces el arranque del libro que memorizo sus frases y por eso imagino el escenario en el que Zavalita y el negro Ambrosio enjaretan cuatro horas de conversación en el infame bar de la Catedral.
Pero los buenos arranques de una novela tienen mucho de universal, y porque lo son puede uno preguntarse lo mismo pero en su país. Y España, ¿cuándo se jodió? Dudo que la respuesta la tenga alguien del PP o el PSOE, a fin de cuentas parte activa en la jodienda de una nación que soñó ser lo que nunca sería. España se jodió el día en que empezamos a creer que cumplir las reglas del juego no era asunto importante.
Después de la reflexión general, entra en materia:
El CIS asegura que jueces y periodistas son las profesiones peor valoradas. O sea, que dos colectivos esenciales en democracia no cuentan con la comprensión de seis de cada diez españoles. Pensaba que semejante honor era de los políticos, y por eso creo que las 2.472 encuestas del CIS se las han hecho, una detrás de otra, al portavoz del PP Carlos Floriano, un dirigente amable y sobreentrevistado que debería reflexionar sobre los benéficos efectos que el guardar silencio procura. Los periodistas hemos de asumir que nos hemos esforzado en el deterioro de un oficio que mereció aplausos y reconocimientos.
Enredados en cuadras que te señalan como de derechas o izquierdas; contentos por ser percibidos así; dispuestos a no querer saber quién paga algunas nóminas; blandos con los bancos y empresas que compran parte del capital de periódicos, radios y televisiones; pastueños y blanditos con los que supuestamente son los nuestros. ¡Maldito verbo suponer!
Concluye:
¿En qué momento se jodió esto? Pues justo en aquel en el que los periodistas dejamos de creer que cumplir las reglas del juego era importante. Tiempo hubo en el que los grandes enseñaban que en la jubilación nuestras carreras quedarían justificadas si los que nos leyeron y escucharon no podían adivinar lo que éramos, tal vez de derechas, tal vez lo contrario. Hoy semejante razonamiento provoca la risa y nos coloca cerca de Zavalita, ese periodista peruano que hablaba en la Catedral con el negro Ambrosio, un tipo especializado en matar chuchos en la perrera municipal. Esa era su compañía. Hermosa metáfora que anuncia un final que ya nadie puede evitar.
Ignacio Camacho es uno de los que trata el asunto de la capital de El Bierzo y la responsabilidad del PSOE en este asunto. Lo hace en Ponferrada y punto de cruz:
En su afán por conservar el sentimiento de superioridad moral incluso después de arrollarlo con una operación tan execrable como la de Ponferrada, la izquierda simplifica el caso descargando la responsabilidad en la evidente torpeza de Rubalcaba. El líder socialista ha patinado, sí, y de forma grave: por no enterarse, por no quererse enterar, por permitir que las cosas, en cualquier caso, ocurriesen como han ocurrido. Pero en este podrido asunto late algo más que el incomprensible despiste de un político avezado; hay una profunda desnudez pragmática, un cinismo de vuelo corto que desmorona con crudeza esa hegemonía de conciencia que pretende atribuirse el sedicente progresismo.
Habla del «doble rasero» del PSOE:
La incómoda irrupción de la ignominia berciana obligó a una escueta contrición de boquilla en la inoportuna entrega del premio Clara Campoamor al leonés Zapatero; no hubo disculpas, en cambio, para Fátima Báñez, a la que un socialista de Huelva mandó literalmente a hacer punto de cruz sin que se levantaran las voces solidarias del feminismo de guardia.
Concluye:
Qué cómodo debe de resultar disponer de un embudo moral, de una patente de corso para extender a conveniencia certificados de supremacía ética. Sin contradicciones ni obstáculos. Sólo por suscribir una determinada ideología sin tener que mostrarse siquiera.
Para no aburrir con Ponferrada, el maltratador y Rubalcaba, vamos a ofrecerle, querido lector, tan sólo algunos estratos de varios artículos más sobre el asunto en la prensa madrileña.
Martín Prieto, Fariseos, hipócritas, sepulcros blanqueados (La Razón):
A cuenta de la lamentable bragueta ponferradina (que siendo grave no llegó a mayores) Carme Chacón ha tratado éste asunto como «insoportable». Eguiguren. Los apéndices del Presidente andaluz, la histórica Amparo Rubiales y Susana Díaz, se tiraban del acantilado moral presas de «vergüenza inadmisible».
Jesús Eguiguren fue durante años presidente del socialismo vasco, gran interlocutor de ETA con credenciales de Zapatero, amigo personal del asesino Josu Ternera, paciente del síndrome de Estocolmo y todavía respetado referente del PSOE vasco. No acosó sexualmente a nadie pero majó a palos a su esposa y fue condenado por maltratos físicos sin que al feminismo socialista se le alterara una sola extensión del cabello. Fariseos, hipócritas, sepulcros blanqueados…
Toni Bolaño, Dimisiones para paliar un ridículo (La Razón):
Rubalcaba sólo ha reaccionado por el asedio de la presión mediática y de las redes sociales. No ha conseguido rectificar. El resultado es peor. Ha quedado en evidencia. Los socialistas de Ponferrada le han dado la espalda sin perturbarse. Se han dado de baja del PSOE para engrandecer el ridículo de la política y empequeñecer la figura del secretario general. El intento desesperado de presentar la dimisión del acosador, Ismael Álvarez, ha sido un final grotesco para el sainete protagonizado por la cúpula socialista.
Rubalcaba no es el único que queda en entredicho en esta polémica. El 8 de marzo, la vicesecretaria general socialista, Elena Valenciano, celebraba en televisiones y radios el Día Internacional de la Mujer. Su silencio sobre el caso Ponferrada fue ensordecedor. Lo de Oscar López peor. En su afán de proteger la figura de Rubalcaba, se ha afanado en asumir toda la responsabilidad. Lo que pasa es que en este caso, de ridículo clamoroso, asumir toda la responsabilidad sólo tiene una salida: la dimisión. O mejor dicho, el cese por parte del secretario general de su secretario de organización.
Santiago González, El ‘votillo’ berciano (El Mundo):
El disputado voto del señor Ismael, habría titulado Delibes este caso, al que mi amigo Manuel Sanz ha llamado con portentosa economía verbal el votillo berciano. La extraordinaria chapuza del asunto Ponferrada no tiene tanto que ver con los principios como con las cosas de comer.
¿Puede un partido establecer un pacto de Gobierno o firmar una moción de censura con alguien que ha cumplido su condena y se ha reintegrado en sociedad? Sí cuando le conviene. El PSC rehabilitó a Josep María Sala y lo integró en su Ejecutiva después de cumplir condena por el caso Filesa. El PSE mantuvo, y aun ascendió, a Eguiguren tras haber sido condenado en 1992 en dos instancias judiciales por haber maltratado a su legítima.
El pobre Rubalcaba creyó poder arreglar el asunto con dimisiones retroactivas, primero de Folgueral, luego de Álvarez, y resolver el asunto en plan remiendavirgos. No ha salido bien, pero se ha reconfirmado que el PSOE es el partido que más se parece a España. Sería preferible que no se pareciera tanto para que pudiera mejorarla en la medida de sus posibilidades. A uno, qué quieren que les diga, le va invadiendo una tierna simpatía por Rubalcaba, pensando en que el miércoles tendrá que levantarse de su escaño para interpelar a Rajoy en el Congreso. Yo en su lugar me quedaría sentado y me limitaría a decir: pasopalabra.