Sea el Espíritu Santo, según la doctrina católica, o el espíritu de Chávez, según la novedosa teología bolivariana de Nicolás Maduro, quien haya inspirado a los cardenales electores para elegir a Francisco como nuevo Papa, ninguno de ellos, ni tampoco las musas, parece haber inspirado a la mayor parte de los columnistas cuyos textos pueblan las secciones de opinión de la prensa española el 15 de marzo de 2013. Lo más destacable del día es que Mariano Rajoy ha publicado un breve artículo sobre el nuevo Sumo Pontífice en el periódico de la ‘disciplina’, aunque destaca más por la firma que por el contenido. Y puestos a hablar del registrador de la propiedad metido a Gobernante, en El Mundo encontramos un muy interesante artículo donde se nos descubre la responsabilidad en el tema de los desahucios por parte de los compañeros de profesión del inquilino de La Moncloa.
John Müller, cuyas columnas diarias son una lectura recomendable para quien quiera entender la economía española, publica Defensa del consumidor, a propósito de la sentencia europea sobre los desahucios. En un ejercicio de honradez poco común entre los columnistas del papel español, reconoce que el fundamento de su artículo ha salido de un blog —Derecho mercantil, del catedrático de Derecho Mercantil Jesús Alfaro–.
La «potencia» de la hipoteca, explica Alfaro, se basa en que ha sido constituida como escritura pública ante un notario, que es un funcionario que actúa como ministro de fe para garantizar la legalidad de los contratos que se le presentan. Si el notario detecta la presencia de cláusulas abusivas, debería rechazar el documento. Por estos servicios, los notarios cobran unas tasas que muchas veces son cuantiosas.
La hipoteca requiere, además, de la participación de un segundo alto funcionario que también percibe tasas por el servicio que presta y que es el registrador de la propiedad. Éste califica e inscribe el documento en el Registro de la Propiedad.
A pesar de todo lo anterior, como ha dejado en evidencia el Tribunal de Justicia de la UE, en los contratos de las hipotecas hay cláusulas abusivas. Citando a otro experto que comenta en el blog antes mencionado, Müller explica:
La Ley de Defensa del Consumidor prescribe que las cláusulas abusivas, para ser tales, deben estar inscritas en el Registro de Condiciones Generales de la Contratación tras haber sido declaradas nulas por un tribunal. Es decir, que si la cláusula no figura en el registro, el notario o el registrador no pueden considerarla abusiva motu proprio.
Añade:
Por cierto, el famoso registro lo llevan los registradores de la propiedad y en él se hallan incluidas poquísimas cláusulas.
Concluye de forma contundente:
La solución que el Gobierno de Mariano Rajoy (a la sazón registrador de la propiedad) dé a este asunto no es simple. Nuestro sistema se basa en unos costosísimos controles previos (notarios y registradores) que por lo visto no funcionan y, si vamos a pasar a un sistema de control a posteriori, como es la posibilidad de que el juez suspenda un desahucio para considerar si hay cláusulas abusivas en juego (que es lo que sugiere la sentencia europea), quizás habría que considerar la vigencia de algunas tasas y la funcionalidad de algunos burócratas.
También en el diario de Unidad Editorial, Federico Jiménez Losantos escribe sobre las lamentables respuestas que los examinadores se han encontrado en las oposiciones a profesor en la Comunidad de Madrid. Lo hace en Maestros y ‘mahestros’:
La de maestro es para mí la profesión más noble del mundo. Maestra nacional fue mi madre, maestro republicano fue mi abuelo y me recuerdo de muy niño en el cine de mi pueblo mirando el cartel de la película El Maestro, del italiano Pietro Germi, donde creía yo que saldría mi abuelo Emeterio y su escuela en Calahorra, que hace pocos años me enseñaron convertida en vil solar.
Recuerda que en el pasado los maestros estaban mal pagados, pero tenían un gran prestigio:
Se cobraba poco pero se apreciaba mucho a los maestros, que sabían latín.
Lo compara con la situación actual:
Si los maestros no saben y, por ende, no pueden enseñar a leer, escribir, contar y ciertos conocimientos básicos, no hay educación que valga. Y por esa idolatría que tengo al magisterio y a la meritocracia nacional, me he quedado atónito al ver cómo la Comunidad de Madrid, tratando de recuperar el nivel de los maestros, ha mostrado las faltas de ortografía y de conocimientos de los interinos que, justamente suspendidos, tienen ventaja sobre los que aprueban a la primera gracias a ciertos privilegios arrancados por los sindicatos. Sólo el 13% de 14.000 opositores aprobó los últimos exámenes.
Concluye:
Impero la ayuda del flamante Papa: que vuelvan los maestros de ayer a desasnar a los ‘mahestros’ de hoy.
Comentabamos que Mariano Rajoy ha publicado un artículo sobre el Papa en La Razón. Este humilde lector de columnas, de natural desconfiado hacia quienes viven de nuestros impuestos dedicándose a eso que llaman ‘la cosa pública’, suele tender a pensar que un artículo firmado por un político tiene como autor real a otra persona. Sin embargo, creemos que en este caso el autor es el propio presidente del Gobierno. El estilo cansino y aburrido, además de casi vacío en el fondo, del texto es tan absoluto que resulta difícil imaginar que haya un ‘negro’ que logre imitar de forma tan brillante el modo de expresarse del que firma.
La huella hispana arranca con una obviedad desde el punto de vista católico:
La elección de un Papa es, sin duda, un motivo de profunda emoción y satisfacción. Durante las jornadas de Sede Vacante la atención informativa del mundo vuelve sus ojos hacia Roma en una muestra de esperanza por la significación universal de la figura del Sumo Pontífice.
Para el inquilino de La Moncloa la elección de un hispanoamericano es «un reflejo de la profunda huella que los españoles hemos dejado en América». A esto se suma el hecho de que Francisco sea jesuita, «una orden religiosa ligada desde sus orígenes a nuestra nación». Otra obviedad para alguien que sepa un mínimo de historia, claro está.
Concluye:
Esta cercanía, sin duda, facilitará aún más la relación entre España y la Santa Sede en la proyección de los valores que todos compartimos: la vida, la dignidad humana, la libertad, la paz y la justicia. Estoy convencido de que el nuevo Papa contribuirá de manera decisiva a un mundo mejor.
Para una vez que Rajoy, un presidente del Gobierno que parece tener alergia a tratar directamente con los medios de comunicación (recordemos el «Carmen, por favor» o su conversión en busto parlante en una pantalla de plasma para hablar a la prensa), decide dirigirse a los ciudadanos mediante un artículo de opinión, a algunos nos hubiera gustado que fuera diferente. Bien está que se exprese sobre el nuevo Papa, pero más urgente y necesario es que lo haga sobre la situación económica de España o sobre cómo pretende luchar contra la corrupción, por ejemplo.
Puestos a leer un artículo sobre el Papa, o sobre asuntos relacionados con su elección, resulta mucho más entretenido e interesante acercarse al que publica Hermann Tertsch en ABC, titulado Los devotos odiadores:
Ya tenemos Papa. Francisco. A todos ha sorprendido una vez más la Iglesia. Todas las quinielas, todos los augurios y las deducciones de los ejércitos de vaticanistas se han ido literalmente al garete. Creen que la curia es el comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética, el consejo de administración de una multinacional en el Club Bilderberg, la Logia del Gran Oriente o el casino de un pueblo.
Al final resulta que sí, que la iglesia es una organización humana y mundana, llena de pecadores, con juegos de poder, con cálculos e intrigas, lucha de intereses, banderías y trampas. Pero siempre pasan por alto quienes miran desde fuera con frivolidad u hostilidad y conceptos y ritmos propios, que si bien es cierto que en la Iglesia hay todo eso, mucho y en demasía, hay además algo más. Mucho más. Se les olvida con frecuencia a vaticanistas aficionados como a los enemigos más devotos de la Iglesia, que ahí dentro hay gente, mucha gente, que se cree lo que predica y lo que hace. Y cree en la vida que vive para su fe, para la Iglesia y los demás.
Concluye:
Los devotos odiadores de la Iglesia que tanto interés y tiempo le dedican buscando, con torpes consejos, su debilidad y destrucción son el menor de los problemas de la Iglesia. Esos devotos enemigos obsesionados por hacer daño tienen mensajes tan perecederos y obsoletos como mil proyectos de redención humana enterrados en estos dos mil años. Pobre gente, pobre mensaje frente a la humilde grandeza de la esperanza que se despliega ahora en Roma.
Carlos Herrera, un almeriense criado en Cataluña afincado en Sevilla, mira hacia la tierra que le vio crecer para escribir sobre Las mentiras de Pujol:
El Instituto de Estudios Económicos ha presentado unas interesantes conclusiones agrupadas bajo el título «La Cuestión Catalana, Hoy». Viene a decir lo que suponemos todos, que la independencia unilateral de Cataluña tendría unas consecuencias desastrosas para la vida diaria de los ciudadanos catalanes, los cuales sufrirían la penuria empobrecedora que todos imaginamos. Nada que pueda sorprender a cualquier persona con dos dedos de frente. Jordi Pujol, presidente perpetuo de la catalanidad, ha añadido, con razón, que el resto de España también saldría perjudicada, conclusión a la que se llega sin necesidad de ser un lince.
Añade:
Todo se hace nauseabundo cuando Pujol muestra la faz más falsa de su persona: «Yo, que nunca he sido independentista, ahora votaría SI en un referéndum por la independencia». Es, evidentemente, mentira. Pujol siempre ha sido independentista. Siempre. Con más o menos disimulo pero siempre. Y ha trabajado para conseguir el objetivo de desagrado social y desapego personal que hoy se experimenta en Cataluña. Y ha educado a dos o tres generaciones de jóvenes catalanes para que brotaran independentistas desde la factoría de las escuelas. Y ha tensionado las estructuras para hacer de la población catalana un conglomerado de permanentes agraviados.
Finaliza:
El cinismo ilustrado del personaje resulta efectivo para confundir a aquellos que siempre están dispuestos a cargar con las culpas propias y también con las ajenas: ese eterno complejo que asalta a algunos individuos que creen que cuando son atacados es porque han hecho algo mal. Sorprendentemente aún hay gente que se cree a este individuo. Tienen lo que se merecen, evidentemente.
No sólo Alfonso Merlos recurre a títulos cinematográficos para sus artículos. Fernando Vallespín se pone en plan Clint Eastwood y nos ofrece Sin perdón:
«Todos cometemos errores, y él [por Toni Cantó] ha pedido disculpas», dijo Rosa Díez a raíz del dislate de los tuits del actor-cum-diputado que su partido había elegido como miembro de la Comisión de Igualdad del Congreso. Al no hacerle dimitir, UPyD perdió una magnífica oportunidad para reivindicarse como lo que pretende ser, un partido que no juega a las tretas habituales de los otros.
También se refiere a los socialistas:
Por su parte, Óscar López, secretario de Organización del PSOE, hace lo propio poco después de que saliera a la luz el caso Ponferrada. En este supuesto la cosa es aún peor, porque el esperpento de la votación en la ciudad leonesa iba en flagrante contraste con lo que hasta entonces había sido uno de los mayores activos del partido, su sensibilidad hacia todas las cuestiones de género (…) Nada, otra ocasión perdida.
Y pasa a lo general:
Como vemos, y como ya había practicado con relativo éxito el propio Monarca al desvelarse su cacería en Botsuana, asumir responsabilidades políticas en España se ha convertido en un mero acto del habla, pedir perdón. La responsabilidad no va asociada a la dimisión; eso parece que se lo dejamos a los sistemas políticos de cultura protestante. Aquí, en buen católico, lo importante es decir que se ha pecado y, como en esta religión, se presume que ya estamos exentos de la culpa.
Tal vez Vallespín tenga muy oxidadas sus clases de religión, o tal vez sea este humilde lector de columnas el que sufre amnesia religiosa. Pero, en cualquier caso, estamos casi seguros que para que el pecado sea perdonado mostrar arrepentimiento es necesario, pero no suficiente. Uno tiene leves recuerdos de que además había que hacer algún tipo de penitencia proporcionada al mal cometido.
Al margen de ese toque anti-católico tan ‘made in PRISA’, el artículo si trata temas interesantes y con acierto.
Lo más fascinante de esta nueva moda del perdón es, sin embargo, que encima se interpreta como un gran avance respecto a lo que venían siendo las prácticas habituales. La propia Rosa Díez dijo en su momento que eso de pedir disculpas «no es habitual hoy en día». Y, en cierto modo, tiene razón. Véase el caso del PP con el asunto Bárcenas o el de la ministra Mato.
Hombre, también podría añadir el PSOE y el caso José Blanco, CiU y el caso… elija usted el que prefiera, o el de IU dejando de pagar el IRPF. Aquí parece que no se salva casi nadie.
Concluye:
A saber: que los políticos no se han dado por enterados de la situación de excepcionalidad ética en la que vivimos. Los ciudadanos no son desafectos porque sí. Su desapego hacia la clase política tiene causas específicas, y entre éstas una de las principales es que no encuentran razones importantes para discriminar entre unos y otros. En todos ellos la razón partidista parece imponerse siempre por encima de lo que reclama el buen juicio. Desde luego, no todos los casos son iguales, ¡faltaría más!, pero ninguno de ellos ha conseguido disipar las dudas y la desconfianza que se arraiga en la sociedad. Los partidos se ven como maquinarias ciegas a la sensibilidad de la calle, autistas, afectados por tics defensivos que al final provocan un efecto contrario al pretendido. Es la estrategia del avestruz. Y, ahora que con lo de la elección del Papa se ha impuesto el lenguaje teológico, tengo para mí que sólo conseguirán redimirse aquellos que rompan la espiral diabólica de no asumir responsabilidades. Sólo entonces serán perdonados.



