El “tenéis que seguir”, como os dirán ahora en Intereconomía, representa el temor de la gente al poder político
Ha terminado su programa hace tan solo unos minutos. Me recibe en el estudio de Es Radio a media mañana y con cinco horas de radio a sus espaldas. Está cansado y se ha dejado la voz, como cada día, «persiguiendo y denunciando a los malos» -como le gusta definirlo- al ritmo que marca la actualidad. Sin embargo, habla con energía e ilusión de esta nueva etapa que comienza ahora, con la firma del acuerdo que llevará desde este lunes La mañana de Federico a Intereconomía.
Luis Herrero lo ha bautizado como el «matrimonio» entre Intereconomía y Es Radio. Otros hablan de la boda mediática del año. ¿Te doy la enhorabuena?
Por supuesto, estoy muy contento. Esto tenía que pasar algún día y afortunadamente ha pasado.
Nuestros amigos nos felicitan y nuestros enemigos nos insultan. ¿Es buena señal?
Es señal de que somos dos grupos complementarios que aún no nos habíamos complementado del todo. Los pequeños grupos de comunicación están siendo laminados. En televisión no existe nada que no sea el duopolio de Antena 3 y Telecinco, es decir, Vasile y Carloti; o sea, Italia e Italia. Tanto los que siguen al Grupo Libertad Digital como los que siguen al Grupo Intereconomía son conscientes de esta fragilidad y de que estamos en tiempos recios como decía Santa Teresa.
¿Quién sale ganando?
Este es un buen acuerdo porque respeta lo que cada uno es, pero refuerza la plataforma que nos permite llegar al público de ambos. Y ojalá salga bien, porque esta alianza se podría ampliar más aún.
En todo caso, los novios se conocían desde hace tiempo.
Sí, Julio Ariza y otros socios de Intereconomía habían participado ya en la fundación del periódico Libertad Digital y, en particular, en la creación de su estructura comercial. Eso se lo debo a Julio: yo no sabía ni lo que era un anunciante hasta que él me presentó a dos.
Hace nueve años vaticinaste «el invierno mediático». Lo que no sabíamos es que duraría tanto. ¿Hemos estado peor?
No, porque en otros tiempos malos al menos había esperanza. Hoy no hay esperanza de cambio. En los últimos años de Felipe González estábamos mal, pero confiábamos en que con la llegada del PP, que aglutinaba a una nueva generación que se proclamaba liberal en lo económico y nacional en lo político, las cosas podían cambiar. Ahora la casta política domina todas las tendencias políticas. Estamos peor que nunca desde la Transición.
Resulta inevitable recordar el primero de mayo de 1998 y aquella cena con José María Aznar que desvelaste en ‘De la noche a la mañana’, que escenificaba la muerte institucional de Antonio Herrero y, a la vez, la confirmación de su independencia. ¿Hasta qué punto aquella cita condiciono tu vida?
Totalmente. Aznar nos citó en La Moncloa esa noche con el objetivo de condenar a Antonio Herrero y salvarnos a Luis Herrero y a mí. Buscaba una cierta aprobación, una complicidad: quería que no riñéramos si él iba a por Antonio. Pero por supuesto que teníamos que reñir, y reñimos.
-Pocas horas después, el 2 de mayo, Antonio Herrero aparecía muerto en Marbella tras sufrir un trágico accidente mientras practicaba submarinismo. Nada fue igual desde entonces.
Tras la cena en La Moncloa cambia todo. Al día siguiente me llama Luis Herrero y me dice que Antonio se ha ahogado, que está muerto. Luis se hace cargo de La Mañana de la Cope porque nos empeñamos quienes estábamos en posición de empujar en esa dirección que, aparte de Don Bernardo -presidente de la cadena-, éramos fundamentalmente José María García y yo. Muerto Antonio Herrero, éramos los que quedábamos.
Pero es también la propia audiencia la que os lo pide. Hay un momento tremendo en el funeral de Antonio Herrero. Tres mil personas en la plaza, en la puerta de la iglesia, gritándonos: «¡Tenéis que seguir, tenéis que seguir!». La gente barruntaba que todo aquello que habíamos construido estaba en peligro. Que la libertad que había representado Antena 3 Radio, que se la habían cargado, y que habíamos rehecho con dificultad en la Cope, se podía venir abajo otra vez. El «tenéis que seguir», como os dirán ahora en Intereconomía, representa la expresión de una sensibilidad, no solo unas ideas, y el temor de la gente al poder político.
Y la primera consecuencia es que vas casi a vivir a la radio.
Luis Herrero comienza a hacer La Mañana y yo empiezo a colaborar con él y con Apezarena en su programa de la noche, lo cual acabó con todos los kilos de más que tuviera y los gramos que me quedaran. Aquello no funcionaba y Don Bernardo me pidió que en septiembre me encargara yo del programa de la noche. Yo no había dirigido nada en radio en mi vida. Había colaborado con Antonio y con Luis muchos años, pero nunca había querido dirigir. Me puse a hacer La Linterna y a la semana me di cuenta de que tampoco era para tanto. Eso cambió mi vida.
Y pasaste de la noche a la mañana…
Cuando Luis deja La mañana y me hago cargo yo, la Cope está fatal y La Mañana está muy mal, aunque no tanto como decían los medidores de audiencias, según hemos sabido después. Cuando cojo el programa, se supone que dispongo de dos años para salvarlo. Y yo empiezo por la mañana pegándome a las seis con el lucero del alba. Y aquello tiene tanto éxito que naturalmente tenían que cargárselo. Y todo esto es lo que ha marcado mi vida.
¿Puede establecerse un paralelismo entre lo ocurrido con Aznar y Antonio Herrero y el aislamiento político e institucional que hoy sufren medios como Intereconomía o Libertad Digital?
El poder en España, si es de izquierda no tolera a la derecha, pero si es de derechas tampoco tolera a la derecha. A la izquierda sí, porque da por hecho que es parte del paisaje. En cambio, van a muerte contra esa derecha que se mueve por principios, por ideas liberales o católicas. Porque no lo soporta. Porque la derecha en España es maricomplejines, y maricomplejines, como mujer maltratada, lo que quiere al final es justificar al maltratador, que es la izquierda. Con Rajoy estamos viviendo exactamente lo mismo que pasó con Aznar, con la diferencia de que la situación ahora es mucho peor.
¿La situación mediática es peor que con Aznar?
Sí. Porque hay muchos menos periódicos. Hay medios televisivos, hay más canales, pero están todos en manos de los dos grandes dueños.
Hablamos de los dos grandes referentes mediáticos de la derecha, Intereconomía y Libertad Digital, que representan casi todo su espectro ideológico.
La unión de católicos y liberales es lo que da la fuerza a todo el grupo que apoya al PP de Aznar. Por primera vez desde Cánovas, la derecha se hace estatalista y rompe con la tradición liberal del siglo XIX. Además, estamos condenados a entendernos porque tenemos los mismos enemigos. A un tipo del PSOE le cae tan mal un liberal como un católico. Y si es un católico liberal, le cae doblemente mal. Porque representa la historia de España y la libertad individual, dos cosas que no soporta. Ni les gusta la nación ni les gusta la libertad. De manera que es inevitable entenderse, porque nuestros enemigos nos han entendido perfectamente. No hay ni uno que ataque a Intereconomía que no ataque a Libertad Digital y viceversa. Quieren machacarnos por igual, porque somos los dos puntos morales de referencia de la derecha. La nación y la ética, que en muchos casos es la moral ligada al cristianismo. Y esos dos elementos son los fundamentales. Todo lo demás cambia según las modas. Pero la nación y una idea de España ligada al catolicismo, eso no cambia.
El Ideario de Intereconomía se resume en la defensa de la vida, de la familia, de la nación y de la libertad. ¿Cómo ordenarías estos pilares?
Yo pondría primero la defensa de la libertad, y luego, dentro, está la libertad de conciencia, donde cada uno entiende la nación, el estado y la vida de una manera. Lo primordial es la libertad individual y de Inteconciencia. Después hay diversas actualizaciones de cómo se entiende en distintos sectores y épocas el uso de la libertad. Lo que entendían por libertad de conciencia o de religión nuestros tatarabuelos de las Cortes de Cádiz no se parece en nada a lo que entendemos hoy. No olvidemos que La Pepa comienza: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Ese es el comienzo real de la Constitución de Cádiz, siendo la primera vez que se marca con claridad la separación entre Iglesia y Estado, que es lo propio del cristianismo y especialmente de los católicos. La sensibilidad de principios del XIX no es la de principios del XXI. Para mí la clave es la libertad de conciencia y la responsabilidad, que es inseparable de la libertad.
En tu nueva andadura en Intereconomía TV, ¿qué encontrarán los espectadores cada mañana a partir de las 08.00 desde el lunes?
Hay una primera parte que yo rehice sobre la base de lo que le había visto hacer a Antonio Herrero, que es salir por la mañana a pelearse con los malos. Hay que criticar. En persona y personalizando. Con claridad. No se trata de decir «no nos gusta esta doctrina que optimiza en exceso los ingresos de Hacienda». No, no, hay que decir: «Montoro es un malvado porque nos ha subido los impuestos más de lo que creían los comunistas». Lo que aporta Antonio Herrero a la radio y yo intento continuar es que las cosas tienen que entenderse. Y para eso hay que referirlas a las personas.
Y tras tu editorial, la tertulia.
Se trata de una tertulia con diferentes apreciaciones, pero no es un gallinero. La gente percibirá diferencias dentro de una serie de acuerdos básicos. El gallinero, el enfrentamiento entre un comunista y un fascista no me gusta. Quiero gente que tenga ideas distintas sobre una cosa, pero que puedan hablar, y para poder hablar tiene que haber una base común. Y, después de la tertulia, creo que va a gustar mucho la parte de humor del Grupo Risa y la de los chismes. Porque la crónica rosa ahora es la crónica de la Jefatura del Estado. En estos momentos informan más del Rey y de Corinna las revistas del corazón que los periódicos generalistas. Y esto ocurre porque estamos en épocas de poca libertad. Cuando la gente no tiene libertad en la política, se va por otros meandros para buscarla.
Y, por último, una panorámica de España: PP, PSOE, la Corona… por la Iglesia no pregunto. ¿Quién está peor?
La Iglesia es la que está mejor, sin duda. Pero lo que está mal es la nación. El problema de España es que es una nación que se ha quedado sin Estado. Porque el Estado constitucional de 1978 está roto y deslegitimado. Ha desaparecido. Cataluña vive una secesión real que se manifiesta en que no cumplen las leyes del Supremo, ni la Constitución ni nada, desde hace años. El País Vasco ya se ha entregado a medias a la ETA para que, si los vascos se dejan y los navarros lo admiten, se queden con la otra mitad. Y el Estado de las autonomías se ha convertido en una especie de satrapías de latrocinio generalizado. Vivimos en un Estado de cleptómanos, donde el político, casi por naturaleza, es un ladrón, y además la gente lo admite así. Lo cual es injusto porque la mayor parte de los políticos no son ladrones. Pero el sistema está corrompido por completo. El problema de la España actual es que el PP, el PSOE y la Corona forman parte del mismo problema cuando alguno de ellos debería formar parte de la solución.