Ningún tema domina de forma clara los espacios de opinión de la prensa de papel española este 21 de marzo de 2013. Encontramos a quien añora a los políticos corruptos del pasado, que tenían a bien suicidarse cuando eran pillados con las manos en la masa, y quien pide que se de una patada en el trasero de la ‘amiga entrañable’ del Rey. La corrupción está ahí de varias maneras, tanto en artículos sobre la presunción de inocencia como en otros sobre los ERE andaluces. Y no falta una buena muestra de lo que podíamos llamar ‘Principio de la contradicción en la relación entre el Partido Popular y la Prensa’.
Vayamos a esto último, el citado principio podría enunciarse en una única frase: «Mientras La Razón rinde ‘PPleitesía’, los ministros y otros altos cargos del Gobierno de Rajoy escriben en El País». Buena prueba de la segunda parte del enunciado es que el titular de Interior, Jorge Fernández Díaz, publica en el diario de PRISA un artículo titulado Defensa de lo justo. Sinceramente, querido lector, si usted quiere caer en la garras de Morfeo leyendo uno de esos textos que pretenden ser profundos pero tan sólo logran ser aburridos y predecibles hágalo. Pero este humilde lector de columnas le recomienda que dedique su tiempo a actividades más productivas, como leer este repaso diario a la opinión del papel y otros jugosos contenidos de Periodista Digital. Fernández Díaz no dice nada en el artículo que usted no le haya oído decir ya ante los micros de televisiones y radios.
Saltamos ahora a La Gaceta. En el periódico de Intereconomía va a terminar convirtiéndose en tradición añorar un pasado en el que los corruptos se suicidaban cuando eran cazados. En esta ocasión quien escribe en este sentido es el propio director del rotativo, Javier Esparza, que firma La desdicha de Heshen. Fiel a su estilo, y tirando de su formación y conocimientos como historiador, Esparza tira del pasado para comentar el presente. En este caso nos habla de Heshen (o Ho-Shen), ministro y general chino del siglo XVIII del que se dice que ha sido el personaje más corrupto que ha habido en la historia.
Sobre el corrupto chino del S. XVIII –en el presente hay muchos políticos corruptos en la dictadura del gigante asíatico–, nos cuenta Esparza:
Ya puede usted imaginarse que utilizó ambas facultades para recaudar más de lo justo y dejar en sus bolsillos una suculenta parte del oro imperial. Heshen cayó en desgracia porque se le fue la mano: su red de corrupción había crecido tanto, y había tantos implicados en ella, que al final la tela se agrietó. Viéndose atrapado, no le quedó otra salida que el suicidio. En eso los corruptos antiguos eran más decentes que los modernos.
El director de La Gaceta se muestra algo más prudente que el columnista de ese mismo diario Kiko Méndez-Monasterio –un tipo que, por otra parte, simpático e talentoso en esto de escribir artículos– y no cae en añadir un «lo lamento» —‘Boutade’ en La Gaceta: «No hay un banquero, un legislador, un asesor de la monarquía, un presidente de lo que sea capaz de levantarse la tapa de los sesos. Lo lamento»–.
David Gistau publica en El Mundo un artículo titulado Armas de tebeo, en el que comenta las últimas declaraciones, en el Hemiciclo y en los pasillos del Congreso de los Diputados, de la diputada de Amaiur Maite Ariztegui.
En ese contexto hay que ubicar la intervención de Maite Ariztegui, con su peinado de Nekane haciendo profecías a Macbeth, que en los últimos meses fue una sonrisa constante y ayer, en su exigencia de diálogo, se adentró en el lenguaje agresivo. Amparada en los GAL y en los represaliados por el franquismo, asoció el terrorismo con la naturaleza del Estado. Llamó mediocre a Rajoy e igualó a los etarras muertos con el mismo derecho a la reparación que las víctimas de ETA.
Sobre la reacción del registrador de la propiedad metido a gobernante, explica Gistau:
Rajoy respondió impasible. Vamos, que se enfada mucho más cuando replica a Rosa Díez. Pero volvió a anularle a Ariztegui toda esperanza de desbloqueo con esa combinación de conceptos que achican el espacio a Amaiur: condena, disolución, «con la ley no se negocia» (al menos no en esto).
Concluye el artículo:
En el pasillo, Ariztegui hizo un chiste acerca de que sólo en Astérix y Obélix vio ella una entrega de armas «sin más». Comprendo que el mito de la irreductible aldea es tentador, pero reducir el terrorismo a tebeo en el que nadie muere ha de ser otra versión de la «banalización del mal» a la que se refería Hannah Arendt. Además, el pedante que llevo dentro no puede evitar decirle, por si quiere interesarse, que la entrega de armas de Astérix está inspirada en la de Vercingétorix a César. Y puedo asegurarle a Ariztegui que en el doble cerco de Alesia nada sucedió «sin más», y desde luego fue bastante más pavoroso que en un tebeo.
En ABC nos encontramos con Hermann Tertsch, que reflexiona sobre los medios de comunicación y la demonización, en parte de ellos, de quien no comulga con las ideas de la izquierda. El texto se titula El enemigo del pueblo:
Recibir un abucheo en directo en un plató de televisión en hora de máxima audiencia puede considerarse la versión moderna de la experiencia de ser expuesto prisionero en la antigua picota (…) Aquellas picotas solían estar en el mercado o en las entradas a las villas para que los visitantes propagaran el descrédito del condenado.
Cuenta que:
Esos momentos de picota tienen efectos inmediatos en la calle, donde se ven gestos torcidos y malas caras con más frecuencia de lo habitual. Y lo habitual es bastante, acostumbrados algunos de los que defienden públicamente ideas, a que le dediquen tiempo y fobia cadenas de radio y televisión y algunas secciones de periódicos dedicadas al vilipendio del adversario político.
No dice que esté hablando de él, aunque da la impresión de que habla por propia experiencia. Pero podría ser de otros. Una conocida columnista de un periódico de derechas y antaño habitual de tertulias televisivas cuya identidad no vamos aquí a revelar –la conversación, en la que participábamos tres personas tras un encuentro casual– le contó a este humilde lector de columnas que cada vez era más habitual que le insultaran y gritaran por la calle en el barrio madrileño en el que vive. La denuncia de Tertsch resulta, por tanto, totalmente pertinente.
Añade el columnista de ABC:
Son los medios izquierdistas y los programas de izquierdistas en medios que supuestamente no lo son. Se dedican con maña y saña a caricaturización y descalificación personal del que discrepa. De que disiente de la grotesca hegemonía cultural izquierdista en este país y de su ridícula pretensión de superioridad moral. Lo cierto es que tienen éxito. Porque la gran mayoría de los opinantes tienen temor reverencial al juicio de la izquierda. Y pánico hay en la derecha mediática y política a granjearse enemigos en ese rodillo.
Concluye:
Son muchos los que participan en señalar a «los enemigos del pueblo». Que son el Profesor Stockman de la obra de Henryk Ibsen. Que denunciaba una verdad sobre las aguas del balneario que molestaba a todo el pueblo que vivía de ello. Si no asumes la corrección política que dicta la izquierda ni el buenismo sentimental impostado, su producto estrella, eres pieza a abatir. Si crees que han de pagarse las deudas, combatir a los terroristas y la coacción, ayudar al débil pero respetar las leyes, promover la libertad e iniciativa y no la subvención, eres pieza de picota. Pues la picota ya no es capaz de infundir miedo a todos.
Isabel San Sebastián, también en el diario madrileño de Vocento, lleva varias semanas escribiendo artículos donde muestra su indignación con la situación política española. Cuando no critica al Gobierno o a Rajoy, lanza sus dardos contra el conjunto de lo partidos. Es lo que hace en su columna de esta jornada, titulada Presunción de inocencia:
No terminan de enterarse. La mayoría de nuestros representantes electos se niega a mirar de frente a una sociedad que ha perdido la confianza en ellos y está a un paso de abjurar del sistema en sí; de la democracia representativa que nos ha traído el más largo periodo de libertad y prosperidad que ha conocido la Historia.
Sostiene:
No pasa un día sin que tengamos conocimiento de un nuevo caso más nauseabundo que el anterior. Casos directamente vinculados al ejercicio del poder y al uso fraudulento de las prerrogativas que éste otorga. Casos que implican cifras multimillonarias procedentes de nuestros bolsillos y desviadas a cuentas corrientes de sujetos particulares cuyo nexo de unión no es la ideología ni la geografía, sino la dedicación a la actividad política. Tanto da que se llamen Bárcenas, Blanco o Pujol. Que se sienten en el parlamento de Cataluña, en el de Valencia, en el de Andalucía o en el Congreso de los Diputados. La cuestión es que manchan con su conducta algo tan sagrado como la democracia. Ensucian la vida pública. Rompen en mil pedazos el contrato tácito suscrito entre elector y elegido en el momento de depositar el voto. Y deben ser apartados.
Añade:
España no tolera un solo imputado más a sueldo del contribuyente. Ni uno. ¿Alguien se imagina a una empresa privada manteniendo en su puesto a un contable sospechoso de robarle? ¡Sería impensable!
Concluye con un aviso:
Ni son todos los que están ni están todos los que son, por supuesto. La mayor parte de nuestros políticos puede presumir de probidad en términos pecuniarios (lo de los embustes es harina de otro costal). Ahora bien, como aquí casi nadie dimite voluntariamente movido por el sentido del honor, esa mayoría honrada va a tener que mostrarse implacable con los señalados y articular fórmulas que supongan su marginación preventiva. Porque lo que está en juego no es si va o deja de ir a la cárcel un inocente, sino la credibilidad de esta democracia menguante.
Y metidos en asuntos de corruptelas, Alfonso Merlos escribe en La Razón sobre uno de los casos más escandalosos de los últimos tiempos, por mucho que los articulistas y tertulianos de la izquierda prefieran pasar de puntillas sobre el mismo. Nos referimos, claro está, al feo asunto de los ERE en Andalucía. Lagartos socialistas:
Es el principio del fin del fondo de reptiles. De la aclaración de quién robó y por qué lo hizo. De a quién fue a parar el dinero. Socialistas, sindicalistas, comisionistas, amiguetes, arrimados y la familia, ¡siempre la familia! ¡Qué vileza y qué atraco! Prevaricación, malversación de caudales públicos, cohecho, falsedad en documento oficial y mercantil… ¡Cuánto golfo en un mismo sitio y al mismo tiempo!
Destaca que en este caso estamos ante quienes «quienes, presuntamente, se gastaban el dinero de las familias más débiles y desfavorecidas y sometidas por la crisis en droga y en gin tonics».
Elogia a la juez Mercedes Ayala, «una mujer inteligente y valiente obstinada y concentrada con extraordinario tesón en la limpieza de la telaraña socialista de la corrupción». Concluye:
Estamos en un momento de esperanza. No es tolerable en ninguna circunstancia, pero menos en un tiempo y una región sacudida por la pobreza y la precariedad, que tengamos a una banda de Alí Babás campando por sus respetos, sin rendir cuentas ante los tribunales. Llega la hora de la verdad. Y el punto en el que los españoles hemos de ver cómo las canalladas son pagadas con la prisión. Es una cuestión decisiva, redentora. Queremos seguir creyendo en la Justicia. Y estamos en el camino adecuado para sacar de la política a los ladrones. ¡Así se hace, señora jueza!
Finalizamos con Alfonso Ussía, que publica un artículo dedicado a Corinna y titulado La patada. No espere usted, querido lector, una crítica al Rey por parte del monárquico periodista, pero tampoco crea que va a encontrar una defensa de la célebre comisionista como la que publicó un día antes Pérez-Maura en ABC —El monárquico Pérez-Maura defiende a la ‘amiga entrañable’ del Rey mientras acusa a El Mundo y Hola de defender intereses bastardos–. En absoluto le agrade a Ussía la citada señora. Y lo deja claro incluso cuando comenta el tratamiento que se le da en los medios:
Aquí siguen diciéndole «princesa», y no termino de entender esa obsesión, sencillamente porque no lo es.
Dice de ella:
El daño que ha hecho esta inteligente señora a España y sus instituciones no tiene sentido. Sus declaraciones y entrevistas a diferentes medios de comunicación sólo se pueden interpretar desde el rencor, la venganza y la poca clase.
Critica a los medios y periodistas que se dedican a elogiar a Corinna:
No obstante, en España tiene sus partidarios. Todos aquellos que precisan la herida de la Corona para obtener el beneficio de sus proyectos personales, mercantiles o partidistas, han encontrado en Corinna su arma fundamental para atacar al Rey. En los programas de la cadena de Berlusconi -personaje siniestro e intocable para sus agudos tertulianos de chismes-, los insultos y groserías dedicados al Rey se complementan con los elogios a la chica, a la que todos llaman «princesa», quizá porque, en el fondo, todos esos republicanillos de pandereta son unos cortesanos indignados con su propia frustración.
Cuenta de ella:
Corinna no aparece en España por el Rey, que muchos años llevaba previamente moviéndose por los altos despachos, los barcos poderosos y las cacerías exclusivas en pos de sugerentes beneficios, requiebros y zalemas. Corinna ha aparecido en los medios de comunicación cuando había pasado a un segundo o tercer plano del interés y pocos se acordaban de ella. Sus palabras, aparentemente frívolas y superficiales, contenían un oculto mensaje de mala leche de difícil superación.
Hablando de la intervención del director del CNI ante la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso para hablar sobre la germana, Ussía sostiene:
Si tuvieran que declarar ante esa Comisión, además del director del CNI, todos los millonarios que han tenido algún tipo de contacto, y escribo bien lo del contacto, con esta mujer, a los miembros de esa Comisión les puede dar un patatús.
Concluye de forma contundente:
Corinna es una mala anécdota que ha puesto en peligro a la Institución que garantiza la unidad de España. No merece otra cosa que una patada en el culo y que se olvide de España para siempre.