Vamos a empezar fuerte, que el día lo exige. A lo mejor se ha enterado usted de que la Audiencia Nacional ha condenado al ex coronel Amadeo Martínez Inglés a pagar una multa de 6.480 euros por un delito de injurias al Rey -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
He aquí que el ex coronel escribió un bestial textículo en un diario digital donde, entre otras cosas del mismo tenor, decía lo siguiente de Don Juan Carlos: “Último representante en España de la banda de borrachos, puteros, idiotas, descerebrados, cabrones, ninfómanas, vagos y maleantes (…) de la foránea estirpe real borbónica”.
Ya, ya sé lo que está usted pensando, señora. Yo pienso lo mismo. Y cuando uno tiene en las manos un teclado, debe pararse un poquito a pensar qué sale de sus dedos, aunque pensar nunca ha sido la ocupación preferida del ex coronel Martínez Inglés. Con todo, hay algo que usted me concederá: ¿por qué a don Amadeo le sancionan y, por el contrario, se van de rositas los que pegan cuatro tiros al Rey en la televisión autonómica catalana o queman efigies de Don Juan Carlos en las manifestaciones institucionales que promueve la Generalitat? Si no lo digo, reviento.
Cambiamos de tema y vamos a la apoteosis de la felonía. Porque no se me ocurre otra palabra para definir el espíritu –y la letra– que el amigo Aizpeolea aplicaba ayer en El País a la cuestión de la doctrina Parot. Usted sabe, porque aquí se lo hemos contado, que esa doctrina permite reducir los beneficios penitenciarios de los criminales en serie o masivos. Como en España no hay cadena perpetua, resulta que un tipo que mata a veinte personas pena lo mismo que otro que mata sólo a una. La doctrina Parot sirve para que, a la hora de aplicar los consabidos beneficios penitenciarios, la reducción se aplique sobre el total de años de la condena, y no sobre el máximo que pueda cumplir en la cárcel.
La gente del entorno pro etarra recurrió el asunto ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ahora se trata de ver qué pasa. En general, toda la prensa española se ha alineado con el Gobierno en defensa de la doctrina Parot. Toda menos El País, ese diario tan generosamente salvado del cierre por el Gobierno Rajoy. Y es ahí donde el amigo Aizpeolea –amigo, sí, de Zapatero y de Otegui, por ejemplo– segrega lo siguiente: ““El terrorismo ya se ha acabado. Ya es hora de que el Gobierno trabaje con las asociaciones de víctimas y las desanime a no dejarse llevar por las emociones sino por el respeto al derecho”. O sea, que la prioridad política es combatir a las víctimas, ¿no? Más secreciones: “En un estado de derecho los ciudadanos renuncian al ojo por ojo en beneficio de los tribunales”. Claro, claro: es bien sabido que las víctimas de ETA van por ahí matando y extorsionando, ¿verdad? Si le digo a usted lo que me inspiran las palabras de Aizpeolea, le aseguro que las barbaridades de Martínez Inglés antes mencionadas iban a parecerle juegos florales.
Tercer tema de actualidad: los falsos ERE de Andalucía, claro, sobre los que usted recibe abundante información a través de LA GACETA. Pero como no sólo de LA GACETA se alimenta el espíritu, otros periódicos inciden en la misma llaga, y además hay que suponer que lo hacen con el mismo propósito de borrar del mapa tanta porquería y tanta corrupción. Vale, sea. Ahora bien, por favor, colegas de la prensa, no caigamos en el culto a la personalidad, porque no hay cosa más ajena a la racionalidad pública que convertir a los jueces en estrellas del show business. ¿Por qué digo eso? Por lo que ayer escribía en La Razón Pilar Ferrer la cual, después de calificar a la juez Alaya como “heroína judicial”, se descolgaba con la siguiente descripción: “Coqueta, de rostro impenetrable, tez blanquecina, ojos claros y andar seguro, que se preparen los imputados”.
¿Y si la juez fuera desgalichada, de rostro expresivo, tez morena y ojos oscuros? ¿Lo tendrían más difícil los imputados? Con todos los respetos a Pilar Ferrer, la descripción de marras parece casi tan babeante como la que en su día pintó Pilar Urbano sobre Baltasar Garzón. No digo más.
Y terminemos la ración de ecos de hoy con el Papa Bergoglio, que es el rumor que no cesa. Eduardo Goligorsky ha rescatado en Libertad Digital una visión propiamente argentina sobre el Papa Francisco y aporta claves que es preciso subrayar, porque son muy elocuentes. Por ejemplo: “Cristina Fernández de Kirchner desdeñó catorce pedidos de audiencia del entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. Ella y, anteriormente, su esposo Néstor trasladaron la sede de los tedeum de las fechas patrias de la catedral de Buenos Aires, donde se celebraban tradicionalmente, a iglesias de provincias remotas para desairar a Bergoglio. Y queda una cosa aún más gorda que la Bonafini, a saber, las maniobras de la Kirchner para impedir que Bergoglio fuera papa: “Los diarios argentinos La Nación y El Cronista Comercial –delata Goligorsky– publicaron el 18/3 sendos artículos de Carlos Pagni y Román Lejtman que denunciaban la existencia de un dossier sucio elaborado por el Gobierno argentino para bloquear la designación de Jorge Mario Bergoglio por el Cónclave cardenalicio. Los encargados de hacerlo circular habrían sido el antiguo embajador del menemismo ante la Santa Sede, Esteban Caselli, y el cardenal argentino y favorito del kirchnerismo Leandro Sandri”. Fuerte, pero fuerte de verdad.