¿Cuántas veces ha oído usted, estimado lector, aquello de que la primavera la sangre altera? No sabemos si la llegada de la nueva estación ha tenido ese efecto sobre el sistema circulatorio de los columnistas del papel, pero sí parece haber afectado de forma negativa a su inspiración. Poquitos, siempre hay excepciones, artículos dignos de reseñar encontramos este 22 de marzo de 2013. Y tampoco es que haya un tema que predomine, más bien estamos ante una variada ensalada de cuestiones tratada en los espacios de opinión de los periódicos impresos españoles.
En la contraportada de El País nos encontramos con Juan José Millás, uno de esos columnistas de los que uno tiene la impresión que para ellos el escribir es más una terapia que un trabajo. El de hoy, titulado Estamos listos, es un buen ejemplo de ello. Comienza con cierta gracia, hay que reconocerlo:
Al principio no éramos Grecia, luego no fuimos Islandia, ni Portugal, ni Italia. Ahora resulta que no somos Chipre, menos mal. Me pregunto cuánto tiempo nos falta para que no seamos España. ¡Qué alivio, cuando salga Guindos en la tele anunciándonos que no somos España!
Lo sorprendente viene cuando, sin transición alguna pasa a comentar la cobertura informativa referida al Papa Francisco. Y ahí se rompe una costura, por la que sale un anticlericalismo profundo:
No hay más que ver el papanatismo, nunca mejor dicho, con el que recibimos las informaciones sobre la elección del nuevo papa. No parecía que estuviésemos hablando de una institución antidemocrática, misógina, patriarcal, homófoba y colaboradora esencial de algunas de las dictaduras más sangrientas del siglo XX, la española entre ellas. Veía uno el telediario o escuchaba la radio y no daba crédito.
Se debió quedar a gusto tras escribir eso.
Saltamos ahora a un medio y a un columnista totalmente diferentes de los anteriores. Federico Jiménez Losantos publica en El Mundo El rapto de los justiciables. Se refiere al intento del juez Gómez Bérmudez, del que nos recuerda que firmó un manifiesto contra el PP, por hacerse con el caso Bárcenas. Dice del magistrado:
[Bermúdez] ha inaugurado una forma nueva de bandolerismo legal, que es la del rapto de justiciables. Lo ocurrido en la Audiencia en estos días es como si en el siglo XIX, en el paso más abrupto de Sierra Morena, un bandolero apodado El Juez asaltara la diligencia del cochero Ruz y secuestrara al viajero Bárcenas para pedir rescate o vengarse del PP, que eligió a Marlaska para un puesto que ambicionaba.
Pone en duda que «tenga remedio la Audiencia Naciola». De este tribunal dice:
Están algunos de los mejores jueces y fiscales de España, pero los vicios de comportamiento y de consentimiento, la lucha de clanes y la peste del corporativismo, más grave por lo especial que es ese tribunal, hacen de la regeneración de la AN una misión más difícil que la de rescatar al justiciable Bárcenas, acometida ayer por los tres esforzados caballistas de la Sala de lo Penal.
Concluye:
El espíritu garzonita, la arbitrariedad, las clamorosas sospechas de prevaricación y la posibilidad de cohechar como quien cosecha cebada impregnan los pasillos de un tribunal creado o recreado para luchar contra el terrorismo pero que hoy produce terror a cualquier ciudadano sensato.
Resulta cierto que ha resultado lamentable el espectáculo de un magistrado intentando ‘sisar’ a otro la instrucción de un caso. Para este humilde lector de columnas resulta muy preocupante la existencia de un ‘Star System’ judicial, algo que, efectivamente, inauguró Garzón. Mal anda la Justicia cuando la identidad de los encargados de administrada se convierte en un asunto de importancia mayor tanto para el público como para las partes implicadas.
Decíamos antes que en esta ocasión nos encontramos con una variada ensalada de cuestiones en los espacios de opinión. Por eso mismo, al saltar a la tercera columna pasamos a un tercer tema. Hermann Tertsch publica en ABC un artículo titulado Cuidado con el terror bondadoso. Este humilde lector de columnas se ha acordado, al leer el título, de un excelente y profundo ensayo de Mauricio Rojas: Las desventuras de la bondad extrema. Ensayos sobre Hegel, Marx y las raíces del totalitarismo (pdf).
Arranca la columna de Tertsch con un relato de los hechos:
El dirigente del PP Esteban González Pons es uno de los miembros de ese partido que ha sufrido ya el acoso de sus domicilios por parte de concentraciones de la llamada Plataforma Antidesahucios (PAH). Los activistas de esta organización entraron en el portal por la fuerza, subieron al piso de su vivienda y estuvieron 45 minutos aporreando la puerta, insultándole a él, que estaba ausente. Dentro de la vivienda estaba al menos un menor que no sabemos cómo vivió el larguísimo acoso de la turba en la puerta de su casa.
Señala, con acierto, que esta estrategia es similar a los actos de repudio contra los demócratas que organiza la dictadura cubana. Asegura también:
En un programa de máxima audiencia, su caudilla, Ada Colau, proclamó su política de acosar a los políticos allá donde estén, también en sus domicilios particulares, hasta obligarles a asumir la posición de la Plataforma y comprometerse a votarla.
Añade:
En cualquier país europeo me atrevo a decir, este anuncio mismo habría sido objeto de denuncia inmediata. Por parte de los parlamentarios de todos los partidos y de la fiscalía del Estado. Ningún parlamentario habría aceptado sin rechistar que líderes autonombrados de movimientos incontrolados y radicales se arrogaran el derecho y proclamaran su intención de imponerles una opinión por la fuerza. En España, sin embargo, la izquierda no se distancia de este acoso extraparlamentario cada vez más grave.
Dice de la plataforma de Colau:
Al tiempo que piden condonación de la deuda piden gasto público. Nadie sugiere ante lema tan bondadoso, que si no queremos comer piedras tenemos que pedir dinero prestado. Y que, para recibirlo, conviene no tener fama de ser contrario a pagar las deudas. Pero aquí no se habla de economía. Ni de ayudar a los más necesitados. Porque ahí habría fácilmente acuerdo. Que no necesitan ni quieren. Aquí se trata de echarles un pulso al Estado y al Gobierno. Y de sembrar el terror. La socialización del sufrimiento fue una estrategia etarra de éxito, recuerden. No es otra la que ahora pretende sembrar el miedo. Desde una vocación inequívocamente totalitaria y violenta.
Algo nos dice que a Tertsch le van a llover los insultos.
También en el periódico madrileño de Vocento, Carlos Herrera publica Ayala frente a los demás, donde elogia a dicha juez por investigar el caso de los ERE. Arranca señalando la indignación bien administrada por parte de la izquierda:
No sé dónde están los indignados andaluces, en qué calle manifiestan su cabreo, frente a qué domicilios vociferan sus consignas, ante qué instituciones despliegan sus pancartas al fin de testificar su enfado por el mangazo descomunal provocado por los ERE falsos surgidos del «fondo de reptiles» de la Junta de Andalucía.
Sobre la juez Ayala dice:
Ya sabemos que, como decía genialmente Manuel Contreras en un tweet, Mercedes Alaya no será Medalla de Andalucía el próximo 28F, pero sí debemos apercibirnos de que una juez de aspecto delicado y secarrón merece el reconocimiento de los andaluces que creemos que la impunidad del régimen merece un correctivo. Alaya está cuidando hasta el desespero la instrucción del proceso, esa madeja infernalmente complicada que hay que deshacer con mimo de orfebre y que no somos capaces de entrever cómo puede acabar, y que consiste en no imputar a quien no debe hacerlo con tal de que no le retiren la autoridad del caso.
Se muestra muy crítico con la política andaluza:
En Andalucía, por más que algunos quieran silbar mientras se cierne sobre ellos el peso de la sospecha, se sabe que todo ha sido posible gracias a la impunidad que garantiza saberse inviolable. La garantía de los votos clientelares propició una y otra vez la sensación de que ningún despropósito causaba estropicio electoral alguno: no importa lo que hagamos ya que nos van a votar hasta la náusea. Visto que no hay escarmiento electoral, puede que el único que quede sea judicial, aunque para eso hagan falta magistrados a los que no les afecte el miedo escénico de enfrentarse al gran rodillo del poder socialista.
Concluye:
Alaya ha dado el paso y se ha convertido en la última esperanza blanca -casi de porcelana- en la pelea contra la todopoderosa maquinaria administrativa controlada por el partido socialista. De la eficacia de sus procedimientos depende muy mucho la salud política de una comunidad en la que la narcotizada opinión pública no exige debidamente responsabilidades por los desastrosos indicadores sociales y económicos que la colocan a la cola de todas las regiones europeas. Le deseamos suerte en el intento.
Terminamos hoy en La Razón, donde encontramos dos artículos dedicados a la situación del PSOE en general y de Rubalcaba en particular. El primero de ellos es En su propia hoguera, de Agustín de Grado:
Apenas un mes atrás. Rubalcaba pide la dimisión de Rajoy con una puesta en escena que recuerda la noche del «los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta». El escándalo de Bárcenas le ha estallado al PP en forma de fotocopias y el socialista intuye su momento. Rajoy ha generado «una crisis de moral pública», acusa Rubalcaba. El socialismo Torquemada se abrasa hoy en su propia hoguera.
Añade:
Porque el aprieto del PSOE no es organizativo ni sus consecuencias Ponferrada, como quiere hacernos creer con unos retoques internos que, aparte de arrinconar a Óscar López como un machista despreciable, en nada les impide votar después con Bildu para arrebatar una alcaldía al constitucionalismo navarro o ejercer como «socio preferente» de los proetarras en Guipúzcoa.
Tan severos en Ponferrada, tan comprensivos en San Sebastián… Cuesta creer que nadie en el viejo Partido Socialista reconozca aquí síntoma alguno de crisis moral.
Por su parte, Toni Bolaño titula «Nos la vamos a pegar todos»:
El proyecto que [Rubalcaba] encabezó hace 410 días -que dejó fuera a quién no quisiera comulgar con ruedas de molino- no funciona. Ni se espera que funcione a tenor del aire enrarecido que se respira en agrupaciones y federaciones socialistas. En el ranking del desasosiego sube como la espuma la sensación de que «con Rubalcaba nos la vamos a pegar todos». «La dirección está en estado de coma» apunta un dirigente que añade con pesar «estamos ante la improvisación diaria».
Concluye, refiriéndose al numero de Ponferrada:
Rubalcaba se ha referido a los últimos desaguisados como «incidentes» y algunos ya se preguntan cual será el nuevo regate corto de una ejecutiva desorientada. El secretario general ha hablado de la hoja de ruta pero nadie sabe cuál es. Sobre el conflicto con el PSC nada nuevo. Rubalcaba está preocupado por la relación entre España y Cataluña pero solo ha buscado lugares comunes. El suflé sigue subiendo. «Con Rubalcaba, nos la vamos a pegar todos».