Entre semana es inusual que las primeras de los diarios nacionales se distingan demasiado, pero en domingo es más extraño que coincidan, lo que da para comentarios más sabrosos -LEA EL TRASGO EN LA GACETA.
Por ejemplo, ¿qué ha podido mover a El País a sacar a su prestigiosa primera una foto de hace trece años? En este caso no es como en ese escándalo que nadie siguió, los malos tratos a un traductor por parte de soldados españoles en Afganistán que tuvo misteriosamente en nevera más de una década. No, no es nada tan dramático, antes bien, es una foto alegre y veraniega: el presidente de la Xunta gallega, Alberto Núñez Feijóo en topless en una embarcación junto a un tipo barbado. La, digamos, noticia es que el amigo del político pepero es un tal Marcial Dorado, en la cárcel por narcotráfico. Leo en la versión online del diario que “El BNG pide el cese de Feijóo y el resto de la oposición, explicaciones”.
Naturalmente, naturalmente… Uno, naturalmente, elige sus amigos, pero no aquello en lo que sus amigos puedan convertirse, y en el momento de la foto el presidente gallego no tenía modo de que su amigo iba a derrotar por los senderos del mal. Qué digo, uno ni siquiera sabe dónde va a acabar en la vida, y muchos de los que han hecho profesión y arte del caer siempre de pie darían algo por borrar de su biografía determinadas asociaciones non sanctas. Digamos, ya que estamos con El País, su primer director y ahora consejero delegado de la empresa editora, Prisa, Juan Luis Cebrián, AKA Janli. Vamos, que le dicen a Janli dónde va a acabar y lo mismo no acepta ser nombrado por Arias Navarro director de los Servicios Informativos de la TVE franquista. Un suponer. Lograda ya su vieja ambición de sentarse en la Real Academia, el Sr Clítorix debería darle un buen repaso al refranero y a los dichos castellanos para no nombrar la soga en casa del ahorcado.
Sí coinciden en el personaje de primera, aunque no tanto en su enfoque, ABC y El Mundo. Empezando por lo más sensacional y menos previsible, el diario de Pedrojota abre con la noticia de que “Don Juan dejó una herencia de más de mil millones de pesetas”. Claro, uno lee eso y después pasa a la portada del diario monárquico –”Don Juan, el hombre que renunció a todo por España”– es casi inevitable la sonrisa irónica. Como pude leer ayer en Twitter, “hombre, a todo, a todo…”.
Después de leer a El Mundo, más de uno de esos aristócratas que se acercaban a Estoril con sus sobrecitos para echar una mano al señor, que estaba el pobre con una mano delante y otra detrás, si aún vive alguno, se le debe de haber quedado cara de pasmado. Porque 1.100 millones de pesetas, quieras que no, te hacen un apaño. Y si sobre don Juan pueden decirse dos cosas tan distintas en las primeras de dos periódicos que ni siquiera están en los extremos opuestos del espectro político, no digamos de otros fenómenos. La violencia es uno muy de moda. La progresía es muy, pero que muy antiviolencia… En teoría. En la práctica recurre a la violencia metafórica y a las equivalencias más bizarras para aplicar la violencia o la coacción que ansían.
Al profesor Carlos Rodríguez Braun le encanta citar al profesor marxista aquel que reconocía que en la Unión Soviética, sí, había Gulag, pero el Occidente, añadía, ¡hay fábricas! Tanto monta… El debate es hoy el escrache, el sistema de protesta importado del cono sur por el que se ejerce coacción contra un político manifestándose en frente de su domicilio. Lo mejor es que vean un vídeo de la cosa, para que se hagan una idea de cómo funciona. Por supuesto, no hay nada que impida que se use para intimidar ni forma de evitarlo, sin contar con que vecinos y familiares del político irritante, maldita la culpa que tienen de todo aquello.
“Somos muchos los que no hemos salido del armario de nuestra ira individual”, se sulfura Maruja Torres en El País. Y si Maruja Torres todavía no ha salido del armario de su ira individual, tiemblen ustedes cuando lo haga. “Pero los cazos casi hierven, aunque todavía no sepamos en qué momento abandonaremos nuestras cocinas para ir a depositar las rebeldías en el caldero común”. Cualquiera diría que estamos en una carrera de compasiones, a ver a quién le conmueven más personalmente los desahucios ajenos y yo, sinceramente, no estoy por la labor de dejarme ganar por esta panda.
Ni de creerles, que si de verdad fuera el drama personal de los desahucios lo que les impele, ¿por qué callaban cuando se dispararon los desahucios con Zapatero? O, si son malvados los populares que no impide que se lleven a cabo –¿quién dijo “seguridad jurídica”?–, más lo serían, digo yo, los socialistas que presumían de haber acelerado los trámites para desahuciar. Y no lo recordamos, ¿verdad? Ayer fue Domingo de Resurrección -¡felicidades!- y, siguiendo una tradicción ya algo apolillada, El Mundo publica lo de todos los años por estas fechas: “¿Murió realmente Jesús en la cruz?” Es la enésima glosa a Renan, que ya saben que estos modernos siguen en el XIX, con joyas como “solamente Juan menciona el incidente de la lanzada en el costado, lugar por donde habría manado sangre y agua, pero las capacidades médicas de Juan no ofrecen muchas garantías a los doctores”.
Porque hay que tener mucha capacidad médica, ya saben para ver cómo se clava una lanza en un costado. El MIR por lo menos hay que tener. En fin, que hemos pasado un domingo en el que las grandes noticias tenían entre veinte años y dos siglos.