Los planes expropiadores de la Junta de Andalucía siguen siendo, el 15 de abril de 2013, objeto de columnas en la prensa de papel española. Las hay a favor y en contra. Al día siguiente del aniversario de la llegada de la II República, en el ABC encontramos artículos en defensa de la monarquía, contra los republicanos de izquierdas y unos supuestos republicanos de derechas, especialmente contra unos liberales que según alguno son una gangrena para la sociedad. Tampoco falta quien desde El País acaba de descubrir que TVE despilfarra el dinero de los ciudadanos.
Empecemos con esto último. El crítico televisivo David Trueba publica La factura, habla de subvenciones y gasto en televisiones públicas. Como es costumbre en él, recuerda que no sólo el mundillo de ‘la cultura’ está subvencionado, como si eso justificara el derroche a espuertas en un cine español incapaz de mantenerse debido a que no le gusta a los españoles.
A menudo, nos invitan a indignarnos de manera señalada, por aquí, por allá, pero nunca a mostrarnos una visión general, que ponga en justa perspectiva los gastos estatales. Así, la palabra subvención nos remite siempre a la compañía nacional de danza y nunca a la compañía del gas.
¡Qué destreza en el regate dialéctico la de Trueba! Cita las subvenciones a la danza y no a las del cine, sabedor de que los bailarines no generan tantas antipatías como los participantes en los Goya, y que las ayudas públicas que recibe son muy inferiores a las que se destinas a los del celuloide. Y evita decir que son muchos los que, como este humilde lector de columnas, están contra todas las subvenciones, con independencia de que las cobre cualquier miembro de la familia Trueba, una empresa de Gas o de energía solar o un partido político, entre muchos otros.
En el caso televisivo, los escándalos contables de ciertas cadenas autonómicas no pasan factura a sus gobernantes, caprichosos, incapaces y fraudulentos, sino a sus trabajadores.
Atención, los escándalos contables se dan sólo en «ciertas cadenas autonómicas», no en todas. Veamos, el propio escándalo es el derroche de dinero en unas cadenas públicas que siempre están al servicio del gobierno autonómico de turno, con independencia de sus color político. Pasa a TVE:
La auditoría sobre TVE nos descubre que el fútbol de la selección nos cuesta más de 42.000 euros por minuto emitido. En un canal al que se le ha impedido rentabilizar publicitariamente su audiencia, ese dato señala otra burbuja hinchada con dinero público. Podrían entonces los desempleados, los médicos, los profesores y los bailarines de la compañía nacional de danza no sentirse tan culpables, tan gravosos para su sociedad, tan privilegiados ni tan poco rentables. Si en 2011 TVE gastó 153 millones de euros en derechos deportivos, cuidado, porque motoristas, tenistas, ciclistas y futbolistas, pueden considerarse tan funcionarios como aquellos a los que se humilla a diario desde la autoridad recortante.
Pues mire por donde, aquí también nos parece indignante que se gaste ese dinero en comprar derechos de retransmisión de acontecimientos deportivos. Entre otras cosas, porque se pagan con unos impuestos que también sangran a miles de ciudadanos que no tienen interés alguno en ver esas competiciones.
También en El País, Almudena Grandes escribe a favor de los planes expropiadores de la Junta de Andalucía. Lo hace en La alegría. Comienza atacando a quienes critican los escraches:
Lo peor ni siquiera es el cinismo. Invocar la inviolabilidad del hogar o la edad del hijo de la vicepresidenta del Gobierno para condenar los escraches, implica consecuencias más graves. Estas declaraciones explicitan que la sensibilidad de quienes se sienten agredidos se limita a los miembros de su propio grupo.
Vamos, que ahora resulta indignante que alguien se preocupe del bienestar de sus hijos o el de otras personas si son del Gobierno o del PP. Sólo los hijos de la izquierda, por lo que se ve, tienen derecho a no pasar miedo.
Pasa a elogiar al gobierno andaluz y a su consejera de Vivienda, de IU, por querer expropiar a los bancos que desahucien. Eso sí. Ni una palabra sobre cómo esa misma señora firmaba órdenes de desahucios o sobre la existencia de miles de viviendas vacías propiedad de la Junta de Extremadura. El populismo, ya sabemos, casa mal con la coherencia:
No se podía hacer nada, decían, pero resulta que sí se puede. Ha muerto la política, decían, y miren por dónde, acaba de resucitar. Todos son iguales, decían, y sin embargo han dejado de serlo. Báñez le mete un hachazo a las pensiones por decreto mientras sus portavoces critican que Cortés escoja la vía del decreto para atacar a bancos y especuladores. Lo peor no es el cinismo. Lo mejor es que una Administración haya sabido reaccionar para sacarle los colores de la vergüenza a todas las demás. Y el fin de la cantinela del voto útil. Y la alegría de encontrar en la unidad de la izquierda una puerta abierta hacia el futuro.
Justo en sentido contrario de Grandes escribe Fernando Sánchez-Dragó en El Mundo. Lo hace con el título de República Soviética de Andalucía:
Hace seis días, con el ucase expropiatorio impuesto en Andalucía por los bribones del ERE, se produjo otro paralelismo tan fatídico como histórico: el del 12 de abril de 2013 con el 25 de octubre de 1917, fecha en la que las turbas bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno y se hicieron con el poder que muy pocos días más tarde les permitiría proclamar la República Soviética y abolir la propiedad privada. Sin ésta no hay libertad posible, camarada Lenin, digo, señor Griñán. La una y la otra nacieron al mismo tiempo. Son conceptos inseparables que se acuñaron por primera vez en el mundo clásico.
Recuerda los vínculos históricos en la defensa conjunta de libertad y propiedad privada, desde la Grecia clásica a la actualidad. Recomienda una serie de lecturas al presidente de la Junta de Andalucía:
Así de claro, camarada Fidel, digo, señor Griñán. Lea también a Burke, Hayek, Aron, Popper… No lo hará. Son autores muy sesudos. Ya sé, ya sé que en la fundación de la República Soviética y Bolivariana de Andalucía no está usted solo, camarada Chávez (con zeta, no con ese), digo, señor Griñán. Le acompañan Cayo Lara, Toxo, Sánchez Gordillo, Cándido Méndez, Elena Cortés e incluso Rubalcaba. ¡Con esas compañías!
Pasamos ahora a ABC, donde nos quedamos con dos artículos en defensa de la monarquía. El primero de ellos, se centra en criticar a quienes se manifestaron por la república la jornada anterior. Se titula La marimorena republicana y está firmado por Félix Madero:
El deseo expresado por los republicanos lo comparte una creciente minoría de circunstancias, y tiene la lógica de las cosas cuando estas van mezcladas con el error y el oportunismo. Lo primero lo pone el comportamiento de personas llamadas a ser las primeras en defender la institución; lo segundo es cosecha que anima y acompaña a aquellos que con un par de ideas se desenvuelven con más afán que acierto en el río revuelto de las ideas. Por eso, y porque los medios aún vivimos un infantilismo lleno de complejos y paperas, sacamos al delirante Jorge Verstrynge amenazando con armar la marimorena si la Justicia desimputa a la Infanta Cristina.
Añade:
En pleno desgaste de la Monarquía, con sus índices de popularidad a la baja, la manifestación coincide con una etapa de crisis en la que casi todo aquello que merece ser creído vive en la inconsistencia y la sospecha.
Termina con una defensa de la monarquía y un apunto sobre los que se manifestaron un día antes:
Con todas las equivocaciones España ha vivido sus mejores momentos con la Constitución del 78, la primera en su historia inequívocamente democrática. Como tantos tengo dudas cuando se habla de democracia, justicia y transparencia en la II República.
A falta de mentes más consistentes, la duda se disipa si la III ha de llegar con el impulso de Cayo Lara, Antonio Romero y Jorge Verstrynge. La marimorena tendrá que esperar.
Juan Manuel de Prada pone el foco sobre otros ‘enemigos’ de la monarquía que parecen ser, para él, más peligrosos, que los de izquierdas. Lo hace en Derecha antimonárquica. Arranca duro:
Entre las expresiones más temibles del «demonio de la perversidad» o impulso suicida que aqueja a la sociedad española merece especial atención la fiebre antimonárquica que aqueja a una parte nada exigua de la derecha. Aunque avivado en los últimos años por episodios funestos que han salpicado a la Familia Real, este impulso antimonárquico de la derecha española no es nuevo.
En resumen, según De Prada la oposición a la monarquía en la derecha ha venido tradicionalmente de falangistas y después de eso que se vino a llamar el «franquismo sociológico». Ante aquellos sectores que le reprochan al rey que «dispensa a la izquierda un trato deferente», dice el columnista:
Ni el Rey podría mantener su delicado encaje en una democracia sin tratar de allegar a una izquierda que siempre se ha confesado republicana, aunque haya hecho, por conveniencia, profesión renuente y farisaica de fe «juancarlista».
Critica, eso sí, la evolución de la monarquía:
Fueron sucediéndose «novedades» en el seno de la monarquía española: se puso en solfa la prevalencia del varón; se concertaron matrimonios que rompían con tradiciones milenarias, etcétera. Todo en un intento de «democratizar» la institución, como si materia y forma pudieran disociarse alegremente, como si la forma no configurase y diese sentido a la materia. ¡Ay, cuántas desgracias nos ha traído el abandono de la filosofía aristotélica!
Y eso produjo algo que parece molestar mucho de De Prada:
Y, mientras la reverencia a la monarquía se desdibujaba surgió en los últimos años una derecha orgullosamente republicana, que ya no era curiosamente una derecha franquista, sino una derecha de cuño liberal (con razón escribía el mismo Donoso que toda sociedad que cae bajo la dominación de esta escuela acaba gangrenada), que entonó con feroz y alegre irresponsabilidad el «Delenda est monarchia», disfrazando su apetito destructivo con las galas censorias y regeneradoras; y a su republicanismo insensato se han ido adhiriendo diversos sectores desnortados de la derecha española que se sienten agraviados o decepcionados por la institución.
De Prada no puede disimular, dedica palabras mucho más duras al liberalismo que a falangistas, izquierdistas de cualquier tipo y ‘franquistas sociológicos’. Nada sorprendente en uno de los principales exponentes del conservadurismo tradicionalista más rancio. Concluye:
Pero la monarquía es -permítasenos el empleo del término paulino-un «katejon»; y removido ese obstáculo no vendrá ninguna república idílica. Vendrán los monstruos de antaño, que ya afilan sus uñas y salivan hambrientos.
Acabamos nuestro repaso diario a los artículos de opinión en La Razón, donde Alfonso Merlos juega con uno de los lemas de moda para titular Stop subversión. Empienza contundente:
No le demos más vueltas. Buscan el trastorno, la revuelta, la destrucción del sistema de valores y principios establecido. Poner en jaque al Gobierno de Rajoy, y a la Monarquía Parlamentaria, y quebrar los principios cardinales que vertebran la Constitución y rigen la convivencia entre españoles. Es el caos, la anarquía. El levantamiento de un sistema nuevo sin fuste ni criterio ni concierto.
Tras pedir el apoyo al Cuerpo Nacional de Policía y al Gobierno para asegurar «orden y tranquilidad», así como «prosperidad y progreso», concluye:
Allá aquellos que busquen la pelea barriobajera, la gresca gratuita, el puñetazo por el puñetazo. Da igual que sea asediando los centros más sagrados del poder democrático. Porque enfrente nos encontrarán a quienes tenemos de nuestro lado la fe y el convencimiento de que este país va a ir a más; de que necesita, con sus defectos y limitaciones, el impulso de este Gobierno; de que, más pronto que tarde, vamos a tener lo que queremos y por lo que soñamos. Estamos buscando lo mejor para nosotros, y nuestras familias, y nuestra nación. Y al revés. ¿Alguien no se ha enterado?