Las secciones de opinión de la prensa de papel española son como las previsiones económicas del Gobierno de Rajoy: un día se presentan muy positivas y al día siguiente caen en picado. La realidad termina imponiéndose a un optimismo a veces injustificado. Eso es lo que ocurre el 24 de abril de 2013, donde los periódicos impresos tienen poco material jugoso que ofrecen en lo que se refiere a columnas. Por supuesto, como siempre ocurre, hay algunos artículos que merecen la pena ser destacados. Y de eso les vamos a dejar constancia.
Empezamos en el diario del Conde de Godó y Grande de España metido a independentista, que publica un artículo de Pilar Rahola donde ofrece su versión sobre la ‘tocata y fuga’ de Marhuenda en la tertulia de RAC1 después de que ella le reprochara la fotografía que acompañaba un texto en La Razón —Francisco Marhuenda abandona la tertulia de RAC1: «¡Pilar Rahola se dedica a echar mierda contra La Razón y ya vale!»–. Se titula La polémica:
Hay un abismo entre debatir sobre ideas desde miradas muy distantes y pisar las líneas rojas. Esto es lo que ocurrió, desde mi punto de vista, el lunes pasado y que derivó en un portazo con fuga de Marhuenda. Su enfado fue equivalente a mi indignación previa y que provocó mi pregunta frontal y sin duda antipática. Y aunque no la formulé de tal guisa, podría repreguntarse en estos términos: ¿todo vale en el pimpampum contra Catalunya?
Se refiere a la siguiente información de La Razón: ‘El Plan de Infancia evitará «la exclusión» lingüística en el aula‘. Añade:
El caso es cuando se rompen las reglas de juego, cuando los debates se sitúan más allá de las fronteras permisibles y entramos en terrenos muy pantanosos. ¿O no lo es haber ilustrado el artículo de marras con un cartel de un violento partido de extrema derecha que ha llegado a hacer homenajes al nazi Rudolf Hess y en cuyas listas electorales han presentado al asesino sentenciado del joven de Burjassot Guillem Agulló?
Por cierto, y en macabra coincidencia (¿casual?), el artículo de La Razón salió en los mismos días en que se cumplía el aniversario del asesinato de Guillem. Y aún hay más: no era la primera vez que se usaba el cartel con todos sus atributos, y con el único detalle de tapar, con un dedito, el nombre del partido.
Sostiene:
Lo que nunca valdrá es jugar con los fascistas, usarlos para el fuego cruzado y banalizar la maldad que representan. Y si un periódico juega con ello, lo mínimo que puede hacer su director es pedir disculpas, asegurar que nunca volverá a ocurrir y avanzar por otros derroteros. Pero no ha sido el caso, y lejos de excusarse, Marhuenda optó por hacerse la víctima y huir, como si los culpables fuéramos los que pedíamos explicaciones. Basta ya, basta del todo vale contra nuestros derechos. Porque puede que tengamos el hígado muy blindado de tanto ataque, pero incluso nuestro estómago de elefante no está dispuesto a digerir todos los venenos.
Lo más curioso, al menos para este humilde lector de columnas, es que a quién realmente hizo quedar mal La Razón es a quienes se oponen a la inmersión lingüísticas, puesto que para ilustrar esta postura utilizó propaganda de extrema derecha. Y la libertad en el uso de idiomas no es cosa de fachas, por mucho que algunos quieran hacer creer lo contrario. En cualquier caso, el cabreo de Rahola está justificado.
Y puesto que ya ha salido a colación La Razón, veamos dos artículos del diario de la ‘disciPPlina’. Empezamos con Julián Cabrera y su Madinas y Talegones:
Beatriz Talegón es una joven aunque no jovencísisma dirigente de las JJSS que, hoy por hoy, llena las salas con más facilidad que Rubalcaba, lo cual da que pensar. Pero sobre todo, es el paradigma de la esquizofrenia instalada en el primer partido de la oposición y su irremediable huída hacia la solución de su problema de identidad a través del debate nominalista.
Concluye:
Talegón, sólo siete años más joven que Madina, criticaba a los dirigentes del socialismo europeo por celebrar su congreso en un gran hotel de cinco estrellas, tal vez ignorando que tanto delegado no cabe en la pensión del peine. También se permite denunciar por aburguesados a una generación -la de sus padres-, ignorando que fue la que se partió la cara desde el Mayo del 68 para que ella pueda hacer libremente sus bolos de provincia en provincia tras saltar al estrellato con el numerito de Cascáis.
Cuando sea senadora, o mejor eurodiputada, podrá recordar su pasado «revolucionario», cuando justificaba el carácter «informativo» de aquello que llamaban «escraches».
Alfonso Ussía, por su parte, se deleita hablando sobre el Éxito descriptible del viaje de Artur Mas a Bruselas:
El presidente de la Generalidad de Cataluña, el señor Mas, ha rendido visita a Bruselas para hablar de su plan independentista. Y no ha tenido éxito. De vivir en su ánimo el mismo sentido del humor que el de Ruano, habría definido su visita de «éxito descriptible». Ahí le han dicho que se deje de mandangas, y sólo puede presumir de haber sido recibido por la señora Androulla Vassilio, comisaria de Educación, y cuya fundamental labor en Bruselas no es otra que hacer caso a quienes no quieren recibir los demás.
Concluye, como para divertirse todavía más, contando una anécdota periodística deportiva de la que ya dimos cuenta en Periodista Digital —Vettel se cachondea de un periodista de TV3 que dijo ser catalán y no español: «Es una gran diferencia. Como ser alemán o de Baviera»–:
Vettel es un alemán muy valioso. Ha ganado ya tres Campeonatos del Mundo de Fórmula-1 y casi siempre le moja la oreja a nuestro extraordinario Fernando Alonso. Los periodistas del motor no acostumbran a exhibir sus sentimientos o ideologías, por considerar que lo importante en una entrevista es lo que diga el entrevistado, en este caso, Vettel. Pero nuestro eximio reportero, antes de principiar con sus preguntas, empezó negando su condición de español y ensalzando su nacionalidad catalana. Y Vettel sonrió: «Claro, es como si uno de Baviera dice que no es alemán». Doblada y por detrás.
Otro éxito descriptible.
Otro columnista que escribe sobre Mas es Santiago González en El Mundo. Su columnas se titula Rosa y espinas:
Es difícil de entender que Artur Mas, ese titán de la política española, haga tantos y tan sostenidos esfuerzos por renunciar a lo que más gloria le da: su condición de español. Sin ánimo de ofender, cuando más ha brillado Mas ha sido como representante ordinario del Estado en la Comunidad Autónoma de Cataluña. O sea, como español. Ahí lo tienen, recibido con la mayor consideración por el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, dos primeras figuras de la política española, dicho sea sin exagerar mucho. En justa reciprocidad a sus esfuerzos, el Gobierno ha puesto como interlocutor de la Generalitat a su ministro de Asuntos Exteriores, un detallazo simbólico y una promesa para independentistas.
Recuerda a a Mas no le han recibido ni Durao Barroso ni Putin.
Se recochinea por otra cuestión:
Al parecer, su partido considera que es el candidato idóneo para encabezar las listas de CiU las próximas elecciones. ¿Y cuándo son, si hace cinco meses de las últimas?, se preguntarán ustedes. Pues no se sabe, ahí está la gracia, pero tanto Convergència como Unió consideran que es el mejor candidato, en lugar de responder con un resignado: «Es lo que hay».
En esto también son españoles. El PSOE perdió en una legislatura 59 escaños (el 34,91%) y ratificó a Rubalcaba; ¿por qué no va CiU a confirmar a Mas, que sólo perdió 12 diputados (el 19,35%) aunque en la mitad de tiempo?
Concluye comentado el discurso de Mas por Sant Jordi:
Sus dos espinas son la consulta y ERC. ¿Qué quiere decir «la rosa tiene espinas, pero sobre todo tiene la flor»? No es una relación de pertenencia, president, sino de identidad, parece mentira que haya que explicárselo. La rosa es la flor. Como antes fue el capullo, dicho sea con todos los respetos.
Concluimos en ABC con el mejor artículo de la jornada, de la mano de Gabriel Albiac. Los pusilánimes es uno de esos textos brillantes y de fondo que pocos columnistas son capaces de escribir. Recuerda Albiac cómo los miembros del Tercer Estado se negaron a abandonar la asamblea, el 23 de junio de 1789, después de que Luis XVI les ordenara que lo hicieron. Comenta al respecto:
Un diputado popular no ejerce su papel en nombre propio. Un diputado popular no es más que una función de la ciudadanía a la cual representa. Como individuo, tiene el mismo derecho que cualquier otro a tener miedo. Como diputado, no. El miedo al cual un parlamentario cede, envilece a la nación a la cual él representa: o sea, a cada uno de sus ciudadanos. Si un hombre no está en condiciones de pagar ese precio por el honor y el sueldo que de toda la nación recibe, debe elegir otro trabajo. Nadie está obligado a vivir de la representación pública.
Y compara esa escena con la anulación del pleno del Congreso de los Diputados por la convocatoria para sitiarlo:
Mañana, 25 de abril de 2013, la normalidad parlamentaria preveía sesión plenaria del Congreso en la Carrera de San Jerónimo. Hasta que alguien dictó la orden de impedirla. Y ese alguien no era una fuerza armada. Ni siquiera una autoridad material o legendaria. Ese alguien era nadie, literalmente nadie: un amasijo de pequeñas redes sociales borrachas de su propia retórica. En rigor, la lectura de su llamamiento a «derrocar el régimen» mañana no debería mover a mucho más que a un sonrisa. Un «régimen» -en rigor, un Estado- se derroca con armas algo más contundentes que sprays, palos de béisbol y cuentas twitter. La sonrisa se hiela al constatar que basta ese guiñol insurreccional para atemorizar a los legítimos representantes del pueblo. Y que, antes de afrontar las incomodidades -porque de eso se trataba, ni siquiera de arriesgar la vida como entra entre sus obligaciones-, los diputados del Parlamento español prefieren ceder la sede del poder legislativo a quien tenga el antojo de tomar posesión de ella.
Concluye:
Seamos serios. No, no hay peligro alguno en una alucinada partida de muchachos ayunos de biblioteca y de historia. Sí lo hay en la unánime pusilanimidad de aquellos a quienes sólo se exigía ser fieles a cuantos les votaron.