Rajoy sigue sin ganar para disgustos a la hora de enfrentar la lectura de los resúmenes de prensa que le preparan en La Moncloa –esperemos que el encargado de hacerlos no sea alguno de esos cargos nombrados a dedo que ni tan siquiera tienen el graduado escolar–. El registrador de la propiedad recibe el 30 de abril a diestra y siniestra, aunque sobre todo a diestra, en los espacios de opinión de la prensa de papel española. Pero desde aquí le recomendamos a Rubalcaba que no pegue saltos de alegría, que tampoco él y su partido salen demasiado bien parados.
Arrancamos nuestro repaso en el periódico del Conde de Godó y Grande de España transmutado en independentista. Escribe Pilar Rahola un artículo en La Vanguardia titulado El Vacío, donde deja mal al registrador de la propiedad metido a gobernante (o eso creíamos hasta hace poco) pero peor aún a ese aparatnik que creyó que siendo secretario general se convertía en un líder socialista.
Lo peor de todo no es la casuística de presidentes huidos, ministras virginales y ministros peleados, sino la honda sensación de orfandad programática, con un Gobierno que gobierna a golpe de presión tributaria, ahogo de los sectores productivos, y falta global de ideas para reactivar la economía. Es evidente que el problema es de órdago y que nadie tiene soluciones milagrosas. Pero también lo es que entre tener una solución definitiva y no tener ningún plan, queda un largo trecho que el PP, de momento, es incapaz de recorrer. Sencillamente, el vacío.
Y cuando se sigue cebándose con el inquilino de La Moncloa, sin previo aviso se lanza contra el supuesto líder de la oposición:
La idea de que Mariano Rajoy se vaya pronto parece un deseo razonable, no en vano hay algo peor que un presidente malo, y es un presidente mediocre. Sin embargo, no estoy segura de que tal deseo sea finalmente tan deseable, porque si Rajoy es el vacío, lo que hay fuera de Rajoy es su elevación al cuadrado. Es decir, entre la espada de un Gobierno a la deriva y la pared de una oposición que no tiene ni capitán, ni brújula, ni rumbo, el desconcierto pasa de dramático a trágico.
¿Dónde está la oposición socialista? Me refiero más allá de su líder caducado, sus líos internos, sus escándalos de los ERE al sol y su falta global de proyecto alternativo.
El País publica en este día su mejor artículo en mucho, muchísimo tiempo. Es un texto largo, pero que engancha de la primera a la última línea y que, en opinión de este humilde lector de columnas, resulta muy acertado en gran parte de las cosas que dice. Su autor es el escritor Félix de Azúa y se titula Sobre lo insoportable. Dan ganas de reproducirlo entero, pero nos conformamos con algunas píldoras y recomendamos su lectura integral:
O bien Rubalcaba no sabe lo que quiere decir la palabra «capitalismo», o bien pertenece a una etapa arcaica del capitalismo, digamos que a la fisiocracia, y sigue creyendo que la riqueza son las fincas rústicas.
Una vez más, ¿qué cree Rubalcaba que es el dinero? ¿Una «cosa»? ¿Algo que se limpia con detergente y que se pone encima del piano? ¿Algo que se saca a pasear o se guarda en un armario?
Tras esta segunda declaración de Rubalcaba comprendí que, o bien el PSOE está persuadido de que sus posibles votantes son lelos, o bien estamos ya ante la candidatura de un Beppe Grillo a la española, o sea, a lo Paco Martínez Soria, lo cual, sin duda, puede traer mucho rendimiento en las próximas elecciones, pero entonces quizás el PSOE debería presentar a Leire Pajín, que hace mejor de característica.
Tras comprobar que había perdido un montón de escaños y que los resultados eran un desastre, [Artur Mas] saludó al público barretina en mano y se felicitó del éxito obtenido por el chiste. Fue como si a partir de ese momento la política española se entregara a la Banda del Empastre.
Elegir entre Verstrynge y el alcalde de Marinaleda no es tarea fácil ni siquiera para la prensa deportiva.
Vean un párrafo entero con una crítica en la que, sin duda, se incluye a El País:
Para mejorar y clarificar esta situación los medios de comunicación han asumido como propias las majaderías de un partido o de otro. Para defenderse, los lectores, si pueden, se refugian en la patafísica, o sea en una señora que se filmó a sí misma en agitada masturbación y fue defendida por las derechas e izquierdas apelando al «derecho a la intimidad». No recuerdo yo que apelaran tanto a ese derecho cuando se difundió otro vídeo, el de un probo director de diario, más imaginativo y menos pornográfico que el de la concejala. Tampoco he observado que apelen al derecho de los votantes a que sus elegidos no sean tan memos como para filmarse a sí mismos haciendo el ridículo.
Más píldoras:
La altura alcanzada por el Gobierno español en materia espiritual quedó simbolizada con espléndida nobleza en aquella imagen del señor Francisco mirando perplejo la camiseta roja como si fuera un ornitorrinco. No vale ni siquiera la excusa de que el señor Francisco es argentino y ahora la política argentina dicta nuestro comportamiento. No.
En una de ellas se comete un pecado de lesa progresía, desde las mismas páginas del buque insignia de PRISA:
Ante semejante estado de cosas, posiblemente lo mejor sea aguantar los dos años que quedan para las elecciones mirando vídeos de políticos españoles masturbándose y en las próximas elecciones dar nuestro voto, sea a Rosa Díez, sea a Ciutadans si uno tiene la manía de vivir en Cataluña. No porque vayan a sacarnos de este manicomio, sino para observar si el asunto es congénito y también ellos hacen lo mismo.
Pasamos ahora a ABC, donde Juan Carlos Girauta firma A derechas, una dura crítica a Rajoy y los suyos:
Con más habilidad comunicativa (bastaría la cuarta parte de la exhibida por el PSOE durante la última década), el PP se beneficiaría mucho. Para empezar, comprobaría, con el ejercicio sistemático del habla, que el silencio taoísta, ocasionalmente útil en la oposición, no sirve para gobernar en el caos.
Tras comparar algunos aspectos del Gobierno de Rajoy en contraste con el de ZP, añade:
Esa ignota derecha con dotes para la comunicación defendería la verdad de esos contrastes semanalmente, hasta el aplauso, en el programa de máxima audiencia de los sábados por la noche, en vez de boicotearlo y cederlo como plataforma a Elena Valenciano. A Elena Valenciano, por Dios.
Concluye:
Bien mirado, a la derecha podría pasarle algo todavía peor: que sus deficiencias comunicativas, su imposibilidad de presentar resultados positivos por culpa de la crisis, y su eventual hundimiento, dejaran muy, pero que muy irritada a la media España que la votó. Airada por un Rajoy de una legislatura. Frustrada por la oportunidad perdida; la elemental oportunidad de aplicar las políticas y las medidas que, desde Aznar, la derecha siempre defendió. En el primer consejo de ministros de Rajoy se vio ya su desapego, casi budista, de lo propio, de los propios votantes, de las propias promesas. Eso sí sería lo peor, que la legislatura acabe como empezó, confirmando la sospecha de que utilizaron el voto de la España conservadora y liberal para llegar al poder y aplicar directamente las medidas denostadas por ella. Porque las crisis sólo se soportan culpando al adversario.
También en el periódico madrileño de Vocento, Hermann Tertsch publica Paciencia a cambio de nada. Con ese título nadie puede sorprenderse sobre el tema que trata y desde qué postura:
Pide paciencia Mariano Rajoy. Dice que él sabe adónde vamos. Que todo saldrá bien. Y que tengamos «un poquito», ha dicho, de paciencia. Rajoy pide demasiado.
Dice que «es cierto» que algunos de algunos de «los más impacientes» tuvieron mucha paciencia durante los ocho años de Zapatero:
Como tanto periodistas de nuestra izquierda, millonarios gracias a las célebres sinergias entre lo público y lo privado que utilizaron con tanto garbo y rédito [durante el Gobierno de Zapatero].
Pero no es condescendiente con el actual inquilino de La Moncloa:
Rajoy, decíamos, pide demasiado al pedir paciencia. Pero porque la pide a cambio de nada. Porque el Gobierno no ha dado razones a la sociedad para esa paciencia (…) El fracaso de comunicación de este Gobierno es suma de ineptitud y arrogancia, que pospone, a cualquier punto del futuro que convenga todas las explicaciones, todas las respuestas a todas las preguntas de una sociedad que se siente maltratada y, más que engañada, ignorada.
Es tanta la continuidad culpable con lo peor del zapaterismo que si el escándalo Bolinaga parecía un fallo de criterio, hoy parece claro que es la pauta. Esta especie de despotismo fatuo del presidente que nos obsequia con medias verdades por los pasillos y con displicencia. Ahora pide paciencia cuando cunde el miedo. Cuando su pasividad es la mejor aliada de quienes quieren asaltar calle e instituciones y acabar con la democracia. Millones de españoles han visto hechos añicos sus planes de vida. Esto merece algo más que una llamada malhumorada a la paciencia.
Concluye:
Necesita explicar a quienes no tienen por qué saberlo, que si no se poda ahora, bien y rápido, pronto se talará sin piedad. Que estamos ante la última oportunidad de España de seguir en el mundo desarrollado. Que si no constituimos ya un Estado competitivo para estar dentro de una Unión Europea competitiva, dentro de veinte años las condiciones laborales en España las dictarán los chinos. Ellos, la paciencia no nos la pedirán. Entonces pueden ir todos a llorar a televisión por sus derechos laborales. Pero también por sus libertades.
Y también sobre Paciencia mariana escribe Antonio Lucas en El Mundo:
Lo que ya nunca perdonaremos a Mariano Rajoy es el tiempo robado, la certeza de los millones de proyectos de vida congelados en su mejor añada y la humillación de ser tratados como ilusos.
Es duro con el PP:
No hay país que soporte en pie con unos políticos cuyo programa de acción se resume en una frase lameculos: «Tú échame la culpa a mí», como Álvarez del Manzano dijo a Ana Botella por el asunto de unas facturas descolgadas. Ésa es la poética. Ése el tercermundismo de su idea de democracia, de responsabilidad, de honestidad. «Tú échame la culpa a mí».
Y sigue:
Así se dibuja un Estado que es ya un garito de hospicianos, una falsa esperanza precolombina, el nuevo indigenismo de la pobreza, el triunfo del No future y tantas cosas que al parecer se la sudan. La paciencia reclamada esconde una uralita de entreguismo y derrota. Es el inconveniente de estar dirigidos por un Registrador que viene de la pereza impávida y escala en el oficio desde el efecto/sorpresa, como esas streapers que salen de una tarta y dura el entusiasmo lo que tarda en bajar la nata.
Concluye:
El experimento que supuso para algunos de sus votantes confiar en Rajoy ha quedado en pufo. La premonición que traía su barba de ahogado se ha cumplido. La obstinación no es suficiente para alcanzar la orilla. Es entonces cuando su orden de paciencia sólo sirve para ser más fríamente desvencijados.
Salvador Sostres se muestra también duro con el registrador de la propiedad metido a gobernante. Lo hace en Falta la derecha:
Lo peor de Rajoy es que no es de derechas. Es una víctima más de la propaganda socialdemócrata y su modo de gobernar se basa en ese complejo de inferioridad de los que se acaban creyendo la falsa superioridad moral de la izquierda.
Rajoy es el continuismo de Zapatero, con el agravante de que nos deja sin esperanza. Cuando gobierna la izquierda, siempre piensas que la derecha lo arreglará. Pero, si la derecha es Rajoy, estamos perdidos en la retórica socialista que empobrece las sociedades.
Insinúa su apoyo a una hipotética candidatura de Esperanza Aguirre:
España necesita un auténtico partido de derechas y un presidente, o tal vez presidenta, que crea en las personas y las respete. Un gobierno que entienda que el Estado no es la solución, sino el problema, y que asuma que somos los ciudadanos los que, en busca de nuestra felicidad, usamos nuestro talento, nuestra imaginación y nuestra fuerza para crear riqueza.
Necesitamos un presidente, o seguramente una presidenta, que le tenga más miedo a la pobreza y a la miseria que a perder las próximas elecciones, que tenga más sentido del deber que de la comodidad. Una presidenta que crea más en la libertad que en la estabilidad, más en la justicia que en el equilibrio.
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